jueves, 28 de febrero de 2013

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte VII


El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte VII
Las disciplinas.
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 53
Apreciado Samuel me imagino que a estas alturas del camino estarás preguntándote, por ejemplo, por el lugar de la oración en la predicación y en la vida del predicador. Es por esto que hoy quiero hablarte de las disciplinas del predicador.  La disciplina puede ser definida como la capacidad que puede ser desarrollada por cualquier ser humano y que implica, para toda circunstancia, la puesta en práctica de una acción ordenada y perseverante, para obtener un bien o fin determinado. En el caso del predicador ese bien a obtener será el cumplimiento del propósito de Dios con altura a través  de la dependencia del Señor, reverencia frente a su Palabra y relevancia frente a tu auditorio. El cultivo de algunas disciplinas te ayudara en este propósito y te alejara de la “superficialidad”, a la que Foster llama “la maldición de nuestro tiempo”[1], acercándote a una vida espiritual profunda. Aunque las disciplinas pueden ser muchas, solo te hablaré de las que considero coyunturales aquí: la oración, el ayuno y la lectura.
            La oración, tal como la describe un texto en el evangelio de Mateo (Mt 6:5-8) es un llamado a un dialogo, es la convocación que el Padre hace para entrar a casa y hablar con él. Este dialogo está en contraste con aquel que intenta hacerse en la palestra pública y para ser vistos por los hombres. Por ello la oposición entre orar dentro (a puerta cerrada) y orar fuera (en la plaza). De esta manera la oración es en primer lugar un llamado a la intimidad, es la invitación a sentirse acogido por el padre en su casa. En segundo lugar la oración es llamado a la dependencia; ya que el “padre sabe las cosas que necesitamos antes que se las pidamos” la oración no tiene como objetivo informar a Dios sino instarnos al dialogo para mostrar dependencia. Así, el predicador no es escuchado por su piedad extravagante o su capacidad de oratoria; es oído en por su condición filial: es un hijo de Dios. Algunas personas te van a preguntar ¿Pastor y cómo es eso de orar a puerta cerrada?, ¿Existe algún manual para ello? ¿Usted no piensa escribir sobre eso? el texto responde diciendo: “¡Entra y pruébalo tú mismo!”, será un dialogo tan impactante que te cambiará la vida. En la Biblia la predicación esta mediada por una vida de oración (2 Tes 3:9; Ef 6:19,20). Bounds afirmó “hablar a los hombres acerca de Dios es una gran cosa, pero hablar a Dios acerca de los hombres es más grande aún. Nunca hablará bien y con éxito verdadero a los hombres sobre Dios quien no haya aprendido bien a hablar a Dios acerca de los hombres”[2]. La intimidad en oración con el dador de la Palabra generará una agenda para tu predicación (Jer 23:22).
            Por otro lado, el ayuno como lo describe un texto de las escrituras no es para hacer el “show del despeinado” o para impresionar (Mt 6:16-18); es una práctica de la piedad que en el AT era señal de contrición, arrepentimiento y apertura a Dios en momentos de crisis (1 Sam 7:6; Jon 3:5). Pero siempre existirá el riesgo de hacer del ayuno una obra meritoria, por ello la tradición cristiana recuerda que el ayuno debe realizarse en el secreto, en la humildad, con una finalidad precisa: la justicia, la compartición, y el amor a Dios y al prójimo (Is 58:4-7). De esta manera el ayuno es la forma como el creyente confiesa con su mismo cuerpo la fe en el Señor; es antídoto a la reducción intelectualista, es confesión de fe hecha con el cuerpo; es pedagogía que conduce la totalidad de la persona a la adoración a Dios. El ayuno recuerda y reordena nuestras prioridades, por ello Jesús responde, frente a la propuesta de pan, “no solo de pan vivirá el hombre…” (Mt 4:4). Así Samuel la práctica de la disciplina del ayuno nos lanzará, como predicadores, la pregunta; “cristiano, ¿De qué vives?”.
            La lectura es otra de las grandes disciplinas del predicador mí estimado amigo. Quien no lee no tiene nada que decir. La lectura es una gran puerta abierta para el conocimiento y la cultura. El predicador conoce y vive la tensión que el apóstol Pablo plantea a Timoteo: “entender los tiempos sin negociar las escrituras” (2 Tim 3:1; 14). Para entender los tiempos, ya que la predicación debe ser contextualizada, es necesario leer, estar informado sobre los asuntos básicos de la sociedad y el mundo: historia, política, poesía, novela, filosofía y sociedad en general. En pocas palabras debes tener el periódico en una mano (conocer los tiempos) y la Biblia en la otra (sin negociar las escrituras). Estas disciplinas (entre otras), tendrán en ti básicamente tres resultados. El primero es que evitaras una vida superficial y tendrás una experiencia de fe mucho más profunda. El segundo resultado será el de experimentar la unción del Espíritu Santo sobre tu vida y ministerio. Spurgeon acostumbraba a decir que “unción es aquello que es imposible definir, pero que usted siempre sabe cuando está presente y puede usualmente decir cuando está ausente”[3]. En tercer lugar lograras ser más relevante frente a tu auditorio. Pero las disciplinas serán siempre medio, nunca fin, nunca leyes.   Continuará.

[1] FOSTER, Richard, Alabanza a la disciplina. Betania-Miami, 1986, p 15.
[2] TRONCOSO, Ana Magdalena. Lo mejor de E. M. Bounds. Clie- Terrasa (Barcelona), 2001, p 451.
[3] ALEXANDER, Erick, Las ocho proposiciones de la predicación expositiva. Cartilla de “Escuelitas de exposición Bíblica”, p 29. Material no publicado.

lunes, 18 de febrero de 2013

Jesús misionero: una mirada a la tradición cristológica en la AIEC


Jesús misionero: una mirada a la tradición cristológica en la AIEC
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 52
[“A la ciudades y poblados de mi tierra fueron llegando hace tiempo misioneros, que con esfuerzo plantaron muchas iglesias y demostraron el poder del evangelio en Cartagena, Montería y Sincelejo; y en las riberas del gran río Magdalena la obra de Cristo, con empuje, fue creciendo, se fue extendiendo ¡Gloria a Dios!”][1]. Así, y en verso, llegó y fundó Jesús lo que se conoce hoy como la Asociación de Iglesias Evangélicas del Caribe (AIEC). Este Jesús ‘fue traído’ a la costa norte colombiana por los misioneros Enrique y Susana Strachan, fundadores de la Misión Latinoamericana (LAM) y de la AIEC. Todo este proceso se llevó a cabo durante los años veinte y treinta del siglo pasado, cuando Don Enrique predicó en El Salvador, Honduras, Venezuela, Colombia, Chile y en las costas del mar Caribe. “Predicó el evangelio en plazas públicas, teatros… donde muchas personas se arrepintieron y conocieron a Cristo. Como iba de un lugar a otro, se le apodó El caballero andante de América Latina”[2].
[“Y fue así que comenzó la Asociación de Iglesias del Caribe, que por la costa proclamó el evangelio que nos hace libres; y por Colombia se extendió, buscando al hombre que en pecado gime, para llevarlo a aquel que redime, que es Jesucristo ¡Gloria a Dios!”]. Hasta este momento, y de aquí en adelante, se puede notar que el Cristo de la AIEC es eminentemente misionero; es decir, este Jesús se abrió paso al ser anunciado en toda nuestra región como el que busca y encuentra al hombre en su “ya” y en su “ahora”, en sus cotidianidades, a ese hombre costeño que no sabía cómo llegar a Dios. Jesús redime a ese hombre y lo pone en sintonía con su creador. La influencia de esta cristología misionera se ha visto reflejada en la AIEC durante más de 60 años, a través de la fundación y plantación de iglesias por toda la Costa Atlántica, en Medellín, Bogotá, Ecuador y Venezuela, al punto de contar hoy con más de 700 comunidades en el territorio nacional. Y aunque la mayoría de estas no son muy grandes numéricamente, sí ve en ellas estabilidad y sostenibilidad en el tiempo y preocupación por extender el evangelio para que más personas conozcan a Jesús. La convicción misionera es tal que hace parte de nuestro himno cuando declara: [“Hoy más que nunca seguiremos avanzando, cumpliendo así con el sagrado mandamiento de proclamar a todo el pueblo colombiano las buenas nuevas del poder del evangelio. Cristo nos dice que las puertas del infierno no prevalecen en su lucha con la Iglesia, por eso siempre avanzaremos con denuedo, y venceremos ¡Gloria a Dios”]!
            Sin embargo, es muy fácil manufacturar a Jesús, crearlo al antojo de nuestros caprichos y decir con descaro disfrazado que “es el mismo que caminó hace dos mil años por Palestina”, aquel de quien los evangelistas y la historia han dado testimonio. La AIEC es desafiada hoy por cristologías manufacturadas y alternativas tales como el Jesús de la prosperidad y el de los milagros. El primero se presenta con traje y corbata, predicando desde un púlpito de mármol “¡Prosperidad material para todos!”, en detrimento de “todo el consejo de Dios”. El segundo es el genio de la lámpara mágica que complace los caprichos de sus seguidores. A este Jesús que todo lo puede, irónicamente, fue el mismo a quien Pablo oró tres veces para que lo sanara y no lo hizo (2 Co 12:8,9). Por esto, hoy desde la AIEC se hace necesaria una mirada crítica a la pregunta de Jesús “¿Quién dicen los hombre que soy yo?” (Mrc 8:27), cuestión que debe ser respondida a la luz de la historia y de los materiales bíblicos para no caer en descontextualizaciones y cristologías vagas. “No son poco los cristianos que se preguntan si hay algo nuevo que decir sobre Jesús, y si el intento de decir algo nuevo no constituye una negación de la enseñanza tradicional de la iglesia o de la suficiencia de la Escritura”[3].
            La imagen del Jesús misionero es reflejada en la AIEC, hoy como ayer, por las palabras desafiantes de Jesús: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones…” (Mt 28:19a). Esta cristología nutre y da fuerzas  a la AIEC para anunciar a aquél bajo cuyo “dominio están el cielo y la tierra”. No lo anunciamos para hacerlo Señor; lo anunciamos porque él es el Señor. De igual modo, la preocupación misionera se expresa hoy en la proclamación histórica y bíblica del Jesús que quiere reconciliar a la criatura con su creador, al hombre con su Dios. Hacer lo contrario sería optar por cristologías alternativas y hasta aberrantes; sería renunciar a la historia, a nuestra historia, y al testimonio de la Biblia misma. Por eso: “[Hoy como ayer, la Asociación va desplegando el pabellón de Cristo, vamos en pos del galardón que Dios el Padre nos ha prometido, y aunque haya aquí persecución y los creyentes sufran el martirio, no temeremos: Jesús ha vencido al enemigo ¡gloria a Dios!”]. Finalmente, esta cristología misionera halla su base escritural en el texto del evangelio de Marcos, donde el resucitado comisiona a los discípulos diciéndoles: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura…” (Mr 16:9).    Fin.


[1] Los corchetes encierran cada una de las cuatro estrofas del himno de la AIEC.
[2] RESTAN PADILLA, Ubaldo, 50 años de historia y misión AIEC. Lealtad Ltda-Sincelejo, 1995, p 13.
[3] WRIGHT, N.T, El desafío de Jesús. Desclée de Brouwer-Bilbao, 2003, p 17.

jueves, 14 de febrero de 2013

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte VI

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte VI
La pastoral.
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 51
Estimado Samuel el desafío que te propongo hoy es el de la pastoral; es decir que en tu predicación debes tratar de ministrar las necesidades de tu congregación o auditorio. Con lo anterior no quiero decir que debas dar a la iglesia lo que ella quiere escuchar sino lo que necesita oír. Lo primero te obliga a estar sofocado por la tiranía de lo urgente, los caprichos personales y los criterios del marketing; lo segundo te mantendrá enfocado en el texto bíblico y lo que Dios comunica a su pueblo a través de este. La pastoral en la predicación es comparable con la revolución que en la pedagogía y la psicología causó la teoría y práctica de “las inteligencias múltiples” propuesta por Howard Gadner[1]. Dado que existen distintos tipos de inteligencia, la tarea del docente en clase es entonces incentivar al alumno de acuerdo a su “tipo de inteligencia”. Algo parecido hace el predicador; dado que existen distintas problemáticas, tu tarea es ser relevante frente a estas; es decir; “tener las necesidades  de la congregación grabadas en tu corazón”[2]. Pero, cómo hacerlo. Lo que sigue es entonces, Samuel, una pequeña propuesta que tiene como objetivo crear una agenda para la pastoral en tu predicación.
            La parte final de la carta de Santiago nos ayuda a entender un poco esta temática (Sant 5:13-20). El “pastor Santiago” no agrupa a toda la comunidad dentro de una sola categoría sino que la discrimina diferenciando así cuatro grupos en su trato. La pastoral de esta carta, a veces con algunos tonos fuertes, se evidencia llegando a cada una de las necesidades de esta congregación. El primer grupo es el de los “tristes o afligidos” (v.13a): a estos el pastor les invita a que encuentren refugio y sanidad en la oración. Nota que Santiago no les reprende por su estado de ánimo sino que les convoca a mirar a aquel que los entiende y los puede sanar. No les dice: “declaren positivamente que no están tristes o sonrían”. Porque la tristeza, en este mundo caído, es una emoción permitida; es decir, ¡se vale estar tristes! Puedes recordar, Samuel, aquella antigua canción que decía: “no puede estar triste un corazón que tiene a Cristo, no puede estar triste un corazón que tiene a Dios…”; contrario a esto, el pastor ministra a los tristes sin reproches. El segundo grupo que contrasta, en animo, al primero; es el de los alegres (v.13b): a estos no se les desinfla sino que se les insta a seguir con esa actitud canalizada hacia la alabanza a Dios.
            En el tercer grupo se encuentran los enfermos (vv.14-18). A estos se le manda a hacer una llamada; a llamar a los dirigentes de la iglesia. Los líderes de la iglesia deben orar “en el nombre del Señor” pidiendo la sanidad del enfermo con la esperanza de que el Señor lo levante. Aquí parece que Santiago contempla el hecho de que algunas enfermedades sean producto de pecados no confesados (Cp. Salm 32:3,4). Así, la confesión de los pecados y la sanidad del enfermo deben darse en medio de un ambiente orante. La inclusión de Elías en el argumento tiene la finalidad de animar a la congregación a orar esperando resultados. La oración, según el argumento, no es para unos cuantos “iluminados” a quienes Dios escucha, la oración es para toda la comunidad; ¡miren a Elías!-dice el pastor Santiago- era como nosotros, no nos aventajaba en nada, era un hombre defectuoso, pero oro y algo sucedió. Así que oren esperando que algo suceda porque algo pasa cuando oramos que a pesar de nuestras pasiones y debilidades Dios escucha y responde.
            El cuarto grupo corresponde a aquel o aquellos quienes se han extraviado de la verdad y lo que se debe hacer con ellos: una operación restauración (vv. 19,20). Como puedes ver Samuel, el pastor Santiago no es un “relativista”, no es el ministro “todo se vale”; esta preocupado por la verdad, esta tiene que ver con la Palabra que los trajo a esta nueva dinámica de vida y la permanencia del creyente en esa verdad (Cp. 1:18). Lo primero que hace es contemplar la posibilidad del extraviado en el seno de la comunidad: “si alguno de ustedes es engañado, desviándose de la verdad…”. En segundo lugar también contempla la posibilidad de restauración dentro de la misma iglesia (el instrumento de la restauración): “… y otro le hace volver”;  y en tercer lugar se habla de los resultados de la restauración: “salvar a una vida de la muerte”; es decir, según el proceso ya descrito; el pastor Santiago invita al aborto; la muerte que había sido engendrada por el pecado se aborta interrumpiendo su proceso gestacional (Cp. 1:15). Y el segundo resultado es el “cubrir” una cantidad de pecados. La restauración es un acto de amor que lleva al perdón de los pecados o faltas (Cp. Pr 10:12; Salm 32:1).
La comunidad a la que el pastor Santiago le escribe es doxológica: celebra la fe, pero también es terapéutica: sana las heridas. Así  mi querido Samuel se nos ha planteado tan gran desafío. Por esto en tu predicación evita homogeneizar a tu congregación, saca tiempo para estar con ella, conocerla y de esta manera  pastorearla con las escrituras, dándose la pastoral en un ambiente espontáneo que reconozca la diversidad. Fin.


[1] GADNER, Howard, Estructuras de la mente: la teoría de las inteligencias múltiples. FCE-Bogotá, 2011, p 68-215.
[2] ALEXANDER, Erick. Las ocho proposiciones de la predicación Bíblica. Cartilla de la “escuelita de exposición Bíblica”, no publicada.