viernes, 23 de diciembre de 2011

El villancico de María

El villancico de María
Lc 1:46-56
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero31
            Los villancicos remontan su origen a los siglos XV y XVI. En un principio eran canciones del pueblo, de la gente del campo; por eso se les llama “villancicos”, pues eran cantos de los labriegos, de los trabajadores rurales, que en latín se les llamaba villanus; fue en el siglo XVII cuando se introdujeron en las celebraciones religiosas. Sus letras hablaban en un lenguaje popular acerca del misterio de la encarnación, y estaban inspirados en la liturgia de la Navidad. Aún hoy los villancicos cantan y celebran el nacimiento del Salvador. En la Biblia encontramos una canción a la que se le puede llamar, sin duda alguna, el primer villancico. Quien canta es una jovencita campesina de Belén a la que Dios se le aparece haciéndola recipiente de su gracia y protagonista directa de la historia de la salvación, al ser la madre del Mesías. Ella quedaría embarazada sin haberse acostado con hombre alguno; como es virgen pero no ingenua, pregunta cómo sería posible eso. Al enterarse del cómo se declara sierva de Dios y en total disposición a su palabra. De esta manera, lo que suscita el canto es la manifestación concreta de Dios en la historia, no solo de una mujer, sino de todo un pueblo (Cp.1:26-38).
            La canción de María, que es conocida también por su nombre en latín como “El magníficat”, tiene su paralelo con otra canción que, en respuesta a la manifestación divina, canta otra mujer: el canto de Ana (1 Sam 2:1-10). Además, la canción que nos ocupa aquí tiene tres estrofas en las que se desarrollan tres temáticas en torno a la manifestación de Dios. En la primera estrofa María canta acerca de la misericordia de Dios (vv.46-50). Ella expresa su dicha al entender que lo que Dios ha hecho en ella (permitir que sea la madre del Mesías), es una muestra de su misericordia; ese acto de Dios afectaría a todas las generaciones. En María, por pura elección divina, ha comenzado ya la realización de las promesas de Dios a su pueblo[1].
            En la segunda estrofa María canta del poder de Dios (vv.51-53). Aquí se presenta una inversión de la pirámide social: los poderosos, orgullosos y ricos son despojados de su condición, mientras que los pobres y hambrientos son complacidos por Dios. De esta manera esta canción es verdaderamente revolucionaria[2]. La obra de Dios en María y en todo el pueblo trayendo al Mesías presenta una revolución moral: “esparció a los soberbios”; una revolución social: “quitó a los poderosos de sus tronos y levantó a los humildes”; y una revolución económica: “a los hambrientos sació de bienes y a los ricos despidió vacíos”. La llegada del Mesías es anuncio y denuncia; anuncio de buenas nuevas para unos y denuncia de las malas acciones de otros cuya posición era fruto de injusticia; así, la inversión presentada es un acto de justicia, pues Dios no es neutral, ya que asume posturas en la historia.
            En la tercera estrofa canta sobre la confiabilidad de Dios (vv.54-55). Aquí se dice que lo que Dios ha hecho en María es muestra del cumplimiento de viejas promesas hechas a Abraham, registradas en las Escrituras: traer salvación a todos (Gn 12:1-3; Is 66:11; Zac 2:14). Dios es confiable, actúa,  y no lo hace con base en caprichos personales, sino en sus promesas y en su palabra. Él no sufre de amnesia; cumple sus promesas porque se acuerda. María no canta en solitario sino que se une al coro del pueblo de Dios que cantó y cantaba esperando el cumplimiento de las promesas de Dios (2:25-53). El Mesías anunciado por los profetas está tocando a la puerta.            
            ¿Qué nos dice en esta navidad el villancico de María? En primer lugar, comunica que la base para la alabanza debe ser el actuar de Dios en la historia. Nuestras canciones son respuesta, no generadoras, del obrar de Dios en medio de su pueblo. Dada la comercialización de la “música cristiana”, a menudo no cantamos porque Dios se ha manifestado sino porque esta o aquella canción es la que está sonando o ha sido la más vendida. La mera valoración comercial se impone sobre la valoración teológica. En segundo lugar, el villancico de María no se parece a los que entonamos hoy. Aquel promueve una revolución; estos, el Status Quo. Basta con leer el evangelio para darse cuenta de que la presencia de Jesús y su mensaje incomodan. Este villancico nos dice que el evangelio trae consigo la muerte del orgullo, pone fin a las etiquetas y convenciones sociales o estructuras de poder que vejan al ser humano, y aboga por una equitativa distribución de los posesiones materiales (Hch 2:42-45). Los villancicos de hoy cantan felices a un niño que, desde su pesebre, no incomoda ni desafía a nadie. Pero nadie puede entonar el villancico de María sin ser convocado a un cambio, a una verdadera revolución en su vida.
            En tercer lugar, la canción hace un llamado a la confianza, a la esperanza. Parafraseando el viejo himno diríamos: “porque él vino triunfaré mañana; porque él vino ya no hay temor; porque sabemos que el futuro es suyo, la vida vale más y más solo por él”.
            Fin… tomemos una actitud mariana y cantemos en esta navidad “engrandece mi alma al Señor”.


[1] CARRILLO ALDAY, Salvador, El evangelio según San Lucas. Verbo Divino-Estella (Navarra), 2009, p 68.
[2] BARCLAY, William, Comentario al Nuevo Testamento: Lucas. Clie-Terrassa (Barcelona), 1994, p 29,30.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Opción Betesda

Opción Betesda
Eclesiología desde la periferia
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero30
            Los teólogos de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) formularon y han sostenido por décadas el modelo de misión llamado Opción Galilea. Este modelo realza a Jesús realizando su misión en un momento particular de la historia, en una situación cultural específica y desde la periferia[1]. Fue así como el centro de las operaciones de Jesús estuvo alejado de los grandes centros del poder religioso y político de su tiempo, pero sin dejar por eso de incidir en ellos. A menudo, algunos modelos del quehacer eclesiástico en América Latina hoy, inspirados en el marketing, la magia de la televisión, las megaiglesias, el entretenimiento y el espíritu consumista, nos han hecho olvidar de la inspiración que pueden producir algunas iglesias que, lejos de los modelos anteriormente descritos, llevan a cabo su misión desde la periferia.
            En días anteriores fui invitado a exponer la palabra en una pequeña congregación ubicada en zona rural. La iglesia Betesda se encuentra en El Toche, corregimiento de Pueblo Nuevo, Córdoba. Los hermanos que ministran la alabanza no están a la altura de los últimos trabajos discográficos de Witt, Romero, Campos o Montero; a duras penas saben quiénes son.  Alaban al Señor al son de harmónica (violina), caja y guacharaca. Las letras de las canciones son tan autóctonas y propias como sus instrumentos. Ellos no alaban al Señor con sabor norteamericano, ni mucho menos con acento mexicano. Sus canciones no se han “norteamericanizado”, ni “mexicanizado”; su alabanza sabe a Colombia, a Costa Caribe. Cantan sus experiencias de vida, lo que sale después de un día de haber sembrado la yuca o el plátano, lo que ellos experimentan lejos de la urbe, lo que cuentan en sus veredas y en los caminos enlodados. No están interesados en vender o ganar nada. Alaban al Señor porque se ha manifestado en sus historias.  Son canciones del camino y para el camino.
            Mi exposición estuvo fundamentada en la carta a los Efesios. Después de haber dado un panorama del libro, pasé a exponer las bendiciones de Dios en Cristo Jesús (1:3-14). Cuando terminé de exponer la primera parte del texto (las dos primeras bendiciones: la elección y predestinación, para alabanza de la gloria del Señor), me llevé tremenda sorpresa. Los hermanos se pusieron de pie  y entre lágrimas y cantos levantaron oración a Dios por haberlos salvado. El pastor pasó al frente y, de rodillas ante el Señor, comenzó a llorar y orar. Ahora bien, ¿Qué es lo que suscita este acto en una congregación? La respuesta es obvia: la Palabra. Aún hay congregaciones que se asombran frente al texto bíblico.
            La sorpresa pasaría después a otro plano. El director del ministerio de alabanza me invitó a su casa (de palma, con una única habitación para todos) y me contó su historia. Me mostró a su bebé, Andrés Felipe, quien tiene trece años y desde que tenía un mes de nacido tiene parálisis cerebral. Nunca le escucharon decir “papá” o “mamá”, nunca le han llevado de la mano para andar por los caminos, tampoco le han llevado a la escuela; la vida de Andrés se supedita a su cama. Pensé como papá por un momento y pude sentir lo difícil de la situación. Sin embargo, aún faltaba más: me dijo que hacía cuatro años había sepultado a su hija; ella tenía cinco años cuando murió de un paro cardiorrespiratorio. Pero ¿Qué es lo que hace que un hombre como este con semejante drama tenga aun la valentía de dirigir a la congregación a alabar y glorificar a Dios? Con toda razón una de sus canciones dice:
                        “Yo caminaba por caminos de espinas, como un loco cantaba y lloraba con mi dolor.
                        Decepcionado y cansado de la vida, no encontraba salida, y morir era mejor;
                        y escuché allá en el cielo una voz que decía: “¡No desmayes, por favor!”
                        Ese es mi Cristo que se apiada de nosotros, que perdona los pecados y nos da su                   amor".    
            Esta congregación campesina plantea algunos aspectos para reflexionar sobre la misión.  En primer lugar, con los ritmos y letras autóctonas nos recuerdan que la misión es encarnación, no imposición, ni colonización. El evangelio tiene la capacidad de ser relevante a una cultura y a un entorno social específico, tomando sus convenciones y sus categorías para su propio fin. Recordemos que el NT no se escribió en latín o griego clásico, sino en el griego koiné o en lenguaje común. En segundo lugar, hay dos elementos que nos recuerdan un modelo sencillo (sin ser simplista) de la misión: congregación y texto. La Iglesia debe volver al asombro de la predicación y a la humillación frente a la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra.
            En tercer lugar, casi siempre que la misión ha fluido desde los centros de poder y prestigio se ha comunicado un evangelio diferente al que se oye cuando procede desde una postura de debilidad y la periferia social. “… la radicalidad de las imágenes populares del pueblo de Dios entero en misión, y el carácter precario de las imágenes de peregrinación son todas fuentes de inspiración para una iglesia débil y sufriente, una iglesia que vive y da testimonio bajo una cruz, motivada por la fidelidad a su Señor”[2].  Fin.



[1] COSTAS, Orlando, Evangelización contextual: fundamentos teológicos y pastorales. Sebila-Costa Rica, 1990, p 46-71.
[2] DRIVER, Juan, Imágenes de una iglesia en misión: hacia una eclesiología transformadora. Semilla-Guatemala, 1998, p 165.

martes, 29 de noviembre de 2011

Con licencia para reír

Con licencia para reír
Dios hace, Sara invita
Gn 21:6
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero29
Las personas básicamente ríen por tres razones: por alegría (la más obvia), por rabia o impotencia, y por incredulidad. En esta ocasión se hablará de la tercera razón: la risa por incredulidad. La historia de Sara hace parte de las historias que en la Biblia tienen un tema común: mujeres estériles que tienen opción de ser fecundas gracias a la intervención divina (Cp.1 Sm 1:1-23; Jue 13:1-3; Lc 1:4-34). Estas fecundaciones no tenían un fin en sí mismas sino que ocurrieron conforme a un plan divino para traer salvación a un pueblo. Curiosamente el drama de la salvación empieza con una mujer estéril que está en edad avanzada: Sara (Gn 11:27-32), y termina con otra mujer que por no haberse acostado con ningún hombre no podía ser fecundada: María (Lc 1:34,35). Veamos ahora con más detalle la historia que nos compete. Observaremos lo que Dios hace, y decidiremos si aceptamos o no la invitación de Sara.
Desde el mismo inicio, esta historia está llena de contradicciones. Después del desastre del relato de Babel Dios llama a un hombre para hacer de este una gran nación, una nación para las naciones. Sin embargo, el lector no puede dejar de sentirse abrumado, pues la misma genealogía de Abraham dice que Sara, su mujer, es estéril (Gn 11:27-32; 12:1-3). Si leemos este relato cuidadosamente, esto parecerá un chiste. Y, aunque Abraham responde al llamado de Dios, no es extraño que más tarde sea el mismo protagonista de esta historia quien rompa el silencio con una risa frente al mismo Dios, cuando este le recuerda la promesa de un hijo. Sarai se llamará Sara, dice el Señor. Casi podemos escuchar a Abraham diciendo: “perdóname, Señor, pero cuando me llamaste de Ur no me reí por respeto, pero ahora que ya estamos en confianza y yo estoy viejo, permíteme reírme” (Gn 17:17). Abraham ríe y a Dios se le ocurre ponerle al niño el nombre Isaac[1].   
El turno llega ahora para Sara. Ella es tan incrédula como su esposo. En medio de una conversación, durante un almuerzo cuyo invitado especial era Dios, ella escucha la promesa y no puede aguantar la risa. Un ángel le increpa y ella niega haberse reído. El ángel  sostiene que se ha reído y le lanza una pregunta desafiante: “¿habrá algo imposible para Dios?” (Gn 18:10-15). La cuestión ahora es clara. Lo que va a suceder no acontecerá por la fuerza de los protagonistas sino por la intervención de Dios. De principio a fin esta historia está llena de humor: “tenemos aquí una promesa que causa risa. La gente se está riendo desde antes de que Isaac nazca”[2]. Cuando Isaac nace, Sara da una explicación de la razón del nombre: “Dios me ha hecho reír; todo el que lo escuche se reirá conmigo”. Es decir, “se reirá el que oiga cómo Dios me ha hecho reír al darme un hijo en la vejez”[3]. Aquí está la licencia para que, al leer este relato, nos unamos a la larga fila de hombres y mujeres que han reído junto a Sara por lo que Dios hizo con ella a pesar de su incredulidad (Gn 21:6).
Luigi Pirandello, un dramaturgo que fue premio nobel de literatura, decía que al humor había que analizarlo no simplemente por el chiste del cual uno se ríe y luego se olvida, sino por eso de lo cual uno se ríe, para luego tener la posibilidad de reflexionar[4]. Por esto debemos preguntarnos qué es lo que comunica esta historia aquí y ahora. En primer lugar, “el nombre Isaac nos recuerda que, por más chistosas que nos parezcan las promesas de Dios, Él es poderoso para cumplirlas”[5]. Abraham y Sara son protagonistas humanos con fe, no porque no dudaron sino porque vivieron su experiencia dentro de los límites de la condición humana.
En segundo lugar, debemos recordar que el peso del drama de la salvación no descansa en las posibilidades humanas, sino en el poder de aquel que llama. Ejemplo de ello son los discípulos quienes, a pesar de su falta de fe, vieron cómo el Maestro calmaba la tormenta (Mr 4:35-41); porque Dios no necesita de nuestra fe para actuar, pero sí nos invita a la fe por su actuar. No nos engañemos; muchos de nosotros nos hemos levantado, en ocasiones, ‘con la fe en los talones’; sin embargo, Dios ha obrado a nuestro favor.
En tercer lugar, muchos de nosotros reímos con aire de satisfacción e incredulidad cuando ponemos el retrovisor de nuestras vidas y vemos que el obrar de Dios contrasta con nuestras debilidades y falta de fe. No obstante, la historia de Sara, tu historia y la mía son invitaciones de Dios a reír y a confiar en Él.   Fin…


[1] Viene del verbo hebreo tsahaq que significa reírse.
[2] ACOSTA, M. (2009). El humor en el Antiguo testamento. Lima, Perú: Ediciones Puma. (p. 98).
[3] Ibíd., p.97.
[4] GUZMÁN HENNESSEY, M. ¿De qué se ríen?, en El Tiempo, 08/10/10. http://m.eltiempo.com/opinion/columnistas/manuelguzmnhennessey/de-qu-se-ren/8099823
[5] ACOSTA, Op. Cit. p.105.


jueves, 17 de noviembre de 2011

¿Bajar a Cristo de la cruz?

¿Bajar a Cristo de la cruz?
Reflexión sobre la predicación.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 28.
            Imaginemos 1 Corintios 1:22,23. El apóstol Pablo se encuentra haciendo planes para ir a predicar el evangelio a Corinto. Un amigo, hijo del movimiento de iglecrecimiento, se entera y le envía un mail donde le revela la clave para que su predicación sea un éxito. Le dice, entre otras cosas, que en Corinto hay básicamente dos grupos de personas. El primer grupo esta compuestos por los de cultura griega, ciudadanos del imperio, pero hijos de la helenización. A ellos, dice el eclesíologo, invítales al ágora y dales un discurso sobre la historia de la filosofía. El segundo grupo son los judíos que por revelación creen en la acción de Dios en la historia. A ellos convócalos a un estadio y descréstalos con poder y señales. Debes hacer publicidad del evento que diga: “¡gran noche de milagros y señales con el prestigioso evangelista y apóstol Pablo de Tarso, ven y recibe tu milagro!”.
            Ahora, lo anterior suena atractivo. ¿Qué mensajero del evangelio no quiere ganar adeptos para Cristo?  ¿Quién no ha compartido el evangelio esperando una respuesta positiva frente a este? Sin embargo, el problema con la propuesta del amigo imaginario del apóstol no es lo que dice sino lo que no dice. Lo que está por debajo y de manera sutil. Lo que se está diciendo es “cambia la agenda”, “cambia el mensaje” para que seas atractivo y saques aplausos, para que no parezcas como fuera de tono, anacrónico o anticuado. Pablo tiene enfrente dos auditorios diferentes, dos cosmovisiones, dos culturas. Para los griegos un Dios crucificado no tenía sentido. Para los judíos un mesías crucificado no llenaba sus expectativas ni teológicas como tampoco políticas (Cp. Lc 24:13-23). La cuestión es entonces ¿Quién define la agenda o el tema de la predicación? ¿Los auditorios o la revelación? ¿Los índices de popularidad o lo que Dios ha dicho?
            El apóstol es desafiado pero su propuesta, para su amigo consejero, es aún más desafiante. Ni sabiduría, ni señales, voy a predicar al Cristo de la cruz. Pablo pueda que no esté a la altura de las expectativas de su auditorio, pero está a la altura de la revelación de Dios. El Cristo crucificado era el tema de su predicación. El motivo por el cual Pablo no baja a Cristo de la cruz es porque en ella Dios asume la misión de salvar al mundo, aludiendo de manera casi contradictoria, las promesas del siervo sufriente (Is 53). Así, “la crucifixión fue el momento en que el mal y el dolor de todo el mundo se acumularon en un lugar, para enfrentarse a ellos de una vez para siempre”[1]. Por ello El apóstol renuncia al Cristo aséptico de los griegos y al Cristo espectacular de los judíos. Se queda con el Cristo escandaloso de la cruz. Porque “en el mundo real del dolor, ¿Cómo podría alguien adorar a un Dios que fuese inmune al dolor?”[2].
            La predicación protestante en América Latina estuvo marcada por mucho tiempo por cierto Cristo aséptico de algunos misioneros norteamericanos. Un Cristo ojos azules, de casi dos metros de altura y que casi no sabía español. Además muy poco sabía de cumbia, vallenato o música andina, por ello llevaba un himnario en su mano. Un Cristo interesado, la mayoría de veces, en salvar almas para llevarlas “más allá del sol”, pero que poco se preocupaba por los cuerpos de este lado del sol. A esto trata de responder, entre otras cosas, la Misión Integral de la FTL, primera teología protestante hecha en Latinoamérica. Ahora el péndulo se ubica en el otro extremo, hay cierta tendencia dentro de la predicación del movimiento carismático al Cristo espectacular. El de las señales. Este es el Cristo que cede ante el desafío desde el pie de la cruz: “si eres hijo de Dios baja de la cruz”.  Esta predicación llama a multitudes, pero no hace discípulos.
El predicador y predicadora deben renunciar a la tentación de predicar a un Cristo sin cruz. Esto no quiere decir que el cristianismo desdeñe el discurso e ignore el poder de Dios a través de milagros. Predicar a Cristo sin bajarlo de la cruz significa hacerlo contando la historia de la misión de Dios para el mundo. Por eso el mismo Jesús reorienta a Nicodemo diciéndole que lo importante no es afirmar las señales de Dios en él, lo importante es dejarse amar por aquel que muere en la cruz, que lo mire y sea sano de su herida. Lo importante no es saber, sino experimentar al Cristo de la cruz (Jn 3:1-16). La tentación está ahí. Un gran sector de la Iglesia Latinoamericana ha bajado a Cristo de la cruz y lo ha vestido de político, de empresario, de cantante, de actor de Holliwood. Un Cristo aséptico, indoloro, atemporal que se pierde en el discurso y se destiñe entre señales.
A Cristo lo vamos a “ver mejor en lo alto de la cruz con sus brazos abiertos como supremo argumento de convicción, no imponiéndose ante nadie, sino preguntando, una y otra vez, qué haremos con la oferta salvadora de Dios”[3].     Fin… voy a predicar a Cristo y a este crucificado.


[1] WRIGHT, Tom, El desafío de Jesús. Desclee De Brouwer-Bilbao, 2003, p 121.
[2] STOTT, John, La cruz de Cristo. Certeza-Argentina, 1996, p 5.
[3] CASTRO, Emilio, Las preguntas de Dios: la predicación en América Latina. Kairos- Argentina, 2004, 12.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Te hablo desde la prisión...

Te hablo desde la prisión.
Pablo: entre la soledad y la confianza.
2 Tim 4:9-22.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 27
            “En el mundo en que yo vivo siempre hay cuatro esquinas, pero entre esquina y esquina siempre habrá lo mismo, para mí no existe el cielo, ni luna, ni estrellas, para mí no alumbra el sol, para mí todo es tinieblas…”. Los anteriores versos muestran la realidad de un presidiario vuelta canción. El texto que nos ocupa esta vez muestra la realidad de otro presidiario vuelta teología. De esta manera, la segunda carta a Timoteo, y última carta que el apóstol Pablo escribe, bien puede leerse bajo la sentencia; te hablo desde la prisión. Aquí el apóstol es bastante realista en cuanto a su situación: ante la cercanía de su muerte, desafía a Timoteo para que, ante el reto de otros mensajes, otros maestros, y otras hermenéuticas (las de la distorsión), pueda mantenerse fiel a las Escrituras que tienen como eje central a Cristo[1]. En las últimas líneas el apóstol deja ver una tensión entre la soledad, el abandono de los suyos y la confianza en Dios. ¿Cómo se nota esto? ¿Por qué solo y porque su confianza? De esto se hablará a continuación.
            La soledad y el desamparo del apóstol es evidente y por eso la urgencia a Timoteo: “procura venir pronto a verme” (v 9). En primer lugar el apóstol es abandonado por aquellos compañeros de lucha que se encuentran de misión: Crescente, Tito y Tiquico. En segundo lugar es abandonado por Demas, no porque el apóstol ha fallado en su mentoría, sino porque Demas ha amado a este mundo en contraste con aquellos que aman la vendida del Señor (vv. 9-11 Cp. v.8). Solo Lucas esta con él y pide de Timoteo la presencia de Marcos el útil y solicita, al parecer, su biblioteca personal. Es decir, el apóstol sigue siendo frágil: necesita de otros, y no es producto terminado: quiere seguir aprendiendo aun en la cárcel (vv. 12,13). En tercer lugar el apóstol enfrenta la oposición; la de Alejandro, le dice a Timoteo que se guarde de él y hace una imprecación; es decir deja, en oración, la oposición de Alejandro en manos de Dios (vv. 14,15)[2].
            En cuarto lugar enfrenta la soledad en su defensa evocando las palabras de Jesús en la cruz (v. 16-18 Cp. Lc 23:34). Sin embargo ha sentido la presencia acompañante de su Señor. En contraste con otros, Dios ha estado con él, esto es esperanzador. Cuando los demás han fallado, Dios sigue allí. Esta circunstancia tiene su eco en la confianza del poeta que expresa, “aunque ande en el valle de sombra de muerte… tu estarás conmigo” (Sal 23:4). Así, en contraste con el grito de desesperación de la canción del inicio, “condenado para siempre en esta horrible celda, donde no llega el cariño ni el amor de nadie”, Pablo sabe que hay algo que los barrotes de una cárcel no pueden impedir; la presencia de su Señor. De ahí su grito de esperanza ¡El Señor estuvo conmigo! En último lugar Pablo enfrenta el recuerdo de la comunidad, de la iglesia. No los olvida, les recuerda que Jesucristo es el dispensador de la gracia (vv. 19-22).
            En este texto el apóstol Pablo desarrolla una actitud correcta del ministerio y de la vida cristiana. Sin triunfalismos y sin gigantismos el apóstol abre su corazón para mostrarnos al hombre de carne y hueso. No hay cámaras de TV, no hay un público vitoreando ¡viva Pablo!, no hay un culto de ordenación o premiación, no hay diplomas ni reconocimientos; está simplemente el hombre lleno de días y de confianza en su Señor. Tal vez porque ser verdaderamente hombre no es no llorar, sino participar de todo lo que la condición humana dispone. Hasta el ser humano más fuerte se quiebra, se dobla ante los momentos difíciles; así, la soledad, la traición, el abandono de las personas cercanas requiere de la presencia de un amigo fiel que nos auxilie, aunque nada reemplaza la compañía fiel de nuestro Señor. Porque las verdaderas cadenas no son las de la prisión, sino las de la traición, la infidelidad y la cobardía frente a la fe y a la vida. Pablo, al final de sus días, no está lleno de dinero, pero sí de fe y confianza, ese es su mayor legado. Experiencia de vida que fue hecha teología para el camino.
            Hablar desde la prisión, es hacerlo desde nuestras realidades. Por esto, a todos los que en momentos hemos hablado desde la prisión, desde nuestras luchas, abandonos, soledades y desamparos. A todos aquellos a los que nos quiebran las situaciones difíciles, que nos hemos sentido desamparados por propios o extraños, hay una vieja canción que dice: “///puedo confiar en el Señor, él me va ayudar///, si el sol llegare a oscurecer, y no brille más, yo igual confió en el Señor, él me va ayudar”.   Fin… te hablo desde la prisión.


[1] Para una excelente discusión sobre historicidad, paternidad y pseudónima, ver: LEA, Thomas D, El Nuevo Testamento su trasfondo y su mensaje. Mundo Hispano-El Paso, 2000, p 485.
[2] La imprecación nace en el dolor o la tragedia, clama por la justicia y deja a esta en las manos de Dios. En la teocracia la imprecación era remitida a Dios. En sistemas de gobierno como la democracia, la imprecación (el clamor por la justicia) es remitida al estado que tiene toda autoridad para impartir el derecho y la justicia. La imprecación no consiste tanto en desear lo malo, sino en clamar por la justicia.

viernes, 28 de octubre de 2011

Cena VIP...

Cena VIP…
Modelo y antimodelo de la cena del Señor.
1 Cor 11:17-34.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 26
Hay un problema cuando el creyente limita la Biblia a una dieta de “promesas maravillosas” o “pensamientos piadosos”. De esta manera puede salir perdiendo. Naturalmente, la Biblia está llena de muchas y grandes promesas que nos dan fuerzas, esperanzas y consuelo. Pero Dios tiene muchas cosas más que decirnos a través de la Biblia. Hay palabras de advertencia, de reprensión y de desafío que no debemos dejar de lado[1]. La Primera carta de Pablo a los Corintios precisamente no está llena de promesas, sino de reprensiones y llamados de atención que a veces pueden sonar incomodas pero que ponen a pensar sobre la naturaleza y la misión de la Iglesia. “El problema de Corintios era que la Iglesia estaba en el mundo, como tenía que ser, pero el mundo estaba en la Iglesia, como no tenía que ser”[2].
El texto es parte de una serie de instrucciones que Pablo hace a la Iglesia respecto al orden en las celebraciones comunitarias o los cultos[3]: las mujeres y los hombres en el culto (11:2-16), los abusos en la cena del Señor (11:17-34), y la regulación del uso de los dones (12:1-14-40). La sección empieza con una nota de alabanza: ¡los felicito! (11:2) y termina con una nota de exhortación: ¡Hagan todo decentemente y con orden! (14:40). La primera unidad, o el antimodelo, contrasta con la anterior donde Pablo encuentra motivos para alabarlos (vv. 17-20 Cp.11:2). El culto público era una reunión para lo peor, no lo mejor. Las divisiones en el seno de la comunidad de los primeros cuatro capítulos habían llegado a la reunión, a la eucaristía. Ya no solo era una cuestión de ¿Con quién me convertí? Si no también cuanto tienes para que hagas parte de mi grupo. En las reuniones públicas había partidismos, divisiones, egoísmos. La celebración en vez de eliminar las desigualdades sociales, las aprobaba y fortalecía. Esta era una cena VIP (very importan persons), para personas importantes.
Para sentar una posición clara al respecto Pablo propone ir a las fuentes, a la tradición “yo recibí del Señor”. El objetivo de la apelación era sentar una pauta en cuanto a la práctica correcta y el verdadero espíritu de la eucaristía o cena del Señor (vv.23-26). Al celebrar la eucaristía a los Corintios se les insta a vivir recordando el pasado (la muerte del Señor), y a vivir su presente expectantes por la segunda venida (hasta que le vuelva) es evidente que esta tensión a la que se invita a la Iglesia: vivir su presente anunciado la muerte (pasado) y expectantes por el futuro (la venida del Señor) determinaría una ética, una forma de vivir. Recordemos que algunos tenían el concepto de escatología terminada (15:19). Así, traer a memoria era no dejar morir en ella el evento central de la salvación: la muerte en la cruz (recordemos que algunos tienen problemas con esta visión 1 Cor 1:17-23). La muerte en la cruz no es una cuestión periférica, sino central, comparable y visto a la luz del éxodo (Ex 12-13; 24:8), el nuevo pacto (Jer 31:37) y el siervo que sufre (Is 53).
A la luz de lo anterior Pablo concluye y aplica (vv.27-34). Él no es un predicador popular que dice cosas bonitas y agradables al oído de sus lectores, tampoco es el predicador cínico que se goza señalando los errores de los otros. Él señala, critica, corrige y propone. Resultado: examínense. La razón: tomar la cena de manera indigna y sin discernir el cuerpo. Son dos ideas para decir lo mismo. Tiene que ver con participar de la cena cometiendo los errores ya mencionados (vv.17-22). Es tomar la cena haciendo acepción de personas, separando por el status social, y haciendo discriminaciones. Hacer eso es no discernir el cuerpo, no comprender la naturaleza de la Iglesia: una comunidad de pecadores perdonados sin distingo de color, estrato social, que vive a la sombra de la cruz y expectantes por la venida de su Señor. El llamado, entonces,  no es a no tomar, sino a examinarse.
            Las consecuencias de tomar la cena de manera indigna era la muerte de algunos. Gordon Fee sugiere aquí un argumento ad hoc donde se relacionan eventos sucedidos con la posible actitud de ellos frente a la cena del Señor[4]. Pablo ve en estos eventos (muerte, enfermedad) un juicio pedagógico de Dios, el juicio no tiene que ver con la salvación eterna, sino con una corrección temporal. Después de esto Pablo concluye con dos principios para el culto eucarístico: esperarse (v 33), lleva implícita la idea de aunque no todos son iguales, deben integrarse, aceptarse como son. Los derechos individuales deben reservarse para la casa (v 34); en el Iglesia la prioridad es la congregación. Así, la Iglesia que se quiere renovar, actualizar, o corregir, no mira al futuro, ni siquiera su presente, sino que vuelve la mirada al pasado, a la cruz, a su Señor; a su obra. La celebración de la cena mantiene viva la memoria del acto fundante de nuestra experiencia cristiana: la cruz, y no deja que muera la esperanza del acto culminante de nuestra experiencia de fe: la segunda venida de nuestro Señor, donde no habrá cenas  para VIP, porque todos, independientemente de raza, sexo, estrato social, edad o inclinación política, hemos sido objetos de la gracia de Dios.       Fin…       


[1] WIGHT, Chris, Guía para el lector de la Biblia, Unilit-Miami, 1988, p 9.
[2] MORRIS, León, 1 Corinthians, Eerdmans publishing company- USA, 1985, p 25.
[3] El texto presenta una estructura de inclusión así:
A.  No los alabo: el antimodelo, v 17-22
        B. Apelación a la tradición: El modelo, v 23-26.
A’. La exhortación: examínense, 27-34.
[4] Este argumento es usado por Pablo también en 1 Corintios 15:29. Es decir ya que en la comunidad hay enfermos y algunos han muerto, puede ser que se deba a la actitud de algunos frente a la cena, esto ha afectado a toda la comunidad. FEE, Gordon, Primera epístola a los Corintios. Nueva Creación- Buenos Aires, 1998, p 639.

martes, 18 de octubre de 2011

El Dios misterioso

El Dios misterioso…
Reflexiones sobre el misterio y el ministerio.
Efesios 3:1-13.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 25
                El apóstol Pablo hace una de las declaraciones más reveladoras sobre la Iglesia diciendo que está compuesta por judíos y no judíos formando así la casa de Dios o el nuevo templo (Ef 2:19-22). De esta manera la experiencia de la Iglesia es leída a la luz de la experiencia del pueblo de Israel. Así como la liberación de Israel no fue un fin en sí misma sino que apuntó a la adoración a través del tabernáculo con toda su parafernalia, así también la Iglesia, fue liberada para que ahora sea habitación de Dios y muestre su gloria a través de la adoración o forma de vida (Ex 25:8; 40:34. Cp. Ef 2:21,22). El apóstol se dispone entonces a orar por segunda vez a favor de la iglesia y, después de haberse presentado como prisionero y misionero a las naciones, justo cuando se dispone a orar; interrumpe su oración para hacer una profunda reflexión sobre el misterio (proyecto) de Dios (3:1)[1]. Ese gran paréntesis, esa interrupción, esa reflexión es la que analizaremos a continuación.
            El misterio que el apóstol Pablo anuncia hace referencia a que en Cristo, el mesías, las naciones (los no judíos) son herederos de la promesa del evangelio (v. 6)[2]. Esto no quiere decir que en la revelación del AT las naciones no eran salvas (Is 42:1-9; 56:6-8), la novedad radica más bien en que judíos y no judíos en Cristo son uno; así lo expresa el uso del prefijo griego syn: coherederos, coparticipes y coincorporados (v.6). Las viejas promesas a Abraham e Isaías se hacen realidad (Gen 12:1-4; Is 2:1-4). “La figura de Pablo no es judíos más gentiles… sino más bien que por medio de la cruz Dios ha destruido las barreras entre ambos y ha creado una nueva entidad, para que ambos, juntos y de la misma manera, tengan acceso a Dios”[3]. Así, Dios no es privilegio de pocos sino de muchos; nadie, ninguna raza, o pueblo, o Iglesia puede hipotecarse a Dios.
            Ahora ¿de qué manera el apóstol desarrolla la idea anterior a través del texto? ¿Cómo entiende el misterio y cuáles son las implicaciones en su vocación apostólica? En primer lugar, el misterio del cual el apóstol había hablado brevemente (1:8,10) es revelación y no invención (vv. 2-5). Esta revelación se da en términos personales: a mí, y también en el ámbito de lo grupal: a los profetas y apóstoles. Tiene origen divino: por el Espíritu. Y, es accesible: se pude comprender o entender leyendo. En segundo lugar el misterio es a favor de otros y no para auto promoción (v. 1). En tercer lugar el misterio tiene que ver con el evangelio y no con promesas humanas (vv. 6-9). Así, las divisiones entre judíos y gentiles dejaron de tener sentido. De este evangelio Pablo se declara servidor no amo o dueño y, dice que ha llegado a la condición de siervo por gracia y no por méritos.
            En cuarto lugar el misterio tiene un fin publicitario: que a través de la Iglesia los poderes conozcan la variada gracia de Dios (vv. 10-13 Cp. 1:22; 6:12). Frente a las potestades había dos opciones. Una era la adoración a través de las religiones de misterio; otra era el temor porque se era presa de los caprichos de aquellas. La propuesta de Pablo es revolucionaria: el proyecto de salvación en Cristo es liberador (1:22; 2:1-3) porque ya no estamos a merced de esos poderes. La Iglesia es agente de Dios, no presa y carnada de las potestades (Cp. 6:12). No hay lugar al culto y el temor porque el evangelio es alternativa liberadora para acceder a Dios en adoración.  En quinto lugar asumir la vocación del misterio trae incomodidades (v. 1,13). El apóstol no niega el dolor pero si lo re direcciona dando a este un fin misiológico: a favor de otros y para el bien de otros.  
            Quiero terminar con reflexión. En primer lugar recordar que el evangelio no es casa, carro y beca como nos lo quieren hacer creer los telepredicadores de la prosperidad, el evangelio es el plan de Dios para reunir en Cristo todas las cosas (Gal 3:8). En segundo lugar tener en cuenta que la Iglesia no es un fin en sí misma sino medio de Dios. En tercer lugar, en su vocación, la Iglesia debe repensar el sufrimiento no para negarlo sino para asumirlo, no buscándolo, sino tomándolo con carácter redentor. Las palabras de Cristo “como el padre me envío, así también los envío” (Jn 20:21) hacen referencia a la encarnación de la misión con todos los atenuantes humanos. Aun después de resucitado Jesús conserva sus llagas (Jn 20:24-29). C.S Lewis dijo que Dios grita en nuestros dolores. En cuarto lugar Pablo no ignora a los poderes pero si los ubica en el lugar correcto. El movimiento de “guerra espiritual” ha dejado una estela de temor y angustia poniendo énfasis en los poderes y no en el poder. Temer a los poderes o adorarlos es ignorar la fuerza liberadora del evangelio y el poder de la cruz. ¡Vaya misterio!  Fin…


[1] En el verso 1 se presenta una digresión literaria (interrupción del argumento) o una oración elíptica que luego es retomada en el verso 14.
[2] En el NT “misterio” no es algo oculto sino una verdad de Dios que ha sido revelada (Cp. Ef 5:32; Col 1:26; Rom 16:25-27; 1 Cor 2:7).
[3] WRIGHT, Chris, La Misión de Dios: descubriendo el gran mensaje de la Biblia. Certeza-Buenos Aires, 2010, p 697.

lunes, 10 de octubre de 2011

La fórmula UNO...

La fórmula UNO...
Teología Paulina para una Iglesia costeña[1].

Efesios 4:4-6.

convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 24
              Todo conglomerado o grupo humano indistintamente debe tener elementos que le caracterizan y le da cohesión; cuando estos no están el grupo pierde identidad y continuidad en el tiempo. Algunos Colombianos recuerdan que hace años cada domingo los convocaba, sin distinción religiosa, regional o económica,  la participación de Juan Pablo Montoya en la fórmula Uno; todos hacían fuerza y, aunque solo uno ganaba, muchos se sentían representados por el deportista en mención, su participación era el elemento que unía al grupo de adeptos.
              Los cristianos de Éfeso eran miembros de una comunidad naciente formada por judíos y gentiles bajo la sombra y obra de la cruz (Ef 1:12-14; 2:1-20). En la carta que Pablo les escribe  les insta a caminar como aquellos que han sido alcanzados por la gracia de Dios (4:1), esto guardaba relación con la ya dicho en 1:3-4 que al igual que el Israel histórico, esta comunidad había sido redimida y caminaba hacia una promesa (herencia) que tenía como garante al Espíritu Santo; “De esta manera, quienes hereden en la era venidera lo harán de la manera que los israelitas heredaron la tierra prometida”[2]. Esto es una nueva versión de la historia del éxodo.
            Es así como este nuevo pueblo (de judíos y gentiles) necesitaba saber qué cosas le daban cohesión (unidad) lo que generaría sentido de identidad y continuidad en el tiempo. Pablo propone una confesión teológica compuesta por siete proclamaciones que parecen ser una ampliación del Shemá (Dt 6:4): una confesión de fe del pueblo de Israel ad portas de la tierra prometida y relacionada con la posesión de la misma. De igual manera, Pablo propone las siete proclamaciones en relación con el andar hacia la promesa[3]. La fórmula UNO propuesta por Pablo no pretende distanciarse de la raíz monoteísta judía no obstante introduce una vieja novedad: el Dios de los judíos es ahora también Dios de los gentiles.
            Lo manifestado por Pablo apela directamente a lealtades a las que este nuevo pueblo debía circunscribirse. En primer lugar está la lealtad a una nueva comunidad, de esto hablan los elementos del bautismo, el cuerpo y la fe.      
En segundo lugar está la lealtad a un Dios; expresado en los elementos de: un Dios y un Espíritu, de esta manera Pablo entra en disputa con el politeísmo del mundo griego, pero especialmente con Diana de los Efesios, esta era incompatible con el Dios de Israel. No hay lugar para una cohabitación, sino más bien una mutua exclusión. En tercer lugar la lealtad a un Señor, a Jesús, con esto Pablo desmitifica a los poderes de su tiempo diciendo que no hay más señores que Jesús; el mismo poder imperial es atacado; frente a este Señor los “otros señores son relativos”. Y en cuarto lugar está la lealtad a un futuro, expresada en una sola esperanza; según las promesas del AT la llegada del Espíritu sería la muestra de un nuevo amanecer (Jl 2:28; Jer 31:31-34), esta es la esperanza a la que se refiere el apóstol aquí, en cierto modo el futuro se ha puesto en marcha pero tambien se hace presente.
La repetición cuádruple al final del texto del adverbio todo enfatiza el carácter uniforme de esta comunidad, una hermandad con un solo Padre soberano de su creación que no hace acepción de personas, que forma de dos pueblos, uno. De esta manera el apóstol Pablo enfatiza el carácter único de este nuevo pueblo al resaltar los fundamentos que le dan cohesión, identidad y permanencia en el tiempo. En los siguientes versos (4:7-11) Pablo habla de la diversidad en medio de la unidad, es decir, la Iglesia es una y es diversa, porque la diversidad no se opone a la unidad, lo que se opone a la unidad es el desorden, lo fragmentario. El mensaje para esta iglesia costeña es claro: mantengan esta fórmula UNO que los identificará como un solo pueblo, les dará cohesión y permanencia en el tiempo.
El texto plantea varias cuestiones para nuestro presente. Lo primero es el esfuerzo que debe hacer la Iglesia por definir de entrada, aquello que le da cohesión e identidad pero que le separa del resto de cosmovisiones o formas de ver el mundo. Esto suena muy diferente a lo que presentan los modelos de iglecrecimiento generalmente conocidos y siempre preocupados por las tendencias del marketing pero alejadas de la realidad escritural. Lo segundo es que lo que debe unir a los diferentes grupos de la iglesia local es la teología no la chequera, la etnia o el estrato social, porque, contrario a lo que algunos piensan, la teología sí importa dado que lo que creemos (nuestra teología) define la forma de comportarnos (nuestra ética); de esta manera para Pablo la unidad del Espíritu está ligada a la unidad teológica (4:3,4-6). “A la teología le compete la importante tarea de evaluar lo que se está haciendo, y de evaluarlo a la luz de la palabra…”[4]. Lo tercero tiene que ver con el interés de la Iglesia en guardar su unidad (la fórmula UNO) promoviendo a la vez la diversidad (los ministerios), porque como lo dijimos antes, lo que se opone a la unidad no es la diversidad sino lo fragmentario y divisionista.

                                                                                                                                            Fin.


[1] La ciudad de Éfeso se encontraba ubicada en las costas del mar egeo en Asia Menor, por eso lo de “costeños”. Para una discusión sobre los destinatarios de esta carta ver CARSON, D.A. MOO, Douglas, Una Introducción al Nuevo Testamento, Barcelona- Clie, 2007, p 408.
[2] WRIGHT, N.T, La resurrección del hijo de Dios. Estella Navarra- Verbo Divino, 2009, p 302.
[3] El número siete es usado por el Apóstol Pablo en su carta a los Efesios en dos ocasiones así: siete elementos o caras de la unidad cristiana (4:4-6) y siete instrumentos de la armadura del creyente (6: 14-17).
[4] PADILLA, Rene, Discipulado y Misión: compromiso con el reino de Dios. Kairos- Buenos Aires, 1997, p 13,14.