jueves, 25 de abril de 2024

LA NARIZ DE DIOS (1)

 

La nariz de Dios (1)

Las ofrendas levíticas ayer y hoy

Lv 1:1-17

convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 207

El libro de Levíticos, aunque a primera vista, dadas sus extrañas categorías y lenguaje, parezca distante para el creyente, es el “manual para el adorador”. Marcando rutas claras para la celebración de la fe, el texto enseña cómo acercarse a Dios y no fallar en el intento. Ahora, es necesario ubicar el tema de las ofrendas en, al menos, cinco marcos o escenarios. 1). Marco histórico y soteriológico: el evento del éxodo. Los receptores del texto son las personas del pueblo de Israel que han salido de Egipto a través del evento del éxodo (Ex 1-15). De esta manera las ofrendas no son para salvación, son la respuesta del pueblo hacia Dios que los ha salvado o liberado. No se busca ganar el favor de Dios, sino responder a sus favores. 2). Marco geográfico: el monte Sinaí. El pueblo está ubicado geográficamente en el monte Sinaí, allí Dios lo llama a establecer con él un pacto, le da los mandamientos y el tabernáculo (Ex 20:24; Lv 26:46; 27:34).  3). Marco litúrgico: el tabernáculo[1]. El pueblo celebra la presencia de Dios simbólicamente localizada en el tabernáculo pero experimentada en cada área de la vida diaria.

4). Marco cultural y religioso. Lo más seguro es que los rituales sacrificiales de Israel tuvieran paralelos en los pueblos cananeos vecinos a Israel. Es lo más normal pues era la usanza antigua para la reconciliación y el culto. Israel, rodeado por culturas paganas que veían el culto como un asunto contractual, debe entender que Dios no es manipulable, que no puede relacionarse con Dios según el principio del do ut des (te doy para que tú me des). Y es que “Dios sólo puede ser el objeto de nuestro culto si primero es el sujeto que nos da el culto… los paganos se imaginaban un culto esperando ganarse el favor de los dioses por medio de él. El culto de los hebreos era un respuesta a lo que Dios ya había hecho por ellos”[2]. 5) Marco estructural y literario. Ubicamos aquí los capítulos 1:1-7:38 dentro de la estructura literaria del libro. Las palabras iniciales de este libro indican su relación con Éxodo. En este último, Dios habla desde la montaña. En el Levítico, desde el tabernáculo. Éxodo termina con su dedicación del tabernáculo y Levíticos empieza con la adoración en el tabernáculo. Estos primeros capítulos, 1-7, nos presentan el “manual del sacrificio” mostrando la forma en la que el pueblo puede disfrutar de la presencia de Dios. Veamos el texto de la primera ofrenda en detalle en tres momentos.

Primer momento, la ofrenda que se pide: el holocausto. Holocausto da la idea de que se quema. Esta ofrenda tiene tres acepciones o puede ser presentada en tres variedades: ganado vacuno (v. 3a), ganado ovejuno (v. 10) o aves (v. 14). La observación, “sin defecto” apunta a la calidad de la ofrenda y no tanto a la cantidad. De esta manera se daba a entender que el culto no podía tomarse a la ligera y de manera trivial. Ofrecer un animal de pobre calidad suponía un insulto a Dios, no por el valor del animal, sino porque delataba la actitud del corazón del adorador (Mal 1:6-14). Segundo momento, el ritual que se realiza, vv. 9a, 11-13b, 15-17d. El ritual se da en seis tiempos así: 1). Presentación de la víctima que incluye la “imposición de las manos del oferente”, este acto no es para traspasar los pecados (Lv 16:21), tal vez el testimonio solemne  de que la víctima provenía de ese oferente en particular y que el sacrificio que iba a presentar el sacerdote  iba a ser ofrecido en su nombre y sería él quien recibiera los beneficios del mismo. 2). Inmolación o sacrificio. 3). Aspersión del altar con la sangre. 4). Degolladura y fragmentación de la víctima. 5). Lavado de determinadas parte (entrañas, patas). 6). Incineración.

Tercer momento, la aprobación que se da, vv. 9c, 13d, 17d. El ritual cierra con la frase “una ofrenda quemada de olor grato al Señor”. Esta imagen, un antropomorfismo diría la teología sistemática, se usa para hablar de la aceptación de Dios. Así, el valor material del sacrificio no es lo que cuenta mayormente ante los ojos de Dios: él se complace tanto con el ave que presenta el pobre como con el buey que presenta el rico. Ni aún la multiplicación de los sacrificios caros aumenta el valor “per se” delante de Dios, él no se impresiona con la aritmética sino con la obediencia (Miq 6:6-8; Os 5:6). Y es que el rito apuntaba hacia una realidad más profunda, era símbolo de la entrega del oferente a Dios y como resultado de esto la práctica de la justicia social en el día a día en todo el entramado social que le correspondía. Las críticas desde la historia (1 Sam 15:22), la profecía (Is 1:10-20), la poesía  (Salm 51:17) y lo sapiencial (Pr 21:3) son muestras claras de esto. A través del holocausto como “ofrenda expiatoria” el oferente reconocía su vulnerabilidad, su mancha, no tanto por algo particular que hacía, sino por quien era; un ser manchado. Mostraba con eso que al pecado no hay que tomársele a la ligera, que hay que hacer un alto para reconocerlo y superar los fracasos. El oferente salía de la presencia del sacerdote bendecido  y afirmado para la vida (Num 6:23). Continuará.


[1] Afirma Andiñach: “La flamante tienda se inaugura con las instrucciones para los rituales y ofrendas, y destaca el lugar de privilegio que tienen en la vida del pueblo y en la relación con Dios”. ANDIÑACH, Pablo R. Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento. Verbo Divino-Estella Navarra, 20014, p. 124.

[2] Citado por KUEN, Alfred. Renovar el culto. Clie-Barcelona, p.14.