domingo, 7 de agosto de 2011

Los funerales de la mamá grande

Los funerales de la mamá grande
Historia de una “NN” convertida en comida para perros.
1 Rey 16:29-34; 2 Rey 9:30-34
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 18
            En la obra “Los funerales de la mamá grande” del escritor Gabriel García Márquez, la mamá grande representa la autoridad mayor, repetida una y mil veces en una sociedad sudamericana donde el caudillo dicta la vida y el hacer de todos; ella es la dueña y señora, por herencia y por autoridad, de un extenso imperio rural en el que viven muchas familias. Todas estas deben pagar el arrendamiento de las tierras que habitan. En la Biblia también encontramos la historia de una mujer que, al igual que ‘la mamá grande’, es sagaz y tiene un carácter manipulador, controlador y posesivo.  Hace lo que quiere con quien sea (inclusive con su esposo) y como sea, con tal de lograr sus objetivos nacionales y personales.
            La señora aparece en escena por primera vez en una noticia mezclada con farándula e ironía política. Todos los periódicos de Israel (reino del norte) tienen como portada el mismo hecho noticioso: Acab, el nuevo rey de la impopular dinastía de Omri (874-77 a.C.), acababa de contraer matrimonio con una jovencita fenicia cuyo padre tenía un nombre que de entrada desafiaba al Dios de Israel: etbaal, que significa “baal existe”. Las cosas no están bien, los inicios de la presentación de Elías anuncian que el carácter de este contrasta con el de Acab y con el nombre de su suegro: Elías significa “El Señor es mi Dios” (1 Rey 17:1-7).
            La segunda aparición de Jezabel es más elaborada. Se da en el marco de la muerte de los profetas de Baal en manos de Elías. El culto a Baal ha sido desafiado, el culto a Dios intenta resurgir bajo la tutoría de Elías frente a esto; Jezabel reacciona amenazando de muerte al profeta (1 Rey 19:1,2). La tercera aparición de la mujer en mención se da para conceder caprichos de su esposo, el rey. Ante la negativa de Nabot para vender la heredad de sus padres al rey, este se entristece cual niño que no obtiene lo que quiere; Jezabel reacciona ideando un macabro plan para matar a Nabot y regalarle la tierra a su esposo (1 Rey 21:1-16)[1]. Las cosas no andan bien, los analistas más críticos sacan el Deuteronomio para decir que el rey Acab ha perdido el juicio y se ha alejado de Dios. Por otro lado, en las calles los jóvenes hacen chiste diciendo que en el palacio real y en todo el reino de Israel se hace lo que Acab obedece.
            La última y gran mención de Jezabel en esta historia aparece como cumplimiento de una palabra que Dios había dado a Elías (2 Rey 9:30-37 Cp. 1 Rey 21:23). Ante el hecho de Nabot, Dios no se queda quieto y le dice a Jezabel que se convertirá en comida para perros en la parcela que tanto desearon. Jezabel muere por manos de Jehú. La palabra de Elías se ha cumplido, el cadáver de aquella se ha convertido en comida para perros, quedando diseminado sobre la hierba para que nadie la identifique. Tal vez aquellos que lograron recoger unos pocos pedazos de lo que quedó de su cuerpo para darle sepultura colocaron en su lápida “NN”: no identificado.
            García Márquez describe la muerte de la mamá grande como un descanso para la sociedad, pues así se recuperaba su equilibrio[2].  No cabe duda de que esto fue exactamente lo que pasó con la muerte de Jezabel. La tierra descansó. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, encontramos una nueva referencia a Jezabel; se describe con carácter seductor, inmoral e idolatra. Está dentro de la iglesia y tiene reputación de profeta y maestra (Ap 2:20-23). El pecado del “ángel” de la iglesia de Tiatira es la tolerancia. Stam afirma que el nombre Jezabel aquí es un apodo para referirse a un período sombrío de la historia de Israel. Esta ‘mujer’, al igual que Jezabel, intenta desviar a la iglesia de su fidelidad exclusiva a Dios[3]. En el texto de Apocalipsis el juicio sobre esta Jezabel es semejante al de la esposa de Acab.
            Terminemos haciendo dos observaciones sobre dos peligros: Primero, el de la asimilación. El error de Acab y de la iglesia de Tiatira fue dejarse llevar por el espíritu de la época, eliminando toda línea de distinción (Israel o iglesia) entre ellos y Jezabel. Una iglesia que asimila “el mundo” pierde su capacidad de ser testimonio. El segundo error es dejarse llevar por credenciales y no por el carácter. Las credenciales de la mujer de Tiatira la presentaban como profeta y maestra, pero su carácter negaba al Dios de la Biblia y dañaba a la iglesia (Dt 13:1-5. Cp. Mt 7:21,22).                            Fin.


[1] “La tierra era uno de los principales temas de la fe del Israel del Antiguo Testamento. Y lo más importante acerca de la tierra era que era un don. Israel tenía una tierra en que vivir, debido a que Dios, así sencillamente, se la había dado a ellos. Esto explica por qué las disputas de las tierras eran tan acaloradas. El mejor ejemplo es la historia de Nabot, en 1 Reyes 21. Fue asesinado debido a que no quería vender la tierra al rey Acab. Él la consideraba como un don de Dios para su familia, y tenía derecho a ella, así como la responsabilidad por ella”.  WRIGHT, Chris, Guía del lector de la Biblia. Unilit-Miami (Florida), 1984, p 47-49.
[2] GARCIA MARQUEZ, Gabriel, Los funerales de la mamá grande. Oveja Negra-Bogotá, 1981, p 131.
[3] STAM, Juan, Apocalipsis Tomo I (capítulos 1-5). Kairos-Argentina, 1999, p 119,120.

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