lunes, 7 de octubre de 2013

Negando a Dios. Parte II

Negando a Dios. II
Testimonio y anti-testimonio en tercera de Juan
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 70
Veamos la segunda parte de la propuesta: el mensaje del texto hoy. Mucha de la lectura y la predicación de esta carta se hace desde una “postura moralista”; es decir, se lee la carta y se nos dice que no seamos como Diótrefes sino como Demetrio, pero, esta forma de leer el texto es pobre porque no ventila los problemas de fondo que el texto presenta perdiendo de esta manera el mensaje[1]. De esta manera se hace necesario aquí recordar las palabras de Brueggemann al decir que “las Escrituras presentan más bien un modo de percibir la realidad que dista mucho de nuestras formas de pensar, y de hablar habituales…”[2]. Por ello, “percibir la realidad” de las Escrituras exige que tomemos distancias  de algunas lecturas tradicionales para dejarnos llevar por lo que el texto dice.
            Veamos en primer lugar lo que el texto comunica en relación con la teología. Diótrefes al evitar el contacto de la comunidad con el anciano y los misioneros está de esta manera evitando que la iglesia sea alimentada con el testimonio apostólico. Recordemos que, a estas alturas aun sin el canon del NT, el testimonio apostólico era clave para la formación cristiana de las comunidades. Es más el “credo apostólico” y el mismo NT van a recoger el testimonio de los apóstoles en relación con el cumplimiento de las Escrituras del AT en Jesús el Mesías (Ef 2:20; 1 Jn 1:1-4; Heb 1:1-2). Diótrefes entonces toma actitudes gnósticas (de gueto) y desvincula históricamente a su comunidad de las raíces apostólicas. Así la teología es afectada y la reflexión teológica, a expensas del testimonio apostólico, se torna caprichosa y a-histórica. Hoy la realidad Latinoamericana no está distante del modelo de Diótrefes. El gran desacierto de los ministerios “apostólicos y proféticos”, por ejemplo, ha sido la negación del testimonio apostólico consignado en el NT. La reflexión teológica de estos es distante y caprichosa, la actitud “Diotrefiana” es peligrosa y nociva para la teología. Frente a esto, la propuesta es reflexionar teológicamente  desde el testimonio apostólico. La reflexión teológica que no se hace mirando hacia atrás, hacia la cruz no es legitima por muy atractiva que sea y por mucha capacidad de convocatoria que tenga.
            En cuanto a la espiritualidad del texto la cuestión es sencilla; aquí se presentan dos modelos de espiritualidad: la de la “aceptación” y la espiritualidad de la “negación”. La de la aceptación esta personalizada en Gayo quien se deja incomodar ayudando a quienes, por la fe, realizan su misión. Gayo no solo da sino que se da, quien da ayuda pero quien se da se compromete. La espiritualidad de Gayo, su práctica cristiana no está divorciada ni de las Escrituras ni de su hermano. No niega esas dos dimensiones. Es curioso porque, por un lado, la reflexión sobre la espiritualidad es todavía una asignatura pendiente para la iglesia evangélica en América Latina. Por otro lado, la práctica de la espiritualidad ha estado marcada por la negación, es cierto sentido muy “Diotrefiana”. La negación de las Escrituras se hace evidente en una piedad cristiana fundada en lo que el líder dice o hace independientemente si la Escritura lo dice. Un ejemplo claro de ello es el hecho, ya generalizado, del “yo confieso”; las personas en la calle dicen: “yo confieso esto, yo confieso aquello”. Por otro lado está la negación del otro, o del prójimo. Recuerdo aquella canción de antaño que decía “yo no sé a lo que tú has venido, pero yo he venido a alabar a Dios”, el otro se convierte en estorbo y no en espacio para la práctica de la fe. El anciano es claro, la negación del otro y la negación de las Escrituras es negación de Dios, quien lo hace debe revisar su conversión (Cp. 1 Jn 1:5,6).  No imites eso, le advierte a Gayo, como diciéndole… ¡cuidado con tu referente!
            En cuanto a la pastoral es importante resaltar, a la luz del texto, la que propende por la promoción. En medio de las realidades sociales profundas y complejas que viven nuestros pueblos la promoción de la vida se hace urgente. Jesús declaró que la calidad de su pastoral se evidenciaba en su capacidad para dar vida (Jn 10:11).Los males más graves que afligen al mundo en estos años son la desocupación de los jóvenes y la soledad en la que son dejados los viejos. Los viejos necesitan cuidados y compañía; los jóvenes, trabajo y esperanza, pero no tienen ninguna de las dos cosas, y el problema es que ya no las buscan. Han sido aplastados en el presente[3].  ¿Se puede vivir aplastado en el presente? ¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse al futuro construyendo un proyecto, un porvenir, una familia? ¿Es posible seguir así?  El anciano promociona a Demetrio, lo proyecta a la comunidad por encima de aquello que intenta negarlo, suprimirlo o excluirlo. Así, la labor pastoral, como extensión de la obra de Cristo, es protesta contra las fuerzas que anulan al ser humano: la injusticia, la exclusión, la muerte misma y las fuerzas demoníacas que no solo tienen representación abstracta sino que también están presentes en las estructuras sociales, políticas y religiosas. Fin.


[1] En fin, no se debe escoger un pasaje de la Biblia con el propósito de encontrar una moraleja. No debemos reducir el mensaje de la Biblia a una serie de lecciones sobre cómo vivir. Si le damos ese tipo de interpretación, la Biblia llega a ser nada más que un libro de axiomas lindos, un texto lleno de consejos psicológicos, y un manual de magníficos principios morales. Por supuesto, no es que no haya lecciones para la vida en los relatos de la Biblia, ni lecciones de cómo vivir. No es que no podamos encontrar consejos psicológicos y grandes principios morales, sino que estas cosas son secundarias y deben ser tratadas así. Estas cosas no representan el mensaje principal de la Biblia.
[2] BRUEGGEMANN, Walter, La Biblia, fuente de sentido. Claret-Barcelona, 2007, p 27.

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