lunes, 1 de septiembre de 2014

¡Siembra, siembra, siembra! (1)

¡Siembra, siembra, siembra! (1)
La teología de la prosperidad en 2 Corintios 8-9
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 103
Ninguno de nosotros, ya seamos, teólogos, pastores, líderes e iglesia en términos generales; somos ajenos al fenómeno, nacido en Norte América y exportado al resto del mundo, llamado “Teología de la prosperidad”. Esta teología, dice Ocaña[1], pone un énfasis desmedido en la prosperidad, entendida como riqueza material; y la presenta no solo como una perspectiva desde la cual hay que interpretar toda la Biblia, sino que convierte a la prosperidad material en un canon para medir la fe y la espiritualidad. Las palabras en el discurso de estos predicadores son: siembra, cosecha, ciento por uno, prosperidad. Quisiera sugerir que, frente a esta forma equivoca de ver las posesiones, a la Biblia y a Dios mismo, las Escrituras si hacen propuestas de “prosperidad” y, es tarea de nosotros, los predicadores, pastores y teólogos, pasar de la crítica a la exegesis Bíblica y, en dependencia de Dios y su Espíritu, proponer, desde una cristología evangélica, a las comunidades que pastoreamos una teología de la prosperidad bíblicamente fundada y cristológicamente centrada.
            La presente propuesta, toma dos capítulos bastante conocidos y leídos por la iglesia, además de abusados por los predicadores de la “teología de la prosperidad”, para profundizar la forma en la que Pablo presenta el asunto y a la vez propone, lo que yo llamo, una auténtica “teología de la prosperidad”.  En esta sección de la carta, capítulos 8-9, Pablo exhorta a los Corintios para que ofrenden a favor de los santos (Cp.1 Cor 16:1-4), les motiva a hacerlo tomando como fundamento el ejemplo Macedonio (se dieron a Cristo), la honestidad de Tito y el hermano y la entrega de Cristo mismo. Termina diciéndoles que den con generosidad y dejen los resultados a Dios. La estructura o bosquejo del texto se presenta en forma paralela así:
A.   El ejemplo de Macedonia: solidaridad en tiempos de escases, 8:1-6.
B.   El llamado a los Corintios: el vaciamiento de cristo, 8:7-15.
A’.  El ejemplo: las trasparencia de Timoteo y Tito, 8:16-9:5.
B’.  El llamado a los Corintios: la gran cosecha, 9:6-15.
            En  la primera línea paralela, A-A’, Pablo va a desafiar a los Corintios por medio de dos ejemplos. El primero de ellos es el de las iglesias de Macedonia, fundadas en su segundo viaje misionero (Hech 16:6-10). Estas se dieron a pesar de sus carencias (causadas tal vez por persecuciones). Pablo usa para ofrenda la palabra “gracia” (se repite por lo menos 7 veces aquí). La gracia es el tema central de los dos capítulos. Es que la ofrendas de los cristianos son un donde la gracia de Dios, quien capacita a los creyentes para practicarlo. Pablo dice que ellos “se dieron a Cristo” y a “ellos” (los santos en Jerusalén). No dieron, se dieron. Dar es fácil, no nos compromete, pero darse… en pocas palabras, esto es un acto de adoración. La ofrenda es una extensión de lo que somos. La ofrenda de sí mismos es la mayor de las ofrendas. Algunos dan su dinero para librarse de la necesidad de darse a sí mismos.  Lo que motivaba tanto la extravagancia de su generosidad como su alegre buena voluntad era una espiritualidad centrada en Cristo. Dios acepta las ofrendas materiales con agrado, cuando la vida del que ofrenda le agrada. Los diezmos, las primicias y los aportes tienen sentido si son el reflejo de una vida ofrendada al Señor que hace lo correcto en todas las áreas de la vida, incluyendo la vida profesional. Entonces, los macedonios no dieron para manipular a Dios, dieron como un acto de adoración a Dios (8:1-16).
                El segundo ejemplo es el de Tito y un hermano “NN” (8:16-9:5). Ya usó el ejemplo de Macedonia para animarles, ahora, usará el ejemplo de Tito y  “el hermano” para alentarles hablándoles de la trasparencia de ellos: el hermano: es de renombre en el evangelio, v. 18. Es decir, su vida y la forma en la que asume el evangelio son de conocimiento público. Es un hombre de fiar. Tito por su parte es un fiel colaborador. Es muy importante designar a creyentes honestos y de buena reputación para que manejen el dinero de la iglesia. Tito y el hermano nos dan luz sobre los requisitos del carácter de quienes manejan las finanzas en la iglesia: su espiritualidad (alabanza en el evangelio) y en su integridad (cuya diligencia hemos comprobado). El mal uso del dinero de la iglesia ha destruido la reputación de muchos predicadores y de la iglesia misma. Así, el acto de dar es un acto de adoración, pero el acto de administrar lo dado también lo es. El carácter reprochable de aquellos que administran daña el corazón de la iglesia e impide actos de gracia y adoración. Conozco a personas cuyos corazones están hoy dañados por hermanos que abusaron de ellos, pidiéndoles dinero, siembras en nombre de Dios a cambio de prosperidad material. En esta sección la ética del oferente es tan importante como lo es la de aquellos que reciben o administran la ofrenda.
            Pablo termina hablando aquí de la ofrenda como “servicio” o “diakonía” (9:1-5), así, eleva este proceso a la categoría ministerial (3:7,8). Para Pablo este asunto no es periférico, secundario, es ministerio. Los hermanos, Tito y el “sin nombre”, están dispuestos a recoger la dadiva en el marco de un asunto ministerial.  Notemos que Pablo evita poner el tema de la ofrenda en un marco comercial, la base ha superado la dimisión comercial, Pablo eleva el asunto a la dimensión de la adoración, una adoración sacrificial con fundamento cristológico. Continuará…


[1] OCAÑA, Martín. Los banqueros de Dios. Lima-Puma, 2002, p 76. 

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