La canción del despojado (2)
Cristología para una comunidad en crisis
Fil 2:1:11
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Caballero 196
Segunda estrofa, vv. 9-11. Recordemos que Pablo está apelando a la forma de “pensar” (2:5), que
también implica orientación de vida, para hacerlo, está presentado a Jesús y su
modo de “pensar”, su orientación de vida. En la primera estrofa el sujeto es Jesús,
ahora, en esta estrofa el sujeto es Dios. En esta segunda parte se presenta la confirmación
de Dios, la reivindicación del padre ante el vaciamiento de Jesús, ante su decisión
de no volverse atrás ni reservarse la vida: el honor, la autoridad máxima, la
exaltación (expresada a trasvés de la escenificación de una coronación real). “El
significado de este reconocimiento divino no pretende, en primer lugar, recompensar
la acción de Cristo, sino reconocer públicamente que ese es el camino a seguir,
la vida que agrada y se identifica con
la voluntad de Dios. Y esto es lo que Pablo trata de subrayar: que aunque la
sociedad grecorromana considere la humildad y la obediencia como prácticas
rechazables (en la persona libre) que reducen al individuo y a la comunidad a
lo “servil”, Dios tiene el mayor de los aprecios por ellas. Es el mundo al
revés: las estructuras sociales imperantes pierden su aparente valor absoluto y
son puestas en entredicho; más aún, el respaldo final de Dios va a suponer la
transformación del universo simbólico”[1].
Con este esta forma de ver las cosas, Pablo
conecta lo que está pasando en Cristo con el anuncio de salvación anunciado en
Isaías 45:23: “… Ante mí, todos doblarán
la rodilla y me adorarán…”[2].
A partir de ahora queda claro: se es imagen de Dios no desde la codicia del
poder ni desde el ejercicio de una autoridad déspota, sino desde el vaciamiento
para llenar a otros, desde la humillación para que otros queden ensalzados. Claro,
el “por lo cual” o el “por lo tanto” o el “por esto” con el que comienza esta estrofa no
es adversativo sino ilativo. La exaltación de Dios a Jesús no es “a pesar” de
su condición de siervo sino por su condición de siervo. Es un resultado de sus
opciones de vida y su actitud ante ella. La cruz no ha sido fruto de la
casualidad, sino el final de la acción y la predicación de Jesús, el resultado
de su pasión por la justicia y su dedicación a la buena noticia de Dios que
perdona y salva a la humanidad. Así, la cruz no es el fin de la encarnación,
sino la consecuencia del comportamiento
y las palabras de Jesús, hombre libre y obediente, verdadero Adán,
plenamente conforme al proyecto de Dios,
el cual quiere al hombre humilde , verdadero, siervo de los hermanos,
reconocido por su justicia (Mt 5:1-12)[3].
Esta
segunda parte generalmente ha sido leída “en clave de poder y/o sometimiento”: Jesús
es ahora un Señor déspota que pide adoración y reconocimiento de todos. Pero
no. Cuando Pablo dice de Jesús que “Dios lo exaltó dándole un nombre sobre todo
nombre” no está diciendo que Jesús sea ahora una especie de caudillo o dictador
(sería no entender el argumento paulino), lo que está diciendo es que Dios
aprobó la actitud de Jesús y que lo ha puesto a él como referente, como ejemplo
o patrón absoluto (Fil 2:5-11). Así, “doblar rodillas” (en el contexto
relacional filipenses) es una imagen que habla de la deposición de todo
orgullo, de toda altivez, de toda pretensión de dominio del hombre sobre el
hombre, de la renuncia a toda “ley” de ventaja; “doblar rodilla” significa
vaciarse como Cristo, pensar como Cristo”. Así las cosas, Cristo es modelo, no
porque sea Dios, sino porque es verdaderamente hombre (Léase, humano). Pablo
sueña con toda la creación cumpliendo, a partir de la experiencia de Cristo, el
propósito divino.
El texto presenta una nueva imagen
de Dios. Jesús asume su muerte como la mejor manera de ser consecuente
con una vida entregada a revelar quién
es el padre y como actúa en la historia. Acepta el rechazo, la humillación de
la muerte en la cruz, sin pedir reparaciones, sin tomar en cuenta las ofensas,
sin buscar el enfrentamiento. Se humilla para perdonar, para vencer la espiral
de la violencia. Actúa en silencia aceptando la libertad de todos. Así es como actúa
Dios. El texto presenta una nueva imagen
del creyente en Cristo Jesús. La figura del cristiano queda afectada por
este modo de ser de Dios. Mientras el mundo aspira al honor, al control, a la
violencia, a la mentira, a la dominación para llegar al triunfo y la exaltación,
el “evangelio de la cruz” contempla al otro como un hermano que me permite ser
más persona. Abrazarlo en su impotencia y humildad, ponerse a su lado para
caminar juntos, es el modo de alcanzar el poder. El mejor ejemplo lo tenemos en
Jesús, imagen de Dios. Así las cosas, tenemos que superar la incoherencia y conectar
“mente” con “rodillas y lengua”. De esto hablaremos en nuestra próxima entrega.
Continuará.
[1] ROSELL NEBREDA, Sergio. La
nueva identidad de los cristianos: el himno a cristo en la carta a los
Filipenses. Sígueme – Salamanca, 2010, p 93.
[2] “Los poemas en Isaías 45 (donde
desde el 42 hasta este capítulo se expone la insensatez de la idolatría y el
poder de Dios) reiteran varios de los temas anteriormente expuestos por el profeta
e incluyen un nuevo componente extraordinario: se indica que le ungido del
Señor es Ciro, el rey persa. El pasaje revela una teología universalista
extraordinaria; pone de manifiesto la capacidad literaria y espiritual del
escrito y se fundamenta en una muy firme convicción monoteísta”. PAGÁN, Samuel.
Tres meses en la escuela de Isaías.
Abingdon Press-Nasville, 2000, p 121.
[3] “Considerar que el objetivo de
la encarnación sea la cruz significa poner a Dios una máscara que desfigura el
rostro en un remedo de dolor absolutamente extraño a la verdad del mensaje
cristiano: ¡es la cruz la que debe leerse a través de Jesús, no Jesús a través
de la cruz!”. BIANCHI, Enzo. Para mí el
vivir es Cristo: ejercicios espirituales. San Pablo-Bogotá, 20909, p. 81.