lunes, 21 de octubre de 2013

Iglesia líquida. Parte I

Iglesia líquida. Parte I
Una semblanza de la eclesiología actual
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 72
El sociólogo polaco Sygmunt Bauman  ha acuñado la frase “modernidad líquida” para hablar de lo que otros, teóricos como él, llaman posmodernidad. El hecho es que “modernidad líquida”, en Bauman, es una categoría sociológica para hablar del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y la liberación de los mercados. La metáfora líquida intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio, volátil y gaseoso de sus relaciones. El amor se hace flotante y sin responsabilidad hacia el otro, se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la Web.  La modernidad líquida es un tiempo sin certezas, cambiante, incierto e imprevisible. Los sólidos, afirma Bauman, conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen[1]. La metáfora líquida viene a nuestro auxilio para describir algunas realidades de la iglesia hoy. Lo líquido en el pueblo de Dios no es nuevo, en la Biblia y la historia de la iglesia podemos rastrear tiempos líquidos, momentos en los que la iglesia (o el pueblo de Israel) renunció a lo sólido y se volvió volátil, espumosa y gaseosa. Pero como “no hay nada nuevo bajo el sol” sino nuevas formas de expresarlo, la iglesia, como pueblo ubicado en medio de realidades sociales (como una realidad situada), está adoptando lo líquido como modus vivendi. Ahora, en qué aspectos lo está haciendo o cómo se evidencia, veamos.
            La primera afectación se evidencia en lo doctrinal. La doctrina ha sido de finida como el conjunto de enseñanzas que se basa en un sistema de creencias. Se trata de los principios existentes sobre una materia determinada, por lo general con pretensión de validez universal. Por ejemplo: “la propiedad privada es contraria a la doctrina socialista y debe ser abolida de nuestra sociedad”. Al hablar de doctrina cristiana se pensaba en aquellas enseñanzas que dieron forma al cristianismo y que lo diferenciaron de otras comunidades y grupos en su nacimiento. En Hechos de los Apóstoles se describe a la primitiva comunidad fundada en la enseñanza (doctrina) de los apóstoles (Hech 2:42). Es más, los distintos aspectos que se describen en la comunidad tales como: el partimiento del pan y la comunión; eran elementos comunes con otros grupos sociales y religiosos, lo único diferente era la “doctrina apostólica”. Esta consistía en la proclamación de la vida, la muerte y resurrección de Jesús, el Mesías, tal como lo expresaban las escrituras del AT y, el resultado de ello en la vida práctica: la conversión y la adoración (ética). Cuando los apóstoles mueren y, la iglesia se enfrenta a dos amenazas, el judaísmo y el gnosticismo, y tiene que responder a la pregunta ¿En qué creemos?, se fórmula entonces “el credo apostólico” y se reconoce el canon del NT. Estas dos formas de responder, en continuidad con la narrativa del AT,  consignan la doctrina apostólica. La doctrina entonces era eso que tenía que ser innegociable, inamovible y sólido.
            Así, los grandes concilios ecuménicos y aun la reforma protestante hayan su razón de ser porque se apelaba a eso doctrinal o sólido que debía estar en el hacer de la iglesia y que, por razones distintas, no estaba.  Hoy, se mira con desdén todo aquello que tenga el tinte de doctrinario, dogmático o sólido. Las grandes declaraciones doctrinales que identificaban a las distintas comunidades cristianas han sido desplazadas. El “creemos” comunitario ha sido cambiado por el “yo creo” personal, dejando como resultado una “fe a la carta” acomodada según el criterio del escucha y del predicador de turno. El aspecto doctrinal más afectado es el de la cristología. No hay una presentación, ni en la reflexión ni en la predicación, clara de Cristo y algunas veces es solo un pie de página o una referencia marginal. Se ignora que, sin una correcta cristología es imposible una clara eclesiología. En Mateo 16:16-18 la declaración cristológica, “tú eres el Cristo” antecede a la declaración eclesiológica, “edificaré mi iglesia”. Los grandes fenómenos religiosos contemplados en América Latina hoy tales como: la teología de la prosperidad, el apostolado, el profetismo, la predicación inspiracional, entre otros, hayan su único origen en la pérdida de la cristología. Y, esta forma de ver el asunto es también una manera de negar, como lo hizo Pedro, a Cristo. Predicar un Cristo diferente al de las Escrituras es decir: “yo no conozco a ese hombre”.
            Ahora, es apenas obvio que la cristología, tal como la elabora el NT, y en fin; cualquier sistema doctrinal, sea rechazado hoy por  parte de iglesia líquida, pues la formulación del NT pretende ser un sólido. Jesús resucitado dijo a sus discípulos “enséñenseles todo lo que yo les he mandado…” (Mt 28: 20a), es decir, no hay que inventarse un mensaje, este está dado. Bauman afirma: “en nuestra modernidad líquida, las posesiones duraderas, los productos que supuestamente uno compraba una vez y ya no reemplazaba nunca más, han perdido su antiguo encanto…hoy está en tela de juicio lo invariable”[2]. Tenemos que revisar, claro está, nuestros rígidos dogmatismos casi tan rancios como las doctrinas farisaicas que Jesús tanto criticó, pero debemos también tomar distancia del exceso de flexibilidad y despreocupación por lo sólido, lo permanente, actitud que Cristo también reprochó. Continuará.


[1] BAUMAN, Zygmunt, Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, México D.F, 2004.
[2] BAUMAN, Zygmunt, Los retos de la educación en la Modernidad líquida, Gedisa, Barcelona, 2008, p 26,27.

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