jueves, 18 de junio de 2015

El paparazzi de Dios: retratos de un pecado real (2)

El paparazzi de Dios: retratos de un pecado real (2)
 2 Sam 11-12
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero126
David mira desde su palacio (situación vertical, de poder). Ahora, la mujer ya tiene nombre, pero sigue siendo “cosificada”, sigue siendo objeto de deseo.  Pero el poder, que no opera solo, manda a sus emisarios y trae a la mujer al palacio. David se acuesta con ella. El relato dice que ella “estaba purificándose de su impureza” (Lv 18:19; 15:28), es decir, el narrador afirma, que la mujer acababa de menstruar y prepara al lector para lo que viene: la mujer queda embarazada y es de David. Ahora, la mujer rompe el silencio. La vergüenza que a veces se cierne sobre la victima de la “violencia sexual” es remitida a quien debe ser, al victimario (v.5). La parte paralela del texto (B’) muestra al David consolador, obviamente ha tenido que pasar ya por el escrutinio de la Palabra profética y la voz concientizadora del defensor de las víctimas, Dios mismo. David opta por no rechazar a Betsabé viuda y sin hijos. La consoló (12:24-25). Nace con el tiempo un nuevo hijo al que ponen por nombre Salomón. El nombre alternativo, jedidías, trasmitido por medio del profeta Natán, significaba “amado de Dios”. Y fue casi con total seguridad visto por David y Natán  como un reconocimiento de que David podía dejar atrás su pecado, aunque las consecuencias seguirían[1]. Esta parte del relato cierra como la anterior, con la sensación de que las cosas pudieron ser mejores. De que cuando se actúa bajo la ley divina, Dios aprueba y consuela.
            David ya ha adulterado. Ahora tiene que asumir las consecuencias, por lo menos, eso se espera, pero no (C). Manda a buscar a Urías el heteo, esposo de Betsabé, que está en la guerra, en donde el rey debía estar. El rey no va asumir su culpa, quiere remitirla, quiere proyectar su culpa en otro, quiere legitimar el embarazo de Betsabé, haciendo que su esposo legítimo se acueste con ella (11:6-27). Urías el heteo no acepta el consejo “aparentemente loable y misericordioso” de su rey. “Urías se muestra solidario con el resto de soldados y ante la embriaguez conserva su sentido de lealtad. Urías era un verdadero soldado de Israel y aunque se encontraba lejos del campo de batalla, su corazón estaba en la batalla; la actitud de Urías era una actitud que David había perdido en ese momento”[2]. La integridad de Urías es inquebrantable y ante esto, el rey toma otra decisión: mandarlo con una carta a Joab, cuyo contenido Urías ignora, es su sentencia de muerte. ¡Qué ironía! Urías muere, su integridad física es lesionada pero su integridad moral queda intacta. La repetición constante de la nacionalidad “hitita” de Urías (7 veces) cumple un efecto retorico: Urías el hitita era más fiel israelita que David, el rey. Con su actitud le dijo a David a todo lo que él no era. Urías es también víctima del poder político. El hijo, producto del adulterio, muere en cumplimiento de la Palabra del profeta Natán (12:16-23)[3]. David  no acepta la Palabra así no más, pelea, ora, ayuna, no se entrega al fatalismo. Dios es libre para actuar, pero eso no significa que el creyente pueda hacer preguntas. “David sabía que Dios no era un autócrata tirano, sino un Dios viviente, que se relaciona activamente con su pueblo, respondiendo a las oraciones y situaciones  según se van produciendo… las oraciones de David no suponían un chantaje a Dios para obligarle a actuar de determinada forma, sino una manera de expresarle a Dios sus sentimientos tratando al mismo tiempo de conocer su voluntad”[4].
            Hasta aquí podemos resaltar tres observaciones frente al pecado de David: 1). David se olvida del “manifiesto del rey” que el Deuteronomio ya proponía. El rey debía ser modelo de la ley para su pueblo (Dt 17: 14-20). La legitimidad de su gobierno estaría en someterse a Dios. Es decir, el rey debería ser un modelo de piedad para el pueblo.  2). David viola los mandamientos 7,8 y 10; comete homicidio, comete adulterio y estos dos actos son alimentados por la codicia (Ex 20:13, 14,17). La codicia rompe el sentido de comunidad y convierte al otro en una cosa o producto. La codicia cosifica y comercializa la vida humana. 3). David viola el pacto o contrato que el mismo había hecho con el pueblo (2 Sam 5:3). En dicho contrato la autoridad del rey debía usarse para dos fines: defender al pueblo de los enemigos y hacerlo vivir en la justicia y el derecho. David traicionó su función de autoridad: no acompaño más al pueblo en la batalla y así dejo de defenderlo; al mismo tiempo torció la justicia y violó el derecho para satisfacer sus caprichos personales. Es más, el  nombre Betsabé significa “hija del pacto”, pero embriagado de poder, David no notó la advertencia que el nombre del su víctima le comunicaba. Por esto y otros detalles más, David en este texto es el “anticristo” (el anti ungido, el anti mesías). David es el anticristo cuando asume un proyecto contrario al proyecto del mesías de Israel. Es el “anticristo” porque no vive a la altura de su vocación: no protege al indefenso (la mujer de Urías); “la cosifica” y abusa de ella abusando de su poder, no trata con cuidado al extranjero, no es modelo de piedad para su pueblo. Es el “anticristo” porque no actúa de acuerdo a la “unción” que Dios, por gracia, le ha otorgado. Continuará.  


[1] EVANS, Mary J. Comentario Antiguo Testamento Andamio. 1 y 2 Samuel. Andamio- España, 2009, p 288.
[2] Llanes, Hector. Comentario Bíblico Mundo Hispano. 1 Samuel, 2 Samuel y 1 Crónicas. Mundo Hispano-El paso (Texas), 2008, p 244.
[3] Parece haber aquí una referencia indirecta de la “ley del talión”: esta tenía como objeto poner freno a los abusos. Estableció un principio de misericordia: la venganza jamás debe exceder a la ofensa  (Ex 21:23-25; Lv 24:19-21; Dt 19:21).
[4] EVANS, Op., Cit, p 286. 

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