La nariz de Dios (1)
Las ofrendas levíticas
ayer y hoy
Lv 1:1-17
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 207
El libro de Levíticos, aunque a primera vista, dadas sus extrañas
categorías y lenguaje, parezca distante para el creyente, es el “manual para el
adorador”. Marcando rutas claras para la celebración de la fe, el texto enseña
cómo acercarse a Dios y no fallar en el intento. Ahora, es necesario ubicar el
tema de las ofrendas en, al menos, cinco marcos o escenarios. 1). Marco histórico y soteriológico: el
evento del éxodo. Los receptores del texto son las personas del pueblo de
Israel que han salido de Egipto a través del evento del éxodo (Ex 1-15). De
esta manera las ofrendas no son para salvación, son la respuesta del pueblo
hacia Dios que los ha salvado o liberado. No se busca ganar el favor de Dios,
sino responder a sus favores. 2). Marco
geográfico: el monte Sinaí. El pueblo está ubicado geográficamente en el
monte Sinaí, allí Dios lo llama a establecer con él un pacto, le da los
mandamientos y el tabernáculo (Ex 20:24; Lv 26:46; 27:34). 3).
Marco litúrgico: el tabernáculo[1].
El pueblo celebra la presencia de Dios simbólicamente localizada en el
tabernáculo pero experimentada en cada área de la vida diaria.
4). Marco cultural y religioso. Lo
más seguro es que los rituales sacrificiales de Israel tuvieran paralelos en
los pueblos cananeos vecinos a Israel. Es lo más normal pues era la usanza
antigua para la reconciliación y el culto. Israel, rodeado por culturas paganas
que veían el culto como un asunto contractual, debe entender que Dios no es
manipulable, que no puede relacionarse con Dios según el principio del do ut
des (te doy para que tú me des). Y es que “Dios sólo puede ser el objeto de
nuestro culto si primero es el sujeto que nos da el culto… los paganos se
imaginaban un culto esperando ganarse el favor de los dioses por medio de él.
El culto de los hebreos era un respuesta a lo que Dios ya había hecho por
ellos”[2]. 5) Marco estructural y literario. Ubicamos aquí los capítulos 1:1-7:38
dentro de la estructura literaria del libro. Las palabras iniciales de este
libro indican su relación con Éxodo. En este último, Dios habla desde la
montaña. En el Levítico, desde el tabernáculo. Éxodo termina con su dedicación
del tabernáculo y Levíticos empieza con la adoración en el tabernáculo. Estos
primeros capítulos, 1-7, nos presentan el “manual del sacrificio” mostrando la
forma en la que el pueblo puede disfrutar de la presencia de Dios. Veamos el
texto de la primera ofrenda en detalle en tres momentos.
Primer momento, la ofrenda que se
pide: el holocausto. Holocausto da la idea de que se quema.
Esta ofrenda tiene tres acepciones o puede ser presentada en tres variedades:
ganado vacuno (v. 3a), ganado ovejuno (v. 10) o aves (v. 14). La observación,
“sin defecto” apunta a la calidad de la ofrenda y no tanto a la cantidad. De
esta manera se daba a entender que el culto no podía tomarse a la ligera y de
manera trivial. Ofrecer un animal de pobre calidad suponía un insulto a Dios,
no por el valor del animal, sino porque delataba la actitud del corazón del
adorador (Mal 1:6-14). Segundo momento,
el ritual que se realiza, vv. 9a, 11-13b, 15-17d. El ritual se da en seis
tiempos así: 1). Presentación de la víctima que incluye la “imposición de las
manos del oferente”, este acto no es para traspasar los pecados (Lv 16:21), tal
vez el testimonio solemne de que la
víctima provenía de ese oferente en particular y que el sacrificio que iba a
presentar el sacerdote iba a ser
ofrecido en su nombre y sería él quien recibiera los beneficios del mismo. 2).
Inmolación o sacrificio. 3). Aspersión del altar con la sangre. 4). Degolladura
y fragmentación de la víctima. 5). Lavado de determinadas parte (entrañas,
patas). 6). Incineración.
Tercer momento, la aprobación que se da, vv. 9c, 13d, 17d. El ritual cierra con la frase “una ofrenda quemada de olor grato al Señor”. Esta imagen, un antropomorfismo diría la teología sistemática, se usa para hablar de la aceptación de Dios. Así, el valor material del sacrificio no es lo que cuenta mayormente ante los ojos de Dios: él se complace tanto con el ave que presenta el pobre como con el buey que presenta el rico. Ni aún la multiplicación de los sacrificios caros aumenta el valor “per se” delante de Dios, él no se impresiona con la aritmética sino con la obediencia (Miq 6:6-8; Os 5:6). Y es que el rito apuntaba hacia una realidad más profunda, era símbolo de la entrega del oferente a Dios y como resultado de esto la práctica de la justicia social en el día a día en todo el entramado social que le correspondía. Las críticas desde la historia (1 Sam 15:22), la profecía (Is 1:10-20), la poesía (Salm 51:17) y lo sapiencial (Pr 21:3) son muestras claras de esto. A través del holocausto como “ofrenda expiatoria” el oferente reconocía su vulnerabilidad, su mancha, no tanto por algo particular que hacía, sino por quien era; un ser manchado. Mostraba con eso que al pecado no hay que tomársele a la ligera, que hay que hacer un alto para reconocerlo y superar los fracasos. El oferente salía de la presencia del sacerdote bendecido y afirmado para la vida (Num 6:23). Continuará.
[1] Afirma Andiñach: “La flamante
tienda se inaugura con las instrucciones para los rituales y ofrendas, y
destaca el lugar de privilegio que tienen en la vida del pueblo y en la
relación con Dios”. ANDIÑACH, Pablo R. Introducción
hermenéutica al Antiguo Testamento. Verbo Divino-Estella Navarra, 20014, p.
124.
[2] Citado por KUEN, Alfred. Renovar el culto. Clie-Barcelona, p.14.