¿Fracasado?...
Piense IV
Pedro,
el pescador pescado
Lc
5:1-11
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 102
La tercera escena presenta el
resultado de la pesca y la reacción de Pedro y su compañía (vv. 6-10a).
Pedro va del fracaso al “éxito” y, lo que ha estado mediando entre un asunto y
otro, lo que lo ha llevado a una nueva condición es la aceptación de la Palabra
de Jesús, la alternativa de Jesús frente al fracaso. Y es que de una u otra
manera la vida del individuo no la determina un fracaso y tampoco un triunfo. La vida, la existencia no es una gran línea
recta sino una curvilínea; vivir, dijo Rodolfo Llinas, es de por sí mismo
peligroso (riesgoso). Las redes de Pedro y los suyos pasan del estado de
vaciedad a la sobre llenura. Ahora, la cámara enfoca a Pedro, este deja de
mirar las redes y mira a Jesús, sabe que está frente a alguien que sobrepasa
sus capacidades, se llena de asombro y de temor, ha leído el texto de Isaías e
interpreta esta experiencia a la luz de Isaías 6; por ello exclama “apártate de
mí Señor que soy hombre pecador”. Pedro se da cuenta que Jesús no es solo un maestro, o un simple hacedor de milagros,
sabe que está frente a Dios mismo. Lo que está en mente de un judío del primer
siglo es lo que encontramos en Isaías 6. Isaías ve la gloria de Dios y piensa
que va a morir porque es un hombre pecador, Dios limpia sus pecados y lo
capacita para la misión. Esto es lo que está presente en la mente de Pedro, el piensa
“estoy en la presencia de Dios, soy pecador, voy a morir”. Lo que antes solo
había estado en la boca de un demonio, era ahora confesado por Pedro (4:41).
El milagro en el texto no es un fin,
sino el medio. El milagro lleva a Pedro a reconocer su verdadera condición. De
hecho, podemos decir que este es finalmente el verdadero milagro. Pedro no
piensa ahora invitar a Jesús para que se haga socio del negocio y sean
empresarios exitosos. Pedro no piensa que la “clave” para el negocio es que Jesús
este en su barca como amuleto de buena suerte, la presencia de Jesús lo ha
invitado a un asunto más profundo, lo ha
llevado a mirar y a contemplar sus quiebre mas profundos. El Señor usa las
crisis para sacar nuestras inmundicias, para que nos arrepintamos de la vida
que llevamos, una vida a veces centrada en lo material, en la soberbia de creer
que nos la sabemos toda, de creer que tenemos el control de lo
incontrolable. Este tipo de crisis nos ayuda a recuperar la humidad, nos
mete en una vida que cae de rodillas ante aquel que los vientos, los mares y
toda la naturaleza misma le obedecen cuando abre su boca, es ese mismo que abre
caminos donde no hay, que hace aparecer de manera sobreabundantemente comida en
tiempos de escasez, que nos abre oportunidades y nos llena de gozo en medio del
desempleo y las frustraciones profesionales.
La
cuarta y última escena nos presenta a Pedro comisionado (vv. 10b-11). Jesús
llega a disipar los miedos de Pedro (“¡No
temas!”, le dice). Jesús no solo encuentra a Pedro en la sima de su fracaso;
sino que también lo acompaña en la cima de sus éxitos. Ahora, así como Isaías
es comisionado por Dios (Dios es quien comisiona en el AT), Jesús da también a
Pedro una comisión. Cuando está en lo más grande de sus éxitos, Jesús le dice “retírate”.
Esta comisión a Pedro tienen un eco en Jeremías 16:16, cuando Dios habla de la
restauración prometida y dice: “yo envío muchos pescadores, dice el Señor, y
los pescaran”. Esta comisión estaba en un contexto de juicio por la llegada del
reino de Dios. El reino ha llegado en Jesús. En la encomienda a Pedro hay un
sentido de continuidad, “pescador”; pero hay una discontinuidad, “de hombres”. La
profesión es reorientada ahora y puesta al servicio de “los hombres”. Justo
cuando está a punto de convertirse en el pescador más famoso de Galilea, Jesús
lo invita a retirarse. Pedro se retira en la cumbre de su carrera[1].
No se posa en el milagro, Jesús le invita a contemplar un horizonte mayor. De la
crisis Pedro sale con ministerio. “Ya no pesques más para roma.- dice Jesús-
pesca ahora para mí”. El milagro tiene carácter parabólico, nos comunica un
mensaje, no se gasta en sí mismo.
Imaginemos a Pedro esa mañana al
llegar a casa. La esposa celebra, los hijos también. Los diarios económicos en
Galilea resaltan el hecho en primera página. Los amigos brindan por el éxito empresarial.
Al día siguiente la esposa se acerca a Pedro y le dice “amor, ahora si… ahora
si podemos cambiar el carro, ahora si podemos poner a los niños en el colegio bilingüe
y… comprar ese apartamento que siempre habíamos soñado”. Pedro la mira, de
repente su mirada se pierde en el horizonte, toma el ultimo sorbo de agua que
le queda en el vaso y le dice: “amor…, he decidido no continuar en el negocio
pesquero”. “¡Que!, te has vuelto loco”, dice la sorprendida esposa”. “Así como
lo oyes, dice Pedro, es que alguien me encontró y me dio una razón mayor para
vivir, Jesús me ha encontrado mujer, y nada, nada ya, será igual”. Los amigos
no lo pueden creer, los vecinos cometan en la calle que Pedro ha perdido el
juicio. Pero, Pedro ríe para sus adentros y dice “jamás había estado tan cuerdo…
no lo puedo creer, el pescador ha sido pescado”. Fin.
[1] “el éxito es el principal
enemigo de la innovación, si te sientes triunfador bajas tus defensas. Confías
en la consolidación de tus resultados. Descuidas la competencia. Esperas que las condiciones externas
permanezcan. Repites las pautas y modelos que te han encumbrado, esperando un
nuevo éxito. Y, con mucha probabilidad, empieza tu declive sin ser consciente de
ello… la sabiduría popular nos recuerda: la felicidad engorda. Y engordando nos
volvemos más perezosos”. PONTI, Franc, FERRER ARPÍ, J.M, Si funciona, cámbielo:
como innovar sin morir en el intento. Norma-Bogotá, 2010, p 3.
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