martes, 12 de julio de 2016

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (2)

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (2)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 157
5). Al leer los salmos, integralmente, estos nos introducen en declaraciones teológicas “raras” y “extrañas” que son matizadas, algunas, al entender el género literario. También pasa en nuestra lectura del NT y algunos de sus textos “controversiales”.
6). Yo creo que hay un esfuerzo sincero por parte de estos hermanos, aunque no esté de acuerdo con todo lo que cantan y dicen (debemos estar al tanto de ello aunque esto no los haga herejes o algo así), de celebrar a Dios a través de canciones y aportar un granito de arena a este proyecto como partes del cuerpo que son.
7. Las canciones, o lo que cantamos, deben revisarse de manera constante y preguntarnos si lo que cantamos se ajusta o no al evangelio de la gracia de Cristo. Pero también nuestras predicaciones y nuestras vidas deben ser revisadas a la luz del evangelio ¿qué tanto evangelio estamos viviendo? Yo le he llamado a esto “vivir con conciencia profética”. Quisiera terminar haciendo tres aseveraciones: una sobre la Biblia y lo Bíblico, otra sobre Jesús y la última sobre los músicos.
            Primero, la Biblia y lo Bíblico. ¿Qué queremos decir cuando preguntamos sobre “si esto o aquello es Bíblico o no”?  En mi experiencia he visto que lo que queremos hacer, a veces, es apelar a un literalismo trasnochado o a categorías teológicas ya gastadas propias de la modernidad o de la teología sistemática. En mi concepto “ser Bíblicos” es preguntarnos sobre cómo la Biblia ilumina nuestro hacer hoy  y hablamos de según categorías de hoy, así como la Biblia lo hizo ayer. Por ejemplo Santiago Benavides dice en su canción  “el mail”: “Me mandas un fax, me pones un mail,
me das una página de internet, me añades al face y así muro a muro me dices clarito qué debo hacer. Podemos chatear, me puedes marcar, tú sabes mi fijo y mi celular…”. A nadie se le ocurriría pensar que esto no es Bíblico, espero que no, solo que se traduce el lenguaje de la oración a categorías contemporáneas y actuales. Muchas veces, creo, nuestro interés por lo "Bíblico", no es tanto un pedido por el mensaje sino por la forma, y allí fallamos, como Satanás cuando le citó a Jesús el salmo 91. Nuestra tarea es traducir HOY, con categorías propias y nuestras, las categorías de ayer, sin negociar el mensaje. En predicación se le llama a esto tradicionalmente como... "aplicación". Pero muchos han decidido “rotular de HEREJÍA” a todo lo que no quepa dentro de su marco filosófico-teológico. Para los autores del NT y los representantes de los tres primeros concilios ecuménicos, HEREJÍA tenía que ver con asuntos fundamentales de la fe: la divinidad de Jesús, la resurrección, la salvación por fe, la trinidad. Pero hoy tildamos de HEREJE a todo aquello que no habla según nuestras categorías, o con lo cual no estamos de acuerdo o, aquello que sencillamente no entendemos. Matamos la diversidad y la variedad negando el sentido plural y carismático del cuerpo.
            Parece ser que el paradigma moderno se impone: todo aquello que no es elaborado según las categorías de la “teología sistemática”, o de manera propositiva  o silogística, es mirado con sospecha. Algunos predicadores, por ejemplo, tenemos que renunciar al poder y a la mentira de creer que la iglesia gira en torno a nosotros, y ¿dónde está el resto del cuerpo? La Palabra, aclaro, será siempre el horizonte mayor de significado, pero el predicador será siempre parte de un cuerpo amplio que también le ministra. No somos poseedores de la verdad, es la verdad la que nos posee. No tenemos la verdad hipotecada sino encomendada. No somos ciudadanos de “alta categoría” en contraste con otros  de “baja categoría”. Somos mendigos que le dicen a otros en donde encontrar el pan. La predicación no es la parte más importante del culto, como tradicionalmente se ha pensado. La predicación hace parte integral de la liturgia. La Palabra si, ella debe transversar todo lo que hacemos o decimos. Por ello he propuesto el culto en tres partes: 1). La alabanza: la Palabra cantada, 2). La predicación: la Palabra pensada, 3). La adoración: la Palabra vivida dentro y fuera del templo. Así, muchas veces lo que está en crisis no es la Biblia o la Palabra, lo que está en crisis son las categorías de quien critica y mira con sospecha todo lo que no cabe dentro de lo ya previamente elaborado. En Palabras de Jesús: “no se puede echar vino nuevo en odres viejos”. En Palabras mías: “no se puede trabajar un celular de tecnología 3GSM con tecnología 4GSM, un TV tradicional no puede captar la señal de alta definición; no hay compatibilidad”. ¡Dios mío! Ahora van a decir que SOY HEREJE, que eso no está en la Biblia. ¡Ayúdame Señor!
            “La Palabra de Dios permanece para siempre” afirmaran legítimamente algunos. Estoy de acuerdo con eso. Sin embargo cuando revisamos el contexto político, literario y religioso del texto de Isaías 40:8 entendemos que “el carácter permanente de la Palabra” está precisamente en esa capacidad que ella tiene, por ser Palabra de Dios, para llamar al  pueblo a la “novedad”, a nuevos éxodos, nuevos rumbos, nuevos caminos. Se refiere a la capacidad que tiene la Palabra de ser siempre actual, siempre contemporánea y siempre renovadora. Ese poder para comunicarnos que la maldad y la tragedia no tendrán la última Palabra. Que en Dios siempre hay nuevos comienzos. El carácter permanente de la Palabra no está en el hecho de pegarnos a la banda y rendir culto al literalismo o a categorías ya gastadas, debemos abrirnos a la lectura fresca de esta por la fuerza del Espíritu que la inspiró. Podemos así, abrirnos al Espíritu y ser libres de nuestros “fantasmas”, nuestros miedos, temores y orgullos.  Siguiendo así el espíritu del pentecostés “escuchar las maravillas de Dios en nuestro propio idioma y categorías” para ser salvos (Hech 2:8). Continuará. 

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