Ama de casa desesperada. Parte I
Ana y la crisis de un vientre cerrado.
1 Sam 1:1-28
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 20
La serie de TV “Amas de casa desesperadas”, una adaptación de la serie estadounidense “Desperate housewives”, presenta a un grupo de mujeres enfrentándose a diferentes situaciones y realidades en el contexto del matrimonio o la relación de pareja. Y, aunque no se esté de acuerdo con la moralidad de algunas decisiones de dicho grupo de mujeres, sí se puede estar de acuerdo en algo: los hogares presentan a menudo situaciones complejas, a las que se les deben dar soluciones, no siempre fáciles y no siempre a la mano. El texto del primer libro de Samuel muestra a una ama de casa desesperada cuya búsqueda de soluciones contrasta con las soluciones que plantea la serie de TV en mención. Le invito a que sentado en su sillón vea cómo se desarrolla la trama de esta familia que, aunque muy piadosa, no escapa de los problemas normales de la vida.
La primera escena comienza poniendo al lector en perspectiva respecto a la historia que va a contar. La cámara está grabando en el seno de la casa de un tal Elcana, un hombre con dos mujeres: Ana, que no tiene hijos, y Penina que sí los tiene (vv. 1,2)[1]. El resto de la historia va a girar en torno a la crisis que genera en Ana la infertilidad y de cómo es que esta llega a tener un hijo. Así, esta historia es la cara amable y positiva de una época gris que vivió Israel y quedó consignada en el libro de los Jueces. La piedad y la lealtad familiar no están totalmente ausentes.
La segunda escena nos presenta a Elcana como un hombre piadoso que adora en el lugar correcto y haciendo las cosas bien, en contraste con los dos hijos del sacerdote Elí (vv.3-8)[2]. Pero el gran contraste de esta escena se presenta entre la protagonista Ana y la antagonista Penina. La burla de Penina sobre Ana, a causa de su infertilidad, hace que esta pierda el apetito y se entregue al llanto. Es así como la esterilidad de Ana es tomada por Penina para sacar provecho de la tragedia personal. A pesar de los intentos de Elcana para consolar a Ana, la crueldad de Penina hace la situación intolerable[3]. La posición de Ana en la sociedad y su esperanza a futuro se ven sombrías. ¿Reflejaría esta situación personal la situación del pueblo de Israel? El autor menciona dos veces que la infertilidad de Ana tiene su origen en Dios (vv.5, 6). Ana no solo tiene que soportar el fastidio de Penina sino también la posición contraria de su Dios.
La tercera escena está llena de contrastes (vv.9-18): va de la tristeza al consuelo, del lloro ante los hombres al lloro frente a Dios, de no comer a comer, un sacerdote sentado y una mujer que se levanta y ora. Ana ora a Dios en Silo mientras que el sacerdote Elí está sentado en una silla. En la oración, Ana a) apela al carácter de Dios: “Señor de los ejércitos”; b) expresa su angustia: “mira la aflicción de tu sierva”; c) hace la petición: “dame un hijo varón”; y d) refuerza la petición con un voto: “lo dedicaré a ti y será nazareo”. Si Dios es quien ha cerrado el vientre, será Él quien lo abrirá. Elí interpreta el estado de Ana como embriaguez, ella se defiende diciéndole que no es una mujer impía. Aquí se introduce una nota irónica, pues los que son impíos son los hijos de Elí[4].
Elí se equivoca en su apreciación y después da su bendición y apoyo a Ana. Este es quizá el primer indicio para el lector de que Elí está perdiendo gradualmente su capacidad como líder de Israel; el error que comete el sacerdote al cuestionar a Ana sugiere que en ese tiempo no era extraño que personas ebrias entraran al santuario; más evidencia del deterioro moral y espiritual de la época. Que no haya sabido reconocer que Ana estaba orando es también un buen comentario crítico sobre la corrupción de la espiritualidad de la época; ¿sería tan escasa la oración que ni aun el sacerdote era capaz de reconocerla?
La escena termina con una nota esperanzadora. Paradójicamente Ana le dice a Elí que ella quiere hallar ante él exactamente lo que su nombre (Ana) significa: gracia o favor. Ella ya no quiere ser Ana de nombre simplemente, quiere que eso sea realidad. El autor ha traído al lector hasta aquí en una especie de clímax. La mujer que no comía y estaba triste, ahora come y su semblante ha cambiado, dejando claro que es en esa particular mezcla de llanto y oración ante Dios donde ha empezado a cambiar su situación. Pero hay una preocupación en el aire ¿es posible que el estado de Elí (viejo, sin vigor y falto de discernimiento), sea un vivo reflejo del estado del pueblo de Israel? No se pierda, entonces, el desenlace de esta historia en su segunda parte. Continuará…
[1] Aclaremos, en primer lugar, que el tema aquí no es la poligamia, y en segundo lugar, que la infertilidad era considerada una vergüenza, y tener hijos era considerado como bendición de Dios (Salmo 127:3); lo contrario era considerado castigo divino.
[3] Este cuadro pintado aquí con claro realismo evoca algunos ejemplos claros de rivalidad femenina en la Biblia: Sara y Agar, Raquel y Lea (Gn 16, 29-30).
[4] El autor usa el sarcasmo a través de los términos: para “impío” el hebreo usa Belial o Beliyaal, y este es precisamente el término que es usado para nombrar a los hijos de Elí; ellos son hijos de Belial o impíos (1 Sam 2:12). .
"problemas normales de la vida", enseñado por este ironico, asociado historico personaje quien en compañia del pst marcos dieron a este humilde servidor las enseñanzas escritas en la palabra viva del señor, donde se muestra fielmente como debemos vivir y de que manera pueden afectarnos situaciones dificiles en la vida, estos estudios y comparaciones hechas, estan ligadas a un compromiso profesional de dar a conocer a DIOS en su magna expresion, pura y verdadera en su interpretacion, de hecho estas palabras plasmadas por jovanni muestran la forma o manera como vivimos la vida y relacionarla inteligentemente con nuestro diario vivir, es muy facil, leyendo la biblia!...gracias jovanni!
ResponderEliminarpd/ claro está, yo esa novela en TV no me la veo! jejejejeejejeeje