Por qué soy
cristiano: razones para creer. Parte I
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 66
Empezaré este trabajo adelantándome a dos posibles
objeciones que, frente a mi argumentación, el lector, cristiano o no, pueda
tener. El lector puede objetar, en primer lugar, por ejemplo que “mi confesión
de fe” obedece, más que a convicciones personales, a imposiciones culturales y
familiares; y que, de haber nacido en la China de seguro sería budista. Frente
a lo primero, a las imposiciones culturales y familiares, respondo que aunque
soy “parte de una cultura” en donde por
cinco siglo el cristianismo ha sido la religión tradicional e “hijo de una
familia” que ha sostenido la fe cristiana por tres generaciones; hay personas que
en las mismas condiciones han optado por otras formas y credos, e incluso por
el ateísmo que dicho sea de paso, es también una forma de fe[1]. Por
otro lado, la posibilidad de haber nacido en la China y ser budista se hace insostenible
porque estamos de repente entrando en el terreno de lo falaz; sería una falacia
ex hipótesis o contraria al hecho, en donde se trata de sostener un argumento en
lo que nunca pasó. Por ejemplo, hay creyentes que preguntan ¿Y… que hubiese pasado si Adán y su mujer no
hubiesen pecado?, la respuesta es: no sabemos. No experimentamos esa realidad y
está, la de la caída, es el único fundamento para la reflexión y la
argumentación.
La segunda objeción que
puede esbozar el lector es que, como mi argumentación es a partir del texto
Bíblico, estoy cometiendo la falacia de
petición de principio o argumento circular.
Sin embargo, no recurriré al texto sagrado de la forma tradicional del
evangelicalismo latinoamericano[2],
en donde la persona tiene que creer esto o aquello porque lo dice la Biblia y
la Biblia es la Palabra de Dios. Esta
forma de ver el asunto muestra a veces una creencia ciega y fundamentalista. Mi
forma de ver el asunto es la siguiente. Los orígenes del pueblo de Israel están
vinculados a eventos históricos al igual que el cristianismo. Cuando, por
ejemplo, Isaías hace mención de Ciro el Persa nos está diciendo que ese
mensaje, en relación a Israel, se llevó a cabo en el seno de un espacio
concreto y, de no ser así, de comprobarse que Ciro no existió, entonces estamos
frente a una farsa (Is 45:1). Cuando Mateo dice que el nacimiento de Jesús se dio cuando
Herodes gobernaba Palestina, nos está diciendo que Jesús es un personaje histórico
al igual que Herodes, porque, de no ser así, estamos frente a una gran mentira (Mt 2:1).
El mensaje entonces es comprobable, esta sujeto a prueba. El lector podrá,
legítimamente, objetar sobre asuntos de teología y sobre aparentes
contradicciones del texto Bíblico, pero no podrá negar el sentido histórico del
material Bíblico. De esta manera, la Biblia se presenta como testigo fiel de la
revelación de Dios en el mundo. La autoridad del texto sagrado no viene de si
mismo sino de las acciones históricas de Dios que describe.
Ahora, se que por lo
general el lector contemporáneo tiene frente a la lectura del texto Bíblico dos
dificultades. La primera es temporal.
El lector se pregunta ¿Cómo un texto tan antiguo puede ser relevante hoy? Muchos
se me acercan diciéndome esto pensando dejarme sin argumentos, pero les
respondo que, eso para mi no es nada nuevo, es decir, se que estamos frente a
un texto antiguo. Aquí estamos frente a lo que C.S Lewis llamo “esnobismo
cronológico” en donde se descarta algo por estar “pasado de moda” o “viejo”. También se le conoce como la
falacia de orgullo modernista. Por
ejemplo, cuando decimos, “todo tiempo pasado fue mejor”, la respuesta es “no
necesariamente”. Así, la novedad no siempre es virtud y lo viejo no siempre es
vicio. La verdad, la belleza y la vida no se determinan por el momento en que
existen. Así, nada es menos por ser viejo, y nada es más por ser actual. Pero
aun más, todos de manera práctica y cotidiana nos enfrentamos con la realidad
de que nuestra identidad esta anclada en el pasado: un himno, una tierra, un
apellido, un evento liberador, una reliquia que guardamos, el abuelo que
apreciamos; el planeta mismo en el que habitamos es “viejo” y no por ello
optamos por escapar de él. Es obvio entonces que el criterio para la valoración
del texto Bíblico debe superar la dificultar temporal.
La segunda dificultad es moral. El lector, de manera equivoca,
se acerca al texto pensando encontrar ejemplos memorables. Pero la Biblia no
es, principalmente, un libro de moralidad. En contra de lo que se esperaría, el
pueblo judío incluyo en la Biblia sus quejas y evasiones, así como a sus reyes
arrogantes y malvados y a sus muy críticos profetas. El pueblo judío leía esto
en público. Son textos que, lejos de contar sus maravillas, les recordaban sus
miserias. A la Biblia le es inherente la
capacidad para el pensamiento auto crítico. Esto es bastante raro en la historia
de las religiones. La auto crítica resulta necesaria para prevenir la tendencia
natural de la religión a la arrogancia y a la excesiva seguridad en si misma[3]. Pero
es necesario también “hacer la diferencia entre lo que la Biblia hace notorio
en sus registros y lo que aprueba: la Biblia no aprueba, moralmente, todo lo
que está en ella registrado, al igual que un editor no aprueba todo lo que se
imprime en su periódico”[4].
Entender esto es necesario para superar la lectura “moralista” y la dificultad
moral en el acercamiento al texto Bíblico. Continuará.
[1] El
libro “manual de ateología” recoge testimonios de 16 Colombianos, ateos
confesos, que optaron por esa fe a pesar de su trasfondo cristiano.
[2] Forma
para llamar a las “tradición evangélica” especialmente en Norteamérica.
[3] ROHR,
Richard, La Biblia y su espiritualidad. Sal terrae-Santander, 2012, p 18.
[4] RAM, Bernard, Protestant Biblical
Interpretation. Boston-Wilde, 1956, p
171.