Yo
me llamo… Lea (II)
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Retomemos mi historia. Al parecer mi papá resultó ser más astuto que Jacob, pues como les dije, la noche de bodas no le entrega a
mi hermana sino a mí, tal vez aprovechándose del efecto del vino. Pero
recuerden que años antes también el mismo Jacob es quien se aprovecha de la
ceguera de su padre Isaac[1].
Y… quien sabe si este evento le recordó
la escena en la que le roba la primogenitura a su hermano Esaú suplantándolo.
Tiempo después me confesó, y esto es primera vez que se dice, que se sintió
burlado, pues se dio cuenta de que esa era la costumbre y de que él no podía saltarse
las normas, como había hecho hasta ese momento. Es más, algunos viejos de la
comarca, invitados a la fiesta, ya decían entre los pasillos: “¡y este
muchachito impetuoso quien se cree para venir aquí y saltarse las reglas!”. Me
da mucha risa al enterarme ahora de lo que el Midrash[2] Rabá comenta
de “la gran estafa” de mi papá y de mi supuesta actitud, abro comillas: “Jacob le
dijo a Lea: “¡Tramposa hija de tramposo, por la noche te llamé con el nombre
de Raquel y tú me respondiste!, a lo que Lea respondió: "¿Y
tu padre no te llamó con el nombre de Esaú y también le
respondiste?”. Si esto hubiese sido cierto sería una gran lección
para Jacob… ¿no creen? Bueno, al menos no me repudió.
Hay algo que no les he dicho y es
respecto al significado de mi nombre: Lea significa en hebreo; cansada o
también cansar. Y la verdad es que en mi, las dos acepciones de la raíz hebrea
de donde proviene mi nombre se dieron; es decir, algunas veces me sentí cansada
y no es para menos; pero algunas veces, lo reconozco, me volví cansona. Quisiera
hacer aquí un paréntesis para proponer una aclaración con esto del significado
de los nombres, porque, según he escuchado, hoy se ha vuelto una práctica común
el poner nombres por el significado, atribuyéndole al nombre mismo un poder,
como si este fuera un amuleto para la buena suerte y entrando al terreno de lo
mágico y el fetiche. Por ejemplo, hay madres que le ponen por nombre “José” a
sus hijos esperando, legítimamente, que ellos reflejen el carácter del
personaje Bíblico con todas sus hazañas y su compromiso con Dios y su Palabra. Sin
embargo, sabemos que el carácter no depende tanto del nombre que tengas, sino
de los factores genéticos, sociales y familiares que van condicionando al
individuo. Así, cuando la Biblia usa el nombre Jacob, que significa engañador o
usurpador, en este caso el nombre no condiciona al personaje sino que describe
lo que él era. Es decir, él no era engañador porque se llamaba Jacob, él se
llamaba Jacob porque era engañador. A Jabes, por ejemplo, que significa dolor,
no se le cambia el nombre, él, en oración pide que sus circunstancias cambien y
Dios le permita surgir como individuo, a pesar del nombre[3].
En pocas palabras el nombre refleja algunas condiciones sociales, personales y
culturales de una época, pero no determina el carácter, el individuo tendrá que
tomar decisiones para bien o mal. Espero haber sido clara al respecto.
Bueno, para sobrellevar un poco el
desprecio y mi cansada vida, el Señor me permitió tener hijos; y es que en
nuestra cultura el tener hijos era visto como muestra del favor divino y daba a
la mujer un sentido de valía y realización. La maternidad era un asunto altamente
valorado. Tengo entendido que hoy la maternidad no es una virtud sino una afrenta social y personal. A mi primer
hijo le puse por nombre Rubén que en nuestra lengua significa “vean al hijo”,
esperaba que a partir de aquí mi esposo me diera cariño por el hecho de haberle
dado un hijo, pero… no pasó nada; di a luz tres hijos más: Simeón (oír), Leví (ligar)
y Judá (alabar). Sus nombres recordaban mis frustraciones, bendiciones y
desencantos. Mi hermana se puso furiosa pues ella no había podido quedar
embarazada y le reclamo a Jacob por ese hecho. Las rivalidades y competencias
entre nosotras eran evidentes, entonces; según la costumbre de ese tiempo mi
hermana entrego a su sierva para que Jacob durmiera con ella y quedara
embarazada, al nacer el niño, en las rodillas de Raquel, lo que lo convertía en
su hijo (era como una especie de adopción). Mi hermana tuvo por su sierva a Dan
y a Neftalí. Yo no me quería quedar atrás y le entregue también a mi sierva y
ella dio a luz a Gad y Aser.
Las tensiones seguían y se
pronunciaron más un día, lo recuerdo como si fuese hoy, que mi hijo Rubén fue al campo y me trajo una
fruta llamada “mandrágora”, esta fruta era conocida por sus propiedades afrodisíacas.
Mi hermana me pidió y yo, reconozco que fui fuerte, le dije que ella era una
descarada pues ya me había quitado mi marido y ahora pretendía quitarme también
las frutas. El hecho es que negociamos: yo le di mandrágoras y ella me presto a
mi marido, así fue como di a luz a Isacar y a Zabulón. Toda una odisea. Con
Zabulon llegue a la conclusión de que ahora Jacob si me honraría, pues seis
hijos son seis. Y, cómo olvidar a mi pequeña, a Dina… ella… mi pequeña… este…
fue brutalmente violada… perdón, no puedo seguir…debo tomar aire… esto es
demasiado fuerte. Luego continúo…
[2] Recordando lo que es un midrash: en la
tradición hebrea hay algo que se le conoce como Midrash, son enseñanzas
que se basan en hacer una exégesis hebrea (entendimiento del momento preciso
del suceso con todas sus implicaciones) de los relatos Bíblicos dirigidos al
estudio e investigación que facilite la comprensión de las Escrituras, tomando
elementos actuales para ejemplificar de modo comprensible sucesos antiguos,
pero es importante entender que no necesariamente deben ser verdad, por eso no
aseveraremos que así haya sido, solo los contemplaremos para tener un poco mas
de idea de lo que pudo haber pasado.)