jueves, 12 de enero de 2017

Muchacho al carbón (1)

Muchacho al carbón (1)
Los sacrificios de ayer y los sacrificios de hoy
Gen 22:1-19
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 164
Este texto es complicado, tan así que descresta a los cristianos y merece crítica de los “enemigos de la Biblia”. Algunos del primer grupo optan por la alegorización del texto quitándole a este todo valor histórico, literario y teológico en aras de defender a Dios a la Biblia. Otros, del segundo grupo, sacan el texto fuera de contexto, maldicen a Dios (que no existe) y hacen frente al relato un alegato injusto[1]. Este trabajo pretende, con muchas limitaciones, hacer una lectura del texto desde la historia, la literatura y la teología Bíblicas; terminando con algunas líneas grandes de aplicación o contextualización: el texto finalmente se tratará como “Palabra de Dios” para “el pueblo de Dios”. El texto presenta una estructura quinaria propia de los relatos y narraciones[2]. El lector y los protagonistas son llevados a una complicación en la trama que luego es transformada por el clímax (acción trasformadora), una vez pasa esto, el lector descansa, “baja la guardia”, y el texto, de manera sutil, hace su propuesta[3]. Antes de continuar quisiera sugerir que la lectura y predicación general de este texto, en donde el predicador invita al creyente a “sacrificar su a su Isaac” (esto es, pecados, asuntos no agradables a Dios, etc.), no se ajusta a la intención de la narración: en esta Isaac no es sacrificado sino liberado, rescatado.  Veamos el texto en detalle a partir de cada una de sus partes.
            Primera escena, escenario o exposición, vv. 1-5. Aquí en esta primera parte del texto se nos plantea el problema, lo que va a acontecer en el resto de la narración será el desenvolvimiento de lo que aquí se propone. Nos ubicamos aquí ya en la parte final del ciclo de Abraham (Gen 12-24). El relato parece un anti clímax pues se le llama a Abraham a que mate en sacrificio aquello que le ha dado sentido a toda esta narración: la promesa. Toda una trama bien elaborada, todo un suplicio bien vivido, toda una maraña de relaciones y tensiones para traer a Isaac y ahora, ¡sorpresa!; la promesa debe morir. Esto parece un chiste de mal gusto, una broma pesada. Ha habido a lo largo de la narración muchos eventos y asuntos que “atentan” contra la promesa, Abraham mismo atenta contra ella y Dios protege, enseña y defiende su proyecto en el patriarca, pero ahora, Dios mismo parece estar en contra ella (11: 31; 12:10-20). Al inicio de la experiencia de Abraham con Dios se le invita a renunciar a su pasado “deja tu tierra y tu familia”; ahora, años después, se le está invitando a renunciar a su futuro “sacrifícalo”. Bien. El hecho es que al iniciar el relato, al lector se le informa que Dios someterá a prueba a Abraham. Esta prueba tendrá como objeto medir el grado de entrega de Abraham hacia Dios (Cp. Ex 15:25; Dt 4:34; 6:16; 28:56; 33:8). Se señala el escenario geográfico, un monte en la tierra de Moriah, y la prueba propiamente dicha “ofrecer en holocausto a Isaac”. Hasta aquí, el lector sabe que es una prueba, Abraham sabe que la prueba tiene carácter sacrificial, los siervos e Isaac saben que es un acto de adoración (Gen 18:2; 19:1).
            Segunda escena, nudo o complicación, vv. 6-10. En esta segunda sección se informa sobre los detalles del sacrificio: Isaac carga la leña, no lo sabe, no lo intuye, lleva sobre si aquello sobre lo cual él estará después. Abraham toma el fuego y el cuchillo. Abraham camina, pasa saliva. Mira los montes. Su mirada se pierde, de repente regresa en si al escuchar la voz de Isaac al preguntarle de manera lógica sobre el animal para el sacrificio. Percibiendo la paradoja entre la promesa y la renuncia a ella, Abraham guarda la esperanza de que Dios provea un animal en lugar de su hijo. Tanto Isaac como su padre saben de sacrificios, de cultos y de adoración. Pero Dios guarda silencio, aun la prueba sigue en pie. El altar es arreglado, la leña ya no está sobre Isaac sino este encima de aquella, la tensión sube… al igual que la mano de Abraham blandiendo su cuchillo. Muchos altares había edificado Abraham, tantos sacrificios ofrecidos, pero ninguno con tanta significación como este. La razón por la que no hay resistencia en Abraham, a pesar de la tensión, es que vivía en medio de una cultura religiosa en donde los sacrificios humanos para las divinidades eran comunes (Lv 18:21; Dt 18:10). La tensión sigue. Como ya lo afirmé: al inicio de su caminar con Dios Abraham tuvo que renunciar a su pasado, ahora, años después Abraham renunciará a su futuro. Continuará.

[1] Véase a, RODRIGUEZ, Pepe. Los pésimos ejemplos de Dios según la Biblia. Debate-España, 2008, p. 105.
[2] La estructura quinaria presenta cinco partes así: escenario o exposición, nudo o complicación, clímax o acción transformadora, desenlace y cierre.
[3] También se ha propuesto para el texto una estructura quiástica.
A. Narración introductoria, v. 1a.
     B. Diálogo de Dios con Abraham, vv. 1b-2.
         C. Narración: preparativos para el holocausto, vv. 3-6.
               D. Diálogo de Isaac con su padre, Abraham, vv. 7-8a.
         C’. Narración: preparativos para el holocausto, vv. 8b-10.
    B’. Diálogo de Dios con Abraham, vv. 11-12.
A’. Narración conclusiva, vv. 13-14,19.
GARCÍA LOPEZ, Félix. La Torá: escritos sobre el pentateuco. Verbo Divino-Estella (Navarra), 2012, p. 114. 

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