sábado, 12 de diciembre de 2015

¡Cristianos, salgan del closet! (4)

¡Cristianos, salgan del closet! (4)
La vida cristiana en tiempos líquidos y moral borrosa
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 140
La tercera aceptación es la del carácter hermenéutico de la vida de fe. Para el NT es claro el hecho de que el creyente debe desarrollar la capacidad de discernimiento o la conciencia crítica. Discernir es saber distinguir entre lo blanco y negro, lo amarillo y rojo, lo bueno y lo malo, lo conveniente e inconveniente. Pero esta capacidad no nos llega por osmosis sino que debe ser educada, instruida y adiestrada (Heb 5:11-14). “La práctica hace al maestro”, dice el adagio popular y “el puente entre el saber y el no saber es lo que experimentamos y comprendemos, no lo que nos dicen o lo que creemos”[1]. Lo que creo es que el cristiano hoy es ingenuo, de pensamiento débil y blando: ha elegido “llevar la fiesta en paz”, no se indigna, no protesta, se adapta o se esconde. En el “mejor de los casos” es reaccionario y doble moralista: como lo decía al principio… se escandaliza con la corrupción sexual pero apoya la corrupción política. Protesta en la calle contra la adopción homosexual pero no propende por el bienestar del proyecto heterosexual. Adora a Dios el domingo pero se postra ante la estatua de Nabucodonosor de lunes a sábado, pues su fe no resistiría el paso por “el horno de fuego”. Como lo diría Alex Sampedro: “tengo una Biblia que no habla, un crucifijo que no salva, una fe que se cansó de las montañas… tengo oraciones sin sujeto y he predicado tantas veces en el valle de los huesos pero… tengo noticias sin oyentes, tengo pacientes esperando el milagro de los peces pero… tengo la red averiada y el vino es vinagre y el pan no sabe a nada”. Urge, si queremos vivir una fe “fuera del closet”, recuperar la capacidad de discernimiento y abandonar la ingenuidad. Urge tomar conciencia del indicativo cristiano (lo que pasó en la cruz) y el imperativo de la fe (lo que debe pasar en nosotros). Urge tomar en serio lo que Freire llamó la “dinámica de la concientización”[2]. He aquí algunas pautas.
            Quisiera empezar con un mal entendido respecto al discernimiento: algunos creyentes piensan que el discernimiento es un acontecimiento místico que acontece en un momento de oración o ayuno en donde el cristiano se concentra y de golpe le viene la “revelación divina” frente a eso o aquello. La verdad es que el discernimiento vendrá siempre por “mediación hermenéutica”; esto quiere decir que Dios nos dio capacidad pensante, nos dejó su Palabra, la iluminación de su Espíritu y nos ha puesto en escenarios culturales y sociales específicos y, con todo esto podemos entonces hacer la tarea del discernimiento. Ahora el discernimiento del que hablo tiene una dimensión interna (hacia dentro de la iglesia) y otra externa (hacia el mundo). El apóstol Pablo nos ayuda a pensar un poco en lo interno cuando le escribe a los Tesalonicenses. Les dice que no sean ingenuos, que sometan todo a un examen (1 Tes 5:21). Aquí el apóstol rechaza tanto la credulidad ingenua como el recelo cínico (Cp. Hech 17:11). Juan también nos da pautas para el discernimiento cuando nos invita a someter a prueba los espíritus o movimientos (1 Jn 4:1). Juan nos invita a la sospecha como sello de la verdadera fe; porque la fe también duda. Lastimosamente estos son mandamientos olvidados hasta el punto de que miramos con desdén a aquellos que los ponen en práctica y hasta los tildamos de ser “menos espirituales”. Nos olvidamos que la fe está sujeta también a la perversión y a la corrupción.
            Respecto a la dimensión externa del discernimiento, Pablo también nos ayuda. El apóstol habla del criterio de la “desadaptación” (Rom 12:1-2) y el criterio de la  “protección o armadura” (Ef 6:10-20). En el primero nos invita a ser desadaptados respecto al mundo que intenta formatear todos los días nuestra mente y determinar nuestra conducta. En el segundo nos invita a vestir la armadura, a tener conciencia de guerreros y a pelear por la verdad, la justicia y la salvación. No es, como decía al principio con actitudes reaccionarias sino con acciones cotidianas que encarnen lo que somos y creemos. Una fe que no se postra ante la estatua de Nabucodonosor y que no es seducida por la música de sus instrumentos y la voz de sus publicistas. Una fe que resiste, que protesta, que discierne. Termino, por ahora, con la letra de la canción “si n o llenamos la tierra” de Santiago Benavides: “Si nosotros no anunciamos la esperanza será el líder de nirvana el que ejemplo les dará, Si nosotros no cantamos de pureza Daddy Yankee con Don Omar sus hazañas cantaran, si nosotros no les damos testimonio será Laura en América a la que escucharan, si nosotros no exaltamos la modestia será Silvio Berlusconi el que los inspirara. Si no llenamos la tierra con la vida de Jesús, Entonces la oscuridad se disfrazara de luz. Si en nosotros no está viva la inocencia Lady Gaga estará a cargo de la educación sexual, Si nosotros no hablamos sabiduría de seguro Justin Bieber el filósofo será, Si nosotros no vivimos diferente MTV seguirá siendo el modelo de virtud, Y entre el patrón del mal y Factor X alimentaran los sueños que tendrá la juventud. Si nosotros no escuchamos sus angustias ahí están los del zodiaco listos para aconsejar, si ellos no bastarán, los profetas que se lucran con palabras que acaban de inventar. Si a nosotros no nos duele la injusticia Será batman el modelo del más justo proceder. Si nosotros no sabemos evangelio buscarán sabor a cielo viendo porno en internet”. ¡Cristianos salgan del closet! Fin.


[1] VILASECA, Borja. El principito se pone la corbata. Empresa y Talento-España,
[2] FREIRE, Pablo. Pedagogía del oprimido. Tierra Nueva-Uruguay. 1971, p 26. 

viernes, 4 de diciembre de 2015

¡Cristianos, salgan del closet! (3)

¡Cristianos, salgan del closet! (3)
La vida cristiana en tiempos líquidos y moral borrosa
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 139
Para empezar el asunto de las aceptaciones, quisiera abordar algunos presupuestos básicos de la vida de fe. Estos ayudan a configuran una cosmovisión cristiana, es decir, una forma de ver al mundo desde la experiencia de Dios. El primer presupuestado es el cristológico: debemos hacer un alto en el camino y meditar, una y otra vez, en la pregunta que el mismo Jesús nos hace respecto a lo que creemos y pensamos de él (Mrc 8:29). Me temo que gran parte de nosotros no creemos en el Cristo de la cruz, ese que Pedro quería evitar. Según Jesús, toda elaboración cristológica que evita y desdeña la cruz… es satánica. El segundo presupuesto es el neumatológico: debemos recordar que el Espíritu Santo es condición necesaria para la misión. Jesús resucitado le dice a sus discípulos “no se muevan de Jerusalén hasta que hayan recibido la promesa” (Hech 1:5 Cp. Jl 2:18; Ez 36:25-27:), se refería a aquí al Espíritu. Así, cualquier movimiento sin el Espíritu resulta infructífero. El llamado es a moverse por la fuerza del Espíritu y no por otras fuerzas. El tercer presupuesto es el bibliológico: parece obvio, pero debemos volver al libreto, debemos volver a la Escritura, un pueblo sin el libro será un pueblo sin referentes, sin rumbos (Salm 119:105; 2 Tim 3:16-17). La fe cristiana es una fe revelada, no se trata de lo que creemos y/o pensamos, sino de lo que está escrito como horizonte mayor de significado. El cuarto presupuesto es el sociológico (o cultural): la experiencia de fe no es intemporal o acultural, sino que estará siempre condicionada por el lugar y el tiempo en el que se sitúa. Así, la fe será siempre una opción existencial situada. El fenómeno epistolar del NT reconoce el carácter concreto y situado de la fe; es común leer los encabezados de las cartas así: “a  la Iglesia que está en…”. Cristo mismo se “encarnó” en una cultura y tiempo particulares.
            La primera aceptación es la del carácter holístico o integral de la fe. El NT es claro al afirmar que en Cristo Dios quiere restaurar “todas las cosas” (Efe 1:10). Notemos como ese adverbio de cantidad “todas” opta por una forma “incluyente” de pensar en contraste con la del paradigma “excluyente” gnóstico o dualista. Así, desde la experiencia de Dios tanto lo espiritual (no tangible) como lo material (palpable) están dentro de una sola esfera y bajo el dominio de un solo Dios. El apóstol Pablo rechaza el paradigma dualista en el himno escrito a los Colosenses (Col:1:15-20). Cristo es la imagen visible de Dios, su selfie; Jesús es creador, salvador; esta redimiendo al mundo. El mundo o creación no es abandonado sino redimido. La esperanza cristiana en el NT no trata de como los creyentes abandonan este mundo para ir al cielo, sino de cómo el cielo viene a la tierra y nos sorprende. Cuando Pablo aplica el himno a la experiencia cotidiana le dice a los Colosenses: “todo lo que hagan, háganlo como para el Señor…” (Col 3:23). Es decir, el creyente está llamado a vivir en “coram deo”, en presencia de Dios. Recordamos así el desafío de la reforma a la mentalidad dualista medieval: se llamó a todos los creyentes a salir del templo para entrar en el mundo. Lutero lo escribió así en “la cautividad babilónica de la Iglesia”: “las obras de los monjes y sacerdotes, por muy santas y abnegadas que sean, no difieren un ápice a los ojos de Dios de las del campesino rustico o las de la mujer que lleva a cabo las tareas del hogar”. Si asumimos este carácter integral de la fe, la evangelización dejará de ser un programa para convertirse en la vida de la iglesia, superaremos la asignatura pendiente de integrar “fe y profesión”, viviremos la fe las 24 horas del día los 7 días de la semana y seremos el culto en vez de ir a este de vez en cuando… tendremos una fe fuera del closet.
            La segunda aceptación es la del carácter combatiente (militante) de la fe.  El NT es claro al asumir el hecho de que vivir la fe o la experiencia de Dios en este mundo caído generará conflictos y tenciones (Ef 6:10-18; Gal 5:16-24). La tensión y el conflicto se generan porque el creyente es, por la obra de Cristo, una nueva creación, un nuevo ser humano que se va construyendo día a día, abandonando “el viejo ser humano” y adoptando la nueva humanidad. Al vivir estas realidades se generan conflictos con el viejo orden, estos conflictos se experimenta a nivel personal y a nivel social. Así, ya que Dios está trasformando a su pueblo para hacer una sociedad alternativa, el creyente vive entonces una vida en contracultura. La vieja consigna de que el creyente tiene tres enemigos, la carne o naturaleza pecaminosa, el mundo y el diablo, sigue vigente (Gal 5:16; Sant 4:4; 1 Ped 5:8). Jesús vivió la tensión, Pablo y Pedro también vivieron lo propio y los primeros creyentes también lo hicieron. En la vida de discipulado entendemos que cuando el creyente experimenta en el día a día la tensión, es muestra de que el poder de Dios está obrando en su vida pues percibe el contraste. Pablo vincula dos realidades generalmente excluyentes para los cristianos: sufrimiento (tensión) por la fe y poder de Dios (2 Tim 1:8). Lastimosamente por la influencia de la sociedad del bienestar (confort), la fe a la carta y la teología de la prosperidad; la iglesia ha perdido el carácter combatiente de la fe, ya no se percibe a sí misma como un ejército que va a la batalla, sino como un grupo de turistas. Y mientras la iglesia entretiene, el diablo entrena. Los viejos himnos tales como “¡a combatir!” o “¡Firmes y adelante!” ya son piezas del museo; los enemigos ya no son la carne, el mundo y el diablo sino el aburrimiento y la rutina (por ello necesitamos entretención no formación). Como lo declara Alex Sampedro en su canción "sal": "tenemos la armadura oxidada". Sin embargo, si no te has tropezado con el diablo, seguramente vas en su misma dirección. No somos cristianos por que sea fácil, sino porque la fe es verdad. Una fe que quiere “salir del closet” optará por restaurar su carácter militante y combatiente. Continuará.