lunes, 12 de noviembre de 2012

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte IV


El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte IV
La forma.
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 47
Querido amigo Samuel, te escribo esta vez con la esperanza de que mis anteriores consejos hayan enriquecido tu vida y ministerio de la predicación. En esta ocasión te hablaré de la forma. En primer lugar trataré la forma que tu predicación debe tomar. La discusión ha estado centrada en si el sermón debe ser textual: basado en un pequeño texto de las escrituras; temático: basado en un gran tema de las escrituras; o expositivo: basado en una porción amplia de la Biblia. Esta forma de ver las cosas tiene sus dificultades y confusiones. El sermón temático, por ejemplo, funcionaba bajo el criterio de la dicta probantia o “texto prueba”; aquí el predicador elegía un tema y colgaba en el algunos versos dispersos de las escrituras que apoyaran ese tema. Con todo respeto, querido Samuel, esta forma de predicar patrocina la pereza y no alimenta al pueblo de Dios[1]. A mi criterio la predicación, toda, es expositiva, no tanto en su forma sino en su esencia; es decir, toda predicación debe ser la comunicación o exposición del mensaje de un texto Bíblico que ha sido estudiado en su forma literaria, su contexto histórico y su teología en relación con todo el mensaje de la Biblia. Mas adelante te hablaré del asunto de la “teología Bíblica” en la predicación.
            En segundo lugar esta el tema de la forma literaria que toma el texto a predicar. Básicamente, la predicación durante el siglo XX estuvo inspirada en el modelo proposicional, bosquejo lógico por lo general de “tres puntos”, donde la forma del texto y mensaje eran separados. La tarea del predicador era encontrar la idea o el mensaje del texto para luego “embotellarla” en la estructura predeterminada y proposicional. Hoy el predicador ha desarrollado su capacidad de análisis y valoración literaria del texto, se deja seducir por este como literatura: analiza formas, estudia las estructuras, aprende los diferentes artificios literarios; valora la poesía, la narrativa, la profecía y la apocalíptica. Sabe que forma y mensaje son inseparables. Es más sabe, que la exegesis correcta del texto está determinada por la clase de literatura del mismo. Así mi querido Samuel, la Biblia tiene en común con otros textos, sagrados o no, las formas literarias, es decir, la Biblia es literatura y debe ser estudiada como tal.
            Por esto, cuando este estudiando el texto a predicar, lo primero que debes hacer es identificar el género literario que estas trabajando. Así podrás predicar variedad y entusiasmo. En la poesía de la cual forman parte los salmos debes centrarte, además del lenguaje figurado, en los paralelismos que se usan: el sinónimo donde una segunda línea reafirma lo que dijo la primera; el sintético donde una segunda línea completa lo que se dice en la primera; y el antitético en donde la segunda línea contrasta lo dicho por la primera. El pensamiento hebreo es concreto y práctico, provoca la imaginación, meditación, identificación y colaboración. En la narrativa de la cual esta compuesta las dos terceras partes de la Biblia, debes notar el escenario, la complicación, el clímax, el desenlace y el cierre del relato o la historia que se esta contando. Debes evitar dos extremos: moralizar a los personajes e ignorar a los personajes. Debes mirar como estos, desde sus realidades, hablan de Dios y la salvación.
En la profecía debes tener en cuenta si en su forma es un litigio, un ¡ay!, una promesa, una representación, un discurso, o una poesía. Debes evitar el error de mirar a los profetas como adivinos del futuro, generalmente siempre miraban hacia atrás, hacia la ley y su cumplimiento en el pueblo de Dios. Las epístolas, generalmente tienen la estructura de las cartas del mundo grecorromano del primer siglo: introducción, desarrollo, implicaciones del tema en desarrollo, conclusión. La apocalíptica tiene el interés no de asustar o infundir temor, sino aliento y esperanza. Esta literatura esta dirigida a creyentes en crisis: “Dios está en control de la situación, pueden descansar tranquilos”. El uso de las imágenes y símbolos es importante aquí. Estas, mi querido amigo, son algunas de las formas literarias que el texto Bíblico toma y con las cuales debes familiarizarte. Existen otros géneros y subgéneros de los cuales no hablaremos aquí[2]. Pero es claro que no podemos acercarnos a un texto poético de la misma manera que lo haríamos con un texto narrativo o apocalíptico.
De esta manera Samuel, estructura literaria y mensaje se complementan. Tu tarea como predicador no es imponer una forma, sino dejarte llevar y seducir por la forma que el texto tiene. El autor Bíblico no solo escogió "que" decir; su tema, sino también "como" decirlo; su forma. El texto es literatura y debe tratárselo como tal. ¡Involúcrate en el texto!: hay una tormenta ¡vívela!, un llanto ¡llóralo!, una brisa ¡siéntela!, un dolor ¡se sensible!, una expresión de gozo ¡regocíjate!, hay depresión ¡identifícate! Disfruta la poesía, se desafiado con las epístolas, espera con la apocalíptica; se curioso, “la curiosidad mató al gato” y la falta de ella mata al predicador. Continuará.

[1] STANLEY KEY, Jerry, La preparación y predicación del sermón Bíblico. Mundo Hispano-El Paso (Texas), 2010, p 40,41.
[2] Un texto que te servirá para profundizar el tema es; FEE, Gordon, STUART, Douglas, Lectura eficaz de la Biblia. Vida-Miami, p 53-264, 2007.

martes, 16 de octubre de 2012

Perdón extremo


Perdón extremo
Lucas 17:1-19
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 46
En sus primeros versos, Lucas, a manera de introducción, nos comunica algunos detalles (1:1-4): el asunto o cuestión: “un relato acerca de cosas que han sido ciertísimas” y sobre las cuales otros han estado trabajando (vv.1, 2). El método: la investigación diligente y la sistematización, (v.3d). El auditorio: Teófilo, quien, al parecer, era un hombre de una alta posición en su tiempo (v.3e)[1]. El propósito: la instrucción, no como mera información, sino con un llamado a la relación (v.4). Lucas escribe para que Teófilo “conozca”; así la fe es una cuestión racional. La historia que le cuenta, la de un hombre llamado Jesús, quien es el Mesías, está enmarcada en otra historia: la del pueblo judío (1:5ss). El texto que nos ocupa esta vez forma parte íntegra de ese interés lucano por discipular e instruir en la fe a un hombre. La narración nos presenta cinco escenas, cuyo hilo conductor es el perdón, que va más allá de los convencionalismos de ese tiempo.
            En la primera escena Jesús explica a sus discípulos lo que al parecer es una actitud burlesca de los fariseos (1,2 Cp.16:14): las ofensas, dice Jesús, son inevitables. Siempre habrá personas que con sus actitudes insten al escándalo o al tropiezo. Sin embargo, la regularidad no debe quitar la seriedad; es decir, a las ofensas, aunque frecuentes, debe tomárselas en serio[2]. En la segunda escena el Señor insta a los suyos a estar vigilantes entre ellos, y les propone una solución para cuando alguien entre ellos sea causa de tropiezo u ofensa (vv.3, 4). La solución es la reprensión, que abre espacios para el perdón. Pero, en forma metafórica Jesús dice que el perdón se debe conceder cada vez que hay arrepentimiento (Cp. Mt 18:21, 22). De esta manera, lo que se dijo en la oración del Padre Nuestro respecto al perdón se hace realidad en la comunidad (Lc 11:4). Así, toda ofensa es deuda, toda disculpa es voluntad de pago y todo perdón es liberación (de la deuda). En la tercera escena (vv.5, 6), los apóstoles, que no pueden comprender lo que acaban de escuchar respecto a perdonar “siete veces”, piden fe: “¡Señor, ayúdanos!”. Jesús les dice que la cuestión no es de cantidad de fe sino de calidad. Parece ser que el perdón es un asunto de fe, porque la ofensa es también como un árbol, con hondas raíces, que hay que arrancar.
            La cuarta escena habla (en parábola) del “siervo inútil”, porque hace lo que tiene que hacer (vv.7-10). La inutilidad del siervo es comparada con la inutilidad de los discípulos, al hacer solo lo que se les había mandado. Con la historia del siervo se hace una invitación: ir más allá de la ley, para no ser llamados siervos inútiles. Si las convenciones sociales decían que se debía perdonar una vez, ir más allá era perdonar siete veces. La quinta escena presenta el relato de la sanidad de diez leprosos (vv.14-19); este es el clímax de esta sección, pues es reveladora y revolucionaria: el verdadero milagro en el texto es que la misericordia de Jesús ha traspasado las barreras étnicas, al sanar a un samaritano. Pero, hay otra sorpresa: es el samaritano (un extranjero generalmente odiado por los judíos) quien va más allá de la ley, pues la ley decía que debía ir al sacerdote, el samaritano cumple con eso, pero regresa para dar gracias y glorificar a Dios. ¡Eso es ir más allá de la ley! (Lv 14:1-32). Por tal razón, el llamado a los discípulos es a no ser siervos inútiles, a ir más allá de los requisitos legales, como el samaritano. Perdonar de manera extrema es ayudar aun al enemigo (lo que hizo Jesús), y es vivir la vida reconociendo los dones y favores de Dios (lo que hizo el samaritano).
            Ahora, hay un sentido en el que algunos miembros de la Iglesia nos hemos vuelto ‘siervos inútiles’: nos hemos acomodado, hemos creado nuestras propias normas y estándares “evangélicos” para cumplir con cierta rutina: ir al culto, leer un capítulo de la Biblia diariamente, ir a la oficina, mantener a los hijos ‘desinfectados’ del mundo; en pocas palabras, ser gente buena. La iglesia se ha vuelto inofensiva: muchos predican que Jesús murió para que viviéramos en comodidad. De seguir así, qué sorpresa nos llevaremos cuando Jesús aparezca y nos diga: “¡siervos inútiles fueron!”. El texto es una voz de alerta, un llamado a despertar de la comodidad de nuestras formas “evangélicas” e ir más allá, desafiando a los valores y formas mundanas y no acomodándonos a ellas.
            En segundo lugar, el perdón es un desafío del discipulado, es un regalo que nos iguala al trascender barreras étnicas, pues todos somos deudores y todos necesitados de perdón. Sin embargo, en la Biblia, el perdón no tiene un fundamento psicológico (para sentirnos libres emocionalmente), sino más bien un fundamento teológico: porque Dios nos perdonó en la cruz. El apóstol Pablo desarrolla aun más el tema al decir que al perdonar imitamos a Dios, pues lo más divino que podemos hacer es perdonar a otros, como Dios nos perdonó (Ef 4:32-5:1). La decisión está en nuestras manos: ¿queremos ser siervos inútiles… o siervos útiles, al perdonar de manera extrema? Fin.


[1] Lo llama “excelentísimo”, usando esta palabra empleada para dar distinción a una persona por sus cargos (Hech 23:26; 24:3; 26:25).
[2] La figura de la piedra de molino trata de mostrar, de  manera hiperbólica, la seriedad de la ofensa en la comunidad.

lunes, 24 de septiembre de 2012

¡No sea mula!


¡No sea mula!
Confesión, restauración y lección
Salmo 32
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 45
Este salmo es una ‘acción de gracias’ vuelta poesía; aquí el poeta agradece a Dios por haber perdonado sus pecados, y aprovecha esa experiencia para dar lecciones[1] y estimular la alabanza a Dios[2]. El texto presenta una estructura paralela (quiástica) la cual tomaremos para ir desarrollando y aclarando un poco el salmo[3]. Lo primero que el poeta hace es expresar el estado emocional (la felicidad) de aquel a quien Dios ha perdonado sus pecados (A-A’). De esta manera, “la felicidad es el don divino que disfrutan las personas a quienes no se les atribuye culpa, iniquidad ni engaño”[4]. Por ello, el texto invita a los justos, a los perdonados, a no quedar neutrales frente a tan magno evento: “¡alábenlo, justos!” (vv.1, 2, 10b-11). La felicidad o dicha no está, entonces, en las cosas que posee, sino en la condición de saberse libre por el perdón divino. Lo segundo que el poeta hace es contar las consecuencias del pecado no confesado, los resultados de callar, las secuelas del silencio (B-B’).Su físico fue afectado: “se envejecieron mis huesos…mi vitalidad se convirtió en sequedades de verano”. Esto es a lo que los psicólogos llaman “somatización”; es decir, cuando los problemas del alma toman cuerpo. El pecado es tan serio que carcome el alma y degenera el cuerpo: todo el ser humano es afectado. Frente a esta realidad el silencio no ayuda, sino que refuerza la situación de mal; por ello dice que “los dolores del pecador son muchos” (vv. 3, 4, 10a).
            Lo tercero que el poeta presenta es su confesión a Dios, que no busca información sino reconocimiento y aceptación de una condición (C-C’). La aceptación del pecado, no su negación, es un paso fundamental en el proceso del perdón y sanidad. Esta confesión no fue idea del salmista, sino que fue provocada por la palabra de Dios; el dedo señalador de Dios a través del profeta Natán reveló lo que nadie jamás habría sospechado (2 Sam 12:1-15). El mismo poeta dice lo que Dios le comunicó: “te haré entender…”; le llamó a bajar la guardia, a evitar la terquedad (no ser como el mulo), a ser dócil frente a la voz divina (vv.5a, 8, 9). Y en el centro de nuestro texto tenemos los resultados de la confesión (D): en primer lugar, el perdón divino; en segundo lugar, la comunión a través de la oración; en tercer lugar, protección, porque Dios se encargaría de que su pecado no lo ahogara; y en cuarto lugar, celebración a través de cantos de liberación. Este acto del perdón es tan sublime que debe ser cantado (vv.5b-7)[5]. Aquí radica el estado de dicha en que el pecado ha sido superado por el perdón divino y que ahora la comunión con Dios ha sido restablecida.
            Creo que en la pastoral enfrentamos hoy dos dificultades en el tratamiento del pecado: por un lado está la “psicologización de la iglesia”, que se da cuando las teorías y enfoques de la psicología ocupan el lugar de la Biblia, sepultando las categorías de la Escritura debajo de categorías psicológicas, y vaciando a aquellas de la fuerza semántica y su poder revelador. Por ejemplo, según la Biblia, la baja autoestima puede ser orgullo; la hiperactividad, necedad; la adicción al sexo (como el caso de Tiger Woods), perversión sexual. A los problemas como las adicciones, la Biblia los llama ‘pecado’ y no ‘deseos reprimidos’;  frente a la “incompatibilidad de caracteres en la pareja” la Biblia invita a la humildad y al amor sacrificial, no al divorcio. Sin embargo, para no caer en maniqueísmos, debemos evitar “psicologizar a la iglesia” y “eclesializar la psicología”. El segundo problema es la falta de sentimiento de culpa que la mente posmoderna con su “nueva tolerancia” nos propone. Sin embargo, el texto con su peso teológico y pastoral sigue allí diciéndonos a todos “¡no seamos mulas, seamos dóciles frente al llamado de Dios!”. Es así como evitaremos el autoengaño sobre nuestras propias condiciones y nos abriremos al perdón de Dios (1Jn 1:8, 9), porque ningún pecado nuestro es más grande que su gracia; por eso, ningún perdonado puede quedar neutral. ¡Esto merece una celebración! Fin.

[1] En salmo esta encabezado como un masquil, que indica que es un salmo educativo que transforma los temas tradicionales de la sabiduría en oración de gratitud y alabanza a Dios.
[2] Junto al salmo 51, este texto forma parte de una dupla que recoge, al parecer, la experiencia de David frente al hecho de la esposa de Urías (2 Sam 11-12).
[3] A. La dicha del perdón, vv.1, 2.
          B. El pecado y sus consecuencias, vv.3, 4.
                 C. La confesión, v. 5b.
                        D. Comunión restablecida, vv.5c-7.
                C’. La confesión, vv.8, 9.
          B’. El pecado y sus consecuencias, v.11a.
  A’. La dicha del perdón, vv.10b-11.
[4] PAGAN, Samuel. De lo profundo Señor a ti clamo: introducción y comentario al libro de los Salmos. Patmos-Miami (Florida), 2007, p 249.
[5] Las letras de los himnos de las naciones que pertenecen a las gestas liberacionistas de Bolívar celebran y cantan el hecho de la libertad.

 

jueves, 13 de septiembre de 2012

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte III


El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte III
El puente y el presente
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 44
Estimado Samuel, en mi anterior consejo te insté a buscar el centro, es decir, lo que los entendidos llaman “la idea exegética”; esta tiene que ver con el mensaje del texto con relación al auditorio original (qué les dijo el texto a ellos). Hoy quiero invitarte a un recorrido desde el mundo de ayer, el del texto, al mundo de hoy, al contemporáneo. Te darás cuenta de que tu tarea como predicador es la de “viajar en el tiempo”, ir al mundo del texto y entenderlo en cuanto a su cultura, política, sociedad y cosmovisión. Una vez hayas “entendido” el mensaje del texto en sus contextos, emprenderás el viaje de vuelta. Para esto necesitas un vehículo (o puente) llamado hermenéutica. Este vehículo te hará pensar en la forma en la que el texto antiguo es relevante para tu auditorio hoy[1]. Esta intención presupone que la tarea de comunicar el mensaje bíblico, tal como lo hizo el autor bíblico, no se lleva a cabo en lo abstracto, en lo indeterminado o impreciso, sino en contextos específicos con formas de pensar y actuar particulares.
            Ahora, mi querido compañero, quiero proponerte dos preguntas para la tarea hermenéutica: la primera tiene que ver con la sociedad en general, donde tanto tú como la iglesia a la que ministras interactúan: “¿Cómo es, qué piensa y qué hace esta sociedad?” En Latinoamérica, por ejemplo, se vive, piensa y actúa, bajo tres marcos temporales que se superponen: la premodernidad, la modernidad y la posmodernidad[2]. La segunda pregunta tiene que ver con tu entorno ministerial: “¿Cómo es y qué piensa la iglesia donde ministras?” Los auditorios merecen una tarea interpretativa y hermenéutica. La predicación siempre debe buscar hacer un contraste entre la cosmovisión bíblica y la cosmovisión de la sociedad actual, y aun de la iglesia, que generalmente no vive y actúa en el marco de esa forma de ver el mundo. Después de responder las dos preguntas respecto a los distintos auditorios, podemos definir el significado del texto “aquí y ahora” con todas sus implicaciones. Haciendo juicio a lo expresado por Padilla, hermenéutica es “esencialmente la ciencia, el arte, y el ministerio de explicar en una situación histórica actual, la Palabra de Dios que originalmente fue explicada en un medio ambiente hebreo o greco-romano, con el propósito de lograr que la vida de los lectores y oyentes se conforme a la voluntad de Dios”[3].
Pero también quiero hablarte de lo que se ha denominado homilética, que se refiere a exponer con claridad a tu auditorio el mensaje del texto estudiado. Si la exegesis tiene que ver con el mensaje del texto en relación con su auditorio original, la homilética tiene que ver con el mensaje del texto en relación con su auditorio actual. La iglesia necesita escuchar un mensaje relevante y de manera clara. La tarea del predicador es exponer el mensaje claramente y de manera simple[4]. Así, cuando predicas, debes alimentar a tu auditorio con el pan sencillo y simple de la Palabra. La iglesia necesita ser pastoreada en sus necesidades a través de la Escritura, ser desafiada por la Biblia, escuchar la voz del buen pastor en tu predicación. El traer el texto al presente (la homilética) te ayuda a pensar en la pluralidad del auditorio y en el poder de la Palabra para hablarle de manera práctica y clara.
            En resumen, el puente te ayudará a entender la manera en la que el mensaje del texto se hace relevante hoy; el análisis y crítica de la cosmovisión actual, de acuerdo al mensaje del texto, es fundamental. En el salmo 120, por ejemplo, el salmista critica a la sociedad mentirosa en donde vive, a la vez que le pide a Dios que lo libre de la mentira. Este texto nos hace pensar un poco en nuestra realidad colombiana donde, como dice Puyana[5], la mentira es el deporte nacional. El presente (o la homilética) te hace pensar en comunicar el mensaje del texto de manera sencilla, práctica y clara. El salmo 120 nos pone a pensar en las mentiras a las que a diario nos vemos expuestos como creyentes: la mentira de la publicidad, de la politiquería, de los predicadores de la prosperidad y las nuestras.  Un grupo de predicadores ha llamado a estos dos componentes ‘relevancia y claridad’[6]. Por esto, mi estimado amigo, viaja en el tiempo; que tu predicación sea una muestra de un viaje que hiciste de ida y vuelta.  Continuará…


[1] “Aunque la palabra ‘hermenéutica’ cubre normalmente todo el campo de la interpretación, incluyendo la exégesis, también se usa en el sentido más estrecho de buscar la relevancia contemporánea de textos antiguos”. FEE, Gordon, Stuart, Douglas, Lectura eficaz de la Biblia. Vida- Miami (Florida), 2007, p 29.
[2] KRONFLY CRUZ, Fernando, La sombrilla planetaria. Planeta-Bogotá, 1994, p 11-23.
[3] “Hacia una hermenéutica contextual” en http://www.asit.org.ar/?p=88 28/05/12.
[4] “todo lo que hemos aprendido en la era industrial se ha orientado a crear más y más complicaciones. Pienso que ahora, cada vez más personas están aprendiendo que es necesario simplificar, no complicar. La simplicidad es la máxima sofisticación”. “El poder de lo simple” en http://search.4shared.com/postDownload/dAyS323Q/El_poder_de_lo_simple.html 29/05/12.
[5] PUYANA, German, ¿Cómo somos? los colombianos: reflexiones sobre nuestra idiosincrasia y cultura. Bahandar- Bogotá, 2002, p 287.
[6] Material expuesto en el Primer encuentro Lanhgam ciclo caribe. Coveñas-Colombia, 2012.

viernes, 24 de agosto de 2012

Alabanza en tiempos de crisis


Alabanza en tiempos de crisis.
 2 Crónicas 20:1-30
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 43
Los libros 1 y 2 de Crónicas, escritos después del exilio, cumplen básicamente dos funciones: una histórica y teológica y otra litúrgica. La primera busca la recuperación de la identidad del pueblo después de la tragedia del destierro y la restauración de la idea de que este pueblo seguía siendo la comunidad del pacto; las largas genealogías tienen ese propósito (1 Cr 1-9). Si el pueblo deseaba afirmar su identidad, debería mirar hacia atrás, valorar su historia y convertirla en posibilidad pedagógica. La segunda función se deja ver en el interés del cronista en el culto y su parafernalia, sobre todo en su énfasis en el templo y lo referente a este (2 Cr 6-8). A la comunidad pos exílica se le desafía a ser litúrgica[1]. El texto que nos ocupa en esta reflexión debe leerse, entonces, teniendo en cuenta los criterios expresados, además de notar que hace parte del ciclo de Josafat (2 Cr 17-20 Cp. 1 Rey 22:41-50). El texto involucra al lector en un recorrido en clave emocional: va del temor a la tranquilidad, de la angustia al reposo, de la tensión a la calma; de esta manera, lo que está en el centro es la invitación a mirar cómo se da el cambio y qué es aquello que lo genera.
            Lo primero que el texto presenta es la situación o el problema (vv.1-2): una coalición de naciones (Moab y Amón) viene contra Judá. El problema se incrementa con el informe que se le da a Josafat y la actitud inmediata de este: es una “gran multitud” y el rey siente temor (v. 3a). Lo segundo que se ve en el texto es la reacción de Josafat frente al problema (vv.3b-12): se convoca ayuno y se hace una oración que está dividida en dos partes: la primera recuerda los grandes actos de Dios en la historia del pueblo (la promesa a Abraham, la conquista, el templo como lugar de adoración; temas tocados para referirse a la historia y a la teología del pacto - vv. 3b-8); la segunda parte de la oración deja el pasado para centrarse en el presente: los hijos de Moab y Amón que no fueron tocados por el pueblo durante el viaje a la tierra prometida, ahora le pagan con maldad. En resumen, la oración con su referente histórico y actual dice lo siguiente: “Señor, este pueblo, esta tierra, este templo, es tu plan; ahora hay aquí algunos que quieren atentar contra él. ¡Defiéndelo! En tus manos lo dejamos; nosotros no sabemos qué hacer frente a esta gran multitud. Declaramos nuestra torpeza”. Es así como reconocen que el Dios de sus padres es también el Dios de ellos; su obra en el pasado puede ser mencionada como muestra de que él es fiable; su pueblo puede ir ante él y encontrar respuesta.
            En tercer lugar, el texto muestra la propuesta de Dios como la solución (vv.13-26). Ante la expectativa del pueblo, la Palabra, a través de un profeta levita, llega para dar fortaleza y ánimo: “no tengan miedo”; y para dar dirección: “desciendan mañana contra ellos”. La oración no invita a la evasión, sino que convoca a la acción fundamentada en el acto profético, en el acto de la Palabra. La estrategia militar es tan extraña como ridícula: no pedía arqueros en frente, sino cantantes; pedía levitas expertos en el culto, no guerreros. Es así como los ejércitos enemigos son confundidos y se matan entre ellos. Parece haber aquí cierta crítica anti guerrerista: el arma de combate parece ser la alabanza, no la espada; la guerra es celebración, no confrontación. Judá saquea el campo enemigo y la tensión primera se vuelve en calma última; la tristeza es transformada en alegría; el acto salvífico de Dios se convierte en testimonio para las naciones; el Dios de Judá se da a conocer a los pueblos (vv.27-30 Cp. Hch 5:11). El texto termina con connotaciones litúrgicas: celebración y reposo (sábado).
            Quisiera terminar con algunas implicaciones respecto a la alabanza. En algunos sectores del “evangelicalismo” latinoamericano se dice que “la alabanza libera el poder de Dios”, y se usa a menudo este texto para afirmarlo. Ese concepto es peligroso porque realza cierto “espíritu mágico” que se fundamenta en la creencia que consiste en conocer las fórmulas correctas para manipular a la divinidad y producir los resultados esperados. El Dios de la Biblia, no obstante, no actúa bajo el criterio de fórmulas. Lo que sí se puede afirmar a la luz del texto es que las victorias deben darse en el marco del culto, la alabanza y la celebración a Dios. En segundo lugar, la alabanza no es terapia para olvidar un rato. A menudo los “directores y ministros de alabanza” instan a los creyentes  en el culto a concentrarse, a olvidarse de los problemas y del que está al lado. De esta manera, la alabanza es invitación al olvido, donde el prójimo se convierte en estorbo. Pero la alabanza es para mostrar confianza en Dios; es la confesión pública de un pueblo que cree (sabe) que Dios está en control. En tercer lugar, la alabanza no se da en menoscabo de la Palabra y la oración, sino mediada por estas. La alabanza que no está mediada y fundada en la Palabra (teología) y que no se da en el marco de la oración (dependencia de Dios) es simplemente muestra cultural y expresión  folclórica. Fin.



[1] En las genealogías, por ejemplo, el centro está dado en el culto, el templo y los levitas. Ver Sparks, James T. The Chronicler’s genealogies: towards an understanding of 1 Chronicles 1-9, Atlanta (Georgia)-EEUUA, Society of Biblical Literature, 2008.

lunes, 30 de julio de 2012

La revolución del amor


 La revolución del amor
1 Co 13:1-13
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 42
Los Corintios estaban inmersos en la megalomanía de los dones del Espíritu, sobre todo los que tenían carácter espectacular y llamaban la atención, especialmente el de lenguas. Quien ostentaba uno de estos dones espectaculares llamaba la atención de los demás hacia él, ya que esto le daba un aire de “espiritualidad y unción”. Era un verdadero culto a la personalidad. En capítulos anteriores se nota que al principio la valía del creyente había estado centrada en la popularidad del predicador con el cual se habían convertido (1:11-14); ahora estaba centrada en la espectacularidad  del don que poseían. Frente a esta tendencia individualista y pagana de ver el asunto el apóstol propone una opción radical y diferente; por ello les dice: “ustedes aspiran los mejores dones, pero yo les voy a proponer un camino mejor” (1 Co 12:33), una mejor aspiración. Ya podemos imaginar a los cazadores de dones ante la lectura pública de esta carta. Pablo- razonaban- ¿estás diciendo que hay algo mejor a que te aplaudan por hablar en lenguas y que te digan que eres muy espiritual por la “palabra profética” que das? ¡Dínoslo ya para ir tras eso y añadir a nuestra colección un don más! Pero, ¡qué sorpresa están a punto de llevarse!
            Este capítulo, como dice Wright[1], es el corazón callado que late tranquilamente y que le da sentido a todo lo demás. El amor, tema que concierne a este capítulo y que había sido tratado de manera breve en otra parte (8:1), lo definiremos aquí como la decisión que toma el creyente de poner al servicio de los demás los dones y capacidades que Dios le ha dado, no para autoexaltación, sino para la gloria de Dios. Ahora, ¿Por qué este camino es mejor que el de la búsqueda frenética de los dones para la autoexaltación? En primer lugar, porque sin esta decisión el uso de los dones se convierte en mera algarabía, exhibicionismo y negación (vv.1-3). El apóstol propone algunos casos posibles: “si hablo lenguas de hombres o ángeles…” (v.1); esta capacidad sin amor es mera algarabía y la negación de la capacidad de comunicación: “metal que resuena” (Cp. Sal 150:5). “Si tengo profecía… y si tengo toda la fe…” (v.2); estos dones sin amor niegan la capacidad del ser: “nada soy”. “Si reparto… y si entrego mi cuerpo…” (v.3); esta capacidad de sacrificarse sin amor es una negación de lo útil: “de nada me sirve”.
            En segundo lugar, este camino es mejor por el carácter virtuoso del amor (vv. 4-8). Las virtudes del amor enumeradas aquí tienen como objetivo decirles a los corintios todo lo que ellos no eran o no hacían en sus cultos: por ejemplo, si el amor es paciente, ellos eran impacientes y no se esperaban en la cena (11:33); si el amor no es celoso, ellos celaban los dones que otros tenían; si el amor no es indecoroso, sus cultos patrocinaban el indecoro propio de las reuniones de los “cultos mistéricos”: personas tiradas al piso, labios espumeantes y gente fuera de control; si el amor es sufrido, ellos miraban el sufrimiento como oposición a la fe. En tercer lugar, este camino es mejor por el carácter permanente del amor, en contraste con el carácter transitorio de los dones (vv. 8-10). Los dones (profecías, lenguas) tienen fecha de vencimiento; el amor es permanente, no caduca. En la actualidad estamos incompletos, pero el amor es muestra de que el futuro ha comenzado. Cuando llegue lo perfecto, lo temporal se acabará, porque cuando el sol sale, todas las luces se apagan[2].
              En cuarto lugar, este camino es mejor por el llamado a la madurez que el amor hace (vv. 9-12). El apóstol hace uso de dos metáforas para decirles que el amor no patrocina la pereza y el quietismo, más bien aboga por el desarrollo y la madurez del creyente. Con la metáfora del niño les dice que deben ir creciendo; hay que tomar conciencia de la mayoría de edad. Ellos habían tomado el tema de los dones como un juego de niños. Cuando la iglesia no toma conciencia de la naturaleza de los dones y del amor, muestra con ello su inmadurez. Con la otra metáfora, la del espejo, les dice que deben vivir expectantes por el futuro; los dones no son un fin. En quinto lugar, este camino es mejor por el carácter preminente del amor, aun por encima de la fe y la esperanza (v.13).
            La lectura de este texto ha sido relegada, de manera trivial e irreflexiva, a las ceremonias matrimoniales, un asunto que lamentamos; el texto en su contexto original habla del culto. En segundo lugar, el texto nos pregunta por qué hacemos lo que hacemos, qué buscamos al usar nuestros dones o capacidades en la comunidad. En tercer lugar, la iglesia puede existir sin los dones, pero morirá sin amor. En cuarto lugar, el apóstol no propone tanto un marco para el desarrollo y uso de los dones, sino que señala un camino superior al de la vida dedicada a la búsqueda y la ostentación de los dones del Espíritu. En quinto lugar, la dimensión donde se puede llevar a cabo el uso de los dones no es la “unción”, sino el amor. En sexto lugar, Pablo termina diciendo que dado que esto es así, que el camino mejor es el amor, entonces que se lancen a la búsqueda del amor” (14:1). ¡Qué revolución!      Fin.


[1] WRIGHT, N.T, Sorprendidos por la esperanza: repensando el cielo, la resurrección y la vida eterna. Convivium Press-Miami. 2011,  p.266.
[2] “En la venida de Cristo se habrá alcanzado el propósito final de la obra salvadora de Dios en Cristo”. FEE, Gordon, Primera epístola a los Corintios. Nueva Creación-Buenos Aires, 1998,  p.732.

miércoles, 18 de julio de 2012

La casa de mis sueños: el mensaje de Hageo ayer y hoy


La casa de mis sueños: el mensaje de Hageo ayer y hoy

convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 41
El mensaje del profeta Hageo se centra en los habitantes de Judá, sobre todo en Zorobabel y Josué, quienes después de haber llegado del exilio habían descuidado la redificación del templo o la casa de Dios. Este descuido se debía básicamente a dos razones: en primer lugar al desánimo ante la oposición samaritana frente a un primer intento de reconstrucción (Esd 3:8 - 4:24); y en segundo lugar al exceso de preocupación del pueblo por los proyectos meramente personales. Frente a esta realidad, el profeta predica cuatro sermones en los que desafía al liderazgo (poder político y religioso) y al pueblo en general a reiniciar las obras de reconstrucción del templo que los babilonios habían destruido[1].
El primer mensaje trata un asunto práctico (1:1-15): el ornamento y lujo de las casas contrasta con la ruina y le deterioro de la casa de Dios. Esta situación muestra en sí misma un desequilibrio y un cambio en las prioridades del pueblo, y a la vez pone en la mesa la cuestión de lo urgente y lo importante, lo fundamental y lo accesorio, lo central y lo periférico. Frente al letargo del pueblo al decir “aun no ha llegado el tiempo para edificar la casa de Dios” (1:2), el Señor le responde diciendo que piense, que haga un alto en el camino y reflexione. La vida del pueblo está en ruina, porque la casa de Dios también lo está. Así, el templo en ruinas es una señal clara de la condición “espiritual” del pueblo; esa situación se refleja en el día a día.  Pero el pueblo escucha y actúa.
Hay señales claras de declive espiritual en el pueblo de Dios; dejar para después lo importante es una muestra clara de ello. Cuando el hombre pierde su relación con Dios, el entorno se le vuelve agresivo (Cp. Gén 3: 9-24; Dt 28:15). El segundo mensaje trata de un asunto histórico y teológico (2:1-9): este templo sobrepasará en gloria y esplendor al referente histórico: el templo construido por Salomón (1 Rey 6-8). El referente teológico es también citado: Dios les recuerda que, según la teología del pacto en el marco de la liberación de Egipto, él moraría entre ellos. Ese era el ideal (el sueño) y por ello la construcción del tabernáculo (Éx 40:34). Ellos han sido, son y serán conocidos como un pueblo de la presencia de Dios, y esa presencia disiparía los temores en este proyecto. Pero Dios también promete abolir todas las fuerzas de agresión (2: 6,7-9). El tercer mensaje trata con un asunto litúrgico (2:10-19): la consulta a los sacerdotes sobre la cuestión de la contaminación arroja el siguiente mensaje: “el culto que ustedes hacían, los sacrificios que ofrecían, no eran agradables, porque sus vidas no lo eran”. Hay una relación íntima entre vida y culto. El culto no era una cortina que escondía la inmoralidad y los pecados del pueblo.
El cuarto mensaje trata un asunto político (2:20-23): ante el colapso de la monarquía, Judá era ahora solo provincia de Persia, y Zorobabel, gobernador de aquella. Por ser descendiente de David, el profeta proyecta en él la restauración de la dinastía, las esperanzas mesiánicas. Dios promete delegar toda su autoridad en Zorobabel, como un anillo para sellar (Cp. Jer 22: 24,30). Los compromisos de Dios para este pueblo siguen vigentes, por lo que pueden seguir confiando en él. Dios morará en su casa, la de sus sueños (ideal), estará en medio de su pueblo y gobernará a través de Zorobabel. El pueblo sería lo que tenía que ser: una nación de la presencia de Dios.
Ahora, ¿Qué tiene para decirnos este mensaje hoy? En primer lugar, el mensaje de Hageo no es un sustento teológico o escritural para construir templos hoy. La construcción de nuestros templos tiene que ver más con un asunto administrativo y estratégico, no tanto teológico, como en esa ocasión. En segundo lugar, en el NT la teología del templo es aplicada a Jesús: él es el nuevo templo que contiene la gloria de Dios, y en torno a él su pueblo, la iglesia, se congrega (Rm 12:1,2; Col 1:19). Él fue el templo en ruinas por la acción de los hombres que se reconstruyó en tres días para remplazar el templo de Jerusalén (Jn 2:19-20; 4:21). Por extensión, el templo, la casa de Dios, no es un conjunto de cuatro paredes; es su Iglesia (Ef 2:18-20; 1 Cor 6:19; 1P 2: 4,5). La iglesia es el templo en construcción, es la obra no acabada, es el asunto inconcluso, y, ante todo, la portadora de la presencia de Dios. A este proyecto somos llamados por gracia para participar de manera comprometida en su construcción.
En tercer lugar, en Cristo, el mesianismo prometido a Zorobabel llega a su clímax; en él Dios trae salvación, reafirma su reinado y trastorna los poderes de este mundo. En cuarto lugar, la palabra del profeta estimula la esperanza: no existen situaciones de destrucción ni de ruinas que sean irreversibles; aunque todo se encuentre hecho pedazos, en Dios, la reconstrucción será un proyecto posible. Así, viviendo profundamente todas nuestras destrucciones y asumiéndolas sin negarlas, lograremos experimentar la restauración y el resurgimiento que viene únicamente de Dios. En quinto lugar, la iglesia debe ser conocida como el pueblo de la presencia de Dios, un pueblo en construcción para la construcción, un lugar donde la restauración es posible, donde la esperanza y la utopía son realizables.  Fin.


[1] Cada uno de estos mensajes está dado en un marco temporal específico: de septiembre a diciembre del año segundo del rey Darío de Persia, en el 522 a. de J.C aprox.

sábado, 7 de julio de 2012

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte II

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte II
El centro

           convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 40
Samuel, como es sabido por las ciencias humanas como la antropología, la psicología y la sociología, todo ser humano debe responder a las preguntas “¿para qué estoy aquí?”,  “¿para qué existo?” y “¿cuál es mi centro?”.  Una vez respondidas, se genera una agenda o proyecto de vida que determinará valores, principios y prioridades en la existencia de un individuo[1]. En la Biblia encontramos varios ejemplos de personas que dieron respuesta a esas preguntas, aunque trajeran algunos “malestares”: Josué tuvo que definir su centro en Siquem ante las tribus de Israel (Jos 24:15); Jesús hizo lo propio ante el éxito por milagros y exorcismos (Mr 1:38); y los apóstoles igualmente lo hicieron frente al desafío de un problema interno en la iglesia naciente (Hch 6:4). En la predicación, mi querido amigo, también pasa lo mismo. Cuando te enfrentas a un texto debes definir su centro, o responder a la pregunta “¿Qué dice este texto?”;  la respuesta determinará muchos asuntos a la hora de predicar tu sermón.
            Cuando estés trabajando un texto para tu predicación, lo primero que debes definir es la idea central o idea exegética, o el centro del texto. La mente humana siempre se está preguntando de qué trata esto o aquello, una película, un libro o una discusión. Por eso, si tienes una idea clara sobre el tema central del texto serás concreto y claro al comunicar. En ocasiones, la idea central del texto no será fácil de encontrar, no porque el autor la dejó como un código indescifrable, sino por la dificultad a nivel narrativo, argumentativo o poético a la que muchas veces nos enfrentamos como predicadores, y por los ‘lentes’ o presupuestos con los que a veces nos acercamos al texto Bíblico. Sin embargo, hay dos preguntas que se le deben hacer texto; esto es muy útil a la hora de hallar la idea central. La primera pregunta define el tema: “¿De qué está hablando al autor?”; la segunda define el complemento: “¿Qué dice de eso que habla?”[2] Si aplicamos estas preguntas a la siguiente sentencia: “el cielo es azul”, responderíamos así: “Tema: el color del cielo; complemento: es azul”. Tomemos una segunda sentencia: “lámpara es  a mis pies tu Palabra”. Tema: el beneficio de la Palabra; complemento: guía en la oscuridad.
            Ahora, querido amigo, trabajemos un texto de manera más detallada. Tomemos Efesios 3:1-13. Por las repeticiones y énfasis que hace el autor, el tema es “el misterio de Dios”, y el complemento es “que lo judíos y gentiles formen, en Cristo, un solo pueblo llamado iglesia”. El mensaje central de este texto se expresaría así: el misterio de Dios consiste en que los judíos y no judíos formen, en Cristo, un solo pueblo llamado iglesia. Así, y de manera simple (no simplista), hemos encontrado lo central en el texto de Efesios. Ahora sabes con certeza de qué trata este texto; esto hará más sencilla su comunicación. Pero falta algo muy importante: el bosquejo o estructura. La idea central es como una gran cuerda; hay ideas secundarias, que son como prendas de vestir que vas colgando; pero falta el fundamento que sostiene a la idea central, al que se le llama bosquejo o estructura. Cuando tengas la idea central te propongo hacer una tercera pregunta que acompaña a las dos de la idea exegética: “¿cómo desarrolla el autor esa idea en el texto?” De esta manera no le impones al texto una estructura sino que te dejas llevar por él para descubrir la estructura que el autor usó o la manera en la que organizó sus ideas para comunicar su mensaje.
            El escritor pudo usar contrastes, resúmenes, declaraciones generales, desarrollar un argumento con clímax intermedio o final, repetir términos o frases, desarrollar un argumento lógico, usar símbolos o imágenes, elaborar y contestar preguntas, usar paralelismos, entre otros. Así, mi querido amigo, te darás cuenta de que mensaje y forma no compiten, se complementan. En Marcos 4:35-41, cuando preguntamos cómo desarrolla el autor la idea central, encontramos tres elementos grandes y tres preguntas: una gran tormenta y una pregunta, una gran quietud y una pregunta, un gran temor y otra pregunta. Si te es útil, de todo lo que te he expresado, te propongo un resumen. Frente al texto, pregunta: 1) ¿Qué está diciendo el autor? Resume en una frase o párrafo pequeño el mensaje del texto; así podrás entrar un poco en la ‘mente’ del autor.  2) ¿Por qué lo está diciendo? Esto te introduce un poco en la problemática interna de los lectores primarios, pues hay detalles entre líneas que son necesarios notar. 3) ¿Cómo lo está diciendo? De esta manera descubres la estructura lógica o bosquejo que el autor usó para ordenar y comunicar mejor su mensaje. Recuerda que lo central es lo importante;  sin ello todo lo demás es vano. Lucha con el texto cual Jacob con el ángel (no lo sueltes hasta hallar lo central). ¡Encuéntralo, vívelo y predícalo!  Continuará…



[1] “En ultima instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ellos plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo”. FRAKL, Víctor, El hombre en busca de sentido. Herder-Barcelona, 1988, p 79.
[2] ROBINSON, Haddon W, La predicación Bíblica: cómo desarrollar mensajes expositivos. Unilit- Miami, 2000, p 40,41.

miércoles, 20 de junio de 2012

Abdías para principiantes. Parte II


Abdías para principiantes. Parte II
Reflexión sobre una imprecación contestada
Abdías 1:1-21
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 39
Siendo Edom descendiente de Esaú, y Judá descendiente de Jacob, Judá esperaba una actitud diferente de parte de Edom, al caer en manos de Babilonia. El profeta describe ahora el porqué del castigo divino: Edom no fue solidario con sus hermanos. Eso dolió, porque no hay mal que más duela que el causado por aquellos que consideramos cercanos y amigos. Edom fue traicionero, indiferente; se gozó con el mal ajeno, habló más de la cuenta; aprovechó la vulnerabilidad de Judá para entrar, mirar y tomar; asaltó y traicionó (vv.10-14). Por eso el salmista ora de manera imprecatoria: “Señor, acuérdate de los edomitas el día en que cayó Jerusalén. ¡Arrásenla, gritaban, arrásenla hasta sus cimientos!” (Sal 137:6). El “acuérdate” aquí no es simplemente una acción mental de traer a la memoria, sino que tiene que ver con ‘tomar cartas en el asunto’. Recordemos que a esta imprecación, a estos sentimientos por la justicia de Dios, responde Abdías en su libro. Su mensaje es: Edom será castigado por Dios por la actitud hacia Judá, su hermano, en el día de la dificultad y la angustia. Dios afirmará su reino, Edom desaparecerá.
            Ahora el profeta anuncia que “el día del Señor” está cercano, que será un tiempo de venganza[1]. Edom pagará de la misma manera que trató a Judá. Será un verdadero festín, las naciones beberán de Edom (vv.15, 16)[2]. El profeta anuncia el regreso del pueblo a su tierra, al monte Sion. Con una retórica magistral, Abdías dice que Judá pasará de ser quemada a quemar, de no poseer a ser poseedor, de ser perdedor a ser triunfador. De esta manera  el reino del Señor será reivindicado (vv.17-21). Así, el reino, el gobierno de Dios, es anunciado creando expectativa y esperanza. Para el profeta, solo con la destrucción de Edom, símbolo de los poderes terrenales que se levantan contra Dios, será completada la restauración. Este reino relativiza a todos los poderes y reinos terrenales[3]. Es así como la metáfora de “Dios como rey”, en el AT, no tiene una implicación caprichosa o altanera, sino más bien que comunica el ordenamiento de la creación como un lugar viable y fiable donde pueda desarrollarse la vida y el bienestar[4].
            La situación descrita por Abdías (la tensión  y enemistad entre Judá y Edom), hace parte de un asunto familiar que en el AT se va acrecentando hasta convertirse en una cuestión política con implicaciones internacionales y misiológicas. La lucha empieza en una matriz y termina con una guerra entre naciones (Gn 25:20-23 Cp. 2 Crón 28:17). La rivalidad llega hasta el siglo primero, cuando Herodes El Grande, Idumeo (edomita), trata de destruir al recién nacido niño Jesús (Mt 2:16). Es así como la pregunta hecha a Caín “¿dónde está tu hermano?” retumba en esta historia. El texto nos pregunta, sin rayar en actitudes maniqueas, por la solidaridad “¿De qué lado estamos?” Las posiciones, los diferentes espacios donde nos movemos, los usamos para vejar y maltratar o para servir, especialmente a aquel que ha caído en manos de delincuentes, ya sean comunes o egresados de Harvard.
            En segundo lugar, la imprecación (oración por justicia) nace en el dolor o la tragedia, clama por la justicia y la deja en manos de Dios. En la teocracia la imprecación era remitida a Dios. En sistemas de gobierno como la democracia, la imprecación es remitida al Estado que tiene toda autoridad para impartir el derecho y la justicia. La imprecación no consiste tanto en desear lo malo, sino en anhelar justicia (2 Tim 4:11). Note que el orante no toma la venganza en sus manos: remite sus deseos de venganza y justicia a Dios. En tercer lugar, en el AT, Israel había sido escogido por Dios para darse a conocer a las naciones (Gn 12:1-3); para ello, Israel tenía que vivir como pueblo de Dios, como la nación del pacto; pero los demás pueblos eran responsables por la manera en la que respondían a la revelación de Dios en Israel. La respuesta podía traer juicio o salvación. En este sentido, en el NT, Jesús es el nuevo Israel; él asume la misión de Israel y la lleva a su punto culminante (Mt 2:15; Lc 2:25; 4:4). En Cristo están combinados los elementos del reino, como en Abdías, y la reivindicación de este Israel. Por ello, no es casualidad que Apocalipsis diga: “Todas las tribus de la tierra harán lamentación por él” (Ap 1:7). Así Dios lleva a cabo su misión: a través de Israel declara su reino, y dado que después del exilio quedan expectativas de un reino más completo (Mal 3:1; 4:5); en Jesús este reino llega (Mrc 1:14,15), Dios se revela para salvación y para juicio (Jn 3:17,18). Fin.


[1] La fórmula usada aquí es la de la ley del Talión: Edom recibirá conforme a lo que hizo.
[2] La fórmula "el día de Yahvé" se convierte en la expresión técnica que resume el mensaje de esperanza propuesto por los profetas.
[3] CARHUACHIN, César. Abdías, en Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 13: Oseas-Malaquías. Mundo Hispano-El Paso (Texas), 2003, p 166.
[4] BRUEGGEMANN, Walter. Teología del Antiguo Testamento: un juicio a Yahvé. Sígueme- Salamanca, 2007, p 260.