martes, 18 de octubre de 2011

El Dios misterioso

El Dios misterioso…
Reflexiones sobre el misterio y el ministerio.
Efesios 3:1-13.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 25
                El apóstol Pablo hace una de las declaraciones más reveladoras sobre la Iglesia diciendo que está compuesta por judíos y no judíos formando así la casa de Dios o el nuevo templo (Ef 2:19-22). De esta manera la experiencia de la Iglesia es leída a la luz de la experiencia del pueblo de Israel. Así como la liberación de Israel no fue un fin en sí misma sino que apuntó a la adoración a través del tabernáculo con toda su parafernalia, así también la Iglesia, fue liberada para que ahora sea habitación de Dios y muestre su gloria a través de la adoración o forma de vida (Ex 25:8; 40:34. Cp. Ef 2:21,22). El apóstol se dispone entonces a orar por segunda vez a favor de la iglesia y, después de haberse presentado como prisionero y misionero a las naciones, justo cuando se dispone a orar; interrumpe su oración para hacer una profunda reflexión sobre el misterio (proyecto) de Dios (3:1)[1]. Ese gran paréntesis, esa interrupción, esa reflexión es la que analizaremos a continuación.
            El misterio que el apóstol Pablo anuncia hace referencia a que en Cristo, el mesías, las naciones (los no judíos) son herederos de la promesa del evangelio (v. 6)[2]. Esto no quiere decir que en la revelación del AT las naciones no eran salvas (Is 42:1-9; 56:6-8), la novedad radica más bien en que judíos y no judíos en Cristo son uno; así lo expresa el uso del prefijo griego syn: coherederos, coparticipes y coincorporados (v.6). Las viejas promesas a Abraham e Isaías se hacen realidad (Gen 12:1-4; Is 2:1-4). “La figura de Pablo no es judíos más gentiles… sino más bien que por medio de la cruz Dios ha destruido las barreras entre ambos y ha creado una nueva entidad, para que ambos, juntos y de la misma manera, tengan acceso a Dios”[3]. Así, Dios no es privilegio de pocos sino de muchos; nadie, ninguna raza, o pueblo, o Iglesia puede hipotecarse a Dios.
            Ahora ¿de qué manera el apóstol desarrolla la idea anterior a través del texto? ¿Cómo entiende el misterio y cuáles son las implicaciones en su vocación apostólica? En primer lugar, el misterio del cual el apóstol había hablado brevemente (1:8,10) es revelación y no invención (vv. 2-5). Esta revelación se da en términos personales: a mí, y también en el ámbito de lo grupal: a los profetas y apóstoles. Tiene origen divino: por el Espíritu. Y, es accesible: se pude comprender o entender leyendo. En segundo lugar el misterio es a favor de otros y no para auto promoción (v. 1). En tercer lugar el misterio tiene que ver con el evangelio y no con promesas humanas (vv. 6-9). Así, las divisiones entre judíos y gentiles dejaron de tener sentido. De este evangelio Pablo se declara servidor no amo o dueño y, dice que ha llegado a la condición de siervo por gracia y no por méritos.
            En cuarto lugar el misterio tiene un fin publicitario: que a través de la Iglesia los poderes conozcan la variada gracia de Dios (vv. 10-13 Cp. 1:22; 6:12). Frente a las potestades había dos opciones. Una era la adoración a través de las religiones de misterio; otra era el temor porque se era presa de los caprichos de aquellas. La propuesta de Pablo es revolucionaria: el proyecto de salvación en Cristo es liberador (1:22; 2:1-3) porque ya no estamos a merced de esos poderes. La Iglesia es agente de Dios, no presa y carnada de las potestades (Cp. 6:12). No hay lugar al culto y el temor porque el evangelio es alternativa liberadora para acceder a Dios en adoración.  En quinto lugar asumir la vocación del misterio trae incomodidades (v. 1,13). El apóstol no niega el dolor pero si lo re direcciona dando a este un fin misiológico: a favor de otros y para el bien de otros.  
            Quiero terminar con reflexión. En primer lugar recordar que el evangelio no es casa, carro y beca como nos lo quieren hacer creer los telepredicadores de la prosperidad, el evangelio es el plan de Dios para reunir en Cristo todas las cosas (Gal 3:8). En segundo lugar tener en cuenta que la Iglesia no es un fin en sí misma sino medio de Dios. En tercer lugar, en su vocación, la Iglesia debe repensar el sufrimiento no para negarlo sino para asumirlo, no buscándolo, sino tomándolo con carácter redentor. Las palabras de Cristo “como el padre me envío, así también los envío” (Jn 20:21) hacen referencia a la encarnación de la misión con todos los atenuantes humanos. Aun después de resucitado Jesús conserva sus llagas (Jn 20:24-29). C.S Lewis dijo que Dios grita en nuestros dolores. En cuarto lugar Pablo no ignora a los poderes pero si los ubica en el lugar correcto. El movimiento de “guerra espiritual” ha dejado una estela de temor y angustia poniendo énfasis en los poderes y no en el poder. Temer a los poderes o adorarlos es ignorar la fuerza liberadora del evangelio y el poder de la cruz. ¡Vaya misterio!  Fin…


[1] En el verso 1 se presenta una digresión literaria (interrupción del argumento) o una oración elíptica que luego es retomada en el verso 14.
[2] En el NT “misterio” no es algo oculto sino una verdad de Dios que ha sido revelada (Cp. Ef 5:32; Col 1:26; Rom 16:25-27; 1 Cor 2:7).
[3] WRIGHT, Chris, La Misión de Dios: descubriendo el gran mensaje de la Biblia. Certeza-Buenos Aires, 2010, p 697.

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