martes, 27 de octubre de 2015

Creado, creído y caído (2)

Creado, creído y caído (2)
Gen 3:1-24
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 134
La mujer interviene para aclarar a su interlocutor los alcances del mandamiento de Dios, podemos comer de todos los arboles-dice- excepto de uno so pena de muerte. El contraste entre el “todos” y el “uno” es evidente, el marco de acción entre ambos es abismal. Sin embargo, el foco de atención, la discusión ahora, versará sobre el “un”; lo prohibido será objeto de discusión y de desmitificación. Hasta aquí la orden aun es conservada, el mandamiento se mantiene intacto. La prohibición de no comer muestra que el alimento se convierte en test, en una prueba en el sentido Bíblico. Y es que, la comida en la Biblia no tiene un sentido neutral: la prueba de Adán y su mujer muestra esto, el tránsito de Israel por el desierto también lo afirma y el mismo Jesús es confrontado con la misma situación. La respuesta de la mujer a la serpiente esboza los límites que Dios ha puesto: “para vivir hay que comer de todo, pero no comerlo todo”[1]. Hacer lo contario, comerlo todo, es no admitir el límite de don. Y es que, hasta el sentido común  nos dice que, para disfrutar de un don  o un bien de manera sensata, debemos aprender a hacerlo en el marco de unas reglas o límites dados. Por ejemplo, al que le acaban de regalar un carro debe saber cómo conducirse en carretera: los límites de velocidad permitidos, el pase de conducción al día, respectar las normas generales de tránsito. Todo don o bien lleva consigo límites para poder disfrutárselo.
            La serpiente ataca de nuevo negando los efectos del límite puesto por Dios, ¡No morirán!, afirma la voz serpentina cuestionando de esta manera la Palabra de Dios (v.4). Se presenta a Dios como un aguafiestas cósmico que, caprichosamente, le quita la posibilidad al ser humano de “conocer el bien y el mal”. “se ha señalado que la  mentalidad hebrea solía emplear términos opuestos para referirse a una categoría entera. Por ejemplo, oriente y occidente significa en todo lugar. Día y noche quería decir todo el tiempo. Y aquí el bien y el mal es probablemente una expresión que significa todo”[2]. Si esto es así, la tentación y el acto de desobediencia consiste entonces en querer experimentar lo que Dios experimenta; poder determinar su propio destino; asegurar su propio futuro. Y, muy sutilmente, la bondad de Dios es cuestionada, un Dios que prohíbe, que pone límites no es bueno. El deseo de ser como Dios en cuanto a su conocimiento del bien y del mal es, tal vez, más fuerte que el ser como Dios en cuanto a lo que ya eran: “a imagen y semejanza”. Lo que la serpiente ha puesto en la  mesa es la cuestión hermenéutica: ¿Qué dijo Dios y como ha de entenderse?  No resulta difícil detectar aquí el mecanismo de proyección característico de la envidia. El codicioso piensa espontáneamente que el otro busca probarle de aquello que pretende. Ve en él una amenaza y encuentra entonces sobrados motivos para desconfiar de este rival que se aprovecha de su confianza para tenderle una trampa mientras que el mismo permanece a salvo[3]. Esto ocurre con la serpiente, para ella, la intención de Dios al poner límites sin aclararlo, es perversa.  
            Ahora, hay un sentido en el que la historia de la salvación versa sobre el asunto hermenéutico; es decir, sobre el  mensaje de Dios y la forma de entenderse y aplicarse frente a nuevas situaciones y eventos. Entre muchos casos y rostros que pueda tomar el tema en la Biblia, resalto dos casos: el de Adán en el huerto y el de Jesús en el desierto (y otros escenarios). La serpiente se acerca con una propuesta hermenéutica, indaga sobre la postura interpretativa de la mujer frente al mensaje que de Dios ha recibido (2:17). Así como quien acaba de salir del culto el domingo y se ve en la necesidad de contestarle a alguien la pregunta ¿Y… de qué habló hoy el pastor? ¿Y… cómo lo entiendes tú? Ahora, una vez las palabras de la serpiente encuentran eco en su interlocutora, ella aprovecha para presentar entonces su propuesta hermenéutica. La serpiente niega el resultado de comer del árbol prohibido, ¡No moriréis!, afirma; siembra desconfianza sobre la bondad de Dios y, propone la posibilidad de ser como él. En síntesis, según la hermenéutica serpentina Dios ha preservado el “árbol del conocimiento” no porque el desconocimiento resulte esencial para toda relación, sino porque quiere conservar la omnipotencia como privilegio exclusivo suyo. El silencio de Dios acerca de la razón del límite es un indicio de sus celos, no el signo de que quiere al hombre libre para realizarse plenamente. La advertencia concerniente a la muerte, en lugar de ser aviso de amigo, es la amenaza que el rival profiere contra su competidor humano.
            La mujer sospecha de Dios y acepta la hermenéutica serpentina. La reflexión de la mujer frente al fruto fue racional (vio era bueno para comer), estética (era agradable a la vista) e intelectual (deseable para alcanzar sabiduría). La nueva hermenéutica tiene efectos sociales, la mujer comparte con Adán y este también come (v.7). El ser humano usurpa rol de Dios, ahora es el ser humano quien decide lo que es bueno (Cp. 1:10). Los sueños de conocimiento y sabiduría se esfuman y ahora solo queda la desnudez y la vergüenza. El único conocimiento que adquieren es el de sus finitudes. Y ahora diseñan modas, una moda bastante ecológica por cierto. Pero esto no quedará así… continuará.


[1] WÉNIN, André, No solo de pan, el deseo en la Biblia: de la violencia a la alianza. Sígueme-2009, p 41.  
[2] DRIVER, Juan, Pueblo a imagen de Dios: hacia una visión Bíblica. Semilla-Guatemala, 1991, p 17.
[3] WÉNIN, Op, Cit,. P 58.

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