martes, 25 de abril de 2017

Don Dinero (1)

Don Dinero
Lo que los predicadores de la prosperidad no dice pero el evangelio si advierte
1 Timo 6:5
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero176
Dicen algunos predicadores de la prosperidad que la razón por la que ellos “predican tanto sobre el dinero” es porque la Biblia habla por todos lados respecto a este. Tienen razón, hasta cierto punto; en efecto la Biblia habla mucho de dinero, pero la gran mayoría de veces lo hace advirtiendo sobre el poder engañoso y corruptor de este. No solo la Biblia, AT y NT, habla de ello sino que también la historia de la iglesia nos lo dice: la venta de indulgencias (la compra y venta de los favores de Dios) y la simonía (la compra y venta de cargos eclesiásticos), en la edad media, son tal vez los ejemplos más claros de lo que venimos hablando. En la actualidad la forma más clara y evidente es la llamada teología de la prosperidad; desde esta elaboración teológica, los mercaderes de la fe ofrecen las bendiciones de Dios a cambio de dinero o de “Don Dinero”, como diría Fernando Cruz Kronfly. La presente reflexión tiene como propósito mostrar y comentar algunos textos representativos que desde el evangelio critican a “Don Dinero” y a todos los que ante él se postran. Veamos.
            Primero. El texto más representativo del evangelio que toca de manera profunda y radical el tema del dinero es el de Mateo 6:24. Sin medias tintas Jesús ubica el tema dentro de un plano religioso y confesional: “no pueden servir a dos señores”. Se sitúa aquí este discurso junto aquellos que en el AT invitaban al pueblo a tomar decisiones radicales frente a los ídolos y Yahvé (Jos 24:15). Contraviniendo aquí toda actitud ecléctica y de tolerancia a ultranza, Jesús invita a revisar los valores y la ubicación del corazón a partir del “servicio a Dios” o del “servicio a Mamón” (dios Sirio de las riquezas). El asunto es claro: “…todos sometemos nuestro corazón a alguna clase de amo. Nadie se escapa. Ningún corazón va a vivir libre. El corazón de cada uno de nosotros es gobernado por algo, y aquello que gobierne determinará nuestros pensamientos, deseos, decisiones, palabras, acciones y emociones”[1]. Siendo así las cosas, hay dos amos compitiendo por nuestros corazones: Dios y Mamón. Cada uno te ofrece esperanza, vida y paz, pero solo uno de ellos puede dártelas. Ambos te dirán que es la vida y en que es importante que te enfoques. En el contexto amplio de la crítica de Jesús se nos dice que “el servicio a Mamón” está caracterizado por el “afán y la ansiedad” por obtener aún lo básico: “comida, vestido y bebida”. Pero que el “servicio a Dios” está caracterizado, no por negar lo básico, sino por soñar el sueño de Dios caracterizado por la justicia (Mt 6:33)[2]. La justicia, no es tanto una categoría legal, sino más bien moral, ética y cultica; es lo que Dios espera de su pueblo: es “la conducta apropiada delante del padre… es hacer la voluntad de Dios… tiene que ver con Dios y el prójimo. Se manifiesta como fe en la participación activa de Dios en la historia”[3].
            Segundo. Otro texto también representativo para el tema es el de 1 Timoteo 6:5, allí Pablo vincula el tema del dinero también con los efectos y las lealtades. El “amor al dinero” como lo cataloga el autor en el texto, no es un asunto pequeño y trivial: es la raíz de todos los males.  Es decir, que no hay ningún tipo de mal que la persona no este dispuesta a hacer con tal de conseguir el dinero y retenerlo. Cuando escuchamos hoy los grandes escándalos de corrupción en el país y seguimos las noticias nos damos cuenta de que en todos ellos “Don Dinero” ha estado mediando. “Don Dinero” se levanta como “dios”, como ídolo que exige cada vez más adoración dejando consecuencias funestas por su culto. “Los templos están cada vez más vacíos y menos frecuentados, pero las ventanillas de los bancos trabajan sin cesar. Lo único que desde la marcha triunfal del american way life por todo el orbe hemos hecho es danzar ininterrumpidamente en torno al becerro de oro y postrarnos con creciente devoción ante Mamón”[4]. Ahora, mirando ampliamente el contexto de 1 Timoteo 6:5 podemos decir que el problema del amor al dinero no es de gasto excesivo sino, al menos, por cuatro “problemas”: 1). Un problema de contentamiento o satisfacción (“gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”). El descontento es el terreno fértil para que el amor al dinero crezca. Es un problema del corazón y la publicidad lo sabe bien, por ello siempre está creando necesidades e imponiéndonos estilos de vida. El descontento casi siempre va acompañado de su amiga la envidia. 2). Un problema de identidad (“… nada hemos traído a este mundo”). Esto está vinculado al olvido de quienes somos y que es fundamental en esta vida. El amor al dinero se pone junto a un estilo de vida que olvida la eternidad y el carácter transitorio del orden presente de cosas. Continuará.


[1] TRIPP, Paul David. El sexo y el dinero: los placeres que te dejan vacío y la gracia que te satisface. Faro de Gracia-USA, 2014, p. 175.
[2] Si el servicio a Dios está caracterizado por la “justicia”, el culto a mamón debe estar caracterizado por la injusticia y la inequidad. “El culto a mamón  es el de los más cruentos. Huérfanos, pobres, viudas, emigrantes, débiles, miserables, incluso los mismos padres aparecen en los textos proféticos como víctimas del deseo de enriquecerse. Pero las victimas de mamón no solo son las personas, también encontramos  enumerados la justicia, el derecho, la misericordia, esos intereses de Dios  través de los cuales se regula las rectas relaciones entre los hombres… (Jr 6:9-30; Ez 33:30-33)”. SICRE, José Luis. Introducción al profetismo de Bíblico. Verbo Divino-Estella (Navarra), 2001, p. 389.
[3] BOSCH, David J. Misión en transformación: cambios de paradigma en la teología de la misión. Desafío-Michigan, 2005, p. 100.
[4] SAÑA, Heleno. La ideología del éxito: una lectura de la crisis de nuestro tiempo. PPC- España, 2016, p. 86. 

martes, 18 de abril de 2017

Jesús es VERBO no SUSTANTIVO

Jesús es VERBO no SUSTANTIVO
Apuntes para la praxis de la fe
1Jn 3:16
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero175
 “Jesús hermanos míos es verbo no sustantivo”, así reza el estribillo de la canción  “Jesús verbo no sustantivo” del guatemalteco Ricardo Arjona. Es fácil de determinar su significado: la fe en Jesús, como el verbo en la oración, es acción, se expresa en actos concretos de vida. Santiago va a decir que la fe que se expresa correctamente “creer y temblar” pero no se práctica concretamente… es demoniaca (Sant 2:19). Me temo que hay muchos “poseídos” entre nosotros, hay muchos con una fe demoniaca. Especialmente en nuestros días, esa fe que se indigna desde la virtualidad por el hambre de los niños de áfrica pero que no se mueve desde su realidad por el hambre del vecino. El texto que nos ocupa hoy para nuestra reflexión se encuentra ubicado en una sección más amplia desde y en donde el autor quiere dejar en claro lo que significa el amor mutual en la comunidad (3:11). Esta realidad es un asunto que se ubica en el plano de lo recibido “lo que hemos oído” y lo aleja del escenario y la tiranía de la novedad “desde el principio”. Desde aquí el autor presenta dos modelos: el modelo de Caín como la antítesis del amor y la concretización de la violencia (vv. 12-15)[1] y el modelo de Jesús como la muestra concreta del amor y la recuperación de la solidaridad (vv. 16-18).
            Juan afirma, pasando al modelo de Jesús, que el amor se conoce no por las elaboraciones teóricas y suspiros emotivos, sino porque se hace concreto en la donación de la vida. La vida de Jesús entregada en acciones de liberación, de sanación y salvación fue la muestra concreta del amor de Dios puesto al servicio de su creaturas. La fuerza de la prueba del amor de Dios, según Juan,  no es etimológica, sino cristológica. No está en la elaboración de un concepto a partir de una palabra,  del término griego para amor por ejemplo usado aquí (ágape), sino en la toma de una decisión concreta, en un momento histórico puntual y con escenarios religiosos y políticos específicos. Dios expresó su amor en un acto concreto de su voluntad; envío a su hijo para la liberación de nuestra condición pecaminosa; de esta manera, LA FUERZA NO ESTÁ EN EL SUSTANTIVO (AMOR) SINO EN EL VERBO (DAR). Pero este “auto sacrificio”, este darse de Jesús, no es simplemente una revelación del amor que debe ser admirada y contemplada; es un ejemplo que debe ser imitado. Por la influencia de la teología anselmiana los cristianos no logran conectar la pasión con la misión. Debemos recordar que Jesús no murió para evitarnos la cruz sino para enseñarnos como tomarla y morir también. Lo anterior conecta con el prólogo (1Jn 1:1-4), este no es solo arreglo literario, estilístico y pauta hermenéutica, sino también criterio relacional y fraternal: sí Juan renuncia a la “cristología aséptica” de los gnósticos, como ya lo afirmamos, como resultado de esto, renuncia también a la “eclesiología aséptica”. La iglesia es, o debe ser, la comunidad de los “tocables, los audibles y los visibles”. Si Cristo fue una experiencia concreta y relacional, también debe serlo mi hermano y la comunidad cristiana. Para la comunidad Juanina el peligro era “la eclesiología aséptica”, peligro latente hoy y representado en la cultura de la “cibercultura”, a través de las redes sociales. 
            Juan, para no dejar el asunto en el terreno de lo ambiguo, afirma que los “bienes de este mundo” son fuente de servicio y de expresión de la forma en la que se asume en el día a día la pasión de Cristo (v. 17). El amor de Dios y a Dios nos compromete porque finalmente es la solidaridad la que nos hace creíbles. Ahora, si conectamos a los “bienes de este mundo” con lo que ya expresó: “no améis a este mundo” (2:15), tendremos la siguiente apreciación: Tal vez el “amor al mundo” tiene que ver con la no capacidad de discernir el carácter temporal del mundo y sus bienes y el carácter servicial de estos. No quiere decir esto que el creyente no puede poseer cosas, lo importante es que las cosas no lo posean. “Amar al mundo” tiene que ver con cerrarse al prójimo en servicio obstruyendo la solidaridad, abriéndose a la violencia poniendo así en riesgo la permanencia. Es violento y participa del espíritu de Caín no solo aquel que atenta físicamente contra el prójimo sino que también es violento aquel que, ante la necesidad percibida y teniendo con que, se cierra al prójimo matándolo y negando el amor de Dios en él. De esta manera, el amor de Dios que se mostró concreta e históricamente en Cristo se convierte en modelo para la misión de la iglesia, modelo de entrega y servicio. La iglesia también vive su pasión. El odio caracteriza al mundo, cuyo prototipo es Caín. Tiene su origen en el diablo, termina en homicidio y es evidencia de “muerte espiritual”. El amor caracteriza a la iglesia, cuyo prototipo es Cristo. Tiene su origen en Dios, termina en sacrificio propio, y es evidencia de vida eterna. La vida cristiana según la conclusión del verso 18 debe dejar de ser simplemente retorica religiosa y dogmática (palabra y lengua), para pasar a la praxis (práctica) cotidiana a través de actos concretos de servicio y de solidaridad (hechos y verdad). Así nos hacemos creíbles: Jesús dijo “en esto conocerán” (Jn 13:35). Por esto recordemos que “Jesús hermanos míos es VERBO no SUSTANTIVO”. Fin.

[1] “El violento trata de imponerse sobre lo otro y el otro, y al hacerlo, afirma su ego… detrás de todo acto violento se esconde un marcado egocentrismo. La violencia… es la negación del otro. El violento es un ser cerrado, sin alteridad, sin prójimo,  sin misericordia, sin interlocutor… Convierte al otro en cosa, en instrumento, en objeto útil a sus fines”. MOSQUERA BRAND, Fernando A. Cristianismo, justicia y paz: un diálogo sobre su relación y aplicación en la sociedad actual. Clie-Barcelona, 2004, p. 164. 

jueves, 6 de abril de 2017

Cambiarse las botas

Cambiarse las botas
Notas para una fe en tiempos de “posconflicto”
Efe 6:15
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero174
Quisiera empezar esta entrega aclarando tres asuntos: 1). Hago parte de un grupo de creyentes en el Señor que celebran el acuerdo general de paz entre el gobierno y la guerrilla de las Farc dando por “terminadas” más de cinco décadas de conflicto e iniciado un largo y duro proceso de desarme militar y sicológico, siendo este último tal vez el más complejo[1]. 2). Creo también que este proceso de paz se llevó a cabo solo con un actor del conflicto armado en el país (o con dos si consideramos que el estado también ha puesto sus muertos), en este sentido, se necesita con urgencia que entremos en diálogo con los otros actores del conflicto, siendo nosotros mimos actores del mismo drama de la guerra y la violencia (debajo de la lluvia todos nos mojamos). 3). No debemos engañarnos, la PAZ, así con mayúscula sostenida, no tiene que ver con la ausencia de guerrilla, es necesario buscar, como lo afirma Mosquera, un elemento que subyace en el fondo de la sociedad: la pérdida del sentido de la justicia. Siendo más actuales aún… esto tiene que ver con el fenómeno de la corrupción. Esta es tal vez la forma más sofisticada de violencia y terrorismo. El juez corrupto es tal vez más peligroso que el guerrillero armado.
            El texto Bíblico que he tomado para ambientar y fundar esta reflexión encierra una paradoja: está ubicado dentro de un marco más amplio en donde el autor, Pablo, invita a los creyentes estar preparados para la “guerra” (Efe 6:10). Con el uso de esa metáfora, la militar, el autor recuerda a los creyentes que la vida de fe está en constante lucha contra el mal, este, no como un concepto abstracto, sino como algo que se concretiza, que se individualiza y que también se trepa en las estructuras sociales, políticas y económicas. La metáfora militar está allí, su uso es evidente, pero Pablo la vacía de su contenido violento imperial y la usa para la comunicación del evangelio. Como lo expresó Piero: “… esta es la guerra y es la de la paz…”.
            En el texto en cuestión, Efesios 6:15, el autor le dice a quienes le escribe que los pies de ellos deben estar calzados con los zapatos de “la disposición de anunciar el evangelio de la paz”. La metáfora comunica disposición, entrega, presteza y voluntad: los pasos, el andar, deben estar orientados por el comunicar las “buenas nuevas de la paz”[2]. Así, el caminar marcado o calzado por el odio, la venganza, la memoria del rencor y la injusticia; ahora es calzado por la reconciliación y la deposición de todas las armas. Cambiarse las botas de la guerra por las botas de la paz. Ahora, a la luz del acuerdo de paz ya firmado y el impulso evangélico nos preguntamos ¿cuál es el papel de la iglesia en el posconflicto?  Sugiero siete grandes papeles o haceres: 1). Optar por el perdón: quien perdona no lo hace únicamente para convivir con el otro, lo hace para convivir con sigo mismo. El perdón nos libera de habitar esos lugares de dolor que una víctima visita una y otra vez en su mente hasta quedarse atrapada. Los padres y las madres seguirán muertos, pero el perdón libera a los hijos de cargar con la herencia de la venganza...". 2). Respectar la vida: este es el catalogo básico de los derechos humanos, sin el cual no es posible el ejercicio de los demás derechos. El otro tiene derecho a vivir y vivir siendo respetado, Savater dijo: se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir”. La iglesia debe convertirse en un santuario de vida, en donde la vida se respecta, se celebra y se promociona.
            3). Rechazar la violencia: la violencia es la negación del otro y la imposición del “uno” por la fuerza del ego, es el establecimiento del espíritu de Caín. Tanto la violencia esporádica como la sostenida (bulling) deben ser rechazadas y tratadas. La iglesia debe ser una comunidad y espacio en donde los ciclos de violencia llegan a su fin. Jesús advirtió sobre el efecto bumerang de la violencia: “el que mata a espada también a espada morirá”. 4). Compartir con los demás para salir de la indiferencia y matar el individualismo. Compartir significa literalmente “partir con”; es decir, esto que tengo con quién lo puedo “partir”, a quién puedo participar de esto. La iglesia debe ser modelo de “compartir” así como aquel que se “compartió” en la cruz. 5). Luchar por comprenderse: esto implica diálogo, y este a su vez implica tolerancia y respeto a las diferencias como clave esencial de la convivencia. 6). Conservar el planeta: a la iglesia le urge una conciencia ambiental, una “eco teología” que vincule fe y tierra, que se una a los “gemidos de la creación” esperando activamente la gran transformación. 7). Redescubrir la solidaridad: es sentirse responsable por el otro, es saber que “al caído no hay que caerle sino levantarle”. La iglesia debe recordar que no puede llegar a Dios saltándose al prójimo. “Firmar la paz es más fácil que hacerla”, afirma Marcela Prieto, una frase que cobra vigencia hoy que el posconflicto demanda repensarnos como sociedad, con la idea de aprender a convivir asumiendo que los demás no representan una amenaza. Así que… mírese los pies, revise su calzado, ¿tiene puestas las botas de la guerra o las botas de la paz?


[1] No soy ingenuo, sé que el acuerdo no es “perfecto” pero que en términos generales refleja la voluntad de paz y reconciliación.
[2] Para Pablo, la cruz de Jesús significa la “terminación del conflicto” no solo en términos verticales: el conflicto con Dios, sino también en el sentido horizontal: el conflicto entre los humanos (Efe 2:16-18).