lunes, 25 de julio de 2016

A pies descalzos

A pies descalzos
Reflexión sobre la hospitalidad, el sufrimiento y la liberación
Ex 3:2-3
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 159
Aviso a los lectores… no hablaré de Shakira y sus “pies descalzos”. Hablaré de Moisés y sus “pies descalzos”. Han pasado 40 años desde aquella vez, aquella mañana resplandeciente en la que Moisés hizo eco de su espíritu rebelde, anti imperialista y subversivo. Han pasado 40 años en los que ha llevado encima de sus hombros el peso del fracaso, en los que no ha dejado de saborear el sabor de la derrota y la desilusión. Basta llamar a unos de sus hijos para saberlo: “Gerson” es el nombre del “extraño en tierra extraña”, el nombre de la nostalgia, el nombre del pasado. Ahora es pastor o mejor dicho… copastor. Ya se han ido los bríos de la juventud y la rebeldía que la acompaña, tal vez el deseo de liberación para él y su pueblo ha quedado sepultado en la arena, como el egipcio aquel. Las promesas de Dios se han vuelto quimeras y la monotonía y el tedio que producen los sueños rotos le han ganado la batalla. El liberador está preso: no son cadenas físicas, sino cadenas del alma, las ataduras del fracaso. Y como siempre pasa: aunque el fracasado camine en el presente siempre da la impresión de que los pasos no son hacia al frente sino hacia atrás, o hacia ninguna parte. El fracaso sepulta en vida, para superarlo hay que reconocerlo, elaborarlo y tratarlo. La vida estará siempre llena de perdidas, el problema es que nosotros hemos sido educados para la victoria, para el triunfo y el éxito; no para la perturbación y el fracaso.
El punto de inflexión, de cambio, se da cuando el pastor Moisés sale a su cotidianidad. Dios se le revela en lo casual y cotidiano. No hubo anuncios o premoniciones. Moisés sale y en su labor se acerca con sus ovejas al monte Horeb, referenciado aquí como el “monte de Dios”. El monte no solo es lugar geográfico también es escenario teológico: lugar donde Dios se manifiesta. La curiosidad mato al gato-dice el refrán; aquí, la curiosidad atrapo a Moisés. Una zarza que arde, es un asunto normal en el desierto con sus altas temperaturas, pero… una zarza que arde y no se consume, ¡no! Se trata de un fenómeno extraño, algo que sale del marco, del libreto. “Al principio Moisés se resiste a dar crédito a lo que ven sus ojos, pero cuando la voz de Dios lo llama en medio del fuego empieza a comprender y es cautivado por Dios. Ver y comprender son presupuestos fundamentales para un encuentro autentico y en profundidad con el Señor”[1].    Dios le da un mandato y se presenta. Le dice, “te acuerdas, yo soy el Dios de la promesa... estoy aquí, no te he olvidado”. Pero aquí, quisiera tocar tres asuntos relacionados con el acto de “quitarse el calzado relacionado con la santidad” (Cp. Jos 5:15). Primero. Este acto parece ser propio de las normas de hospitalidad en oriente, aún hoy día. Si es así, Dios le da la bienvenida a Moisés, le dice: “quítate el calzado, estas en casa, descansa”. Así las cosas, la santidad es un espacio para morar, para habitar, la santidad es una casa a donde se llega y en donde se vive. La santidad no es una abstracción sino una habitación. Es el llamado de Dios al descanso, a superar los fracasos, es la bienvenida del padre a casa. No es la santidad que lo juzga, es la santidad que lo acoge.   
Segundo. La santidad está relacionada con el sufrimiento. La zarza que “arde y no se consume” es el pueblo de Israel y sus sufrimientos por la esclavitud. Dios dice: “he visto la aflicción de mi pueblo en Egipto…”. El sufrimiento es “lugar o terreno sagrado”, más aún, el sufrimiento es habitado por Dios. Su santidad está relacionada con su actitud hacia el dolor[2]. El sufrimiento  propio y ajeno es “sagrado” en tanto que merece nuestra atención y el respeto. Merece que hagamos “altos en el camino”, que nos “quitemos el calzado” y que le prestemos toda la atención, no para subliminarlo sino para superarlo. Como el samaritano aquel que vio al herido y “no paso de largo”. Debemos considerar el dolor, hacer los pares necesarios y promover alternativas de liberación para el que sufre. El Dios del éxodo, Yahvé, se revela en acciones concretas de liberación. Podíamos decir que es un Dios práctico. No es el Dios de los filósofos: un ser absoluto, poderoso, eterno, omnicomprensivo, infinito, espíritu puro. ¡No! Cuando Faraón pregunta “¿Quién es Dios para que yo deje ir a Israel…?”,  Moisés no responde: “a propósito de su pregunta, esta noche se estarán dictando una serie de conferencias en el teatro egipcio sobre “la omnipotencia de Dios”. La manifestación de Dios es demostración de su presencia liberadora. La cruz es nuestro mayor desafío. El crucificado no murió para evitarnos la cruz sino para proponernos un modelo, para marcarnos un camino, para darnos un patrón (1 Jn 3:16).
Tercero. La santidad está relacionada en el texto con la “vocación” y la reorientación de la vida. La santidad no es un lugar para el estancamiento, no patrocina el conformismo; confronta con los “paras”, los propósitos de la vida. La santidad restaura a los prisioneros para que liberen a otros prisioneros. ¡Libres para liberar! La santidad no es excusa para la acción sino su condición necesaria. Así las cosas… “quítese los zapatos, porque está en tierra santa”. Fin.

[1] GARCIA LÓPEZ, Félix. Comentarios a la Biblia de Jerusalén: Éxodo. Desclee De Brouwer-España. 2007, p. 42.
[2] “Ahora, el Dios del éxodo no se revela como alguien que desea el dolor para después eliminarlo de la escena, sino como alguien que está preocupado por la vida y la felicidad pueblo de Israel”. GOMES, Paulo Roberto. El Dios im-potente: el sufrimiento y el mal en confrontación con la cruz. San Pablo-Bogotá, 2014, p. 32. 

jueves, 21 de julio de 2016

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (3)

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (3)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 158
Segundo, Jesús. Jesús fue un hombre de carne y hueso, eso lo dice Juan (Jn 1:1) afirmando “la encarnación” en contraste con el proto-gnosticismo que afirmaba la “des encarnación”: un Jesús muy espiritual, muy elevado. El asunto aquí es que la misión, eso incluye lo que cantamos, debe estar modelada por “el paradigma encarnado” (Jn 20:21); es decir, que la experiencia de fe es situada. Debemos aprender esto no solo de los predicadores y teólogos sino también de los cantantes que nos guían en la alabanza al creador. Padilla afirma: “la Palabra de Dios se hizo hombre: se aculturizó, puesto que el hombre es un ser cultural. Así se pone Dios al alcance de los hombres. Consecuentemente, no es posible ni entender ni comunicar el evangelio sin referencia a la cultura”[1].  Al cantante entonces se le debe entender a la luz de su propio entramado cultural y de cómo a partir de este, encarnado, desde sus categorías propias habla y canta el evangelio. Algunas veces serán categorías extrañas a las nuestras, pero no por ello ha negado el evangelio, lo afirma. Dice Paredes a este respecto: “una alabanza y adoración sinceras a Dios debe tomar en cuenta nuestra manera de ser, nuestra idiosincrasia e identidad latinoamericana… desde esa identidad cultural diversa, debemos expresar nuestra alabanza y adoración a Dios”[2]. Una de mis críticas hacia los ministerios musicales en Colombia especialmente ha girado en torno a su “demasiada dependencia” de lo mexicano o lo norte americano. Somos presas aun del esnobismo cultural y no valoramos suficientemente lo nuestro, renunciando así al criterio encarnacional de la misión evangélica. Debemos valorar lo extranjero y celebrarlo sin descuidar lo nuestro.  Basta escuchar un vallenato en nuestras comunidades, por ejemplo, para escuchar la forma en la que nos tildan de “corronchos”. Bueno. El primer “corroncho” fue Jesús.
            Segundo, la música y los músicos. En la Biblia, la música está al servicio del creador y en beneficio del ser humano. La música es creación humana como parte del “hagamos divino”, es muestra de la capacidad creativa que Dios ha dado la hombre. Como todo don, está sujeta a la perversión.  Así, debemos superar el mito evangélico que dice que el diablo intenta seducir a la iglesia especialmente en el ámbito de lo musical porque en el cielo, antes de su caída, él era una especie de músico cósmico e intergaláctico, era el director  de un ministerio de alabanza celestial. Pero la verdad es que no hay ninguna referencia Bíblica  para afirmar eso. Lo que si es cierto es que el diablo quiere la adoración total del ser humano hacia él y para ello ha usado la música, las relaciones humanas, la sexualidad, la economía y la política (Cp. Mt 4:1-11). Respecto a los músicos en y de la iglesia, creo que existen dos vocaciones: una hacia adentro, la ministración del culto, la liturgia local; otra hacia afuera, el hacer artístico fuera del rango litúrgico, hacia el mundo, la sociedad en general[3]. Los dos son ministros solo que en esferas distintas y complementarias. En nuestras iglesias tenemos músicos excelentes que “ministran” el culto, pero también hay excelentes músicos que “ministran” fuera del escenario litúrgico. Para los que ministran “dentro” el lenguaje usado es el lenguaje litúrgico, el lenguaje Sión, llamado por algunos. Para los “de afuera” el lenguaje debe ser más ecuménico, menos religioso, que apele a la generalidad de la experiencia humana y social y proponer valores alternativos. No estoy de acuerdo con el llamado que Dante Gebel hace a los cantantes cristianos para que “dejen de cantar a la iglesia” (aunque creo que su intención  y motivación es buena), porque desconoce lo que aquí expongo[4]. ¡Gloria a Dios! Por lo que Montaner hace pero… ¡Gloria a Dios! También por lo que hacen los músicos y cantantes de “adentro”.
            Conclusión. Debemos estar convencidos que la música es arte y regalo de Dios. Es un lenguaje abstracto y metafísico que se lee con los sentidos,  y por ello difícil de ser comprendido por una mente metódica que desea tener completo dominio de todas las cosas. Trabaja más allá de la lógica racionalista. Va más allá de la lógica de la teología sistemática y de todo hacer teológico centrado en lo intelectual y lo cognitivo, que no tiene en cuenta lo sensorial, lo emotivo[5]. Nuestras canciones no deben tratar solo de las relaciones del hombre con Dios, en el sentido de la adoración. Debemos ir más allá. Necesitamos de canciones que se refirieran a las relaciones del hombre con su prójimo, del hombre consigo mismo, del hombre con la creación que gime y soporta angustia, canciones que denuncian opresiones y promueven esperanzas. Así, que huyan “nuestros fantasmas”: los de la modernidad con su énfasis en la razón, los del evangelio popular “que cuela el mosquito y se traga el camello”, los fantasmas del literalismo Bíblico  rígido que produce jueces y no discípulos. Cántanos una canción Señor… cántanos, para cantar de ti y de lo tuyo. Fin.   


[1] PADILLA, Rene. Misión integral. Nueva Creación-Buenos Aires, 1986, p. 81.
[2] PAREDES, Tito. Con permiso para danzar: renovación de la música y la liturgia en las iglesias evangélicas de América Latina. CEMAA-Lima, 2006, p. 40.
[3] Ejemplos de músicos “dentro”: Jesús Adrian Romero, Marcos Witt, Marco Barrientos. Ejemplo de músicos “de afuera”: Richy Rey, Boby Cruz, Ricardo Montaner, Juan Luis Guerra.  
[5] VEIGA, Carlinhos. Arte, liturgia y teología. Puma-Lima, 2013, p. 18. 

martes, 12 de julio de 2016

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (2)

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (2)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 157
5). Al leer los salmos, integralmente, estos nos introducen en declaraciones teológicas “raras” y “extrañas” que son matizadas, algunas, al entender el género literario. También pasa en nuestra lectura del NT y algunos de sus textos “controversiales”.
6). Yo creo que hay un esfuerzo sincero por parte de estos hermanos, aunque no esté de acuerdo con todo lo que cantan y dicen (debemos estar al tanto de ello aunque esto no los haga herejes o algo así), de celebrar a Dios a través de canciones y aportar un granito de arena a este proyecto como partes del cuerpo que son.
7. Las canciones, o lo que cantamos, deben revisarse de manera constante y preguntarnos si lo que cantamos se ajusta o no al evangelio de la gracia de Cristo. Pero también nuestras predicaciones y nuestras vidas deben ser revisadas a la luz del evangelio ¿qué tanto evangelio estamos viviendo? Yo le he llamado a esto “vivir con conciencia profética”. Quisiera terminar haciendo tres aseveraciones: una sobre la Biblia y lo Bíblico, otra sobre Jesús y la última sobre los músicos.
            Primero, la Biblia y lo Bíblico. ¿Qué queremos decir cuando preguntamos sobre “si esto o aquello es Bíblico o no”?  En mi experiencia he visto que lo que queremos hacer, a veces, es apelar a un literalismo trasnochado o a categorías teológicas ya gastadas propias de la modernidad o de la teología sistemática. En mi concepto “ser Bíblicos” es preguntarnos sobre cómo la Biblia ilumina nuestro hacer hoy  y hablamos de según categorías de hoy, así como la Biblia lo hizo ayer. Por ejemplo Santiago Benavides dice en su canción  “el mail”: “Me mandas un fax, me pones un mail,
me das una página de internet, me añades al face y así muro a muro me dices clarito qué debo hacer. Podemos chatear, me puedes marcar, tú sabes mi fijo y mi celular…”. A nadie se le ocurriría pensar que esto no es Bíblico, espero que no, solo que se traduce el lenguaje de la oración a categorías contemporáneas y actuales. Muchas veces, creo, nuestro interés por lo "Bíblico", no es tanto un pedido por el mensaje sino por la forma, y allí fallamos, como Satanás cuando le citó a Jesús el salmo 91. Nuestra tarea es traducir HOY, con categorías propias y nuestras, las categorías de ayer, sin negociar el mensaje. En predicación se le llama a esto tradicionalmente como... "aplicación". Pero muchos han decidido “rotular de HEREJÍA” a todo lo que no quepa dentro de su marco filosófico-teológico. Para los autores del NT y los representantes de los tres primeros concilios ecuménicos, HEREJÍA tenía que ver con asuntos fundamentales de la fe: la divinidad de Jesús, la resurrección, la salvación por fe, la trinidad. Pero hoy tildamos de HEREJE a todo aquello que no habla según nuestras categorías, o con lo cual no estamos de acuerdo o, aquello que sencillamente no entendemos. Matamos la diversidad y la variedad negando el sentido plural y carismático del cuerpo.
            Parece ser que el paradigma moderno se impone: todo aquello que no es elaborado según las categorías de la “teología sistemática”, o de manera propositiva  o silogística, es mirado con sospecha. Algunos predicadores, por ejemplo, tenemos que renunciar al poder y a la mentira de creer que la iglesia gira en torno a nosotros, y ¿dónde está el resto del cuerpo? La Palabra, aclaro, será siempre el horizonte mayor de significado, pero el predicador será siempre parte de un cuerpo amplio que también le ministra. No somos poseedores de la verdad, es la verdad la que nos posee. No tenemos la verdad hipotecada sino encomendada. No somos ciudadanos de “alta categoría” en contraste con otros  de “baja categoría”. Somos mendigos que le dicen a otros en donde encontrar el pan. La predicación no es la parte más importante del culto, como tradicionalmente se ha pensado. La predicación hace parte integral de la liturgia. La Palabra si, ella debe transversar todo lo que hacemos o decimos. Por ello he propuesto el culto en tres partes: 1). La alabanza: la Palabra cantada, 2). La predicación: la Palabra pensada, 3). La adoración: la Palabra vivida dentro y fuera del templo. Así, muchas veces lo que está en crisis no es la Biblia o la Palabra, lo que está en crisis son las categorías de quien critica y mira con sospecha todo lo que no cabe dentro de lo ya previamente elaborado. En Palabras de Jesús: “no se puede echar vino nuevo en odres viejos”. En Palabras mías: “no se puede trabajar un celular de tecnología 3GSM con tecnología 4GSM, un TV tradicional no puede captar la señal de alta definición; no hay compatibilidad”. ¡Dios mío! Ahora van a decir que SOY HEREJE, que eso no está en la Biblia. ¡Ayúdame Señor!
            “La Palabra de Dios permanece para siempre” afirmaran legítimamente algunos. Estoy de acuerdo con eso. Sin embargo cuando revisamos el contexto político, literario y religioso del texto de Isaías 40:8 entendemos que “el carácter permanente de la Palabra” está precisamente en esa capacidad que ella tiene, por ser Palabra de Dios, para llamar al  pueblo a la “novedad”, a nuevos éxodos, nuevos rumbos, nuevos caminos. Se refiere a la capacidad que tiene la Palabra de ser siempre actual, siempre contemporánea y siempre renovadora. Ese poder para comunicarnos que la maldad y la tragedia no tendrán la última Palabra. Que en Dios siempre hay nuevos comienzos. El carácter permanente de la Palabra no está en el hecho de pegarnos a la banda y rendir culto al literalismo o a categorías ya gastadas, debemos abrirnos a la lectura fresca de esta por la fuerza del Espíritu que la inspiró. Podemos así, abrirnos al Espíritu y ser libres de nuestros “fantasmas”, nuestros miedos, temores y orgullos.  Siguiendo así el espíritu del pentecostés “escuchar las maravillas de Dios en nuestro propio idioma y categorías” para ser salvos (Hech 2:8). Continuará. 

viernes, 8 de julio de 2016

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (1)

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (1)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 156
Quisiera empezar esta reflexión partiendo de tres hechos: 1). Recordar el criterio de cuerpo que la teología paulina expone en donde la variedad no se opone a la unidad sino que la celebra y la fortalece. Todos tenemos dones, en el cuerpo no hay vacantes o cesantes. Todos somos enriquecidos y ministrados por lo que todos hacemos. Como lo ha expresado Dunn: “Pablo no dividió su concepto de cuerpo de Cristo en aquellos que ministran y los que son ministrados… la diversidad de ministerios, la función carismática, se extendió a todos los miembros”[1]. Aquí no hay miembros de segunda clase, el cantante es tan importante como el teólogo. 2). Como no ha docencia sin discencia[2], tampoco hay hacer teológico sin discernimiento. No estoy de acuerdo con todo lo que los “cantantes cristianos” cantan o expresan en sus canciones, pero creo que hay un esfuerzo sincero por parte de estos hermanos, aunque no esté de acuerdo con todo lo que cantan y dicen (debemos estar al tanto de ello aunque esto no los haga herejes o algo así), de celebrar a Dios a través de canciones y aportar un granito de arena a este proyecto como partes del cuerpo que son. 3). Debemos tener cuidado de no volvernos "cazadores de herejías" en donde solo diferimos tal vez en forma. Aquí vale la pena recordar la máxima agustiniana: “en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”. Me impresiona la tendencia evangélica de los “cazadores de herejías de YOUTUBE y FACEBOOK” que sacan predicaciones y frases fuera de contexto para denigrar y rebajar al otro. No estoy diciendo que debemos aceptarlo todo, pero debemos aprender a dialogar e incluso, a disentir. Hoy, mientras la Iglesia católica habla de misericordia y los sacerdotes abren sus brazos, nosotros predicamos y actuamos inmisericordemente  y nos ponemos los guantes.
            Desde hace algún tiempo, el cantante y pastor mexicano Jesús Adrián Romero (De aquí en adelante JAR) ha sido criticado por algunas declaraciones suyas frente a las cámaras en entrevistas, predicaciones suyas en el pulpito de su iglesia y, especialmente, por declaraciones en sus canciones. Debo reconocerlo, algunas de esas críticas están bien merecidas, no obstante valoro el hecho de que se atreva a opinar y a poner en la “mesa teológica” algunos asuntos que puedan levantar espinas. La teología nace en la crisis, en lo duro del camino y en lo denso de la niebla. Aunque JAR no es “teólogo de formación” si lo es de acción y lo que dice y canta son expresiones teológicas. Frente a esto tengo que decir que ningún predicador o cantante puede escapar del escenario teológico, que lo que dice y canta lo hace desde algunas convicciones teológicas con las cuales podemos o no estar de acuerdo. Además… ¿salidas en falso?, todos las tenemos, solo que por no ser tan “públicos” no se nos notan. No son tan evidentes. Todo lo anterior lo expreso pensando en una canción en particular de JAR, “Que huyan los fantasmas”[3]. El problema para algunos es el uso del término “fantasmas” en la canción y algunos detalles más (el piano que se toca solo, por ejemplo). Como si la Biblia fuera descartada, o digna de sospecha, por que usa las palabras “demonios”, “diablo” o “satanás”. “Que huyan los fantasmas-dice la canción- que reine en mi la calma, que corra en mi tu amor como un río. Que llegue a los rincones profundos de mi alma, que inunde de tu paz rodo mi interior”. La canción, creo, pide, como cualquier salmo Bíblico, la acción de Dios sobre la vida del poeta, usando categorías propias de la lírica y la poesía (sino dejaría de serlo). Frente a esto digo lo siguiente.
            1). En gramática existen los conceptos de “diacronía” y la “sincronía” para hablar de los términos, su uso y desarrollo. “Sincronía” tiene que ver con el significado del término cuando este apareció o se formó. Por su parte “diacronía” tiene que ver con el o los significados que a través del tiempo el término ha sufrido o se le han adjudicado. La palabra “santo” en el AT es un ejemplo claro de ello, entre otros. Por esto, y porque soy también pastor y consejero, estoy “casi seguro” que la palabra “fantasma” en la canción la usa el autor como una categoría amplia para hablar de todo aquello que nos apabulla (incluyendo a los demonios), que nos paraliza, nos atemoriza y de cómo esto puede ser cambiado por la obra de Dios, por el evangelio. Hablamos así hoy cuando decimos que esta o aquella persona “fue libre de sus fantasmas”.  
2). No olvidemos que estamos frente a un asunto lírico o poético, en donde el lenguaje es distinto al narrativo, legal o lógico. Si quitamos la poesía y la metáfora, matamos el lenguaje. Cuando alguien nos dice “esa mujer me robo el corazón”, no se nos ocurre responder: “debes demandarla esa es una conducta  punible”.
 3). Debemos superar el "falso dilema" entre teología y música, en la Biblia música y teología van por un mismo carril, véase Dt 32, por ejemplo.
4). Los músicos no tienen que ser "teólogos" profesionales así como los teólogos no tienen por qué ser "músicos" profesionales. Los dos son parte del cuerpo de Cristo y hay una mutualidad (o debe haberla). La envidia, el individualismo y la baja autoestima impiden el desarrollo del cuerpo según Pablo en Corintios 12. Continuara.



[1] DUNN, James. Del evangelio a los evangelios. San Pablo- Bogotá, 20014, p. 191.
[2] FREIRE, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Paz e a terra S.A, 2004, p. 8.

martes, 5 de julio de 2016

Un vacío llamado hijo (5)

Un vacío llamado hijo (5)
Monólogo sobre el amor y el rechazo
Os 11:1-11
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 155
Tradicionalmente la reflexión teológica nos ha instado a hablar de Dios a partir del hombre: los recursos del antropomorfismo (hablar de Dios a través de las formas humanas) y el antropopatismo (hablar de Dios a partir de la emoción humana) son ejemplos de ello. Sin embargo; la Biblia nos invita a hacerlo al revés, a hablar del hombre a partir de Dios. Así, la Biblia declara que el ser humano es “imagen y semejanza de Dios” y se le desafía a  administrar como Dios, a amar como Dios ama, a sufrir como Dios sufre. El texto de Oseas nos invita a ser padres a la manera de Dios en el escenario de la misericordia que confronta y redime. Desde la lógica humana la ira hubiese vencido, pero desde la ilógica divina triunfa la misericordia. Entonces, antes de hablar de ANTROPOMORFISMO o ANTROPOPATISMO deberíamos hablar de THEOMORFISMO y THEOPATISMO.  Ser padre no es tarea fácil, ni siquiera para Dios. Esta afirmación no niega el poder de Dios sino que habla de ese poder traducido en amor, misericordia y compasión. Pero la declaración también revela la fractura humana, su vulnerabilidad, sus rebeliones y la forma en la que Dios las asume exponiendo su REPUTACIÓN... pregúntale al crucificado sobre esto.
            El Dios que presenta Oseas es bastante “patético”, muy emocional: se entristece, llora, se lamenta, se indigna, ama, sufre tensiones, se frustra. No es definitivamente el dios de los filósofos, del “motor inmóvil” aristotélico. Tampoco es el dios de muchos cristianos en la actualidad “el dios de los milagros” o “el de los omnis” (omnipresente, omnisciente y omnipotente). El Dios de Oseas es bastante incómodo y extraño: se involucra, sufre, acompaña, conduce, toma y corre riesgos. Santiago Benavides lo expresa magistral y líricamente en “Dios También”.
                                                           Dios también fue un inmigrante.
Dios también tuvo que huir.
Dios también fue desplazado,
y estuvo deprimido y sin ganas de seguir.
Dios también perdió a su niño.
Dios también probó la soledad.
Dios también se quedó sin amigos,
cuando más precisaba su solidaridad.
Dios también, Dios también.
Dios también pasó por el dolor.
Dios también, Dios también.
Dios también lloró.
Dios también estuvo preso,
Dios también sufrió por dar amor.
Dios también fue criticado,
por no lanzar la piedra y optar por el perdón.
Dios también fue un cónyuge engañado,
Dios también fue un niño marginado.
Dios también fue un joven rechazado,
Dios también tuvo hijos descarriados.
Dios también, Dios también.
Dios también pasó por el dolor.
Dios también, Dios también.
Dios también lloró.
Dios también, Dios también.
Dios también pasó por el dolor.
Dios también, Dios también.
Dios también lloró.
El rostro paterno de Dios ilumina nuestras tareas paternales hoy. Nos anima a seguir la tarea en medio de frustraciones, desaciertos y desencantos. Nos anima a no renunciar a la formación de un carácter firme en el escenario del amor y la misericordia. Recordemos como bien lo decíamos al principio, el texto de Oseas nos lanza una  pregunta desafiante ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar por amor? Porque "el corazón tiene razones que la razón no entiende". Fin.