Josafat en tiempos de COVID
2 Cron 20:1-30
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Caballero 197
La
verdad, la pandemia se ha convertido en referente hermenéutico obligado. Es un
ejemplo claro de cómo las experiencias nos invitan a revisar las creencias; de
cómo las crisis nos llevan a releer la fe y las narrativas que la alimentan. En
este sentido, la crisis valen pena en tanto que nos invitan a salir de la zona de
confort, nos recuerdan el carácter “itinerante” de la fe (siempre “en salida”),
y evidencian el carácter fragmentario, transitorio y dialógico de la teología;
esto es, una teología que se sabe incompleta, que está siempre en construcción,
siempre en búsqueda y que dialoga con las realidades que acontecen; no se
acartona, no se resguarda en un bunker en nombre de “sana doctrina”. Recordemos
que la mejor teología se hizo y se hace en momentos de crisis, en momentos de
dolor. Las mejores reflexiones teológicas del siglo XX, por ejemplo, se
hicieron después del holocausto y de las guerras mundiales. Así, la reflexión
teológica, con humildad, debe “tratar de dar esperanza” en medio de esta
crisis. Pensando a Dios desde la encarnación de nuestros propios miedos y
nuestros propios sufrimientos. Parafraseando a Bonhoeffer, no es una “esperanza
barata”, es una “esperanza cara”, una esperanza sufrida; es una resistencia.
Y, si la teología no responde a la crisis, entonces
hay que cambiar la teología. “Históricamente el pueblo de Dios ha hecho
teología en medio de las desgracias humanas, porque la teología que no da razón
en tiempos de crisis no sirve para los tiempos de paz. Esto pasó después de la segunda
guerra mundial, la iglesia no apareció cuando los judíos la necesitaron, por
eso hoy en día los peores ataques hacia la iglesia en el campo académico vienen
de los judíos de la posguerra”. La teología tiene que ver con la vida, el
salmista decía, “lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino”, es decir,
hay una relación inseparable entre teología (Palabra) y vida (camino- pies). La
teología, es decir, la reflexión sobre el mensaje de Dios, nos ayuda, en
palabras del salmista, a superar las tinieblas; no solo esas de carácter
teológico sino también las de carácter existencial. Aquí es donde entra Josafat.
La Concepción semita tenía un recurso importante para entender los problemas
del presente: era mirar hacia atrás en la historia, para buscar una
circunstancia del pasado que fuera análoga con la del presente; para mirar cómo
la vivieron los individuos involucrados en su momento, cómo obró Dios, cómo se
recuperaron y qué enseñanzas dejaron para la posteridad. ¿Cómo funciona esto
con La historia de Josafat? Veamos.
1.
Josafat enfrenta un gran problema, uno
exponencial, como resultado de una coalición de naciones que vienen a atacar a
Judá y amenazan con destruirla. El problema le sobrepasa (vv. 1-2). Nosotros hemos
enfrentado una crisis de proporciones mayúsculas que, como decimos
coloquialmente, “nos cogió con los pantalones abajo y el baño lejos”. Un virus microscópico,
invisible, ha causado males macroscópicos y extremadamente visibles. Ha puesto
en crisis la vida en el planeta, la economía, la política, las relaciones, etc.
2.
Josafat responde como todo ser humano amenazado, responde con miedo. La amenaza
exterior, conmueve su interior, lo afecta emocionalmente (v. 3a). Nosotros también,
como seres humanos, hemos respondido con miedo, con temor. No está mal sentir miedo,
es un mecanismo normal en el procesamiento emocional de las amenazas o las
incertidumbres del futuro (“El shock del futuro”, como expresaba Toffer). La
gran preocupación de los psicólogos y la salud mental ha sido, en este tiempo,
por los rayones emocionales que la pandemia pueda dejar. Es necesario aceptar
que el miedo existe y está ahí, pues es parte natural y lo necesitamos. Comunica
que lo que viene o vino nos afecta, lo sentimos; y nos permite elaborar
posibles rutas de escape a la crisis. Pues, si no sentimos nada, cómo
reaccionaremos.
3.
Josafat declara, ante la magnitud de la crisis, su “ignorancia”, no sabe qué
hacer (v. 12). Igual nosotros, la crisis nos sorprendió de golpe, no estábamos
preparados, no sabíamos que hacer. No está mal expresar ignorancia frente a problemas
mayúsculos. La pandemia no solo reveló nuestra fragilidad y vulnerabilidad,
sino también los límites del conocimiento.
4.
Josafat ora confesando su incapacidad para responder, desde lo que tiene, a su
crisis (vv. 5-12). Consulta a Dios. También nosotros, en oración, hemos confesado
nuestras incapacidades para responder a la crisis, hemos expresado nuestras incertidumbres.
5.
Josafat recibe orientación de un profeta; el profeta es el que lee las
realidades y es capaz de buscar nuevos sentidos, nuevas direcciones (vv. 14-17).
La Palabra, a través de un profeta levita, llega para dar fortaleza y ánimo:
“no tengan miedo”; y para dar dirección: “desciendan mañana contra ellos”. También
nosotros hemos ido a las Escrituras para encontrar orientación de parte de Dios
para este tiempo. En la reflexión del evangelio empezamos a disipar nuestros temores
y a encontrar nuevas formas de ser y hacer.
6.
Josafat experimenta una nueva forma de enfrentar su crisis, Dios no actúa como
esperaba (vv. 22). También nosotros, hemos experimentado hoy nuevas y creativas
formas de ver a Dios actuar; dos de las grandes bondades de las crisis son la
solidaridad y la creatividad. Muchos cristianos, críticos de la ciencia, han
tenido que elevar oraciones a Dios para que ilumine la mente de los científicos
de la salud en pro del descubrimiento de una vacuna. Dios no nos ha abandonado,
se ha revelado en los laboratorios del mundo, en la entrega de los médicos y epidemiólogos,
en el servicio de las enfermeras; en el cuerpo del que sufre, en la solidaridad
de todos. Dios se ha manifestado.
Lecciones: 1. La vida nos cambia de golpe, en “un
abrir y cerrar de ojos” el mundo como lo conocíamos, cambia. 2. Cuando el piso
se nos corre, cuando la zona de seguridad es amenazada, respondemos con miedo;
es normal, se vale expresarlo, incluso gritarlo. Tomarse en serio las palabras
que el maestro Buitrago nos puso en la mesa hace años: “yo quiero pegar un
grito y no me dejan, yo quiero pegar un grito vagabundo”. El miedo indica que
estamos siendo afectados y nos invita a buscar soluciones. 3. Tenemos que ser sinceros
con nuestros límites, debemos reconocer que no nos la sabemos todas, que
necesitamos orientación vertical, en oración con Dios; y horizontal, en relación
y dialogo con los demás. Solos no podemos. Cómo no acordarme de la bella de
frase que un padre le dijo a su hija en la serie Juegos De Tronos: "Cuando
cae la nieve y sopla el viento blanco, el lobo solitario muere, pero la manada
sobrevive. En invierno tenemos que protegernos entre nosotros, darnos calor
mutuamente, unir nuestras fuerzas". La solución de la crisis será multi sectorial,
contará con el concurso de todos los escenarios del saber y del hacer humano. 4.
Debemos prepararnos para ver y conocer a Dios de otra manera, maneras frescas y
creativas. Los discursos teológicos inflexibles y dogmáticos, teología para
gente que ya no vive hoy, no sirven. Tenemos que hacer teología para la gente
de hoy, una que, frente a la crisis no se proteja, sino que se revise para
caminar a la altura de los momentos y de los tiempos. Una teología al servicio de
la gente y no la gente al servicio de la teología.