¡Siembra, siembra, siembra! (3)
La teología de la prosperidad en 2 Corintios 8-9
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Caballero 105
Ahora, las ofrendas son
parte importante del culto, ya que por medio de ellas expresamos por lo menos
tres aspectos del carácter cristiano: 1). Un sentido de adoración a Dios
(vertical); 2). Un sentido de mayordomía (central); 3). Un sentido de servicio
(Horizontal)[1].
Las ofrendas no siempre tienen en el culto el lugar que deberían tener.
Quienes dirigen suelen hacer bromas alusivas, o la ofrenda pasa inadvertida
porque se usa ese momento para los anuncios o para escuchar música especial. La
mayoría de las veces se toma como una parte rutinaria y necesaria, sólo para
cubrir el presupuesto de la iglesia. No debería asombrarnos que muchos
creyentes no sepan el valor teológico de las ofrendas. Deberíamos enfatizar
los tres aspectos que mencionamos más arriba, con el fin de educar a la
congregación en el carácter sacrificial de las ofrendas. Es necesario entender
que las ofrendas se realizan en un marco de adoración dentro del culto y son
hechas por personas que reconocen y honran a Dios[2].
Debemos rendirnos a los pies de la cruz, y eso incluye también nuestras
billeteras; las finanzas.
Segundo, en
relación con la ofrenda y la prosperidad. El texto hace una propuesta para
la “teología de la prosperidad”. Presuponiendo la gracia de Dios que llega al
hombre, la teología Bíblica del trabajo y nuestras tendencias avarientas, el
texto dice que ser prospero es imitar a Dios. El ejemplo de Dios al darnos su único hijo, puso el fundamento para toda
dadiva cristiana. Cuando damos generosamente, somos semejantes a Dios. Asumimos
la realidad de la “nueva creación” (5:17). El camino a la prosperidad es el
vaciamiento, es el entregarse para parecerse a Dios. Tercero, en relación con ofrenda y la siembra. La gran cosecha de
la siembra hecha es la alabanza que el que recibe da a Dios. Imagine al hermano
que recibe “la canasta de amor”, las acciones de gracias, la alabanza y la
oración que eso genera. Pregunto, ¿Cuándo fue la última vez que provocaste una
acción de gracias?, ¿Cuándo fue la última vez que provocaste una canción, una
acto de alabanza, una oración?, ¿Hace cuánto no cosechas nada porque estas tan
ocupado en ti? Pablo desafía a los Corintios y les dice “¡provoquen!,
¡provoquen actos de alabanza!, ¡Que alguien alabe a Dios por tu generosidad!”.
En cuarto lugar, en
relación con la ofrenda y el templo. Quisiera sugerir que en el fondo de
este discurso está presente el modelo del tabernáculo (Ex 25-40). Pero en este
caso, el tabernáculo, la morada de Dios, ya no es un edificio particular, sino
un pueblo; la iglesia. Hay elementos paralelos: la ofrenda, el llamado, la
preparación del pueblo y sus dadivas, el carácter de los ministros (Bezalel y
Aholiab), el carácter generosos y emocional de la ofrenda (Ex 25:1-3; 35:5), la
teología del MANA en el desierto (como pueblo del éxodo) el culto como marco
referencial, la salvación como experiencia fundamental y la gloria de Dios.
Así, ofrendar aquí es participar de la “construcción” de la morada de Dios, es
coparticipar con Dios en la construcción de este nuevo tabernáculo: su iglesia.
En quinto lugar, en
relación con la ofrenda y el amor. Al igual que Juan, Pablo es también un
apóstol del amor. Al hablar del amor en la ofrenda, “Dios ama al dador alegre”,
quiere que ellos piensen que al ofrendar, no están entrando en una relación
comercial con Dios, sino que entran, o se ubican, en el marco de una relación
filial con Dios (Recordemos que “amor” es lenguaje del pacto). Cuando se piensa
distinto, cuando se ofrenda para comercializar con Dios, estamos pervirtiendo y
prostituyendo la Biblia, a nosotros mismo y nos alejamos de Dios. “¡No lo
compres, él los ama!”, les dice el apóstol. Pablo desarrolla de manera
magistral e insuperable el tema del amor en 1 Corintios 13. Ahora, ubicarse en
esa forma de ver las cosas, en una relación filial con Dios, ofrendar es gustar
un poco del futuro, al final solo permanecerá el amor. Ofrendar, según esta
propuesta, es celebrar el futuro, ahora[3]. Fin.
[1] El diezmo en el AT tenía por lo
menos tres aspectos: uno social, otro administrativo (la dinámica de los
impuestos en la actualidad- la hacienda pública) y uno cultual.
[2] El cristiano toma el concepto
del diezmo del judaísmo pero no lo ve como una regla, una ley o una meta que
cumplir. Lo ve como un comienzo, como un mínimo sobre el cual construir una
vida de entrega a Dios y a los demás. En el libro apócrifo de Eclesiástico
se dice: “Da al Altísimo como Él te ha dado a ti, con generosidad, de acuerdo
con tus capacidades”.
[3] Blomberg propone cuatro
principios para la mayordomía a la luz de estos textos. “Primero, Pablo ha cambiado
sus simples mandatos en 1 Corintios 16:1-4 en peticiones retoricas y
psicológicas mucho más elaboradas. Segundo,
Pablo parece semejante a Santiago (o a Jesús o a la iglesia primitiva en
Hechos) en cuanto a su preocupación de que un cristianismo genuino lleva a la
obediencia, particularmente en el área de la mayordomía financiera. Esta es la
doctrina de la justificación paulina, descrita ahora en sus dimensiones
concretas. Si alguien se niega a involucrarse en la colecta, su madurez e integridad
religiosa automáticamente se hace cuestionable. Tercero, los principios de Pablo, al igual que el material antiguo
testamentario en el cual se basa, rompen con todos los modelos económicos de la
actualidad. Aquí está ausente todo el lenguaje del mercado económico. En su
lugar prevalecen los temas utópicos y de jubileo. Es dar en lugar de ganar,
agradecimiento en lugar de interés, certeza en lugar de créditos, confianza en
lugar de seguridad, comunidad en lugar de mercado, alabanza espiritual en lugar
de culto en el templo, gracia en lugar de propiedad. Cuarto, la norma que Pablo nos exhorta a seguir es en realidad más
estricta que el tradicional diezmo. Si la mayoría de los cristianos
occidentales fueran honestos en cuanto a sus ganancias, darían un porcentaje
considerablemente más alto que el 10%
para las causas cristianas”. BLOMBERG, Craig L. Ni pobreza, ni riqueza: una
teología Bíblica de las posesiones materiales. Andamio-Terrasa (Barcelona),
2002, p 285.
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