“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (1)
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Caballero 156
Quisiera empezar esta
reflexión partiendo de tres hechos: 1). Recordar el criterio de cuerpo que la
teología paulina expone en donde la variedad no se opone a la unidad sino que
la celebra y la fortalece. Todos tenemos dones, en el cuerpo no hay vacantes o
cesantes. Todos somos enriquecidos y ministrados por lo que todos hacemos. Como
lo ha expresado Dunn: “Pablo no dividió su concepto de cuerpo de Cristo en
aquellos que ministran y los que son ministrados… la diversidad de ministerios,
la función carismática, se extendió a todos los miembros”[1].
Aquí no hay miembros de segunda clase, el cantante es tan importante como el
teólogo. 2). Como no ha docencia sin discencia[2],
tampoco hay hacer teológico sin discernimiento. No estoy de acuerdo con todo lo
que los “cantantes cristianos” cantan o expresan en sus canciones, pero creo
que hay un esfuerzo sincero por parte de estos hermanos, aunque no esté de
acuerdo con todo lo que cantan y dicen (debemos estar al tanto de ello aunque
esto no los haga herejes o algo así), de celebrar a Dios a través de canciones
y aportar un granito de arena a este proyecto como partes del cuerpo que son.
3). Debemos tener cuidado de no volvernos "cazadores de herejías" en
donde solo diferimos tal vez en forma. Aquí vale la pena recordar la máxima
agustiniana: “en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”.
Me impresiona la tendencia evangélica de los “cazadores de herejías de YOUTUBE
y FACEBOOK” que sacan predicaciones y frases fuera de contexto para denigrar y
rebajar al otro. No estoy diciendo que debemos aceptarlo todo, pero debemos
aprender a dialogar e incluso, a disentir. Hoy, mientras la Iglesia católica
habla de misericordia y los sacerdotes abren sus brazos, nosotros predicamos y
actuamos inmisericordemente y nos
ponemos los guantes.
Desde hace algún tiempo, el cantante y pastor mexicano
Jesús Adrián Romero (De aquí en adelante JAR) ha sido criticado por algunas
declaraciones suyas frente a las cámaras en entrevistas, predicaciones suyas en
el pulpito de su iglesia y, especialmente, por declaraciones en sus canciones. Debo
reconocerlo, algunas de esas críticas están bien merecidas, no obstante valoro
el hecho de que se atreva a opinar y a poner en la “mesa teológica” algunos
asuntos que puedan levantar espinas. La teología nace en la crisis, en lo duro
del camino y en lo denso de la niebla. Aunque JAR no es “teólogo de formación”
si lo es de acción y lo que dice y canta son expresiones teológicas. Frente a
esto tengo que decir que ningún predicador o cantante puede escapar del
escenario teológico, que lo que dice y canta lo hace desde algunas convicciones
teológicas con las cuales podemos o no estar de acuerdo. Además… ¿salidas en
falso?, todos las tenemos, solo que por no ser tan “públicos” no se nos notan.
No son tan evidentes. Todo lo anterior lo expreso pensando en una canción en
particular de JAR, “Que huyan los fantasmas”[3]. El
problema para algunos es el uso del término “fantasmas” en la canción y algunos
detalles más (el piano que se toca solo, por ejemplo). Como si la Biblia fuera
descartada, o digna de sospecha, por que usa las palabras “demonios”, “diablo”
o “satanás”. “Que huyan los fantasmas-dice la canción- que reine en mi la
calma, que corra en mi tu amor como un río. Que llegue a los rincones profundos
de mi alma, que inunde de tu paz rodo mi interior”. La canción, creo, pide,
como cualquier salmo Bíblico, la acción de Dios sobre la vida del poeta, usando
categorías propias de la lírica y la poesía (sino dejaría de serlo). Frente a
esto digo lo siguiente.
1). En gramática existen los conceptos de “diacronía” y
la “sincronía” para hablar de los términos, su uso y desarrollo. “Sincronía”
tiene que ver con el significado del término cuando este apareció o se formó.
Por su parte “diacronía” tiene que ver con el o los significados que a través
del tiempo el término ha sufrido o se le han adjudicado. La palabra “santo” en
el AT es un ejemplo claro de ello, entre otros. Por esto, y porque soy también
pastor y consejero, estoy “casi seguro” que la palabra “fantasma” en la canción
la usa el autor como una categoría amplia para hablar de todo aquello que nos
apabulla (incluyendo a los demonios), que nos paraliza, nos atemoriza y de cómo
esto puede ser cambiado por la obra de Dios, por el evangelio. Hablamos así hoy
cuando decimos que esta o aquella persona “fue libre de sus fantasmas”.
2). No olvidemos que
estamos frente a un asunto lírico o poético, en donde el lenguaje es distinto
al narrativo, legal o lógico. Si quitamos la poesía y la metáfora, matamos el
lenguaje. Cuando alguien nos dice “esa mujer me robo el corazón”, no se nos ocurre
responder: “debes demandarla esa es una conducta punible”.
3). Debemos superar el "falso
dilema" entre teología y música, en la Biblia música y teología van por un
mismo carril, véase Dt 32, por ejemplo.
4). Los músicos no
tienen que ser "teólogos" profesionales así como los teólogos no
tienen por qué ser "músicos" profesionales. Los dos son parte del
cuerpo de Cristo y hay una mutualidad (o debe haberla). La envidia, el
individualismo y la baja autoestima impiden el desarrollo del cuerpo según
Pablo en Corintios 12. Continuara.
Según su "Teología" Introducir conceptos ajenos al cristianismo y a todas luces contrarios al espíritu de la escritura no es una Herejía?
ResponderEliminarDeme por favor un ejemplo de ello y con todo gusto le respondo.
ResponderEliminarMuy de acuerdo contigo pastor Jovanni, lamentablemente existen los extremos, y desde los extremos hay respuestas solo reaccionarias. Creo que el lenguaje debe ser bien usado, más no caer en la sacralización atrevida que algunos hacen. Nuestro idioma es muy rico y diverso, se desarrolla y evoluciona de muchas formas (uso el término evolución no en los términos científicos estrictos... para evitar se me malinterprete). Creo que el llamado sigue siendo a un estudio serio, concienzudo y reverente de las verdades de la escritura. Y como dijo Juan Stam: De la ignorancia que nos lleva a creer que conocemos toda la verdad, que no nos ayuda aceptar nuevas verdades, y que no nos permite corregir las personales, Líbranos Señor (es solo una forma parafraseada del original).
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