lunes, 25 de julio de 2016

A pies descalzos

A pies descalzos
Reflexión sobre la hospitalidad, el sufrimiento y la liberación
Ex 3:2-3
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 159
Aviso a los lectores… no hablaré de Shakira y sus “pies descalzos”. Hablaré de Moisés y sus “pies descalzos”. Han pasado 40 años desde aquella vez, aquella mañana resplandeciente en la que Moisés hizo eco de su espíritu rebelde, anti imperialista y subversivo. Han pasado 40 años en los que ha llevado encima de sus hombros el peso del fracaso, en los que no ha dejado de saborear el sabor de la derrota y la desilusión. Basta llamar a unos de sus hijos para saberlo: “Gerson” es el nombre del “extraño en tierra extraña”, el nombre de la nostalgia, el nombre del pasado. Ahora es pastor o mejor dicho… copastor. Ya se han ido los bríos de la juventud y la rebeldía que la acompaña, tal vez el deseo de liberación para él y su pueblo ha quedado sepultado en la arena, como el egipcio aquel. Las promesas de Dios se han vuelto quimeras y la monotonía y el tedio que producen los sueños rotos le han ganado la batalla. El liberador está preso: no son cadenas físicas, sino cadenas del alma, las ataduras del fracaso. Y como siempre pasa: aunque el fracasado camine en el presente siempre da la impresión de que los pasos no son hacia al frente sino hacia atrás, o hacia ninguna parte. El fracaso sepulta en vida, para superarlo hay que reconocerlo, elaborarlo y tratarlo. La vida estará siempre llena de perdidas, el problema es que nosotros hemos sido educados para la victoria, para el triunfo y el éxito; no para la perturbación y el fracaso.
El punto de inflexión, de cambio, se da cuando el pastor Moisés sale a su cotidianidad. Dios se le revela en lo casual y cotidiano. No hubo anuncios o premoniciones. Moisés sale y en su labor se acerca con sus ovejas al monte Horeb, referenciado aquí como el “monte de Dios”. El monte no solo es lugar geográfico también es escenario teológico: lugar donde Dios se manifiesta. La curiosidad mato al gato-dice el refrán; aquí, la curiosidad atrapo a Moisés. Una zarza que arde, es un asunto normal en el desierto con sus altas temperaturas, pero… una zarza que arde y no se consume, ¡no! Se trata de un fenómeno extraño, algo que sale del marco, del libreto. “Al principio Moisés se resiste a dar crédito a lo que ven sus ojos, pero cuando la voz de Dios lo llama en medio del fuego empieza a comprender y es cautivado por Dios. Ver y comprender son presupuestos fundamentales para un encuentro autentico y en profundidad con el Señor”[1].    Dios le da un mandato y se presenta. Le dice, “te acuerdas, yo soy el Dios de la promesa... estoy aquí, no te he olvidado”. Pero aquí, quisiera tocar tres asuntos relacionados con el acto de “quitarse el calzado relacionado con la santidad” (Cp. Jos 5:15). Primero. Este acto parece ser propio de las normas de hospitalidad en oriente, aún hoy día. Si es así, Dios le da la bienvenida a Moisés, le dice: “quítate el calzado, estas en casa, descansa”. Así las cosas, la santidad es un espacio para morar, para habitar, la santidad es una casa a donde se llega y en donde se vive. La santidad no es una abstracción sino una habitación. Es el llamado de Dios al descanso, a superar los fracasos, es la bienvenida del padre a casa. No es la santidad que lo juzga, es la santidad que lo acoge.   
Segundo. La santidad está relacionada con el sufrimiento. La zarza que “arde y no se consume” es el pueblo de Israel y sus sufrimientos por la esclavitud. Dios dice: “he visto la aflicción de mi pueblo en Egipto…”. El sufrimiento es “lugar o terreno sagrado”, más aún, el sufrimiento es habitado por Dios. Su santidad está relacionada con su actitud hacia el dolor[2]. El sufrimiento  propio y ajeno es “sagrado” en tanto que merece nuestra atención y el respeto. Merece que hagamos “altos en el camino”, que nos “quitemos el calzado” y que le prestemos toda la atención, no para subliminarlo sino para superarlo. Como el samaritano aquel que vio al herido y “no paso de largo”. Debemos considerar el dolor, hacer los pares necesarios y promover alternativas de liberación para el que sufre. El Dios del éxodo, Yahvé, se revela en acciones concretas de liberación. Podíamos decir que es un Dios práctico. No es el Dios de los filósofos: un ser absoluto, poderoso, eterno, omnicomprensivo, infinito, espíritu puro. ¡No! Cuando Faraón pregunta “¿Quién es Dios para que yo deje ir a Israel…?”,  Moisés no responde: “a propósito de su pregunta, esta noche se estarán dictando una serie de conferencias en el teatro egipcio sobre “la omnipotencia de Dios”. La manifestación de Dios es demostración de su presencia liberadora. La cruz es nuestro mayor desafío. El crucificado no murió para evitarnos la cruz sino para proponernos un modelo, para marcarnos un camino, para darnos un patrón (1 Jn 3:16).
Tercero. La santidad está relacionada en el texto con la “vocación” y la reorientación de la vida. La santidad no es un lugar para el estancamiento, no patrocina el conformismo; confronta con los “paras”, los propósitos de la vida. La santidad restaura a los prisioneros para que liberen a otros prisioneros. ¡Libres para liberar! La santidad no es excusa para la acción sino su condición necesaria. Así las cosas… “quítese los zapatos, porque está en tierra santa”. Fin.

[1] GARCIA LÓPEZ, Félix. Comentarios a la Biblia de Jerusalén: Éxodo. Desclee De Brouwer-España. 2007, p. 42.
[2] “Ahora, el Dios del éxodo no se revela como alguien que desea el dolor para después eliminarlo de la escena, sino como alguien que está preocupado por la vida y la felicidad pueblo de Israel”. GOMES, Paulo Roberto. El Dios im-potente: el sufrimiento y el mal en confrontación con la cruz. San Pablo-Bogotá, 2014, p. 32. 

1 comentario:

  1. Gracias a ti Yessi por sacar el tiempito y leer estas lineas. Dios te continué bendiciendo.

    ResponderEliminar