Mamá también
Introducción a la lectura de la segunda carta de Juan en
“clave femenina”
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 96
Todos sabemos que el sustantivo “iglesia” es
femenino, que gran parte de nuestra experiencia en la comunidad eclesiástica se
vive con sabor femenino, pero… la imagen de la iglesia como una comunidad femenina
y específicamente como madre, ha sido poco explorada. Es conocida la frase de
San Cipriano cuando dijo: “nadie puede tener a Dios por Padre, si no tiene a la
Iglesia como madre”, pero entre el protestantismo, esta aseveración no ha
tenido mucho eco; el catolicismo por su parte, ha explorado el asunto y por lo
menos hay dos grandes hitos marcados; el primero de ellos en el artículo 3 del Catecismo que trata sobre “la Iglesia
Madre y Maestra; en segundo lugar, está la encíclica de Juan XXIII que lleva
por título, como el artículo del catecismo, “Madre y Maestra”. Particularmente
creo, que la figura femenina de María ha solidificado, en el catolicismo, la
imagen femenina de la iglesia. Juan, no XXIII sino el apóstol, nos presenta su
segunda carta dirigiéndose a la iglesia como una mujer madre a quien le escribe
y le aconseja. Veamos detalles literarios, estructurales, teológicos y
prácticos de esta corta, pero profunda carta.
La
carta presenta, entre otra, una estructura literaria en forma de quiasmo así:
a. Saludo inicial: señora cómo está, vv. 1-3.
b.
El comportamiento de sus hijos, vv. 4-6.
c. Los engañadores, v. 7.
b’.
El comportamiento de sus hijos, 8-11.
a’. Saludo final: señora adiós, vv. 12-13.
Los dos extremos (a-a’) de los vv. 1-3 y
12-13, que presentan el saludo inicial y el saludo final, respectivamente; introducen
de manera viva e inequívoca a la iglesia como una mujer, la frase que usa es
“señora elegida” (Cp. 1 Ped 5:13). Ahora,
la identificación del pueblo de Dios con una mujer no es invento de Juan, son
muchas las referencias del AT que ya lo hacen: hablan de Israel o Jerusalén
como una mujer y de Dios como esposo (Os 1-3; Ez 16; Is 53). También en el
evangelio de Juan y el Apocalipsis existe una presencia fuerte del tema: Jesús
es esposo y la iglesia es su esposa (Jn 3:29; Ap 2:4; 18-19). Las palabras
“gracia, misericordia y paz (v.3), típicamente paulinas, aparecen aquí dándole
al saludo un énfasis litúrgico: un sabor a culto y a celebración. Así, teología
y doxología van juntas.
La
segunda parte del texto, (b-b’) recoge la emoción del anciano por la conducta
(el andar) de los hijos de la doña, aquí; la iglesia. Pero a la vez les
advierte sobre la posibilidad de extraviarse, de no permanecer. Veamos los
detalles. La alegría del anciano es suscitada por el camino que los hijos de la
elegida han decidido transitar, el camino de la verdad (vv. 4-6). “Andar en la
verdad” corresponde a ser fiel al proyecto de Jesús tal como fue presentado en
el evangelio de Juan. La verdad entonces no es una doctrina para ser aprendida
racionalmente, sino un camino concreto que caminar, es el mandamiento del padre.
Este mandamiento tienen que ver con el amor reciproco y ese amor se muestra de
manera concreta en una forma de vida que concuerde con lo que Dios quiere. La
muestra de amor esta mediada por la obediencia. En Juan el amor no es un
concepto: es la marca genuina, el sello distintivo de una comunidad que se
relaciona consigo misma en el marco de lo que Dios ha establecido para ella (Jn
13:34). El amor es el lenguaje del pacto y tiene implicaciones misiológicas (Dt
6:4;7:8; Jn 17:21-23). En este sentido el anciano los llama a estar alerta, y
los invita a permanecer, esta permanencia será evidencia de la relación de
ellos con el Padre y Jesucristo (Jn 15:1-11). Les estimula a tomar distancia de
los falsos maestros, les dice que la tolerancia tiene sus límites, que con la
mentira no se juega, a ella no se le hospeda (vv.8-11).
El
centro del texto (c’) recoge la GRAN RAZÓN de todo lo que el anciano ha
expresado: la mentira anda suelta (v. 7). En este sentido él apela al
sentimiento de madre, para que ella sienta ese celo que caracteriza a las
madres cuando los suyos están en peligro, para que ella se convierta en maestra
y guardiana de los suyos. El problema o la amenaza se describe en primer lugar en tamaños mayúsculos,
habla de la cantidad de maestros engañadores: “muchos”. En segundo lugar habla del escenario de los charlatanes: “el mundo”
(no como cualificación moral sino espacial). En tercer lugar se menciona el mensaje de estos: niegan la encarnación
de Cristo. En cuarto lugar el anciano
los califica moral y teológicamente: son engañadores, son anticristos. Esta es
ya una mención del docetismo: herejía cristológica del primer siglo que negaba
que Cristo fuera carne, afirmaba a Jesús como un “Espíritu”, esta idea fue tomada
del gnosticismo cuyo punto fuerte era la
calificación negativa de la materia y el cuerpo. Este movimiento que el
anciano critica era “muy espiritual” entonces. Ahora, negar la encarnación era
negar la historia de la salvación. Generalmente los creyentes han visto hacia
fuera para encontrar al anticristo en los ateos, los comunistas, el mercado y
la política; sin embargo para Juan, el anticristo está dentro de la iglesia, es
más eclesial y teológico que político o económico. Los anticristos son “medio
cristianos” y esta es su peor virtud. La fuerza de la mentira-decía orígenes- está
en la verdad que contiene. Una mentira que a todas luces parezca como tal no
engaña a nadie. Esta carta es un llamado a la iglesia para que asuma su rol
maternal siendo maestra, pedagoga y guardiana de los suyos: confesando la
encarnación y actuando la encarnación. Fin
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