lunes, 28 de octubre de 2013

Iglesia líquida. Parte II

Iglesia líquida. Parte II
Una semblanza de la eclesiología actual
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 73
Un segundo aspecto que se ve trastocado en la iglesia líquida, es el sentido de comunidad, de pueblo. El mito griego de Narciso, que trata de un hombre que se enamora de su propia figura reflejada en el espejo y que muere auto contemplándose, ilustra bien este aspecto.  Rojas afirma: “Por el narcisismo, vemos a un ser humano centrado en sí mismo, en su personalidad y en su cuerpo, con un individualismo atroz, desprovisto de valores morales y sociales, y además desinteresado por cualquier cuestión trascendente… El hombre se convierte en un absoluto para sí mismo y, de este modo, se absuelve de cualquier reproche moral”[1]. La iglesia se ha vuelto individualista, el derecho individual prima sobre el colectivo. Esto es evidente en varios aspectos; en primer lugar en la crisis del cristianismo denominacional. Las grandes denominaciones que dieron forma al cristianismo protestante y al evangelicalismo americano han perdido impacto frente a grandes emporios eclesiásticos llevados o dirigidos por un individuo tipo caudillo. En el cristianismo denominacional la fuerza del liderazgo estaba en un grupo directivo, en el cristianismo posdenominacional la fuerza está en un individuo con mucho carisma y mucho poder. Ayer cuando se le preguntaba a un creyente por su filiación eclesiástica, respondía haciendo referencia al nombre de la iglesia; hoy, ante la misma pregunta, el creyente responde haciendo referencia al nombre del líder, especial mente un “apóstol o profeta”. La comunidad ha sido remplazada por el individuo. Y si bien es cierto, el individuo no se debe masificar en lo comunitario, la comunidad no se debe ser eclipsada por el individuo.
 Una segunda forma para mostrar el individualismo en la iglesia líquida es en el “trasfuguismo de miembros”. Los creyentes al no querer cultivar relaciones fuertes y duraderas y al haber perdido el sentido de comunidad, saltan, de un lado para otro, de una iglesia para otra. “Son evangélicos que saltan impulsados con grandes ancas emocionalistas de iglesia en iglesia irracionalmente, en la búsqueda de un “factor X”, un factor desconocido… sin la menor idea de dónde están parados ni hacia dónde van. Su destino es encontrar un dios a la carta, un dios amañado, moldeado a sus perversos caprichos disfrazados con religiosidad, espiritualidad barata y una santidad desconfigurada”[2]. En estos las antiguas pero dicientes aclamaciones litúrgicas tales como: ¡Aleluya!, ¡Amén!, ¡maranatha!, ¡Cristo vive!; han sido cambiadas por otras nuevas declaraciones, estas son: soy un campeón, soy bendecido, me declaro sano, entre otras. Las primeras estaban centradas en Dios y su obra, las segundas centradas en el hombre y sus caprichos. Todo este desprendimiento de la comunidad y énfasis en el individuo es apenas entendible, Bauman dice: “en el mundo de la modernidad líquida, la solidez de las cosas, como ocurre con la solidez de los vínculos humanos, se interpreta como una amenaza. Cualquier juramento de lealtad, cualquier compromiso a largo plazo restringiría la capacidad de movimiento”[3].
            Un tercer aspecto que ha sido castrado en la iglesia liquida es el escatológico. Ahora, entendida desde la etimología y por cierta influencia de la teología sistemática, la iglesia ha tenido una comprensión muy reducida de la escatología. Se ha definido sencillamente como “el estudio de las cosas o de los eventos finales”, de esta manera, la escatología no tiene nada para decirle a la iglesia hoy, porque su objeto es el mañana. Sin embargo lo escatológico es mucho más amplio,  es el camino por el que la fe cristiana puede convertirse en una realidad relevante en el mundo, la fe cristiana confiesa a un Dios del futuro que abre a la historia a una perenne novedad. La fe cristiana, en este sentido, no es retrógrada ni tradicional, sino que está comprometida con el trabajo de los hombres en la construcción de una nueva humanidad o una humanidad nueva. Moltmann afirma “El Cristianismo es total y enteramente escatología, y no sólo habla de ella como en un apéndice. Es esperanza, perspectiva y orientación hacia delante, y por tanto es una nueva marcha y una transformación del presente, la escatología cristiana no habla sólo del final del mundo, sino ante todo de la esperanza cristiana que tiene su centro en la resurrección de Cristo resucitado”[4].
            En la iglesia líquida la conciencia de pueblo peregrino, orientado hacia el futuro y que espera la venida de Dios en Cristo, ha dejado de tener sentido. La iglesia que cantaba en Apocalipsis “¡ven Señor Jesús!”, ya no lo hace, dejando al Espíritu solo en su clamor (Ap 22:17). Bauman dice que en la modernidad líquida “el futuro ya no es un tiempo que se persiga. Sólo aumentará las complicaciones presentes…”[5]. La iglesia líquida se gasta en el “aquí y en él ahora”,  ha disfrazado de piedad al consumo y el berroche, como cualquier habitante promedio de la sociedad líquida se postra ante el dios mamón o el dios mercado: este le dicta lo que debe hacer, como tiene que vestirse, cómo comportarse. Por ello la sentencia Lucana: “cuando el hijo del hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18: 8). Continuará.  


[1] ROJAS, Enrique, El hombre light: una vida sin valores. Planeta-Madrid, 1992, p 48.
[3] BAUMAN, Zygmunt, Los retos de la educación en la Modernidad líquida, Gedisa, Barcelona, 2008, p 28.
[4] MOLTMANN, Jürgen, La venida de Dios. Escatología cristiana, Sígueme- Salamanca 2004, p 14.
[5] BAUMAN, Op, Cit., p 44.

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