sábado, 23 de julio de 2011

El obispado y el avispado...

El obispado y el avispado.
Modelo y antimodelo de liderazgo en 1 Timoteo 3:1-7
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 17
            El obispado es una referencia bíblica al ministerio de los ancianos de la Iglesia, y es sinónimo de pastoreo (Hch 20:28). El avispado es una referencia cultural y popular que habla de la persona que es aventajada, que quiere sacar provecho de todo a costa de todo y sin escrúpulos; es un vivaracho y le encanta saltarse las normas y estándares. Parece que en los tiempos en los que Pablo escribe a Timoteo se estaban presentando en el seno de la Iglesia estos dos modelos en contraste[1]. Por ello el apóstol entra a corregir, presentando una serie de virtudes que debe modelar aquella persona que anhela el obispado, para que no se infiltre un avispado y eche a “perder” la iglesia del Señor. Recordemos que Timoteo es el pastor de la iglesia y le corresponde, bajo la tutoría de Pablo, organizar y dirigir la comunidad eclesiástica (1:3; 3:15-16).
            El apóstol comienza calificando el obispado como una “buena obra” (3:1) motivando así a los que desean ejercerlo. No obstante, el buen deseo no es suficiente; es necesario reunir una serie de virtudes que se van a resumir en un carácter irreprensible o irreprochable. Esto no significa perfección, sino integridad. De esta manera el apóstol va a integrar tres esferas o dimensiones de la vida del líder: la individual o personal (vv.2, 3,6), la familiar o doméstica (v.4), y la social o pública (v.7). Esta dinámica permite que el líder sea uno y no se desintegre; es decir, que en la familia no se porte de una manera, públicamente de otra y en su vida individual de otra. Son, entonces, catorce virtudes en total que el candidato debe mostrar.
            Para su vida individual o personal se pide que sea sexualmente puro; también se exige que sea equilibrado (sobrio, prudente, decoroso, amable, hospitalario, y no amante del dinero); que tenga la capacidad de enseñar, pues un líder que no conoce la Biblia no es confiable; y que sea un creyente maduro en la fe: “que no se trate de una persona que, sin haber resuelto sus problemas básicos en la vida, se encuentre súbitamente a cargo del rebaño. A ninguno debe investírselo de autoridad espiritual delante de la comunidad sin que antes haya demostrado inequívoco equilibrio y coherencia en la vida”[2].Aquí, en la dimensión individual, la lógica es la siguiente: antes de liderar a otros, lidérate primero a ti mismo.
            En la dimensión familiar o doméstica se le dice al líder que los hijos deben ser llevados con disciplina, no a los golpes, pero tampoco con blandura. De esta manera se trata de buscar el equilibrio entre lo meramente personal/individual y lo familiar. El hogar es un reflejo de la vida del líder. Se busca corregir lo que alguien dijo: “en el púlpito deslumbramos, pero en casa decepcionamos”. La lógica de esta dimensión es como sigue: antes de pastorear la iglesia, pastorea primero a tu propia familia. Por esto, si quieres conocer a un buen líder, habla diez minutos con sus pequeños y pregúntales cómo es su papá. Primero es familia que iglesia. La última dimensión, la pública o social, apunta a la forma en la que los de afuera, no la iglesia, ven al líder. El líder, dice el apóstol, debe tener buena estima de los de afuera; la razón, para que no caiga en condenación del diablo[3].
            El desafío sigue siendo el mismo hoy. Los modelos siguen contrastándose, porque palabra fiel es esta (póngale la firma): el que anhela ser avispado, mala obra desea; pero es necesario que el avispado sea reprochable, que tenga una vida sexual desordenada; que sea ebrio, imprudente, indecoroso, xenofóbico, ignorante en cuanto a asuntos bíblicos, dado al licor, violento, descortés, pendenciero, vulgar  y amante del dinero; que tenga su hogar “patas arriba”, que sus hijos hagan lo que les venga en gana, porque de seguro alguien así no llegará nunca a pastorear o liderar en la Iglesia de Dios, pues si así tiene su vida, ¿Qué no hará con los miembros de la Iglesia? Que sea un inexperto, para que se llene de orgullo y reciba cuanta crítica se merezca; y que tenga un mal testimonio de los de afuera, pues de esta manera caerá en reproches, múltiples críticas y, finalmente, acabará con la iglesia, su familia y su vida.       Fin…


[1]Para ver una discusión sobre paternidad literaria, ver a, CARSON, D.A, MOO, Douglas, Una introducción al Nuevo Testamento. Vida-Miami (Florida), 2008, p 479.
[2] FABIO, Caio, La crisis del ser y del tener. Logos-Buenos Aires, 1995, p 68,69.
[3]La idea del diablo aquí merece un trato especial. ¿De dónde saca el apóstol esta idea? La palabra diablo significa calumniador del griego diábolos (vv.6, 7) y va a ser usada por Pablo más adelante en este mismo texto para hablar a las mujeres: no calumniadoras (v.11), o literalmente no diabólicas. Entonces el texto puede hacer referencia en primer lugar a un uso de diablo como adjetivo, no como sustantivo o nombre propio del que se opone a Dios; es decir, está diciendo que el líder inmaduro que se llena de orgullo cae en descrédito, porque va a ser acusado y juzgado por calumniadores, ¡miren a ese líder! ¿Por qué tienen a una persona como esa ahí? Así es como cae en juicio de un calumniador. Muchos han afirmado que la condenación del diablo a la que Pablo se refiere aquí, o la trampa del diablo más adelante (v.7) tiene que ver con el orgullo; no obstante, no hay ninguna referencia bíblica que nos diga que el diablo pecó por orgulloso. Esta es más bien una afirmación teológica y una interpretación “tradicional” del texto de Isaías (14) y Ezequiel (28), donde se supone que se habla del diablo y no de los reyes ahí mencionados. Sugiero que la decisión se tome profundizando la forma en la que Pablo usa el término, además de otros usos, incluyendo el uso del AT (Cp. Zac 3:1).