lunes, 25 de mayo de 2015

Llegó la hora (3)

Llegó la hora (3)
Introducción a la lectura y predicación del discurso de despedida de Jesús
 Juan 13-17
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero122
Pasamos ahora a uno de los capítulos más populares de Juan: el capítulo 15. Este capítulo parece contradecir la narrativa del anterior, pues aquí se habla de permanecer mientras en el anterior se hablaba del viaje de Jesús hacia su padre. La pregunta que viene enseguida es ¿Cómo se permanece en alguien o con alguien que se va?  Responderemos a esto después. En el capítulo 14 Jesús ministró a los suyos ante su partida, no va a dejarlos huérfanos, pero tampoco ociosos. Hay un detalle que llama la atención al cerrar el capítulo 14: Jesús les dice a los suyos… “Levántense”. El término “levantarse” no solo es una indicación corporal y física, sino también emocional y psicológica. Hay noticias que paralizan el cuerpo y hay informes que paralizan el alma. Por ejemplo: una noticia negativa no esperada, el hastío, la desesperanza, el egoísmo, el luto; y las despedidas. También hay teologías que paralizan. La mejor forma de salir de la parálisis es haciendo algo: las parálisis merecen proyectos y formas de hacer. El llamado a “levantarse” tendrá su sentido completo cuando este acompañado de una propuesta. Es aquí en donde podemos empezar a entender un poco la ubicación de capítulo 15.
            En este capítulo, a través de la metáfora de la vid, se ilustra la relación de Jesús con sus discípulos: él es la vida y los discípulos las ramas. En esta relación el Padre es el labrador quien limpia a través de la Palabra, esta posibilita la permanencia y provoca una revolución. En la propuesta concéntrica del bosquejo general, cap. 13-17, este capítulo aparece en la parte central bajo el título: “Israel redefinido: la vid verdadera”. El peso histórico y teológico de esta sección es fuerte: en el AT Israel es la vid de Dios y si tomamos este trasfondo entonces el texto propone una redefinición de Israel (Is 5:1-5). Podemos titular la predicación así: “¡permanecer o permanecer, esa es la cuestión!”. Veamos un poco el contenido del capítulo bajo tres declaraciones. Veamos. Primera declaración, vv. 1-3. a). Empieza con “Yo soy”, son siete declaraciones como esta en el evangelio y nos recuerda el nombre de Dios frente a la liberación de Israel de Egipto (6:35; 8:12; 10:7,9; 10:11; 11:23-26; 14:5,6). b). La vid verdadera recuerda la historia fracasada de Israel (Cp. Is 5; Os 11:10). El adjetivo “verdadera” está en contraste con lo falso, lo que no es genuino o lo que se frustró. Es obvio, Israel se está redefiniendo. El texto imprime una nota de esperanza: en Jesús, los fracasos son superados, la historia es redefinida, Israel cumplirá su misión. c). El padre, en esta metáfora, cumple el papel de “labrador”, de un cultivador quién vigila que las ramas cumplan su propósito. Pero la figura del padre es paralela a la de la vid: Él es dueño de la vid.  Así como en el AT Dios es el dueño de su vid: Israel. d). La Palabra cumple un papel purificado y limpiador. En este texto la limpieza viene como resultado de estar expuestos a la Palabra y al mensaje de Jesús (Cp. 13:10).
            Segunda declaración, vv. 4-11.El término “permanecer” aquí es clave, aparece 7 veces. La permanencia aquí nos habla de una relación constante, estable, que permanece en el tiempo; en este sentido, no esporádica u ocasional. De manera interesante, la palabra para “permanecer” aquí, es la misma para hablar de las “moradas” en el capítulo anterior. La permanencia entonces tiene que ver con la idea de habitar, vivir en Jesús. Ahora, la permanencia está mediada por la obediencia a la palabra (mandamiento). La desobediencia los alejará de casa, la obediencia les permitirá permanecer en el hogar. A continuación se añade: “permanezcan en mi amor” (v. 10), permanecer en el amor es no pervertir el proyecto de Dios en Cristo, el amor aquí no es una abstracción filosófica sino un modelo misiológico (Jn 3:16). La permanencia tendrá dos resultados: 1). Llevaran frutos. Aquí se refiere a los frutos que Dios esperaba de Israel: justicia social, santidad, la lealtad a Yahvé  y el testimonio (Is 5:7; Ex 19:5,6). 2). Tendrán posibilidad de orar y recibir respuestas. La oración, así, deja de pervertirse porque ya no se instrumentaliza a Dios, no se lo ve como el “Dios bombero” sino como aquel “tu” cercano al que podemos orar y él nos responde, un interlocutor confiable; ni el tirano, ni el lejano.
            La tercera declaración, vv. 12-17.La Palabra de la cual hablaba la sección anterior es una y concreta: “el amor mutuo a la manera de Jesús”. El amor, como lo dijimos, no es abstracción filosófica, sino modelo misiológico: este es un amor misionero, que se entrega por los demás como Dios lo hizo en Jesús. Este es un amor ético porque se compromete con la práctica de la justicia. La mención de la amistad aquí es fabulosa: Israel se está redefiniendo en los discípulos, la vid en el AT era Israel, pero en el AT Abraham, figura paradigmática para los judíos, fue llamado “amigo de Dios” (Is 41:8). Así, los discípulos no solo son ahora extensión de la “vid verdadera”, sino que esta experiencia los vincula directamente con la fe de Abraham y los orígenes de la fe de Israel. ¡Qué gran privilegio y que gran responsabilidad! Por esto, el texto termina hablando en “clave de alianza” (Dt 6-7). La elección no es por meritocracia, es por gracia; pero es para producir. Así como Dios eligió a Israel tanto para bendecirlos como para convertirlos en instrumentos de bendición, Jesús escogió a los discípulos tanto para darles vida como para convertirlos en portadores de vida. La manifestación concreta de la “permanencia” en Jesús es el amor servicial a los demás, porque no se puede amar solo. Continuará…

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