martes, 23 de mayo de 2017

Jesús: encuentro y crisis (1)

Jesús: encuentro y crisis
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero180
“Encuentros”, eso es lo que descubrimos en los evangelios. Los evangelios no son áridos tratados de teología sino relatos de los encuentros entre Jesús de Nazaret y una serie de personajes de su tiempo y su cultura: hombres y mujeres; intelectuales y mendigos; reyes, gobernadores y sacerdotes; judíos, samaritanos y griegos. Ahora, todo encuentro con Jesús generó crisis, un choque  de sabores y sinsabores. Es lo que Pablo afirmó: “si alguno está en Cristo… es una nueva creación” (2 Cor 5:17). Estar en él, saberse en él, vivir en él; no es solo una experiencia periférica de cada ocho días sino un cambio central de vida que afecta todo lo que somos.  Veamos. 1). En la sinagoga quisieron apedrear a Jesús porque este olvidó, intencionalmente, en su lectura de Isaías hacer mención del “día de la venganza” asunto importante para su credencial mesiánica y los ánimos nacionalistas de su tiempo. Jesús solo anuncio desde el viejo texto de Isaías “la novedad del año de gracia”, optando así, para sus escuchas, ser un predicador “exegéticamente incorrecto”.  Quisieron “vengarse” del predicador porque este no predico sobre “la venganza” (Lc 4:16-30). Este encuentro genero crisis.
            2). Zaqueo, marginado religioso y moral, fue atraído por curiosidad y su encuentro con Jesús generó una crisis. Descubrió que la verdadera pobreza esta en cerrarse a los demás siendo rico y que la verdadera riqueza está en darse a los demás y servir a los otros con lo que se tiene. Tal vez, la estatura pequeña sea una metáfora de la condición en la que se encontraba. Este encuentro con Jesús afectó la visión que Zaqueo tenía sobre las posesiones y los bienes materiales. Este encuentro afectó “negativamente” sus finanzas, causo un detrimento patrimonial; provocó una conversión “financiera”. Tal vez tuvo que vender uno de los dos camellos que había comprado, tuvo que sacar a su hijo de la mejor escuela (tipo bilingüe) que había y tuvo que renunciar a esas vacaciones familiares por el mundo  del mediterráneo (Lc 19:1-10).  Así, Dios “acoge a los victimarios para que cambien; no los justifica ni pacifica, pero si los invita a restituir, a recomponer la relación rota con sus hermanos, a quienes llegaron a convertir en víctimas y sufrientes de sus acciones”[1]. Me imagino la cara de los religiosos,  los hipotecadores de Dios, al escuchar decir a Jesús que este publicano “recién convertido” y que acababa de dar muestras de su cambio reparando a sus víctimas… era ahora “hijo de Abraham”.
            3). El tentador por su parte, vive su crisis al encontrarse con Jesús, vive su frustración al hallar en el desierto, en el alero del templo y en el monte alto, a uno que no actúa de acuerdo a los patrones de éxito y prestigio mesiánicos del momento. El tentador se encuentra con uno que tiene una escala de valores distinta: que no se deja llevar por la “tiranía estomacal” resistiendo instrumentalizar a Dios, de usar a Dios para su propio beneficio como si no hubiese más horizonte que el material; resiste la idea de un mesianismo con el prestigio de la espectacularidad apabullante en tomando el camino de un mesianismo anónimo y oculto en el servicio desinteresado a la condición humana; se opone a la idea de la misión hecha en “clave del menor esfuerzo” y negar así su adoración a Dios como absoluto (Mt 4:1-11). Sin embargo el tentador frustrado no se da por vencido, porque el mal tiene el talante de la terquedad: el seductor se acerca a la cruz, contempla al rey herido, fracasado y le sugiere bajarse, vengarse de sus enemigos, demostrarles a todos sus credenciales; pero que va, se percata que el crucificado (por más crucificado que este) no sigue la lógica de la venganza, no opta por la ley del odio sino que decide seguir amando y perdonar. ¡Qué frustración!  La tentación, valga aclarar, se presenta como opción, como propuesta o alternativa al camino de Dios, y no como una fuerza que limita nuestra capacidad de decisión. Como lo expresaría Santiago: “el mal es resistible” (Sant 4:7).
            4). Pedro por su parte, quien lloró amargamente por haber traicionado a su maestro y amigo, sufre, después de haber escuchado el silbatazo final, la crisis de saberse amado por su víctima, de saberse convocado, en tiempo extra, a la misión mesiánica. Entendió que la vida no la define un fracaso, que muchas pérdidas son catalizadores para las mejores ganancias, que Dios sabe construir bellos edificios a partir de los escombros y desechos (1 Ped 2:6); entendió que la cruz es el camino y no una opción. A Jesús le había invitado a “evitar la cruz”, tiempo después, ya viejo y gastado con el paso de los años y liberado por la dinámica del perdón y la misión, le escribe a los suyos diciéndoles que asuman la cruz, que no la eviten; que la cristología sufriente y solidaria debe dar como resultado una eclesiología sufriente y solidaria (1 Ped 2:21). Y es que el encuentro con otras personas es fuente de luz, fuente de sentido porque el otro siempre está ante mí de modo apelante. Ahora, lo único que hace posible una eclesiología sufriente y solidaria  para una sociedad que llora y gime a causa de la destrucción entre hermanos, es volvernos a sentar a los pies del Maestro de Galilea, aceptando el desafío de ser convocados (como Pedro) hasta allí, escuchar su voz y retomar su Evangelio como agenda de existencia humana. Debemos caminar animados por el mismo Espíritu que lo guió a Él. Eso es posible porque partimos de su promesa y no de nuestros anhelos frágiles. Así experimentaremos la renovación, esta tiene que ver con devolver la esperanza quebrada, recordar los sueños olvidados, resucitar la alegría enterrada, es que el Espíritu sople de nuevo sobre este valle de huesos secos y levante otra vez un poderoso ejército al servicio de su reino. Continuará.


[1] LUCIANI, Rafael. Regresar a Jesús de Nazaret: conocer a Dios y al ser humano a través de la vida de Jesús. PPC- Madrid, 2014, p. 34. 

martes, 16 de mayo de 2017

¿Político yo? (2)

¿Político yo? (2)
Notas para la comprensión de una experiencia de fe situada
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero179
Segundo. La siguiente dimensión desde en donde ubico lo que pienso, predico y escribo (con tintes o posturas políticas para algunos) es la homilética. La homilética responde a la pregunta ¿cómo comunico esa verdad de ayer al auditorio de hoy? Tiene que ver con la forma en la que trato de conectar a la gente, a la iglesia durante y después de la predicación. Como bien lo ha expresado el Profesor Milton Acosta… “cómo te lo digo para que no se te olvide”: los autores de la Biblia no solo escogieron que decir sino el cómo decirlo de modo que quedara grabado en la mente de sus auditorios y que de esta manera pudieran recordar el mensaje día a día; pudieran encontrarse con “el sermón” al ver las noticias, al salir a la casa o sencillamente al vestirse. Lo que hago muchas veces es conectar, especialmente a través de los títulos de las predicaciones, a la gente con los eventos noticiosos, culturales, sociales y políticos del país; lo hago así dado que las personas a las que ministro están ubicadas, son interrogadas por todas estas realidades, pero mostrando a la vez, a  la luz del evangelio, un sentido más profundo y radical. Es lo mismo que hace la Biblia, un texto que no habla verdades abstractas para personas de todos los tiempos sino cuestiones concretas para gente de un tiempo concreto.  
Por ejemplo. 1). Para el 20 de Julio, DÍA DE LA INDEPENDENCIA, hemos establecido en la Iglesia un día de ayuno, a este le llamamos “NO A LA INDEPENDENCIA”, así, partiendo de un evento político e histórico nacional llegamos al evangelio que en Juan 15:1-11 nos va a desafiar diciéndonos que separados de Jesús nada podemos hacer, proclamamos a partir de aquí nuestra DEPENDENCIA. 2). Hace años durante la critica que se hizo a una iglesia en Colombia junto a su movimiento político MIRA, prediqué  desde esa coyuntura  Marcos 13 llamándolo así: “El movimiento MIRA, de la política a la escatología”. Así lo hice porque estructuralmente el texto me plantea tres “mira” y me muevo desde la coyuntura política ampliamente conocida esa semana al evangelio desconocido de esa semana conectando así a la gente con el mismo. 3). Recientemente con la subida de TRUMP al poder político y dado su talante brabucón hice el siguiente comentario: “El modelo de liderazgo que se construye y se impone a fuerza de TRUMP-ADAS no toma como modelo a Jesús”. No estoy haciendo política; no, estoy tomando un referente político para hablar del evangelio. No obstante, en FACEBOOK la mayoría de comentarios que me hicieron tenían tintes políticos, es decir, no se entendió el grado de ironía y humor, pues, como  suele suceder, priman más las emociones que los argumentos[1].  4). En días anteriores en el marco de la marcha político religiosa que se llevó en el país y aprovechando la predicación del primer cantico del siervo en Isaías dije: “LA ANTI-MARCHA DEL SIERVO DEL SEÑOR” (Is 42:1-9). El siervo es un ministro de la JUSTICIA, sus métodos son silenciosos, no violentos, “no marchará en la calle” (v. 2).
Ahora, lo que hago no es original, no es invento mío, lo tomo de la forma en la que la Biblia lo hace. Veamos. 1). Un día cualquiera frente a una pregunta capciosa Jesús toma una moneda, la moneda del imperio, y confronta a sus oponentes con el evangelio a partir del rostro del emperador que estaba en la moneda (Mt 22:15-22). 2). Usando las categorías imperiales del triunfo y la victoria sobre los enemigos, Pablo dice que Cristo despojó a las potestades y las exhibió públicamente al triunfar sobre ellas en la cruz (Col 2:15). Vuelve y juega: un evento político e imperial se convierte en plataforma para comunicar el mensaje del evangelio. Para describir la segunda venida de Cristo Pablo usa también las categorías del imperio para hablar, no de la llegada del emperador a unos de sus territorios, sino la llegada del verdadero rey a su creación (1 Tes 4:16). 3). Cuando Jesús dice “mis paz os dejo, mi paz os doy, yo no la doy como el mundo la da…” (Jn 14:27), habla a personas que sabían lo que él decía. La frase “no como el mundo la da”, es una clara alusión a la “pax romana” o “pax Augusta” de la que gozaba el imperio pero que se sostenía por la fuerza de las armas y el militarismo. 4). Jesús conecta y convierte la naturaleza en fuente para comunicar su mensaje (Mt 13:1-12). Todo esto para decir que la fe es una experiencia situada y ubicada, no pretendamos entonces “desencarnarla”, volverla abstracta y etérea solo por comodidad reduciéndola a su mínima expresión individual y sin ninguna afectación en lo cotidiano.
Tercero. La otra dimensión desde en donde ubico lo que pienso, predico y escribo (con tintes o posturas políticas para algunos) es la pastoral. Esto quiere decir que en la predicación debo tratar de ministrar las necesidades de la congregación o auditorio. Con lo anterior no quiero decir que debo dar a la iglesia lo que ella quiere escuchar sino lo que necesita oír. Lo primero me obliga a estar sofocado por la tiranía de lo urgente, los caprichos personales y los criterios del marketing; lo segundo me mantendrá enfocado en el texto bíblico y lo que Dios comunica a su pueblo a través de este. Parte de mi tarea es ser relevante frente a las distintas circunstancias que aquejan a la iglesia; es decir; “tener las necesidades  de la congregación grabadas en mi corazón”. Para esto necesito estar ubicado aquí y ahora, necesito conectar el domingo con el lunes, necesito ser “político” para no traicionar al evangelio (El que lea entienda). Fin.

lunes, 8 de mayo de 2017

¿Político yo? (1)

¿Político yo? (1)
Notas para la comprensión de una experiencia de fe situada
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero178
El libro de Proverbios, capítulo 12 versículo 1, declara: El que ama la instrucción ama la sabiduría; mas el que aborrece la reprensión es ignorante”. He dicho muchas veces, en distintos lugares y a distintos auditorios que, a la luz de este  texto, lo que nos permite mejorar y crecer, entre otras, es la crítica sincera de las personas que están a nuestro lado y que ven, a veces, lo que nosotros no vemos de nosotros mismos. Es decir, crecemos al ser corregidos, al ser interrogados.  En días anteriores varias personas, entre hermanos en la fe y amigos, me han dicho que por qué tomo X o Y postura política en mis publicaciones y predicaciones. Frente a esto, he aceptado el desafío de ser interrogado pero  también la responsabilidad de responder, de poner el telón de fondo conceptual, teológico y Bíblico desde donde predico y hablo algunos asuntos que parecieran tener tintes “políticos” (según el entendimiento general de esta nominación).
            Es necesario tener claro que el término “político” y su relativa experiencia tiene al menos dos acepciones, así lo entiendo yo desde el “zoom politikon” aristotélico. Es decir, desde el hecho de que el hombre es un “animal político”, un habitante de la “polis” (ciudad) y como tal todo lo referido a ella le interesa y lo interroga. 1). Entiendo la experiencia política como el interés en todo lo público, todo lo relativo a la sociedad y sus tramas. Nadie puede renunciar a esta dimensión, hacerlo es casi renunciar a ser humano. 2). Entiendo “política” como esa parte estructural que toma el estado de derecho y que convoca a ello a personas para que administren la “cosa pública”. Aquí entonces entra el “hacer político profesional” con todas sus bondades y maldades, las dinámicas del manejo del poder y el acceso, por vía democrática, a este. Entonces, a la luz de esto, yo soy político según la primera acepción, pero no político de acuerdo a la segunda aclaración, no estoy interesado en serlo, aunque entiendo que esa dimensión me afecta y no deje por ello de criticarla y aludirla, así como ella me crítica y me alude. Así, cada ser humano, cada creyente es entonces un “político”, esto, si pretende vivir su fe situada y no negar el modelo misionero propuesto por Jesús: “como el padre me envío yo los envío a ustedes” (Jn 20:21). A la luz de lo anterior las tres siguientes declaraciones.
Primero. Asumo, desde la cristología (lo referente a Cristo), que Jesús fue un hombre “situado” en la historia, con ello quiero decir que interactúo con un tiempo, un espacio y una cultura concretas. De acuerdo a esto, y asumiendo su misión como mesías, su mensaje no versaba  sobre “cómo prepararse para ir al cielo y abandonar a este mundo”, sino sobre “cómo prepararse para recibir al cielo y transformar a este mundo”. Por ejemplo, Jesús nos enseñó a orar “hágase tu voluntad en la tierra…”, asumiendo así el riesgo de poner a dos reinos en contraste; el de Dios y los de este mundo. Los judíos de su tiempo, deseosos de liberación y expectantes por ello, lo sabían bien. Jesús dijo en otra ocasión, curiosamente en el gran discurso misionero de Mateo 10, “no penséis que he venido para traer paz…”. No quiso decir que su reino no fuera un reino de paz (Mt 5:7), no; solo que no fue ingenuo. Sabía que su mensaje y posturas lastimarían, “sacarían ronchas”, incluso, descuadraría ese núcleo fundamental de la sociedad; la familia. Claro está, esto es difícil de entender para los evangélicos que, a partir de la influencia gnóstica y platónica, han dividido el mundo en dos: el espiritual y el secular. Piensan, quienes asumen esta dualidad, que Jesús fue un gran maestro iluminado que predicaba cosas bonitas y “espirituales” y que en efecto, la salvación tiene que ver con ir de este mundo a otro en el cielo azul. Pero no hay más grande mentira que esa, y es grande púes desdibuja a Dios, pervierte a Jesús, no entiende su mensaje; niega la encarnación y su efecto escatológico sobre lo creado. El mensaje de Jesús no era neutral, puso con los pelos de punta a la religión y al imperio romano; su mensaje tenía que ver con asuntos muy terrestres, muy “mundanos”;  muy “políticos”.
Sería bueno recordar que la crucifixión de Jesús fue un acto político. La cruz estaba reservada para los sediciosos, para los revolucionarios, para aquellos acusados de traición al imperio y que se atrevían a desafiar su poder omnímodo (Jn 19:15). Claro está, Jesús no pretendió tomarse el poder ni ocupar la silla de Pilatos o Herodes, no; su pretensión fue fundar una comunidad alternativa, la comunidad mesiánica. Por ello, la escena decisiva allá en Jerusalén hace 2000 años, que invitaba a decidir entre Barrabas y Jesús no se clausuró allá y entonces. Esta escena es el paradigma o modelo de como la iglesia hoy sigue decidiendo entre dos modelos de ser mesías: Jesús, el hijo de Dios, cuyo proyecto estaba fundado en la misericordia, la entrega y la “no-violencia”, ese día se lo veía herido, débil, indefenso... impotente.  Por otro lado Barrabas (hijo del padre) quien no era un vulgar ladrón sino un sedicioso que encarnaba un proyecto liberador, mesiánico, fundado en la violencia y en la “hermenéutica macabea” de la historia de la salvación, ese día se lo veía, fuerte, decidido, aguerrido… imponente.  Por eso, creo que sería bueno  preguntarnos una y otra vez ¿queremos ser la iglesia de BARRABAS o al iglesia de JESÚS? Así, Jesús no “participó en política”, en términos profesionales; pero si “participo en política”, en términos generales: su mensaje tuvo profundas implicaciones sociales y políticas. Por esto creo que cuando el mensaje, mi predicación, se vuelve concreta, tiene que ver con la gente, la vida real, las cosas del día a día, alude e interroga la cotidianidad desde la cruz… tengo dificultades, saco ronchitas, pongo al auditorio en aprietos. No creo, así como Jesús tampoco lo creyó, en la neutralidad. La fe es una experiencia situada y ubicada. Continuará. 

viernes, 5 de mayo de 2017

AIEC desde la periferia

AIEC desde la periferia
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero177
Para empezar quisiera hacer dos afirmaciones: 1). La AIEC es la “Asociación de Iglesias Evangélicas del Caribe” fundada, en 1937, hace más de 70 años por los misioneros europeos Enrique y Susana Strachan quienes pertenecían a la “Misión latinoamericana”. La AIEC hace presencia en Colombia por toda la región Caribe, Medellín y Bogotá y cuenta hoy con más de 900 iglesias establecidas en las regiones ya nombradas y en otras de menor presencia denominacional. 2). Escribo esto “desde la periferia” pues soy consciente que no tengo, aparte de mi tarea pastoral, ninguna influencia en las o desde las estructuras denominacionales de poder administrativo que Dios ha puesto para regir los destinos de la AIEC. Así que, mi pretensión surge a partir de entenderme y entender la iglesia local que pastoreo, como parte de un entramado eclesial más amplio al que respecto y donde sirvo, entramado que “como cuerpo vivo” debe estar en constante crecimiento y revisión teniendo como referente principal el evangelio del reino.
            Según documentos oficiales, la historia de la AIEC se puede entender a partir de cinco momentos o épocas. Se resumen así[1]: 1. De la época de la Siembra de la Palabra (1937 – 1945)[2]. 2. De la época de Organización y Consolidación (1945 – 1958)[3]. 3. De la época del Primer Avivamiento (1958 – 1975)[4]. 4. De la época de Reorganización (1975 – 2000)[5]. 5. De la época del Avivamiento Integral. (2001…)[6]. Desde 1937 hasta ahora, 2017, la denominación ha tenido cambios significativos, por ejemplo; cambios geográficos, se ha pasado del campo y la ruralidad a la ciudad y lo urbano. Cambios numéricos, hemos pasado de ser unas cuantas comunidades a ser más de 900 iglesias. Cambios  administrativos, se ha pasado de un gobierno congregacional a uno integral. Cambios teológicos, se ha pasado de una sospecha frente al Espíritu a una experiencia pentecostal moderada. De un concepto de avivamiento reducido a un concepto de avivamiento amplio e integral. Ahora, de cara al futuro y desde la periferia sugiero lo siguiente.
            1). Una revisión profunda de la cristología: la cristología denominacional se sabe misionera (Mrc 16:15), esto es; con una profunda preocupación por la evangelización y la fundación de nuevas comunidades eclesiales. Para esto se hace necesario dejarnos interrogar, en este camino, por el mismo Jesús con su pregunta critica “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” Frente a la pregunta surgen dos opciones: la opción del “cristo triunfalista” al que se matricula Pedro o la opción del “cristo siervo” que encarna Jesús. Según Jesús, en la reprensión a Pedro, Satanás entra por la cristología. Pero para esta revisión se hace necesario ir más allá de la conferencia o de un seminario sobre el tema para dejarnos interrogar, en el camino, por la experiencia del cristo de la cruz. 2). Revisar el asunto del “orgullo denominacional”: siempre corremos el riesgo de acercarnos a la Biblia para convertirnos en jueces de los demás o mirarlos por encima del hombro. Sin generalizar, he escuchado en muchos pulpitos de nuestras iglesias esa aseveración, casi con aire de superioridad  “farisea”: “esta es la denominación de la Palabra, no somos como las demás”. Con todo respeto y humildad, damos gracias a Dios por lo que somos, pero no somos los únicos, no podemos caer en “el síndrome de Elías” y usar la Biblia para creernos más que los demás. Noten que esto está directamente relacionado con el modelo cristológico que asumimos. 3). Celebrar la ecumenicidad: significa que entendemos el “carácter universal y variado” de la iglesia como cuerpo y que podemos entrar en diálogo con parte de ese cuerpo que  no se parece a nosotros pero que puede nutrirnos. Implica dejar de mirar con sospecha y recelo al otro solo porque no tiene nuestro rótulo denominacional. Incluye que pueda sentarme y hablar con “el apóstol fulanito” aunque no esté de acuerdo con su nominación. Una cosa es tener líneas claras de diferenciación y otra es construir muros. Una cosa es marcar la cancha para jugar y otra es levantar paredes que impidan el juego. 4). Mantenerse vigentes o actuales: no tiene que ver con la vigencia y el hastío tecnológico sino con la frescura que llega de la lectura y práctica de la Biblia, que en el poder del Espíritu nos empuja a ser como Cristo siendo sal (sin perder la identidad: “saber y ser”) y siendo luz (asumiendo el carácter testimonial: “decir y hacer”). Fin.


[2] En este periodo se dio inicio a la obra en las principales ciudades del antiguo departamento de Bolívar, como eran: Sincelejo, Montería, Cartagena y Magangué. La siembra fue realizada por misioneros y misioneras de distintas nacionalidades.
[3] En 1945 se organiza la obra, y se adopta el nombre inicial de Asociación de Iglesias Evangélicas de Bolívar y se aprueban los primeros estatutos de la Asociación. En 1953 se cambia el nombre de Bolívar por Caribe, quedando entonces Asociación de Iglesias Evangélicas del Caribe (AIEC).
[4] Es el tiempo durante el cual se dio un mover del poder de Dios manifestado en señales, prodigios, milagros y un crecimiento extraordinario en la naciente AIEC. También hubo cambio en el liderazgo, liturgia y doctrina. Por otra parte en 1962 se obtiene la personería jurídica civil 1785 de la Gobernación de Bolívar.
[5] Es una época de reformas en los estatutos y entra en vigencia un nuevo reglamento interno. Se producen cambios significativos en la estructura administrativa. Se obtiene la personería jurídica especial 595 del 8 abril de 1997, y recibimos el nombre por parte del ministerio de interior y de justicia de Denominación Eclesiástica; y se conservó el nombre de Iglesias Evangélicas del Caribe y se cambió la sigla por el nombre propio de AIEC, quedando definitivamente como Denominación Iglesias Evangélicas del Caribe AIEC.
[6] Esta época inició con una convocatoria de todo el liderazgo representativo de la AIEC, que se conoció como “Consulta de Tolú” en Agosto de 2001. En esta consulta se propusieron realizar cambios fundamentales en la estructura, la visión y la misión de la AIEC.