martes, 4 de octubre de 2011

Atracando a Dios

Atracando a Dios…
Polémica sobre el diezmo.
Malaquías 3:6-12.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 23
            El libro de Malaquías se puede leer en clave de disputa. El texto del 3:6-12 es la quinta de seis disputas que Dios tiene con su pueblo. Las pugnas tienen en general la misma estructura[1]. Esta es la primera vez en la que Dios dirige su queja a la comunidad entera, las anteriores habían sido dirigidas a grupos específicos. Dios inicia diciendo que él no cambia y que el pueblo tampoco. Por generaciones el pueblo ha mantenido una hostilidad hacia la ley de Dios y Dios ha mantenido la actitud misericordiosa por eso ellos siguen con vida. Arrepiéntanse, dice el Señor, y yo me volveré a ustedes (vv.6, 7b)[2]. La conclusión de esta primera parte retumba en los oídos del pueblo: yo no los he dejado, ustedes me han dejado a mí. El asunto es puesto en el contexto de la alianza, como si el mismísimo Moisés estuviera predicando los sermones del Deuteronomio.
            El pueblo pregunta ¿en qué tenemos que arrepentirnos? ¿Podrá el hombre robar a Dios? La respuesta de Dios es reveladora: al dejar de llevar sus diezmos al templo, ellos han robado a Dios (vv. 7b-8). Ahora, cuando el autor acusa a sus oyentes de ser “hijos de Jacob” (v. 6b), el profeta prepara el juego de palabras para el v. 8, sobre la raíz hebrea ‘aqab (qaba’ en el v 8), de donde se deriva el nombre del patriarca (Gn 27:36). Lo que se quiere comunicar con la asonancia es que así como Jacob el mentiroso, ellos engañan al Señor. El pueblo no ve la conexión entre el dejar de diezmar-ofrendar y el culto a Dios. Para ellos la espiritualidad es un asunto vertical: hacia Dios, y no un asunto horizontal: hacia el prójimo. En el NT Santiago va a corregir esta visión diciendo que el culto a Dios debe mostrarse en actos concretos de solidaridad hacia el prójimo (Sant 1:26,27; 2:14-17). Cuando Pablo es confrontado en el camino a Damasco, Jesús hace la conexión: la persecución a la Iglesia, era persecución directa a su dueño (Hech 9:5).
            Al dejar de diezmar y ofrendar el pueblo comete un acto de injusticia ¿Por qué? En Deuteronomio se dice que el diezmo es para el sustento del levita, el extranjero, la viuda y el huérfano (Dt 14:22-29). Pagar los diezmos era esa parte de la alianza, del pacto, en donde el israelita se hacía solidario con el vulnerable, hacía justicia social y esta, era parte integral del culto a Dios. Al dejar de diezmar los vulnerables quedan sin ayuda, el pueblo viola el pacto y queda a expensas de las maldiciones (Dt 28:15ss), por ello, el pueblo es “maldito con maldición”. La maldición era una elección, llegaba cuando el pueblo decidía ser guiado por otras voces u opciones y no por Dios. Ser maldito era vivir al margen de la ley (Dt 11:26)[3]. El templo como lugar de acopio de alimentos estaba vacío y los necesitados sin provisiones. El llamado era a diezmar para aquellos que no tenían, tuvieran.
            Al arrepentirse diezmando pasarían tres cosas: 1) se cancelaría la maldición por bendición; 2) Dios mismo se encargaría de las plagas que atacaban a las cosechas y; 3) el pueblo podría vivir a la altura de su vocación: que las naciones conocieran de Dios a través de ellos (Gn 12:1-3; Salm 72:17; Isa 61:9; Zac 8:13). De esta manera, el profeta renueva aquí las promesas que acompañan la alianza (Lv 26; Dt 28). Así, la ofrenda material del diezmo coloca al culto en el plano de la creación, el culto tiene una función ecológica: contribuye a la renovación de la naturaleza. La idea de “probar a Dios” expresa que él es confiable (Is 40:11), que su palabra es firme. La actitud del pueblo no solo es un acto de injusticia sino también de desconfianza hacia Dios (Zac 13:9). ¡Confíen en mi palabra! No sean injustos con los demás. La idea aquí no es: “si das tanto, Dios te dará tanto” apelando a la avaricia, y al enriquecimiento, se da para que haya suficiente para todos. Es claro que el llamado se hace en el marco de un evento ético: la injusticia.
            El texto entonces habla del carácter de Dios; él no cambia, y hace un llamado a la solidaridad hacia aquellos que, por razones del servicio (levitas) y de las condiciones socioeconómicas (viudas, huérfanos, extranjeros), no tenían acceso a medios de subsistencia como tierras, cosechas, ganados y otros. Este llamado tiene como fundamento la alianza y el culto a Dios. Culto que a su vez tiene resultados ecológicos. Es decir el verdadero culto a Dios debe ser respuesta a sus actos, tiene connotaciones sociales hacía el prójimo, consecuencias ecológicas porque contribuye a la renovación de la naturaleza; y, coloca al pueblo a la altura de su vocación, es decir, consecuencias misiológicas. En el NT se va hacer el mismo llamado a integrar confesión y acción (Sant 1:26,27; 2:4-7). San Pablo hace lo propio buscando la igualdad de condiciones y diciendo que los que trabajan en la obra tienen derecho a vivir de ella (1 Cor 9: 1-18; 2 Cor 8-9). Y, aunque en el NT no haya un mandato explícito a diezmar (a excepción de Mateo 23:23. Cp. Lc 11:42), la solidaridad y la generosidad son virtudes puestas en el marco del hecho de Cristo, el nuevo pacto. Se diezma y se ofrenda no con carácter contractual, sino como una respuesta a la gracia de Dios. No es casualidad que Pablo hable de la ofrenda a los santos en el marco del éxodo (2 Cor 8:15) y del amor de Dios (2 Cor 9:7. Cp. Mal 1:2,3). No ser solidario y generoso viviendo con altura la vocación, es atracar a Dios.      Fin…


[1] a) Declaración: asunto enunciado por Dios; b) la pregunta del pueblo ¿en qué?; c) la respuesta del Señor. Para asuntos de estructura literaria, de paternidad y contexto histórico, ver a, LONGMAN III, Tremper. DILLARD, Raymond B, Introducción al Antiguo Testamento. Libros Desafío-Michigan (Grand Rapids), p 595-602.
[2] Esta parte termina con la frase “Señor de los ejércitos”, y se va a repetir tres veces más en este texto (vv. 10, 11,12). Se usa como la firma de Dios. 
[3] Aunque la clase sacerdotal era corrupta (Mal 2:1-9), Nehemías, cuyo contexto histórico es el mismo de Malaquías, informa que algunos levitas se estaban dedicando a cosas diferentes al culto, porque faltaba la provisión para ellos (Neh 13:10-13. Cp. Dt 10:8,9).

2 comentarios:

  1. Jova, ¿eso no quiere decir que las Iglesias ahora, si reciben diezmos, deben destinar algo de eso a ayudar a los necesitados? ¿Y que si no lo hacen también estarían atracando a Dios?

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