miércoles, 3 de junio de 2015

Llegó la hora (4)

Llegó la hora (4)
Introducción a la lectura y predicación del discurso de despedida de Jesús
 Juan 13-17
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero123
El mensaje de la vid ha terminado, cierra con la necesidad de permanecer en amor. La permanencia es el sello del discipulado genuino. La “vida cristiana” volátil, gaseosa y etérea, vida sin raíces y fundamentos, será siempre sospechosa de una experiencia genuina de Dios. El amor, como ya lo dijimos, no es en primer lugar el sentimental o romántico (aunque toda experiencia de amor ha de incluir los sentimientos), este amor es supremamente práctico. El amor a Dios se expresa en hacer su voluntad (Jn 14:21). El amor hacia el prójimo se expresa en buscar su bienestar, su promoción. Ahora entramos a la sección “B’. Me voy pero viene el Espíritu, Cap. 15:18-16:33” (ver la propuesta del bosquejo general). La experiencia del Espíritu se vuelve retomar y esto pone a este texto en paralelo con “B. Me voy pero viene el Espíritu, Cap. 14”. El discurso cambia de tono, pasa del amor comunitario al odio mundano. El texto se presenta como una gran inclusión así:
A.  Las aflicciones en el mundo, 15:18-25.
B.  La asistencia de Dios, 15:26-16:15.
A’. Las aflicciones en el mundo, 16:16-33.
            Podemos titular la predicación de este texto así: “del amor al odio”. Veamos algunos detalles. En primer lugar, las aflicciones en el mundo, 15:18-25. Los discípulos de Jesús son personas concretas, de carne y hueso, en circunstancias concretas y reales. El mundo, que es aquí categoría social (personas) y moral (valores) es el escenario para la misión. No hay en este texto sombra de escapismo y hermetismo, esto imposibilitaría la misión y negaría su fundamento: la encarnación; siendo Cristo mismo, el modelo por excelencia. Así como “el verbo es carne” el discípulo también. Entonces, Jesús les comunica a los suyos que la vocación de “llevar fruto”, de ser pueblo de Dios con todas las implicaciones y atenuantes, estará marcada por la oposición, el rechazo y la aflicción. La sentencia “el mundo les aborrece” prepara a los discípulos para la oposición. La obra de Jesús estuvo marcada por el rechazo desde sus inicios, tal vez, esto pasará con sus seguidores (Jn 1:10-12). La razón principal del “odio del mundo”, escenario de la misión, se debe a la “elección”, esto no es una cuestión emocional (celos del mundo o envidia por los elegidos) sino moral (Dt 6:7; 7:7-27). La elección, aunque por gracia, implica rupturas, reorientación, rompimientos y, cuando el mundo percibe que ya el discípulo está en una dimensión distinta empieza entonces “el dio”, este odio es sutil o abierto. El discípulo empieza entonces a percibir la tensión. Aquí encontramos entonces el “criterio de la diferencia” en el discipulado. Todo esto sin olvidar que la elección tienen carácter misiológico, es instrumental: se da para que otros conozcan de Dios.
            En segundo lugar, la asistencia de Dios, 15:26-16:15. Es aquí, en este contexto de tensión y oposición, en donde entra la asistencia divina, la promesa del “consolador”. El Espíritu de verdad, comprometido con el proyecto de Cristo quien es la verdad (Jn 8:32), viene de parte del Padre no solo para consolarlos en medio de las tensiones propias de la misión, sino que también llega para darles la capacidad para testificar, el consolador da testimonio de Cristo, habla de Cristo a través de ellos, no tiene una agenda propia, no habla de otro tema. El Espíritu no solo acompaña la labor misionera sino que también propone su tema: la cristología encarnada. La obra del Espíritu en el mundo a través de los discípulos tendrá tres propósitos: 1). Convencer al mundo de pecado, aquí el pecado es la incredulidad, el rechazo de la obra de Dios en  Cristo. 2). Convencer al mundo de justicia, como testigos de la resurrección, los discípulos anunciaran que la exaltación a la diestra del padre comprobará la injusticia humana, la inocencia de Jesús y la justicia de Dios. 3). Convencer al mundo de juicio. La aparente derrota de Jesús con su victoria real en la cruz era a la vez la derrota decisiva del poder del  maligno en este mundo (Jn 12:31). El testimonio de los discípulos “convencerá” al mundo, no en el sentido de ganar todos los debates, sino en el sentido de mostrar su error y llamarlo al arrepentimiento. Así, al odio del mundo Dios responde con su presencia amorosa.
            En tercer lugar, las aflicciones en el mundo, 16:16-33. En esta sección del discurso, Jesús les habla de su muerte y su resurrección. Mientras  esté muerto el mundo se alegrará y los discípulos se angustiaran, y cuando resucite, los papeles se invertirán: el mundo se sorprenderá y los discípulos se alegrarán. Les invita a asumir el sufrimiento “en clave mesiánica” (Sof 3:14-20). El dolor es comparado con el ciclo de la mujer en parto: el dolor necesario es cambiado por el gozo. Es más, la misma palabra usada para “aflicción” al final del discurso (v. 33) es la misma usada para los “dolores de parto” (v. 21). El discurso también redefine a cuestión de la oración y el templo, orar “en el nombre de Jesús” es aludir de manera directa a la oración aceptable a Dios desde el templo de Salomón (2 Rey 6-8; 2 Cron 5-6). Se propone una nueva relación con Dios a través de Jesús, el nuevo templo. El texto cierra con una invitación a la confianza. Jesús no les ha dado falsas esperanzas, pero su Palabra trae paz en medio de la oposición y el conflicto. Dios cubre con paz y victoria nuestras aflicciones. Jesús ha vencido en su aparente derrota, ha vencido desde el amor y la entrega. Ha vencido al responder al odio del mundo con su Presencia consoladora. Continuará…      

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