ESPIRITUALIDAD
PROFÉTICA (4)
Disciplinas
espirituales a la luz de la oración de Habacuc
Hab 2:20-3:19
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 205
5. LA DISCIPLINA DE LA DEBILIDAD.
Pueda que esto suene extraño, la idea es que
necesariamente tenemos que cultivar (o empezar a hacerlo) la idea de que en la
experiencia somos “débiles”, sujetos a afectaciones físicas y emocionales, esto
no es negativo, sino que más bien reafirma nuestra humanidad[1]. Con
frecuencia, en la cultura obsesionada por los ganadores, los triunfadores, los
exitosos, los fuertes, los esbeltos (el darwinismo social) hemos olvidado que
Dios actúa en medio de la debilidad. Es una verdad teológica que recorre el AT
y que se concreta en Jesús: “por sus
llagas somos sanados” (Mt 8:14). Hemos castrado de nuestra experiencia de
fe las emociones y los sentimientos. En este “descarte” juega un papel
fundamental nuestra “idea de Dios”, un Dios tipo griego: inmutable, impasible,
espíritu puro, etc. Y claro está, esta idea de Dios también ha afectado nuestra
idea del hombre (imagen y semejanza).
En cuando a Habacuc el declara: “Oí, y se conmovieron mis entrañas; al oír
la voz temblaron mis labios. Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me
estremecí. Tranquilo espero el día de la angustia que vendrá sobre el pueblo
que nos ataca” (3:16). El profeta pasa por la afectación y crisis psico-somática.
Lo que oye y procesa lo ha afectado en su interioridad (entrañas y huesos) y su
exterioridad (labios y piernas). El profeta en el procesamiento de su duelo y
en la elaboración de sus pérdidas se muestra profundamente humano y profundamente
espiritual. Lo que “oyó” y proceso lo afectó profundamente, sacudió todo su
ser. Él es un creyente que siente. Y
es que la fe no es un “placebo” o “analgésico”, el problema nuestro con la fe
es por un lado la negación y por otro la falta de sinceridad y honestidad con
nuestras debilidades, hasta canciones tenemos: “no puede estar triste…”. Por
otro lado, también cantamos el hecho de que Dios se manifiesta en la debilidad:
“maravílleme en la sabiduría de mi Dios…”. El proceso de duelo: 1). El dolor es
inevitable, 2). Conlleva al sufrimiento, 3). Con lleva al crecimiento: no se
puede crecer sin sufrir (perder), la vida es una sucesión de adioses, de
separaciones. La fe del profeta estaba enmarcada dentro de un “sistema comprensible” (sistemático),
sin embargo, todo lo que entendía de la soberanía de Dios fue desarticulado
cuando la soberanía de Dios se mostró realmente soberana en la historia sorprendente
de su pueblo. Según “su teología” Dios
tenía que hacer una cosa, pero hizo otra.
Pastoralmente hablando, no puedes tratar a
alguien con gracia hasta que no aceptas tu propia humanidad, fragilidad, o
debilidad. Orar con más misericordia y humanidad, no para estar por encima de
los demás sino para caminar junto a ellos. Si después de orara o ayunar nos
sentimos superiores… entonces hemos orado mal. “No te fíes demasiado en las
palabras de un hombre que no tiene cicatrices; tus abuelos las tienen, y doy
gracias al cielo porque tuvieron valor para aceptar las heridas, y sabiduría
para convertirlas en renglones donde otros pudimos leer”[2].
1. Aceptar la realidad de la pérdida o la crisis.
Lo que no se acepta no se sana (Negación por la fe).
Dios restaura lo que pasó, dice Eclesiastés. Continuará.
[1] Muchos de nosotros somos o hemos
sido víctimas de las exigencias irracionales perfeccionistas o “antivalores
exitosos”. Estos mandatos pretenden que seamos “hombres y mujeres que han
alcanzado el top 10”, es decir, seres excepcionales en algún área, no importa
el costo emocional que esto implique. Preceptos publicitados y trasmitidos que
se convierten en una forma de auto exigencia cruel e injustificada, o en la
búsqueda de una “perfección psicológica” agotadora e irracional. Un sufrimiento
inútil que se instala y echa raíces en nuestra mente, con el visto bueno y la premeditación
de una cultura obsesionada por los “ganadores” y los “fuera de serie”.
[2] NAVAJO, José Luis. Un verano en Villa Fe. Casa
Creación-EE-UU, 2017, p. 27.
[3] PANGRAZZI, Arnaldo. El duelo: experiencias de crecimiento.
San Pablo-Bogotá, 2014, p. 71.
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