sábado, 12 de diciembre de 2015

¡Cristianos, salgan del closet! (4)

¡Cristianos, salgan del closet! (4)
La vida cristiana en tiempos líquidos y moral borrosa
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 140
La tercera aceptación es la del carácter hermenéutico de la vida de fe. Para el NT es claro el hecho de que el creyente debe desarrollar la capacidad de discernimiento o la conciencia crítica. Discernir es saber distinguir entre lo blanco y negro, lo amarillo y rojo, lo bueno y lo malo, lo conveniente e inconveniente. Pero esta capacidad no nos llega por osmosis sino que debe ser educada, instruida y adiestrada (Heb 5:11-14). “La práctica hace al maestro”, dice el adagio popular y “el puente entre el saber y el no saber es lo que experimentamos y comprendemos, no lo que nos dicen o lo que creemos”[1]. Lo que creo es que el cristiano hoy es ingenuo, de pensamiento débil y blando: ha elegido “llevar la fiesta en paz”, no se indigna, no protesta, se adapta o se esconde. En el “mejor de los casos” es reaccionario y doble moralista: como lo decía al principio… se escandaliza con la corrupción sexual pero apoya la corrupción política. Protesta en la calle contra la adopción homosexual pero no propende por el bienestar del proyecto heterosexual. Adora a Dios el domingo pero se postra ante la estatua de Nabucodonosor de lunes a sábado, pues su fe no resistiría el paso por “el horno de fuego”. Como lo diría Alex Sampedro: “tengo una Biblia que no habla, un crucifijo que no salva, una fe que se cansó de las montañas… tengo oraciones sin sujeto y he predicado tantas veces en el valle de los huesos pero… tengo noticias sin oyentes, tengo pacientes esperando el milagro de los peces pero… tengo la red averiada y el vino es vinagre y el pan no sabe a nada”. Urge, si queremos vivir una fe “fuera del closet”, recuperar la capacidad de discernimiento y abandonar la ingenuidad. Urge tomar conciencia del indicativo cristiano (lo que pasó en la cruz) y el imperativo de la fe (lo que debe pasar en nosotros). Urge tomar en serio lo que Freire llamó la “dinámica de la concientización”[2]. He aquí algunas pautas.
            Quisiera empezar con un mal entendido respecto al discernimiento: algunos creyentes piensan que el discernimiento es un acontecimiento místico que acontece en un momento de oración o ayuno en donde el cristiano se concentra y de golpe le viene la “revelación divina” frente a eso o aquello. La verdad es que el discernimiento vendrá siempre por “mediación hermenéutica”; esto quiere decir que Dios nos dio capacidad pensante, nos dejó su Palabra, la iluminación de su Espíritu y nos ha puesto en escenarios culturales y sociales específicos y, con todo esto podemos entonces hacer la tarea del discernimiento. Ahora el discernimiento del que hablo tiene una dimensión interna (hacia dentro de la iglesia) y otra externa (hacia el mundo). El apóstol Pablo nos ayuda a pensar un poco en lo interno cuando le escribe a los Tesalonicenses. Les dice que no sean ingenuos, que sometan todo a un examen (1 Tes 5:21). Aquí el apóstol rechaza tanto la credulidad ingenua como el recelo cínico (Cp. Hech 17:11). Juan también nos da pautas para el discernimiento cuando nos invita a someter a prueba los espíritus o movimientos (1 Jn 4:1). Juan nos invita a la sospecha como sello de la verdadera fe; porque la fe también duda. Lastimosamente estos son mandamientos olvidados hasta el punto de que miramos con desdén a aquellos que los ponen en práctica y hasta los tildamos de ser “menos espirituales”. Nos olvidamos que la fe está sujeta también a la perversión y a la corrupción.
            Respecto a la dimensión externa del discernimiento, Pablo también nos ayuda. El apóstol habla del criterio de la “desadaptación” (Rom 12:1-2) y el criterio de la  “protección o armadura” (Ef 6:10-20). En el primero nos invita a ser desadaptados respecto al mundo que intenta formatear todos los días nuestra mente y determinar nuestra conducta. En el segundo nos invita a vestir la armadura, a tener conciencia de guerreros y a pelear por la verdad, la justicia y la salvación. No es, como decía al principio con actitudes reaccionarias sino con acciones cotidianas que encarnen lo que somos y creemos. Una fe que no se postra ante la estatua de Nabucodonosor y que no es seducida por la música de sus instrumentos y la voz de sus publicistas. Una fe que resiste, que protesta, que discierne. Termino, por ahora, con la letra de la canción “si n o llenamos la tierra” de Santiago Benavides: “Si nosotros no anunciamos la esperanza será el líder de nirvana el que ejemplo les dará, Si nosotros no cantamos de pureza Daddy Yankee con Don Omar sus hazañas cantaran, si nosotros no les damos testimonio será Laura en América a la que escucharan, si nosotros no exaltamos la modestia será Silvio Berlusconi el que los inspirara. Si no llenamos la tierra con la vida de Jesús, Entonces la oscuridad se disfrazara de luz. Si en nosotros no está viva la inocencia Lady Gaga estará a cargo de la educación sexual, Si nosotros no hablamos sabiduría de seguro Justin Bieber el filósofo será, Si nosotros no vivimos diferente MTV seguirá siendo el modelo de virtud, Y entre el patrón del mal y Factor X alimentaran los sueños que tendrá la juventud. Si nosotros no escuchamos sus angustias ahí están los del zodiaco listos para aconsejar, si ellos no bastarán, los profetas que se lucran con palabras que acaban de inventar. Si a nosotros no nos duele la injusticia Será batman el modelo del más justo proceder. Si nosotros no sabemos evangelio buscarán sabor a cielo viendo porno en internet”. ¡Cristianos salgan del closet! Fin.


[1] VILASECA, Borja. El principito se pone la corbata. Empresa y Talento-España,
[2] FREIRE, Pablo. Pedagogía del oprimido. Tierra Nueva-Uruguay. 1971, p 26. 

viernes, 4 de diciembre de 2015

¡Cristianos, salgan del closet! (3)

¡Cristianos, salgan del closet! (3)
La vida cristiana en tiempos líquidos y moral borrosa
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 139
Para empezar el asunto de las aceptaciones, quisiera abordar algunos presupuestos básicos de la vida de fe. Estos ayudan a configuran una cosmovisión cristiana, es decir, una forma de ver al mundo desde la experiencia de Dios. El primer presupuestado es el cristológico: debemos hacer un alto en el camino y meditar, una y otra vez, en la pregunta que el mismo Jesús nos hace respecto a lo que creemos y pensamos de él (Mrc 8:29). Me temo que gran parte de nosotros no creemos en el Cristo de la cruz, ese que Pedro quería evitar. Según Jesús, toda elaboración cristológica que evita y desdeña la cruz… es satánica. El segundo presupuesto es el neumatológico: debemos recordar que el Espíritu Santo es condición necesaria para la misión. Jesús resucitado le dice a sus discípulos “no se muevan de Jerusalén hasta que hayan recibido la promesa” (Hech 1:5 Cp. Jl 2:18; Ez 36:25-27:), se refería a aquí al Espíritu. Así, cualquier movimiento sin el Espíritu resulta infructífero. El llamado es a moverse por la fuerza del Espíritu y no por otras fuerzas. El tercer presupuesto es el bibliológico: parece obvio, pero debemos volver al libreto, debemos volver a la Escritura, un pueblo sin el libro será un pueblo sin referentes, sin rumbos (Salm 119:105; 2 Tim 3:16-17). La fe cristiana es una fe revelada, no se trata de lo que creemos y/o pensamos, sino de lo que está escrito como horizonte mayor de significado. El cuarto presupuesto es el sociológico (o cultural): la experiencia de fe no es intemporal o acultural, sino que estará siempre condicionada por el lugar y el tiempo en el que se sitúa. Así, la fe será siempre una opción existencial situada. El fenómeno epistolar del NT reconoce el carácter concreto y situado de la fe; es común leer los encabezados de las cartas así: “a  la Iglesia que está en…”. Cristo mismo se “encarnó” en una cultura y tiempo particulares.
            La primera aceptación es la del carácter holístico o integral de la fe. El NT es claro al afirmar que en Cristo Dios quiere restaurar “todas las cosas” (Efe 1:10). Notemos como ese adverbio de cantidad “todas” opta por una forma “incluyente” de pensar en contraste con la del paradigma “excluyente” gnóstico o dualista. Así, desde la experiencia de Dios tanto lo espiritual (no tangible) como lo material (palpable) están dentro de una sola esfera y bajo el dominio de un solo Dios. El apóstol Pablo rechaza el paradigma dualista en el himno escrito a los Colosenses (Col:1:15-20). Cristo es la imagen visible de Dios, su selfie; Jesús es creador, salvador; esta redimiendo al mundo. El mundo o creación no es abandonado sino redimido. La esperanza cristiana en el NT no trata de como los creyentes abandonan este mundo para ir al cielo, sino de cómo el cielo viene a la tierra y nos sorprende. Cuando Pablo aplica el himno a la experiencia cotidiana le dice a los Colosenses: “todo lo que hagan, háganlo como para el Señor…” (Col 3:23). Es decir, el creyente está llamado a vivir en “coram deo”, en presencia de Dios. Recordamos así el desafío de la reforma a la mentalidad dualista medieval: se llamó a todos los creyentes a salir del templo para entrar en el mundo. Lutero lo escribió así en “la cautividad babilónica de la Iglesia”: “las obras de los monjes y sacerdotes, por muy santas y abnegadas que sean, no difieren un ápice a los ojos de Dios de las del campesino rustico o las de la mujer que lleva a cabo las tareas del hogar”. Si asumimos este carácter integral de la fe, la evangelización dejará de ser un programa para convertirse en la vida de la iglesia, superaremos la asignatura pendiente de integrar “fe y profesión”, viviremos la fe las 24 horas del día los 7 días de la semana y seremos el culto en vez de ir a este de vez en cuando… tendremos una fe fuera del closet.
            La segunda aceptación es la del carácter combatiente (militante) de la fe.  El NT es claro al asumir el hecho de que vivir la fe o la experiencia de Dios en este mundo caído generará conflictos y tenciones (Ef 6:10-18; Gal 5:16-24). La tensión y el conflicto se generan porque el creyente es, por la obra de Cristo, una nueva creación, un nuevo ser humano que se va construyendo día a día, abandonando “el viejo ser humano” y adoptando la nueva humanidad. Al vivir estas realidades se generan conflictos con el viejo orden, estos conflictos se experimenta a nivel personal y a nivel social. Así, ya que Dios está trasformando a su pueblo para hacer una sociedad alternativa, el creyente vive entonces una vida en contracultura. La vieja consigna de que el creyente tiene tres enemigos, la carne o naturaleza pecaminosa, el mundo y el diablo, sigue vigente (Gal 5:16; Sant 4:4; 1 Ped 5:8). Jesús vivió la tensión, Pablo y Pedro también vivieron lo propio y los primeros creyentes también lo hicieron. En la vida de discipulado entendemos que cuando el creyente experimenta en el día a día la tensión, es muestra de que el poder de Dios está obrando en su vida pues percibe el contraste. Pablo vincula dos realidades generalmente excluyentes para los cristianos: sufrimiento (tensión) por la fe y poder de Dios (2 Tim 1:8). Lastimosamente por la influencia de la sociedad del bienestar (confort), la fe a la carta y la teología de la prosperidad; la iglesia ha perdido el carácter combatiente de la fe, ya no se percibe a sí misma como un ejército que va a la batalla, sino como un grupo de turistas. Y mientras la iglesia entretiene, el diablo entrena. Los viejos himnos tales como “¡a combatir!” o “¡Firmes y adelante!” ya son piezas del museo; los enemigos ya no son la carne, el mundo y el diablo sino el aburrimiento y la rutina (por ello necesitamos entretención no formación). Como lo declara Alex Sampedro en su canción "sal": "tenemos la armadura oxidada". Sin embargo, si no te has tropezado con el diablo, seguramente vas en su misma dirección. No somos cristianos por que sea fácil, sino porque la fe es verdad. Una fe que quiere “salir del closet” optará por restaurar su carácter militante y combatiente. Continuará.          

jueves, 26 de noviembre de 2015

¡Cristianos, salgan del closet! (2)

¡Cristianos, salgan del closet! (2)
La vida cristiana en tiempos líquidos y moral borrosa
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 138
La primera ruptura es filosófica, es decir, que desde la filosofía se han ido adoptando formas de creer (o pensar) que han condicionado para mal la conducta del creyente. Aquí encontramos, por lo menos, dos dimensiones temporales: una antigua y otra moderna. Veamos, 1). Desde la filosofía griega antigua, especialmente el platonismo, se asumió el dualismo entre “superior” e “inferior”, siendo lo primero “forma o ideas eternas” y lo segundo; “materia o asuntos temporales”. El interés entonces estaba en lo eterno, desdeñando lo temporal. Luego, en tiempos del NT, el gnosticismo asume esta forma de pensar desarrollando el dualismo entre espíritu y materia[1]. Lo espiritual, ideal o abstracto, es lo importante; lo material es malo. Este pensamiento fue aplicado a Dios, una divinidad distante que no entra en contacto con lo material (solo por mediaciones). Fue aplicado a Jesús: fue un espíritu, la encarnación no pudo ser y luego, a la vida de fe. Juan responde diciendo que Dios se hizo carne y que la comunidad que lo confiesa debe ser la comunidad de “tocables” (Jn 1:1; 1 Jn 1:1-4), también el credo apostólico empieza diciendo que Dios es creador. El dualismo entre lo espiritual y lo material como dos asuntos en tensión persiste en la iglesia hoy y no permite una experiencia de fe integral. 2). En la modernidad surge en Europa “el secularismo”: el mundo en su mayoría de edad, sale de la tutela de la religión y se entrega a la tutela de las ciencias. La fe es sacada de la ecuación y se reduce a su mínima expresión (casa, individual o personal). Es común escuchar a cristianos hablar de dos esferas de la experiencia de fe: la secular y la espiritual, como viviendo en dos mundos. Esta forma de pensar y actuar no permite al creyente vivir una vida de fe abierta y en todo lugar, la fe se vuelve clandestina o de “cada ocho días”. Así, por ejemplo, es más espiritual ir a la Iglesia el domingo que al trabajo el lunes. Lo curioso es que la mayoría de los que asumen estos dualismos son disque enemigos de la filosofía, no sabiendo que son “más papistas que el papa”.
            La segunda ruptura es teológica. Es decir, hay teologías nocivas para la salud de la iglesia y que deben ser revisadas. Aquí me referiré solo a una: la concepción teológica del templo. Muchos creyentes viven un “atraso teológico” a este respecto. Valoran el lugar de congregación como si fuera el templo tabernáculo del AT, es más, algunos templos evangélicos tienen las divisiones del tabernáculo: atrio, lugar santo y lugar santísimo. Al hacerlo así se desconoce la obra de Cristo volviendo a remendar el velo que la cruz rasgó. Se ignora aquella conversación de Jesús con la Samaritana en donde se declara la institución templaria como obsoleta y se libera la adoración de las cuatro paredes. Es común escuchar a los directores del culto cuando dicen, bien intencionados pero mal orientados, “Hermanos bienvenidos a la casa de Dios” (haciendo alusión a las cuatro paredes). Olvidándose de la sorpresa de Jacob cuando se encontró con el Señor fuera de la tienda tribal y tuvo que decir “ciertamente Dios está aquí”. Esta forma de pensar nos ha dividido, somos unos en el templo el domingo (porque Dios está allí) y otros fuera de él el resto de la semana (Dios no está). La adoración entonces se aprisiona otra vez, el velo del templo se vuelve a remendar y la vida cristiana toma carácter esquizofrénico.
            La tercera ruptura es litúrgica. Aquí, especialmente hago referencia a la forma en la que celebramos el culto congregacional. Las personas asisten muchas veces a un culto que tiene carácter somnífero, el culto propende por éxtasis emocionales que hacen que sus asistentes se olviden de sus realidades y entren a un estado de trance. Es común escuchar al director de alabanza, bien intencionado pero mal orientado, “hermano, concéntrese, olvídese de quien está a su lado…adore al Señor”. Sin  embargo en la Biblia, el culto no es para olvidar la realidad sino para asumirla desde la fe en Dios, el otro (el de al lado) no es estorbo para la adoración sino escenario del culto (Heb 10:25). El culto no es terapia para olvidar sino escenario para el recuerdo (Sal 103:1). La fe que se celebra es también una fe cerebral. Por otro lado  están los degustadores de la predicación. Van al culto y admiran la forma en la que el predicador hace su tarea… hablan de ello, pero no viven el mensaje. Un culto que invita a negar la realidad no es fiel al mensaje evangélico e impide que el creyente viva su fe en el día a día asumiendo sus realidades y complejidades (¿adoradores o consumidores?).
            La cuarta ruptura es comercial. En los primeros siglos la Iglesia “adoptó” el calendario litúrgico que hacía énfasis en algunos tiempos del año dónde se recordaban algunos de los eventos centrales de la historia de la salvación con clímax cristológico: adviento, pentecostés, natividad, pascua, cuaresma; etc. El centro era Cristo y el evangelio. Hoy, aunque algunas iglesias mantienen el calendario litúrgico, lo que está manejando la agenda litúrgica de la iglesia es el calendario comercial: día de las madres, día de amor y amistad; etc. El centro es el hombre ¡Como hemos cambiado! Las antiguas pero dicientes declaraciones litúrgicas tales como: “¡Aleluya!”, “Amén”, “maranata”, “Cristo vive”; han sido cambiadas por otras nuevas declaraciones, estas son: “soy un campeón”, “soy bendecido”, “me declaro sano”, etc. Las primeras estaban centradas en Dios y su obra, las segundas centradas en el hombre y sus caprichos. Estas son las rupturas que debemos hacer si queremos “vivir una fe que sale del closet”. Continuará.


[1] Agustín adaptó el pensamiento platónico y neoplatónico : vida contemplativa y vida activa. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¡Cristianos, salgan del closet! (1)

¡Cristianos, salgan del closet! (1)
La vida cristiana en tiempos líquidos y moral borrosa
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 137
Sé que el título de esta reflexión es bastante provocador, pero… eso es precisamente lo que busco. Con frecuencia es necesario recordar que la fe que profesamos es provocadora. Jesús mismo termina en una cruz por su mensaje provocador, subversivo y molesto. Recuerdo al profesor Theo Donner repetirnos una y otra vez en clase que es imposible leer los evangelios y sentirnos cómodos. Y, si al leerlos, la comodidad persiste, es que los hemos leído mal. La expresión “salir del closet” es un modismo que, aplicado a las personas, significa “declarar voluntaria y públicamente su homosexualidad”. En términos generales significa vivir públicamente y sin vergüenzas sociales o morales lo que se cree, lo que sé es y/o expresar lo que se piensa. El NT habla frecuentemente de la vida cristiana, especialmente esa dimensión pública y evidente, como un vestido (Ef 4:24; Col 3:10). Y, aprovechando la coyuntura legal y moral que atraviesa el país, podemos “redimir” la frase “salir del closet” (como pasó en la Biblia con “santidad” o en la historia de la Iglesia con “navidad”), y hablar de la necesidad de vivir la fe de manera intensa y sin miramientos. Porque parece ser que mientras la sociedad se destapa, la iglesia se esconde y la fe se vuelve clandestina.
Empecemos con dos textos que nos ayudaran a reflexionar la fe y “salir del closet”. En Mateo 5:14-16, iniciando el sermón del monte Jesús desafía a sus oyentes hablándoles de su identidad, lo que ellos son: “ustedes son la luz del mundo”. Recordemos que las bienaventuranzas terminan aludiendo la persecución a los discípulos por casusa del reino, frente a esto, con la imagen de la luz, Jesús les invita a la fidelidad y la identidad en tiempos de crisis. Así, Jesús destaca la visibilidad misionera del pueblo de Dios en la sociedad. Esto tal vez en contraste con la comunidad de Esenios que se fueron al desierto y esperaban allí la intervención de Dios. Las posibilidades para el pueblo de Dios eran apartarse o adaptarse, Jesús propone una forma radical: vivir la vida del reino en medio de la sociedad para transformar no por la violencia sino por la fuerza del amor (Cp. Is 49:6; 62:1-3). Jesús les invita a renunciar a la fe clandestina, a no esconder la luz, porque así como la sal “puede perder su sabor”, “la luz puede ser escondida”: les invita a “salir del closet”. Pensemos un poco en nuestro segundo texto, 2 a Timoteo 1:8. Aquí Pablo anima a su pupilo Timoteo para que asuma la fe con todas sus implicaciones y la viva “sin vergüenzas”. La vergüenza que al parecer Timoteo tenía era de carácter vocacional, se retraía y no vivía la fe y el ministerio de manera abierta y pública por temor al rechazo social y el rechazo eclesial (los falsos maestros). Pablo le dice que uno de los sellos distintivos de la fe es “el sufrimiento”, es decir, que la experiencia de fe en este mundo caído estará marcada con la impronta de la “tensión” (Cp. 2 Tim 3:12, 4:5). Pablo le dice a Timoteo que sea un sinvergüenza, que “salga de closet”.
Ahora, solo dos textos nos invitan a vivir la fe de manera radical, a no escondernos, a no retraernos o no hacer de la fe un asunto clandestino. No estoy hablando aquí de reacciones mediáticas, tales como los comentarios saturados en redes sociales y/o marchas para “demostrar” quienes somos (típico de la cristiandad constantiniana). Tampoco estoy hablando de doble moral: esa que se ruboriza frente a la comunidad LGBTI, pero que calla frente a la corrupción política. Aplicando de esta manera una moral medieval de “estratificación de pecados” (es más pecaminoso la corrupción sexual que la corrupción política). Mucho menos hago referencia al argumento falaz (reducción al absurdo) que, frente a la cuestión de la adopción GAY, algunos evangélicos expusieron: se muestra la adopción como una gran torta hacia donde todos los cristianos corremos a comer para que no les toque nada a los demás. Pero mucho menos me refiero ese mesianismo eclesiástico que declara que la iglesia debe “tomar el control” de los medios, de la política, de la educación; esta forma de ver las cosas nos ha hecho creer que estamos en competencia con Holliwood y Disney World, de allí que la comunidad, otrora Iglesia ahora espectadores, percibe que va al culto no a adorar sino a presenciar un show.  
Entonces… ¿A qué hago referencia con la idea de “salir del closet”? hablo básica y sencillamente de asumir la fe de manera intencional en el día a día. Una fe proactiva y propositiva no reaccionaria. Una fe que no se gasta en el domingo sino que se vive el lunes, una fe que no se agota en las cuatro paredes sino que sale a la calle y va al trabajo, una fe que se autocritica y pregunta sobre el estado actual del proyecto heterosexual de familia y toma correctivos, antes de mirar hacia afuera y criticar a los “modelos alternativos de familia”. Una fe que intenta ser y no solo parecer. Una fe en comunidad que contraviene el espíritu invidualista de una sociedad tele dirigida: movida por la pantalla, el espectáculo y la farándula; en donde el periodismo ha cambiado de color, ha pasado de “amarillo” a “rosa”.  Porque, como bien lo decía al principio la sociedad se destapa mientras la iglesia se esconde. La sociedad ha pasado de la reprensión al destape, del pudor a la desvergüenza, del temor al irrespeto,  de la intimidad a la plaza pública, de la ignorancia a la pseudo ciencia y del recato al placer y el libertinaje. Se han mezclado los negros y blancos morales creando una gran gama de grises. Se han borrado las marcas de la cancha: ahora el árbitro, los jugadores y espectadores han quedado sin referentes. Se ha renunciado a los sólidos. Propongo para “salir del closet” entonces dos asuntos: negativamente hacer unas rupturas y positivamente realizar unas aceptaciones. Continuará.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Creado, creído y caído (4)

Creado, creído y caído (4)
Gen 3:1-24
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 136
La última parte del relato no se debe leer tanto como “castigo” sino como “consecuencias” (vv. 15-24). Dios se dirige a la serpiente, a la mujer y al hombre y les comunica las “consecuencias” de sus actos. Veamos. Palabras contra la serpiente, vv. 14-15. La más sabia de todos los animales, ahora es maldita, derrotada y condenada a comer polvo, como símbolo de humillación (Miq 7:17). En escenas anteriores la mujer y la serpiente aparecen como aliadas; ahora como enemigas de generación en generación. Hay aquí palabras de esperanza, la generación de la mujer podrá dominar a la serpiente (Rom 16:20). La generación de la mujer pondrá fin a la enfermedad, a la muerte, al sufrimiento; aunque, no a pesar de sus heridas (en el talón) sino por medio de sus heridas[1]. Hay un mito bastante extendido en la predicación evangélica que afirma que “en el huerto al desobedecer el hombre entregó los títulos de propiedad de la tierra al diablo”, en contraste con esta creencia, en el relato Dios sigue siendo “soberano” y desde esa posición emite juicio, aun contra la serpiente. Así, el texto del Génesis rechaza el dualismo regio antiguo de dos fuerzas en tensión y el mito evangélico de “los derechos del diablo”.
            Palabras  contra la mujer, v. 16. Dos asuntos se le comunican: 1). El dolor de la experiencia de alumbramiento, 2). La guerra de los sexos: la mujer intentará dominar (seducir) a su marido y este dominará sobre la mujer (Cp. 4:7). Con demasiada frecuencia, tanto cristianos como no cristianos asumen que Génesis 3:16b, “desearas a tu marido, y él te dominará”, es un versículo prescriptivo de cómo deberían ser las cosas. Pero es más bien un texto descriptivo de la realidad de las cosas en nuestro mundo caído[2]. Pero, se toma el texto prescriptivamente para legitimar la violencia contra la mujer, el machismo y el dominio del hombre sobre la mujer. La desobediencia no destruyó el orden creado pero si lo distorsionó.
            Palabras contra el hombre, vv. 17-19. El hombre no es maldito, sino que por causa de su egoísmo, está obligado a cargar con la dificultad al trabajar, la fatiga y el esfuerzo. La tierra es maldita y se torna agreste y ruda.  Hay un mito cultural que afirma que: “el trabajo es castigo”[3]. En el texto, el trabajo no es castigo pues ya estaba establecido como medio para crear y usufructuar la tierra, el entorno (2:16); lo que añade la desobediencia es la fatiga y el esfuerzo. El trabajo, la dimensión laboriosa del ser humano estará marcada también por los efectos de la desobediencia. Su mayor castigo es la muerte.  Después de estos pronunciamientos divinos, se presenta una tensión entre la esperanza y la dominación, v. 20. Adán llama a su mujer Eva (madre de los vivientes), aquí hay esperanza porque a pesar de la desobediencia, la humanidad sobrevivirá. Pero hay tensión por que poner nombre era símbolo de dominio y control (Cp. 2:20). Recordemos que en la creación de la mujer, Adán no le da un nombre, simplemente comparte el suyo con ella. Ella es “varona” porque fue tomada del “varón” (2:23).  Dios viste al hombre y a su mujer con ropa de pieles, el texto no habla de sacrificio de animales, sino de creación o diseño divino. Esta ropa simboliza la protección para las afueras del jardín. Dios acepta la opción libre del ser humano y lo acepta como es. Al trabajar puede transformar la tierra en jardín.
            Palabras finales, vv. 22-24.  Contrario a lo que se podía pensar la expulsión es un acto de gracia, pues dejar al hombre ahora con la posibilidad de vida sería perpetuar el pecado. Dios no quiere que el hombre coma del árbol de la vida en su estado corrompido actual. El hombre es ahora un desterrado, un exiliado, ha perdido la tierra. El acceso al jardín no está completamente cerrado solo postergado, los querubines recuerdan la imagen del tabernáculo y la utopía de Isaías (Is 65:17.25). Este relato será una advertencia para el pueblo de Israel respecto a la tierra que va a poseer y su relación correcta con Dios (Dt 28-29). Fueron cuatro las dimensiones afectadas por la desobediencia: 1). La relación con el otro: de relación armónica se pasa a una relación posesiva y dominante, 2). La relación con Dios: una relación de confianza y amor pasa a una relación de temor y de juicio, 3). La relación con la tierra: la tierra es afectada pues ella estaba bajo el dominio del hombre, al desobedecer este todo lo que está a su cargo es afectado, 4). La relación consigo mismo: el ser humano es un ser quebrado y dañado internamente. Ahora tiene que cargar con sus fisuras y sus rotos. En el relato del Génesis el pecado y sus consecuencias va in crescendo  hasta la “torre de Babel” (4-11). El llamamiento a Abraham presupone un giro y una gran esperanza (Gen 12:1-3): una familia para traer un hombre, el nuevo Adán (Rom 5:12-21). En Cristo ya no estamos desterrados, sino que somos aceptados (Ef 2:18-22). En Él hallamos la libertad de la esclavitud del pecado, de la condenación y la culpa de la ley, de la vergüenza de los reproches que pudiéramos hacernos y del poder desmesurado de la muerte. Las relaciones rotas son restauradas y en el cielo nuevo y la nueva tierra ya no habrá separación porque el nuevo Adán venció en otro huerto: el Getsemaní. Fin (provisional).

[1] “Cabeza y pies” son dos figuras usadas para hablar del impacto que se causaran mutuamente la generación de la mujer y la serpiente.
[2] MILLER, Darrow L. GUTHREIE. Opresión de la mujer, pobreza y desarrollo: vindicación de la dignidad de la mujer para construir naciones sanas. JUCUM-USA, 2012, p. 216.
[3] Fundamentado en la canción merengue: “el negrito del batey”. 

martes, 3 de noviembre de 2015

Creado, creído y caído (3)

Creado, creído y caído (3)
Gen 3:1-24
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 135
Desnudo y avergonzado, vestido de su propia moda, el hombre pasa ahora a ser confrontado. La desnudez descubierta implicará, entre otras cosas, que de aquí en adelante el ser humano será incapaz de ver al otro sin la carga negativa de la sospecha, la malicia, el morbo, la deslealtad, la desconfianza y la no trasparencia. El veneno serpentino ha hecho su efecto, la pareja (la fraternidad) entra en crisis, la armonía se ha roto,  la violencia está por empezar. Veamos aquí entonces la segunda parte de nuestra estructura: La desobediencia: su confrontación (vv. 8-14). Hay cuatro preguntas fundamentales que hace Dios al hombre en esta parte del relato, Dios no se impone, inquiere, pregunta, permite que el hombre elabore su crisis, su tragedia. La escena es familiar y sencilla (v. 8): Dios se pasea por el huerto y percibe el dolor de la traición, tal vez se note en el verde de los árboles, el trinar de las aves… la traición huele a ausencia. El hombre percibe a Dios y se esconde. El hombre juega al escondido y Dios llama.  La primera pregunta, ¿Dónde estás tú? (v. 9), es la pregunta de la ubicación, no la ubicación geográfica/espacial, sino la ubicación ética/moral, es la pregunta tiene que ver con la relación con el Señor y en donde se ubica el ser humano  frente a las verdades de la vida. Y la ubicación tiene que ver con el rumbo de la vida. Cuando el ser humano se aparta de Dios deja de estar donde debería. El pecado lo desubicó frente a Dios y frente a las cosas esenciales de la vida. Solamente esta pregunta de Dios es capaz de despertar, bajo las ruinas de la existencia, la memoria de lo que el hombre es y que con demasiada frecuencia olvida.
            La segunda pregunta, ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? (v. 11), que surge cuando el hombre responde revelando la razón de su actitud (tuve miedo, porque estaba desnudo),  es la pregunta sobre la sexualidad[1].  Tiene que ver sobre quién está enseñando sobre el cuerpo, que voces está oyendo frente al manejo de la desnudez. Esta pregunta interpela al hombre sobre cómo está manejando la sexualidad. Las grandes bendiciones de la vida vienen cuando se educa el cuerpo para hacer lo correcto. Las grandes ruinas vienen cuando se toma el cuerpo, la desnudez como medio no para agradar a Dios, sino para buscar llenar lo in-llenable. Cuando el ser humano pecó contra Dios aprendió el vicio de esconder su sexualidad y los genitales se volvieron el centro de la vida. El texto sagrado habla de que intentaron cubrir su desnudez porque el pecado les sembró la malicia. La tercera pregunta, “¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieses?” v. 11b, tiene que ver con las fronteras, con el cruce o rompimiento de los límites. Más allá de que si se comió una manzana o se comió un mango, aquí el asunto tiene que ver con el rompimiento de la frontera. Cuando el hombre se acostumbra a cruzar los límites, las reglas establecidas por Dios, corre el riesgo de volverse cínico, demente, irracional. Necesita recuperar la relación con el Señor para recuperar urgentemente la frontera y el buen juicio. Es necesario que el Señor le ayude a ponerle a la vida límites. El pecado es lo que limita la vida, pues quebranta la norma y  limita al ser humano para hacer lo correcto dañando así a otros.
            La cuarta pregunta, “¿Por qué has hecho esto?” v. 13, es la pregunta que inquiere por las razones de la falta. Las razones son importantes porque si bien no hacen legitima la falta, si permiten elaborarlas y de esta manera tratárselas mejor. Lo que no se habla no se sana. La dificultad en el relato es que tanto el hombre como la mujer optan por la proyección de la culpa. Es decir, atribuyen a otro el peso de la culpa creyendo así solucionar el problema cuando lo que se hace es complicar más la situación. El hombre proyecta la culpa sobre la mujer y sobre Dios mismo, él dice, “la mujer que tú me diste…”, el romanticismo (2:24) es cambiado por la crítica, las palabras de afirmación son cambiadas por palabras de condenación. De la misma manera, la mujer proyecta su culpa en la serpiente, esta última pasa de benefactora a engañadora. El orden de dialogo se restablece, Dios y el hombre dialogan, ya no habla el hombre y el animal; no obstante este diálogo está ya quebrado, la fraternidad ha sido rota.  El hombre y la mujer se dejan dominar por un animal al que tenían la misión de dominar (1:28). Parece ser que es esta animalidad la que a partir de ahora está llamada a ser dominada. Pero, las consecuencias  no se harán esperar. Continuará.   


[1] La presencia del simbolismo sexual en este relato es clara y no debe sorprender. Durante muchos siglos los cultos de fecundidad en Canaán hubieron de aparecer a Israel como grave tentación de pecado. La serpiente que se enfrenta a la mujer aparece con frecuencia en la mitología semítica como símbolo de fertilidad asociada a la diosa madre. Al hombre y a la mujer se les había prometido el conocimiento de todas las cosas para hacerlos como Dios, pero en realidad, adquieren un sentimiento de vergüenza por su desnudez; descubren que son esclavos del deseo sexual. No es difícil reconocer en todo esto una abierta polémica  contra los cultos de fecundidad que prometían a sus adoradores la comunión mística con sus dioses. El devoto de estos ritos creía que llegaría a ser dueño de la fuerza de la vida, pero, de hecho, el resultado final era la confusión. Esto no significa que el relato de Génesis 3 sugiera que el primer pecado fuera de algún modo, le pecado sexual. Pero si es cierto, que el relato descubre en los cultos de fecundidad de su tiempo, todo lo que era más característico en la tendencia del hombre al pecado: el orgullo y el deseo de autonomía que llevaba al hombre a abusar de la creación en su intento por controlarla. No es casualidad que más tarde la señal del pacto sea la circuncisión (Gen 16:17).  También la serpiente simbolizaba el estilo de gobierno de los faraones, que en su cabeza se colocaban un casquete con la figura de una serpiente, símbolo de la sabiduría total.  

martes, 27 de octubre de 2015

Creado, creído y caído (2)

Creado, creído y caído (2)
Gen 3:1-24
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 134
La mujer interviene para aclarar a su interlocutor los alcances del mandamiento de Dios, podemos comer de todos los arboles-dice- excepto de uno so pena de muerte. El contraste entre el “todos” y el “uno” es evidente, el marco de acción entre ambos es abismal. Sin embargo, el foco de atención, la discusión ahora, versará sobre el “un”; lo prohibido será objeto de discusión y de desmitificación. Hasta aquí la orden aun es conservada, el mandamiento se mantiene intacto. La prohibición de no comer muestra que el alimento se convierte en test, en una prueba en el sentido Bíblico. Y es que, la comida en la Biblia no tiene un sentido neutral: la prueba de Adán y su mujer muestra esto, el tránsito de Israel por el desierto también lo afirma y el mismo Jesús es confrontado con la misma situación. La respuesta de la mujer a la serpiente esboza los límites que Dios ha puesto: “para vivir hay que comer de todo, pero no comerlo todo”[1]. Hacer lo contario, comerlo todo, es no admitir el límite de don. Y es que, hasta el sentido común  nos dice que, para disfrutar de un don  o un bien de manera sensata, debemos aprender a hacerlo en el marco de unas reglas o límites dados. Por ejemplo, al que le acaban de regalar un carro debe saber cómo conducirse en carretera: los límites de velocidad permitidos, el pase de conducción al día, respectar las normas generales de tránsito. Todo don o bien lleva consigo límites para poder disfrutárselo.
            La serpiente ataca de nuevo negando los efectos del límite puesto por Dios, ¡No morirán!, afirma la voz serpentina cuestionando de esta manera la Palabra de Dios (v.4). Se presenta a Dios como un aguafiestas cósmico que, caprichosamente, le quita la posibilidad al ser humano de “conocer el bien y el mal”. “se ha señalado que la  mentalidad hebrea solía emplear términos opuestos para referirse a una categoría entera. Por ejemplo, oriente y occidente significa en todo lugar. Día y noche quería decir todo el tiempo. Y aquí el bien y el mal es probablemente una expresión que significa todo”[2]. Si esto es así, la tentación y el acto de desobediencia consiste entonces en querer experimentar lo que Dios experimenta; poder determinar su propio destino; asegurar su propio futuro. Y, muy sutilmente, la bondad de Dios es cuestionada, un Dios que prohíbe, que pone límites no es bueno. El deseo de ser como Dios en cuanto a su conocimiento del bien y del mal es, tal vez, más fuerte que el ser como Dios en cuanto a lo que ya eran: “a imagen y semejanza”. Lo que la serpiente ha puesto en la  mesa es la cuestión hermenéutica: ¿Qué dijo Dios y como ha de entenderse?  No resulta difícil detectar aquí el mecanismo de proyección característico de la envidia. El codicioso piensa espontáneamente que el otro busca probarle de aquello que pretende. Ve en él una amenaza y encuentra entonces sobrados motivos para desconfiar de este rival que se aprovecha de su confianza para tenderle una trampa mientras que el mismo permanece a salvo[3]. Esto ocurre con la serpiente, para ella, la intención de Dios al poner límites sin aclararlo, es perversa.  
            Ahora, hay un sentido en el que la historia de la salvación versa sobre el asunto hermenéutico; es decir, sobre el  mensaje de Dios y la forma de entenderse y aplicarse frente a nuevas situaciones y eventos. Entre muchos casos y rostros que pueda tomar el tema en la Biblia, resalto dos casos: el de Adán en el huerto y el de Jesús en el desierto (y otros escenarios). La serpiente se acerca con una propuesta hermenéutica, indaga sobre la postura interpretativa de la mujer frente al mensaje que de Dios ha recibido (2:17). Así como quien acaba de salir del culto el domingo y se ve en la necesidad de contestarle a alguien la pregunta ¿Y… de qué habló hoy el pastor? ¿Y… cómo lo entiendes tú? Ahora, una vez las palabras de la serpiente encuentran eco en su interlocutora, ella aprovecha para presentar entonces su propuesta hermenéutica. La serpiente niega el resultado de comer del árbol prohibido, ¡No moriréis!, afirma; siembra desconfianza sobre la bondad de Dios y, propone la posibilidad de ser como él. En síntesis, según la hermenéutica serpentina Dios ha preservado el “árbol del conocimiento” no porque el desconocimiento resulte esencial para toda relación, sino porque quiere conservar la omnipotencia como privilegio exclusivo suyo. El silencio de Dios acerca de la razón del límite es un indicio de sus celos, no el signo de que quiere al hombre libre para realizarse plenamente. La advertencia concerniente a la muerte, en lugar de ser aviso de amigo, es la amenaza que el rival profiere contra su competidor humano.
            La mujer sospecha de Dios y acepta la hermenéutica serpentina. La reflexión de la mujer frente al fruto fue racional (vio era bueno para comer), estética (era agradable a la vista) e intelectual (deseable para alcanzar sabiduría). La nueva hermenéutica tiene efectos sociales, la mujer comparte con Adán y este también come (v.7). El ser humano usurpa rol de Dios, ahora es el ser humano quien decide lo que es bueno (Cp. 1:10). Los sueños de conocimiento y sabiduría se esfuman y ahora solo queda la desnudez y la vergüenza. El único conocimiento que adquieren es el de sus finitudes. Y ahora diseñan modas, una moda bastante ecológica por cierto. Pero esto no quedará así… continuará.


[1] WÉNIN, André, No solo de pan, el deseo en la Biblia: de la violencia a la alianza. Sígueme-2009, p 41.  
[2] DRIVER, Juan, Pueblo a imagen de Dios: hacia una visión Bíblica. Semilla-Guatemala, 1991, p 17.
[3] WÉNIN, Op, Cit,. P 58.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Creado, creído y caído (1)

Creado, creído y caído (1)
Gen 3:1-24
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 133
Los dos primeros capítulos del Génesis nos introdujeron en la creación y la manera en la que esta se llevó a cabo. El capítulo uno termina, con su clímax, proponiendo el sábado como espacio para la adoración (1:1-2:3). El capítulo dos, que pretende  ser tópico y no cronológico; es decir, debe ser leído como una aplicación del 1:26,27, termina con una escena idílica entre el hombre y la mujer. Si el sábado es el espacio para la adoración a Dios, la relación de pareja será el espacio para la celebración del amor conyugal[1]. La narración del capítulo 2 termina con la “unión sinvergüenza” entre el hombre y la mujer. El capítulo tres nos va a presentar un cuadro sombrío en relación a los dos anteriores. De repente aparece en escena un personaje un tanto enigmático: la serpiente[2]. El escenario sigue siendo el mismo, el Edén, pero se presenta un cambio, una inversión en la relación Dios-ser humano- animal así:
Capítulo 1 y 2
Dios

Hombre

Animal

Capítulo 3
Animal
 


Hombre


Dios

            Vemos que en los dos primeros capítulos el esquema en el que se presentan las relaciones de autoridad, es Dios quien orienta por su Palabra las relaciones y el orden. Pero en el capítulo tres esa forma de ver la realidad es cuestionada y, ahora el hombre, que era guiado y orientado por la palabra de Dios, es seducido por otra palabra, otra forma de ver e interpretar la realidad, la de la serpiente. El esquema se rompe y el animal se yergue ahora por encima del hombre para contravenir el orden y, de esta manera, el ser humano termina obedeciendo la palabra de la serpiente desechando así, al creador. Cuando el esquema de autoridad  se corrige, en el mismo capítulo 3, la relación de Dios con el ser humano y de este con la naturaleza, ya no es de armonía[3].  Tradicionalmente este texto ha sido leído como “la desobediencia del hombre” y, siguiendo esta forma, que hace juicio al mensaje que comunica el texto, seguiremos la siguiente estructura para esta reflexión; 1). La desobediencia: su anatomía (vv.1-7), 2). La desobediencia: su confrontación (vv. 8-14) y, 3). La desobediencia: sus consecuencias (vv. 15-24). De esta manera observaremos la manera en la que el ser humano creado, llega a creído y de esta última condición ha caído. Veamos.
            La desobediencia: su anatomía (vv. 1-7). El personaje enigmático que abre escena lo presenta el autor como la serpiente con una cualidad: la astucia por encima de los animales del campo. Ahora, en hebreo la frase “más astuta que todos los animales”, no necesariamente incluye al personaje de Génesis 3:1 entre los animales del campo. Se trata de una frase comparativa (Cp. 3:14). Así como el profesor frustrado que dice que su perro es más inteligente que todos sus estudiantes[4]. Una vez presentada en el escenario la serpiente comienza un dialogo con la mujer, este está mediado por la pregunta que se elabora. La serpiente, que al parecer había estado tomando nota tras bambalinas en las escenas anteriores,  pregunta -¿De veras Dios os ha dicho: “no comáis de ningún árbol del jardín?”- (3:1b Cp. 1:16,17). Para quien viene leyendo el relato le parecerá obvió que la serpiente quiere sembrar duda en la mujer sobre los alcances del mandamiento divino. Pero, esto apenas comienza, la mujer se prepara a responder. Continuará.


[1] Aquí se responden  las preguntas básicas de la experiencia humana en toda cultura, ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿para dónde vamos?
[2] La serpiente tiene múltiples significaciones: el mal, el poder egipcio, la sabiduría, el culto cananeo. En Números hay otra mención a la serpiente un tanto positiva relacionada también con la comida. El texto debe leerse como un acontecimiento verdadero pero  utiliza cierto simbolismo.
[3] PADILLA, Rene, La misión de Israel a las naciones: pentateuco y profetas anteriores, en Bases Bíblicas de la Misión: perspectivas latinoamericanas, ed, PADILLA, Rene. Nueva Creación, 1998, p 41.
[4] DONNER, Theo, El texto que interpreta al lector. Publicaciones SBC- Medellín, 2009, p 64.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿Jesús venció al mundo?

¿Jesús venció al mundo?
Apuntes para una lectura de Juan 16:33
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero132
No cabe duda que el texto citado aquí, Juan 16:33, ocupa un lugar privilegiado en la piedad cristiana y con mucha razón. La lectura devocional de las palabras de Jesús allí consignadas alienta el alma, infunde aliento y abre puertas de esperanza para todo creyente en tiempos de aflicción y de dolor. La forma en la que empieza el versículo, “estas palabras he hablado”, remite al lector a lo dicho desde el 13:1 al 16:32, es decir, el versículo 33 pretende ser conclusivo de esta parte del discurso dado por Jesús a sus discípulos.  El mensaje de Jesús busca traer a los suyos “paz” o “reposo” (tranquilidad), esto debido a una razón clara: “las aflicciones del mundo”; el mundo es escenario para a misión, pero este escenario a veces se vuelve tosco, agreste  y rudo, frente a esto, la opción no es huir y negar la misión, la opción es confiar en Jesús. El creyente tendrá aflicciones, pero son comparadas con los dolores de la mujer que está a punto de dar a luz, o sea, cuando el creyente sufre en virtud de su misión es porque se está “pariendo un mundo distinto” (Cp. 16:21)[1]. Ahora, la confianza del creyente en tiempos de aflicción está fundada en la victoria de Jesús sobre el mundo. Esta parte final del texto se ha leído, tradicionalmente, desde una perspectiva triunfalista: Jesús como “superman” que saca sus poderes y derrota a los demás imponiéndose por la fuerza. Sin embargo es ese mundo que Jesús dice que venció el que luego lo crucifica, aun después de resucitar, el movimiento del Nazareno no pasa de estar referido a un grupo pequeño, frágil y periférico (social y religiosamente hablando). Entonces valdría la pena preguntarnos ¿De qué manera venció Jesús al mundo?
            Quisiera sugerir que la lectura tradicional del texto desde el lente triunfalista, en la cual Jesús “vence al mundo” cual súper héroe de Hollywood o cual caballero del Zodiaco, es equivoca, no hace juicio al texto, ni al mesiazgo de Jesús. Obedece más bien a una lectura desde la óptica del cristianismo constantiniano[2]. Siendo así, debemos preguntarnos otra vez y con más acento ¿Cómo vence Jesús al mundo? Para responder a la pregunta debemos remitirnos al mismo texto de Juan, especialmente a los capítulos 13:1-16:32, allí encontramos la respuesta. Debo advertir que tal respuesta es revolucionaria, pone nuestro concepto de victoria al revés y nos invita a replantear la cristología. Recordando así un poco  las palabras de Delás Segura: “el mensaje cristiano es escandaloso, provocador… no se ofrece como una información, sino como un llamado a la conversión[3]. Hay tres asuntos que quisiera resaltar. En primer lugar, Jesús vence al mundo mostrando una forma distinta del ejercicio del poder. Jesús, en la versión Juanina de la última cena (Jn 13:1-20), declara que el padre le ha dado todo el poder, acto seguido esperaríamos que se levantara y diera su “discurso de posesión”, pero de manera sorpresiva el texto da un giro inesperado, Jesús “el todo poderoso” se levanta de la mesa y empieza a lavar los pies de sus discípulos.  Pedro disgustado, tal vez recogiendo el concepto del grupo, no puede creer que el mesías desperdicie su poder sirviendo y lavando pies, el mesías está para cosas mayores. Respondiendo así, Jesús vence el “ídolo del poder” tanto político (representado en la roma opresora) como religioso (representado en parte en la religión judía de su tiempo). Desnuda a los poderosos del mundo (sean políticos o religiosos) que creen que ellos son los señores y los demás sus siervos.
            En segundo lugar, Jesús vence al mundo mostrando un proyecto distinto de paz. Cuando Jesús dice “mis paz os dejo, mi paz os doy, yo no la doy como el mundo la da…” (Jn 14:1), habla a personas que sabían lo que él decía. La paz aquí referida no es un estado de tranquilidad mental a pesar de las circunstancias, sino que tiene que ver con un proyecto, una forma distinta de construir relaciones y sociedad, a la manera del reino de Dios. Por ello la frase “no como el mundo la da”, es una clara alusión a la “pax romana” o “pax Augusta” de la que gozaba el imperio pero que se sostenía por la fuerza de las armas y el militarismo. Estas palabras tienen un alto contenido político, si la paz fuera referida simplemente a un estado mental de no turbación entonces quedaríamos con una fe abstracta y sin ninguna incidencia en el mundo. ¿Entendemos porque la crucifixión de Jesús tuvo tintes políticos? En tercer lugar, Jesús vence al mundo desde una forma distinta de responder al odio y a la agresión. Ante el odio del mundo Jesús responde enviando a su Espíritu para que convenza al mundo de su extravío (Jn 16:8-10). Cuando Jesús le dice a Pilato “mi reino no es de este mundo”, no está diciendo que su reino es etéreo, abstracto o de las nubes; la declaración está relacionada con la respuesta violenta de los reinos de este mundo… Jesús le dice “mis servidores responderían con violencia” (Jn 18:36).  Jesús ha vencido al mundo, ha vencido en su aparente derrota, ha vencido desde el amor y la entrega. Ha vencido desde el poder del servicio, desde el poder de su paz y desde el poder de su presencia consoladora. Siguiendo a Jesús, confiando en su “victoria” la iglesia puede llegar a ser entonces una iglesia triunfante y victoriosa.  Porque “en el mundo tendrán aflicción, pero confíen, yo vencí al mundo”. Fin.         


[1] Hay una serie de contrastes aquí.
[2] Se designa así al cristianismo después del edicto de Milan (312), cuando la fe cristiana se vuelve oficial para el imperio romano.
[3] DELÁS SEGURA, Eduardo. Dios es Jesús de Nazaret: cristología desde dentro. Tyndale House Publishers-EE –UU, 2009, p 7. 

lunes, 28 de septiembre de 2015

El ministro sin vergüenza (2)

El ministro sin vergüenza (2)
2 Tim 1-2
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero131
Esta experiencia de pastoral y de trato, recuerda la iniciación vocacional del tímido Moisés que se declara impotente frente al colosal proyecto divino de liberación, Dios interviene para asistirle con su poder (Ex 3-4). Pablo le dice en pocas palabras a Timoteo “porque Dios te llamó de acuerdo a una fe generacional, porque te dió una vocación y la fuerza para llevarla a cabo… ¡se un sinvergüenza!”, se un testigo del evangelio, vive tu vocación “en clave de martirio por el poder que Dios te ha dado”. No obstante debemos recordar que en la Biblia, la vocación personal se lee siempre en el marco del servicio a un pueblo o por un pueblo; en este caso, la iglesia.
En segundo lugar: Yo, un sin vergüenza, vv. 9-14. Pablo ha llegado a esta convicción por su comprensión del evangelio. 1). El propósito del evangelio: traer salvación, 2). La base del evangelio: la gracia de Dios en Cristo Jesús, 3). La manifestación concreta del evangelio: Cristo Jesús, 4). La tarea del evangelio: hace testigos. Para Pablo “el evangelio no es una lista de técnicas de cómo hacer para que la gente se convierta. Tampoco es una serie de reflexiones teológicas sistemáticas, por importante que esto sea, el evangelio es anunciar que Jesucristo es el Señor, Señor del mundo, Señor del cosmos, Señor de la tierra”[1]. Ahora, si el mensaje central del evangelio es que Jesús es el rey, esto tiene al menos tres grandes implicaciones que  nos ayudan a entender la dimensión liberadora del mismo: 1). Si Jesús es el Señor de todo el mundo, el gran dios Mamón no puede serlo. 2). Si Jesús es el Señor de todo el mundo, Afrodita, la diosa del amor erótico, no puede serlo. En el nombre de Jesús debemos desafiar el poder de Afrodita, que tiene millones de adeptos a los que les ofrece felicidad, dándoles tan solo confusión y miseria. 3). Si Jesús es el Señor de todo el mundo, los poderes de este mundo quedan desmantelados. ¡Con toda razón Pablo no se avergonzaba!
En tercer lugar, Pablo expone a los “con vergüenza”; se refiere a ellos, a Figelo, Hermógenes y todos los de Asia, como unos “con vergüenza”, v. 15. Pablo ha experimentado la crisis del abandono, la crisis de la soledad (Cp. 4:9). El posesivo “mi” muestra que apartarse de Pablo era también apartarse del evangelio que él había predicado. La soledad duele y lastima, todo ser humano tiende al encuentro, a la relación vital y significativa con los demás, para ocupar sus espacios vacantes previstos para el destino de su ser relacional. Por eso, cuando una persona busca a alguien y descubre que nadie está disponible para ella, que nadie satisface sus necesidades (de cualquier naturaleza), que nadie se ocupa de ella en un sentido singular y profundo, que a nadie importa directa y verdaderamente, o que no hay nadie buscándola o esperándola, se inunda de pena y vacío. Pablo se refugia en la oración, tal vez sienta pena, pero no se deja llevar por el vacío, sabe que Dios no lo deja solo (Cp. 4:17). En cuarto lugar, Pablo menciona a un “sin vergüenza”, a Onesíforo, vv. 16-18. Onesíforo es un “sin vergüenza” porque tuvo la osadía de identificarse con la misión de Pablo en medio de un contexto agresivo y contrario. Onesíforo permanece en la cultura del abandono, busca y consuela al misionero. Onesíforo no solo confiesa a Cristo con sus labios (es ortodoxo) sino que también lo confiesa con sus actos (es orto practico). Pablo desea que la misericordia de Dios repose sobre la casa de Onesíforo (Cp. 4:19).   
En quinto lugar Pablo vuelve a desafiar directamente a Timoteo, diciéndole que se atreva a ser un sin vergüenza, 2:15.  El carácter sin vergüenza aquí está relacionado con la hermenéutica, con la necesidad de ser cuidadoso a la hora de leer y enseñar la Escritura. “Trazar” bien “la Palabra de verdad” es necesario para evitar el  extravío, tal como le sucedió a Himeneo y Fileto y al auditorio de estos dos. Al hacer este desafío Pablo invita a Timoteo a buscar la aprobación de Dios, el dador de la Palabra de verdad. Tal vez adelantándose a lo que le dirá después, el auditorio estará condicionado por sus caprichos e intereses, generalmente, lejos de los propósitos y la voluntad de Dios (4:3-4). Además, el compromiso con la Palabra es importante no solo por la aprobación de Dios, sino por la utilidad que ella representa en la formación de un pueblo distinto, de una comunidad alternativa. Lo que busca “la Palabra de verdad” es la formación integral del ser humano para que asuma el proyecto de Dios englobado bajo la sentencia “buenas obras” (3:16-17). Así, el ministro sin vergüenza es fiel a las Escrituras y no las falsifica. Debe usar la Palabra con un cuidado tan escrupuloso que lo mantendrá en el camino, evitando desvíos y facilitando al mismo tiempo que otros lo sigan de la misma manera[2].
Las vergüenzas de ayer, son las vergüenzas de hoy; al igual que Timoteo, nosotros, ministros de hoy, tenemos que ser ministrados para superar nuestros temores, para superar nuestras vergüenzas. Existe hoy, por ejemplo la vergüenza de no ser popular y contar con la aprobación de las multitudes, muchos han sucumbido aquí. También podemos notar que, aquello que para Pablo y Timoteo era vergonzoso, la mala interpretación de la Escritura, para muchos hoy es sinónimo de grandeza y de prestigio; lo vergonzoso es ser fiel a la Escritura, hasta el punto de desdeñadar el estudio juicioso de la Palabra como falta de unción y poder. Por esto… ¡Sea un ministro sin vergüenza!

[1] WRIGHT, N.T. El verdadero pensamiento de Pablo. Clie- Terrassa, 2002, p 164.
[2] STOTT, John. Segunda epístola a Timoteo. DCI-Costa Rica, (?), p. 81. 

lunes, 3 de agosto de 2015

El ministro sin vergüenza (1)

El ministro sin vergüenza (1)
2 Tim 1-2
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero130
Si hay un concepto que resume el tema de estos capítulos de la segunda carta a Timoteo es el de “vergüenza” (así como el del “amor” domina los dos capítulos siguientes). El término aparece de manera explícita por lo menos cuatro veces y (1: 8, 12, 16; 2:15), de manera implícita una vez (1:15).  Ahora, socialmente el término “vergüenza” tiene por lo menos dos usos, es decir, el campo semántico no se sujeta a un solo significado. El primer uso se da en el campo de la moral. La vergüenza es un freno moral que nos permite retraernos de ciertas prácticas indecentes o socialmente no aceptadas, en virtud del buen nombre y las buenas maneras. En este caso la vergüenza es ese sentimiento que se sufre como consecuencia de haber cometido un acto deshonroso.  Así, por ejemplo, cuando el canon de la moralidad se viola por algún individuo decimos que es un sinvergüenza o un desvergonzado; ha perdido la conciencia de mal entregándose a la inmoralidad sin sentido de culpa. Diríamos que este primer uso es positivo[1]. El segundo uso se da en el campo vocacional. La vergüenza, aquí, es ese sentimiento que no permite a un individuo asumir su vocación, su proyecto de vida, en sociedad, con todas sus fuerzas y resultados por “el qué dirán”, el estigma social, el desprecio o por temor a estar fuera de moda o Out. La vergüenza aquí siempre va acompañada del miedo paralizante y de la intelectualización: un mecanismo que lleva a tomar distancia de las amenazas, generando actitudes frías, analíticas y desapegadas. Apela muchas veces a un instinto de protección personal, pero no permite que el individuo se realice con todas sus fuerzas y potencialidades. La vergüenza aquí sería negativa. En esta última parece clasificar la actitud de Timoteo que Pablo intenta ministrar y pastorear. Pablo le escribe a Timoteo, quien enfrentaba grandes responsabilidades como pastor de la iglesia de Éfeso, para que sea “un sin vergüenza”. Veamos como lo hace.
            En primer lugar: tú, un sin vergüenza (vv. 4-8). En esta primera parte para desarraigar de Timoteo la vergüenza negativa Pablo recurre a dos referentes en cuanto a la experiencia de fe del joven pastor. El primer referente es general, v.3. Aquí Pablo, en el marco de una oración de acción de gracias y apelando a su experiencia generacional de fe o culto a Dios (él y sus antepasados), le dice a Timoteo que no lo ha olvidado, que es objeto de recuerdos en sus oraciones: se acuerda de sus lágrimas, se acuerda de la fe genuina que hay en él, que la igual que la fe de Pablo, es una experiencia generacional (Su abuela y su mamá). Tu abuela, tu mamá y tú. En pocas palabras le dice: “¡le he hablado a Dios de ti!, tus crisis no me son ajenas, tu fe es una experiencia valiosa”. Así realiza Pablo su labor pastoral con Timoteo, partiendo desde donde él esta, entrando a su mundo, haciendo empatía. No regaña, consuela, no patrocina situaciones pecaminosas, anima e infunde valor. No empieza hablándole de Dios a él, le habla a Dios de él. Es importante notar que esta tarea pastoral no se gasta únicamente en la horizontalidad, sino que más bien empieza en esa verticalidad que nos pone a pensar primeramente en Dios. No son las estrategias y métodos de los gurúes de la pastoral y el iglecrecimiento contemporáneos, es la actitud orante ante Dios por aquellos que por su misericordia, están a nuestro cuidado. Así, quien quiera estar de pie ante los hombres, debe permanecer de rodillas ante Dios.
            Pablo recurre a un segundo referente, el particular, vv.6-7.  El referente anterior le recordaba a Timoteo su experiencia general de fe, este, le recuerda a Timoteo su experiencia particular dentro de la fe: su ministerio. Claro está, hay una relación indisociable entre lo primero y lo segundo, es decir, el don o ministerio particular siempre va a estar precedido de una experiencia general de fe en el Señor, y es en ese marco general, en el cual el creyente se empieza a preguntar, ¿Cuál es mi vocación?, ¿Para qué me ha llamado Dios? El creyente entonces recibe dos llamados: uno a la fe, a ser salvado por la gracia de Dios en Cristo; otro a vivir la fe “colaborando” en el plan de Dios para restaurar en Cristo todas las cosas. Pablo vincula la experiencia general con la particular, “por esta razón”, lo que va a decir a continuación haya su razón de ser, en lo que acabó de exponer. Allí esta expresada la relación de la cual ya hablamos. Usando la figura del fuego, Pablo le recuerda a Timoteo que “avive el don de Dios que hay en él”. Por el versículo siguiente (v.7), avivar tiene que ver con asumir el ministerio con todas sus implicaciones, desechando la cobardía y asumiendo las herramientas que Dios ha dispuesto para él: poder, amor y dominio propio; manteniendo el vigor, la frescura, el dinamismo y la fuerza. Tres virtudes necesarias para su labor. Poder o autoridad para dirigir (esto está en relación con la naturaleza de su liderazgo), amor para servir y paliar la tentación del autoritarismo (esta está en relación con las personas a quienes lidera), y dominio propio para mantenerse a raya frente al éxito o frente al fracaso (esta está en relación consigo mismo). Continuará.


[1] “La vergüenza hace referencia a la preocupación por mantener el honor, ser sensible a la propia reputación, la persona que no se preocupaba por esto era llamada sin vergüenza o arrogante. En la cultura antigua era la mujer quien transmitía el valor de la vergüenza (como acto positivo). Algunas personas eran consideradas como faltas de esta vergüenza por las acciones o trabajos que realizaban (prostitutas, mesoneros y actores), ya que éstas salían de la norma y los límites que el honor imponía, lo cual podía significar un caos en el ámbito social”. En, MALINA Bruce  y Rohrbaugh. Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Navarra: Verbo Divino, 1996. 404.