miércoles, 7 de febrero de 2024

SE QUEDÓ CONMIGO EN EL FRACASO

 

“SE QUEDÓ CONMIGO EN EL FRACASO”

Ez 1

convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 203

Desde la crisis del exilio que vivió el Pueblo de Israel, reino del norte y reino del sur, a los profetas se les clasifica como: pre-exilicos, exilicos y pos -exilicos. El mensaje de los profetas Pre-exilicos se centra en advertirle al pueblo sobre la necesidad de revisar la vida, arrepentirse, para no “perder la tierra”, esto es: vivir el éxodo al revés; ya en el exilio, el mensaje de los profetas exílicos se centra en el consuelo y la esperanza para un pueblo fracturado por la crisis (surge aquí la idea de la esperanza mesiánica) y, el mensaje de los profetas Pos-exilicos se ubica en la necesidad de la reconstrucción después de la tragedia.

            Ezequiel, un sacerdote que se volvió Profeta, ejerció su labor entre los años 593 y 571 a. C. Su rol profético lo desempeño entre los exiliados en Babilonia. Es entendible este cambio de rol, ante la ausencia del templo y sus sacrificios, Ezequiel migra hacia el rol profético, mostrando así la capacidad para adaptarse a los momentos que vivía su pueblo y seguir sirviendo “de otras maneras”. El libro es fascinante, en lo particular, me atrae el uso de las imágenes en el mensaje profético. Las imágenes como dramatización y puestas en escena del mensaje están por todo el libro. Claro, nosotros somos hijos del discurso, de la predicación formal de los “tres puntos” tipo retorica aristotélica; pero, hay un poder sin igual en el Performance del profeta. Nunca me dijeron esto en clase de homilética.   En el capítulo 1 del libro que lleva su nombre, nombre que traduce “El Señor es mi fuerza”, se nos presenta, con imágenes y lenguajes propios de su tiempo y cultura Babilonia (seres alados, espíritus etc), un majestuoso cuadro de la presencia de Dios, presencia que escapa del lenguaje del profeta y que describe “era como”; asunto este que nos comunica, entre otras cosas, por un lado, la importancia de comunicar el mensaje según categorías culturales y, por otro, una Teología humilde que no afirma categóricamente sino que se acerca a misterio “como”.

            Pero, esa presentación majestuosa de Dios en el capítulo 1 cumple, creo, tres funciones: 1). Hablarnos de la vocación del profeta, la mamera en la que fue llamado o convocado; 2). Comunica la idea de que Dios es soberano, está en control. Recordemos que, según la creencia de ese tiempo, si un pueblo vencía a otro, era también vencido su dios, así, los dioses babilonios serían los vencedores y Yahvé, el dios vencido. Y, desde esa verdad de la soberanía es que se “enjuicia” a las naciones: No se les juzga porque no se han convertido, ritualmente y formalmente, al Dios de Israel, o, porque no son “evangélicas o cristianas”; la idea no era Yaveizar al mundo, se les juzga por asuntos de corrupción política e injusticia social: se critica, por ejemplo, el imperialismo del príncipe de Tiro (Ez 28) y la falta de justicia social y solidaridad de Babilonia (Ez 16:21-52).

            3). Pero, sobre todo, el texto presenta la imagen de un Dios moviéndose, de un Dios que se exilia también con su pueblo. El pueblo se equivocó, claro; se le advirtió, también; pero Dios se fue con los “equivocados”. Que buena noticia frente a Teologías inamovibles y fijas que defienden el “carácter de Dios”, pero que no atienden la tragedia humana. En el exilio y nuestros exilios, Dios también está, se mueve para buscarnos, para salvarnos. Por eso tal vez el capítulo 1 cierre evocando al “arco iris” como memoria del Perdón y la Gracia de Dios. 

Canta Jesús Adrián Romero: “Se quedó conmigo en el fracaso, en mi oscuridad y mis momentos bajos. Y a pesar de conocerme tal cual soy, se quedó. Se quedó conmigo y sin reproche, y él me acompañó cuando perdí mi norte, y a pesar de conocerme tal cual soy, se quedó”.

Sí, DIOS SE QUEDÓ CONMIGO EN EL FRACASO. No obstante, ¿te quedarías tú también conmigo, o me darás la espalda cuando descubras que soy defectuoso? A veces nuestra Teología de la Salvación es muy corta, fija e inamovible; solo alcanza para los que no están exiliados (los impecables), pero, nada tiene que decirles a los que se fueron, a los exiliados (los pecadores).  No obstante, DIOS SIGUE MOVIENDOSE más allá del templo y las teologías fijas, inamovibles e incuestionables. “Y vino su gloria”, dijo Juan respecto a Jesús, Dios se movió y se vistió de campesino, de humanidad.

 

 

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