¿Entiendes
lo que lees?
Una propuesta práctica para la lectura del
libro de los Hechos
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 62
El encuentro de
Felipe con el etíope es revelador y propositivo (Hech 8:26-39): revelador
porque, ante la lectura del texto de Isaías referente al siervo sufriente que
el etíope hace y la imposibilidad de este para saber con certeza la identidad
del personaje del texto en cuestión; Felipe hace del texto una lectura
“cristológica”; es decir, aplica este texto a la experiencia de Cristo. Pero el
texto es también propositivo porque está diciendo, Lucas, que a Cristo se le
debe entender a partir de la experiencia profunda con la historia de su pueblo
Israel. Jesús es el “siervo sufriente” que asume la tragedia de Israel y las
naciones para traer sanidad y restauración (Is 52:12-53:13). El resultado de
esta escena es el bautismo del etíope afirmando con ello su conversión. Ahora,
en narrativa las preguntas son para el lector, al lector Lucano se le desafía
con la pregunta ¿Qué impide que seas bautizado? Ya se ha dado el mensaje y hay
agua. Pero, el texto de los Hechos plantea desafíos para su lectura y la
pregunta, ¿entiendes lo que lees?, se convierte en reto para los “Felipes” y
los “etíopes” de hoy.
Con
temor a ser demasiado simple, el mensaje del libro de los Hechos lo podemos
resumir así: continuación de la obra de
Jesús a través de los apóstoles por el poder del Espíritu Santo. Este
mensaje se va a desarrollar en el libro tomando la estructura geográfica del
testimonio apostólico: Jerusalén, Judea, Samaria y, hasta lo ultimo de la
tierra (1:8). La estructura geográfica no solo muestra el sentido concéntrico
de la misión sino también su carácter universal; mientras los apóstoles piensan,
de manera reducida, en Israel; Jesús piensa, de manera amplia, en toda la
tierra. Un asunto es bastante claro
hasta aquí: la misión tiene impulso neumatológico
(se hace en el poder del Espíritu), mensaje cristológico
(se predica de Cristo) y propósito eclesiológico
(formar iglesia). La primera parte del texto trata del testimonio en Jerusalén
(1:1-8:1). La iglesia aquí tiene un tinte bastante judío, empieza a gestarse en
las instituciones del pueblo en mención por la sencilla razón de que este
pueblo había sido recipiente de la “bendición a las naciones”; a lo que
Brueggemann[1]
llamó “el escándalo de la particularidad”. No obstante, se notan algunos rasgos
de discontinuidad. 1). El bautismo del Espíritu como experiencia igualadora, como
cumplimiento de viejas promesas de restauración; 2). La critica que se hace a
la institución del templo porque este no
sirve para solucionar un problema de nacimiento sino para promocionar el
Status Quo, en contraste con esto, el
nombre de Jesús trae liberación y abre horizontes para la vida y, 3). El
mensaje de Esteban, un repaso de la historia del pueblo judío con sabor
cristológico, termina con una aplicación (acusación) directa contra el
sanedrín. Esteban termina apedreado porque tuvo el valor de “sacarle la piedra”
a estas personas. Así termina esta sección, con un hombre que vivió para
predicar un sermón, termina con un sepelio. Quién iba a creerlo, semejante
promesa de la predicación termina muerto por su mensaje. De esta manera
termina, aunque no se agota, la sección del texto de los Hechos que describe el
testimonio en Jerusalén.
La muerte de
Esteban hizo parte de una gran persecución de los cristianos en Jerusalén, esto
produjo migraciones de los mismos a diferentes partes del imperio llevando
consigo su fe en el Mesías y proclamándolo como Señor. Así inicia el testimonio
en Samaria y Judea (8:2-12:23). En esta sección encontramos, por lo menos,
cuatro eventos importantes; 1). La conversión del etíope ya explicada en la
introducción, 2). La conversión de Saulo de Tarso: un perseguidor se hace
perseguir por la fe que tanto atacó, 3). El cambio de paradigma que el Espíritu
produjo en Pedro frente al hecho de Cornelio. La pureza, según este hecho, “no
tiene que ver con lo étnico, lo geográfico o lo ritual, sino que es don de Dios
para todos los que creen en Jesucristo”[2], 4). La muerte de Jacobo a
manos de Herodes Agripa. De esta manera termina la segunda sección del libro, al
igual que la primera, con un muerto; un sepelio.
La tercera parte
del texto, el testimonio “hasta lo ultimo de la tierra”, inicia en el capitulo
trece y va hasta el final del libro (13-28). En esta sección se resaltan los
tres viajes misioneros del apóstol Pablo; dentro de esto, hay varios eventos para resaltar; 1). La
Iglesia en Antioquía como modelo de envío de misioneros, 2). El concilio de Jerusalén
que sentó las bases para “una teología de la inclusión” dada la conversión de
los gentiles, 3). La predicación en Filipos como entrada del evangelio a “Europa”
4). El encarcelamiento de Pablo y la predicación de este en Roma como muestra
de la llegada del testimonio “hasta lo ultimo de la tierra”. Así termina la
tercera sección del texto. Quisiera concluir con una propuesta para “entender
lo que leemos” en el texto de los Hechos. En
primer lugar el Espíritu, como cumplimiento de viejas promesas, no viene para
que se hable de él sino para empoderar a los discípulos para que se hable de
Cristo; esto es impulso neumatológico,
pero mensaje cristológico. En segundo lugar notamos que la tercera sección no termina con el
patrón de las anteriores: muerte; tal vez, el autor nos esté sugiriendo que, la
misión en el poder del Espíritu es siempre inacabada y que, si asumimos el
testimonio cristiano con todas sus implicaciones, uno de nosotros puede ser el próximo
muerto. Fin... ¿Entiendes lo que lees?
[1] BRUEGGEMANN,
Walter, Teología del Antiguo Testamento: un juicio a Yahvé. Sígueme-Salamanca.
2007, p 98, 443, 524.
[2] SOSA, Carlos R, Pureza
e impureza en la narración de Pedro, Cornelio y el Espíritu Santo en Hechos 10;
en Kairós No 41/Julio-Diciembre 2007, p 55-78.
La palabra nos insta a ser sobrios, esto no solo como característica emocional, sino también el hecho de poder leer la palabra y que ella se abra explicita a nuestros ojos, para poder entender verdaderamente lo requerido por ella.
ResponderEliminarSer los muertos por causa del poder que el Espíritu Santo deposita en nuestras vidas es el verdadero poder que debiésemos anhelar, no el poder para que seamos vistos por las multitudes como los más ungidos o los más bendecidos, no, es el poder de ser cumplidores de la justicia de Dios, llevando a cabo la comisión de hablar el Evangelio, pero más que todo siendo discípulos, hechos a imagen de aquel que nos llamó de las tinieblas a la luz, esto es, testigos.