martes, 20 de septiembre de 2022

Mi esposa es un estorbo

 

Mi esposa es un estorbo

1 Ped 3:7

convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 199

Al aplicar el código doméstico, una formalidad literaria que se usaba en ese tiempo para describir la forma en la que se organizaban los roles de los distintos miembros de un grupo familiar, Pedro expone este popular versículo: "Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo" (1 Ped 3:7). Quisiera hacer esta reflexión tomando cada una de las declaraciones principales de este texto.

PRIMERA. "... dando honor a la mujer como a vaso más frágil...". Esta declaración no es tanto una referencia a la debilidad, como "el mito del sexo débil", por ejemplo, sino un desafío al buen trato desde la consideración especial hacia el otro, en este caso, hacia la mujer. Es un desafío a tratar con ternura, con delicadeza, con cuidado. Es un llamado a renunciar, en la construcción de las relaciones, al trato áspero y tosco, que son también formas de violencias solapadas, sutiles; una suerte de "violencia sin sangre". Es también un llamado a revisar los patrones de masculinidad, las formas de "ser hombre", especialmente, esa de "dominio-dependencia" que se afirma desde la violencia como única forma de "ser varón". La invitación a "tratar a la mujer de otra manera", es también un desafío contracultural y evangélico a "ser hombre de otra manera". La caballerosidad en el mundo antiguo para con las mujeres era prácticamente desconocida. Era, y todavía es, algo muy común en el oriente ver a un hombre montado en el burro mientras la mujer va a pie. Fue el cristianismo el que introdujo la caballerosidad y el buen trato en las relaciones entre hombres y mujeres. Pero, más allá de la relación de pareja, hay un llamado general a construir relaciones marcadas por el buen trato, por la ternura. Mucho cuidado con los que han sido llamados "maltratadores pasivos": son esas personas que, con su indiferencia, silencios y falta de acción, te hacen vivir infiernos. Según estas personas, nunca hacen nada malo, y su proceder es casi perfecto. Otra lectura posible del texto afirma que en este tiempo la mujer si era considerada como "el sexo débil", el vaso o cuerpo frágil. Aun así, el principio de fondo es el de usar la "posición ventajosa" para ayudar y promocionar al "débil o vulnerable", y no para sacar ventaja. No debemos criticar a Pedro por usar así el "código doméstico", el texto es hijo de su tiempo, la crítica debe ser hacia aquellos que pretender seguir usando ese código como actual para hoy, como vigente, como “Palabra de Dios”, sin modificaciones y sin considerar las semillas de liberación y los horizontes de subversión que ya el texto planteaba. Los CÓDIGOS DOMÉSTICOS-esos que describen la forma en la que se organizaban los roles en la familia grecorromana del primer siglo, y que le daban primacía al hombre (el pater familias)- no son “Palabra de Dios”, no son el evangelio (Ef 5:21-6:9; Col 3:18-25; 1 Ped 3:1-7). Lo que sí es “Palabra de Dios” o evangelio, son los pequeños fermentos de renovación y cambio que se introducen en estos. 

SEGUNDA. "... y como a coherederas de la gracia de la vida...". Esta declaración es verdaderamente revolucionaria y subversiva. Recordemos que un amplio espectro del pensamiento judío y grecorromano de ese tiempo creía que la mujer era inferior al hombre en todos los sentidos. La mujer era un hombre mutilado, un hombre que no llegó a serlo. Rabi Akiba agradecía a Dios todas las mañanas por no haber nacido gentil, perro o mujer. Las mujeres no participaban de los actos de culto de los griegos y de los romanos. Aún en la sinagoga judía no tomaban parte del culto, y todavía es igual en las sinagogas ortodoxas. Cuando se las admitía en la sinagoga de alguna manera, estaban apartadas de los hombres y ocultas detrás de un muro. Pero, el texto dice que ahora la mujer es "coheredera", es decir, que está en igualdad de condiciones frente a Dios que el hombre. Y es que desde el evangelio surgió este principio revolucionario de que las mujeres tienen iguales derechos que los hombres, esto cambió radicalmente la relación entre los sexos. Ella no es "plato de segunda mesa", no es ciudadana de segunda categoría; ella también es "reina y sacerdotisa", según la declaración del 2:9. No puedes, desde la experiencia de fe, levantarte por encima de los demás, mirarlos por debajo del hombro en virtud la condición social, económica, o género.

TERCERA. "... para que vuestras oraciones no tengan estorbo". ¡Qué declaración más reveladora! Nuestra relación con Dios no puede ser como es debido sino lo es nuestra relación con nuestros prójimos. No podemos estar bien con Dios cuando nuestras relaciones con los nuestros están marcadas por el mal trato y por los sentimientos de superioridad en nombre de la fe; no puedo estar bien con Dios mientras maltrato al otro y mientras no lo considero "coheredero", sino ciudadano de segunda categoría. En la Biblia, uno no puede llegar a Dios ignorando al prójimo. Si. No puedes ser "un hombre de oración" siendo a la vez un áspero y violento en casa; no puedes "ser un hombre de oración" mientras maltratas a tu hermano y respiras superioridad moral, espiritual o de género. Dios dice, "si estas mal con tu prójimo, o con tu esposa, yo no te voy a oír". Recuerdo una vieja canción que decía: "cómo puedes tu orar, enojado con tu hermano...". Ésta, por decirlo así, "ética del reino", es verdaderamente subversiva, revolucionara, el verso empieza con ese adverbio "igualmente", que denota reciprocidad. Recordemos que en el código moral romano todas las obligaciones eran para la esposa, y todos los privilegios eran para el marido. Esta forma de ver las relaciones rompe con esa lectura unidireccional de los deberes, desde donde el problema o las responsabilidades son siempre del otro, siempre son, como dijo Alberto Cortes, de "los demás". "Los errores son tiestos que tirar a los demás; los aciertos son nuestros y jamás de los demás; cada paso un intento de pisar a los demás, cada vez más violento es el portazo a los demás... somos jueces mezquinos del valor de los demás, pero no permitimos que nos juzguen los demás. Apagamos la luz que, por amor a los demás, encendió en una cruz, El, que murió por los demás...". No podemos llegar a Dios ignorando al otro, no podemos llegar a Dios mientras maltratamos al otro, mientras lo miramos por debajo del hombro, mientras lo consideramos "ciudadano de segunda categoría". Dios pide ser amado, adorado, honrado y servido en los demás. El "estorbo" debe ser eliminado, no ignorándolo, sino reconociéndolo, educando la afectividad, volviendo al evangelio.

Por todo esto, MI ESPOSA ES UN ESTORBO que debo superar.