Iglesia
líquida. Parte I
Una
semblanza de la eclesiología actual
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 72
El sociólogo polaco Sygmunt Bauman ha acuñado la frase “modernidad líquida” para
hablar de lo que otros, teóricos como él, llaman posmodernidad. El hecho es que
“modernidad líquida”, en Bauman, es una categoría sociológica para hablar del
cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y la liberación de los
mercados. La metáfora líquida intenta también dar cuenta de la precariedad de
los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por
el carácter transitorio, volátil y gaseoso de sus relaciones. El amor se hace flotante
y sin responsabilidad hacia el otro, se reduce al vínculo sin rostro que ofrece
la Web. La modernidad líquida es un
tiempo sin certezas, cambiante, incierto e imprevisible. Los sólidos, afirma
Bauman, conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos
son informes y se transforman constantemente: fluyen[1]. La metáfora líquida viene
a nuestro auxilio para describir algunas realidades de la iglesia hoy. Lo
líquido en el pueblo de Dios no es nuevo, en la Biblia y la historia de la
iglesia podemos rastrear tiempos líquidos, momentos en los que la iglesia (o el
pueblo de Israel) renunció a lo sólido y se volvió volátil, espumosa y gaseosa.
Pero como “no hay nada nuevo bajo el sol” sino nuevas formas de expresarlo, la iglesia,
como pueblo ubicado en medio de realidades sociales (como una realidad situada),
está adoptando lo líquido como modus
vivendi. Ahora, en qué aspectos lo está haciendo o cómo se evidencia, veamos.
La
primera afectación se evidencia en lo doctrinal. La doctrina ha sido de
finida como el conjunto de enseñanzas que se basa en un sistema de creencias.
Se trata de los principios existentes sobre una materia determinada, por lo
general con pretensión de validez universal. Por ejemplo: “la propiedad privada
es contraria a la doctrina socialista y debe ser abolida de nuestra sociedad”. Al
hablar de doctrina cristiana se pensaba en aquellas enseñanzas que dieron forma
al cristianismo y que lo diferenciaron de otras comunidades y grupos en su
nacimiento. En Hechos de los Apóstoles se describe a la primitiva comunidad
fundada en la enseñanza (doctrina) de los apóstoles (Hech 2:42). Es más, los
distintos aspectos que se describen en la comunidad tales como: el partimiento
del pan y la comunión; eran elementos comunes con otros grupos sociales y religiosos,
lo único diferente era la “doctrina apostólica”. Esta consistía en la
proclamación de la vida, la muerte y resurrección de Jesús, el Mesías, tal como
lo expresaban las escrituras del AT y, el resultado de ello en la vida práctica:
la conversión y la adoración (ética). Cuando los apóstoles mueren y, la iglesia
se enfrenta a dos amenazas, el judaísmo y el gnosticismo, y tiene que responder
a la pregunta ¿En qué creemos?, se fórmula entonces “el credo apostólico” y se
reconoce el canon del NT. Estas dos formas de responder, en continuidad con la
narrativa del AT, consignan la doctrina apostólica.
La doctrina entonces era eso que tenía que ser innegociable, inamovible y
sólido.
Así, los grandes concilios ecuménicos
y aun la reforma protestante hayan su razón de ser porque se apelaba a eso doctrinal
o sólido que debía estar en el hacer de la iglesia y que, por razones distintas,
no estaba. Hoy, se mira con desdén
todo aquello que tenga el tinte de doctrinario, dogmático o sólido. Las grandes
declaraciones doctrinales que identificaban a las distintas comunidades cristianas
han sido desplazadas. El “creemos” comunitario ha sido cambiado por el “yo creo”
personal, dejando como resultado una “fe a la carta” acomodada según el
criterio del escucha y del predicador de turno. El aspecto doctrinal más
afectado es el de la cristología. No hay una presentación, ni en la reflexión
ni en la predicación, clara de Cristo y algunas veces es solo un pie de página
o una referencia marginal. Se ignora que, sin una correcta cristología es
imposible una clara eclesiología. En Mateo 16:16-18 la declaración cristológica,
“tú eres el Cristo” antecede a la declaración eclesiológica, “edificaré mi
iglesia”. Los grandes fenómenos religiosos contemplados en América Latina hoy
tales como: la teología de la prosperidad, el apostolado, el profetismo, la
predicación inspiracional, entre otros, hayan su único origen en la pérdida de
la cristología. Y, esta forma de ver el asunto es también una manera de negar,
como lo hizo Pedro, a Cristo. Predicar un Cristo diferente al de las Escrituras es decir:
“yo no conozco a ese hombre”.
Ahora, es apenas obvio que la cristología,
tal como la elabora el NT, y en fin; cualquier sistema doctrinal, sea rechazado
hoy por parte de iglesia líquida, pues
la formulación del NT pretende ser un sólido. Jesús resucitado dijo a sus discípulos
“enséñenseles todo lo que yo les he mandado…” (Mt 28: 20a), es decir, no hay que inventarse
un mensaje, este está dado. Bauman afirma: “en nuestra modernidad líquida, las posesiones
duraderas, los productos que supuestamente uno compraba una vez y ya no
reemplazaba nunca más, han perdido su antiguo encanto…hoy está en tela de
juicio lo invariable”[2]. Tenemos que revisar,
claro está, nuestros rígidos dogmatismos casi tan rancios como las doctrinas farisaicas
que Jesús tanto criticó, pero debemos también tomar distancia del exceso de
flexibilidad y despreocupación por lo sólido, lo permanente, actitud que Cristo
también reprochó. Continuará.
De acuerdo amigo. DTB
ResponderEliminarInteresante. Bendiciones
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