lunes, 25 de agosto de 2014

¿Fracasado?... Piense (4)

¿Fracasado?... Piense IV
Pedro, el pescador pescado
                                                                                          Lc 5:1-11      
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 102
La tercera escena presenta el resultado de la pesca y la reacción de Pedro y su compañía (vv. 6-10a). Pedro va del fracaso al “éxito” y, lo que ha estado mediando entre un asunto y otro, lo que lo ha llevado a una nueva condición es la aceptación de la Palabra de Jesús, la alternativa de Jesús frente al fracaso.  Y es que de una u otra manera la vida del individuo no la determina un fracaso y tampoco un triunfo.  La vida, la existencia no es una gran línea recta sino una curvilínea; vivir, dijo Rodolfo Llinas, es de por sí mismo peligroso (riesgoso). Las redes de Pedro y los suyos pasan del estado de vaciedad a la sobre llenura. Ahora, la cámara enfoca a Pedro, este deja de mirar las redes y mira a Jesús, sabe que está frente a alguien que sobrepasa sus capacidades, se llena de asombro y de temor, ha leído el texto de Isaías e interpreta esta experiencia a la luz de Isaías 6; por ello exclama “apártate de mí Señor que soy hombre pecador”. Pedro se da cuenta que Jesús  no es solo un maestro, o un simple hacedor de milagros, sabe que está frente a Dios mismo. Lo que está en mente de un judío del primer siglo es lo que encontramos en Isaías 6. Isaías ve la gloria de Dios y piensa que va a morir porque es un hombre pecador, Dios limpia sus pecados y lo capacita para la misión. Esto es lo que está presente en la mente de Pedro, el piensa “estoy en la presencia de Dios, soy pecador, voy a morir”. Lo que antes solo había estado en la boca de un demonio, era ahora confesado por Pedro (4:41).
            El milagro en el texto no es un fin, sino el medio. El milagro lleva a Pedro a reconocer su verdadera condición. De hecho, podemos decir que este es finalmente el verdadero milagro. Pedro no piensa ahora invitar a Jesús para que se haga socio del negocio y sean empresarios exitosos. Pedro no piensa que la “clave” para el negocio es que Jesús este en su barca como amuleto de buena suerte, la presencia de Jesús lo ha invitado a un asunto  más profundo, lo ha llevado a mirar y a contemplar sus quiebre mas profundos. El Señor usa las crisis para sacar nuestras inmundicias, para que nos arrepintamos de la vida que llevamos, una vida a veces centrada en lo material, en la soberbia de creer que nos la sabemos toda, de creer que tenemos el control de lo incontrolable. Este tipo de crisis nos ayuda a recuperar la humidad, nos mete en una vida que cae de rodillas ante aquel que los vientos, los mares y toda la naturaleza misma le obedecen cuando abre su boca, es ese mismo que abre caminos donde no hay, que hace aparecer de manera sobreabundantemente comida en tiempos de escasez, que nos abre oportunidades y nos llena de gozo en medio del desempleo y las frustraciones profesionales.
            La cuarta y última escena nos presenta a Pedro comisionado (vv. 10b-11). Jesús llega  a disipar los miedos de Pedro (“¡No temas!”, le dice). Jesús no solo encuentra a Pedro en la sima de su fracaso; sino que también lo acompaña en la cima de sus éxitos. Ahora, así como Isaías es comisionado por Dios (Dios es quien comisiona en el AT), Jesús da también a Pedro una comisión. Cuando está en lo más grande de sus éxitos, Jesús le dice “retírate”. Esta comisión a Pedro tienen un eco en Jeremías 16:16, cuando Dios habla de la restauración prometida y dice: “yo envío muchos pescadores, dice el Señor, y los pescaran”. Esta comisión estaba en un contexto de juicio por la llegada del reino de Dios. El reino ha llegado en Jesús. En la encomienda a Pedro hay un sentido de continuidad, “pescador”; pero hay una discontinuidad, “de hombres”. La profesión es reorientada ahora y puesta al servicio de “los hombres”. Justo cuando está a punto de convertirse en el pescador más famoso de Galilea, Jesús lo invita a retirarse. Pedro se retira en la cumbre de su carrera[1]. No se posa en el milagro, Jesús le invita a contemplar un horizonte mayor. De la crisis Pedro sale con ministerio. “Ya no pesques más para roma.- dice Jesús- pesca ahora para mí”. El milagro tiene carácter parabólico, nos comunica un mensaje, no se gasta en sí mismo.
            Imaginemos a Pedro esa mañana al llegar a casa. La esposa celebra, los hijos también. Los diarios económicos en Galilea resaltan el hecho en primera página. Los amigos brindan por el éxito empresarial. Al día siguiente la esposa se acerca a Pedro y le dice “amor, ahora si… ahora si podemos cambiar el carro, ahora si podemos poner a los niños en el colegio bilingüe y… comprar ese apartamento que siempre habíamos soñado”. Pedro la mira, de repente su mirada se pierde en el horizonte, toma el ultimo sorbo de agua que le queda en el vaso y le dice: “amor…, he decidido no continuar en el negocio pesquero”. “¡Que!, te has vuelto loco”, dice la sorprendida esposa”. “Así como lo oyes, dice Pedro, es que alguien me encontró y me dio una razón mayor para vivir, Jesús me ha encontrado mujer, y nada, nada ya, será igual”. Los amigos no lo pueden creer, los vecinos cometan en la calle que Pedro ha perdido el juicio. Pero, Pedro ríe para sus adentros y dice “jamás había estado tan cuerdo… no lo puedo creer, el pescador ha sido pescado”. Fin.

[1] “el éxito es el principal enemigo de la innovación, si te sientes triunfador bajas tus defensas. Confías en la consolidación de tus resultados. Descuidas la competencia.  Esperas que las condiciones externas permanezcan. Repites las pautas y modelos que te han encumbrado, esperando un nuevo éxito. Y, con mucha probabilidad, empieza tu declive sin ser consciente de ello… la sabiduría popular nos recuerda: la felicidad engorda. Y engordando nos volvemos más perezosos”. PONTI, Franc, FERRER ARPÍ, J.M, Si funciona, cámbielo: como innovar sin morir en el intento. Norma-Bogotá, 2010, p 3. 

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