miércoles, 2 de febrero de 2011

No esten tristes como los demás...

No estén tristes como los demás…
Reflexiones sobre la muerte y la esperanza.
1 Tes 4:13-18
EN VOZ ALTA.06. Jovanni Caballero.
El 14 de Enero recibimos la noticia de la trágica muerte de nuestro amigo y hermano David Parra. David tenía 23 años, era estudiante de noveno semestre de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín, y además de su compromiso con la fe desde su saber, era un apasionado de la vida y de Santo Tomás de Aquino, uno de sus teólogos y filósofos favoritos; no podía hablar de él sin que se notara en su rostro un aire de satisfacción y encanto. Gadamer era su lingüista y hermeneuta predilecto y un tal Jovanni Caballero, su predicador preferido. Los muchachos de la iglesia “Palabra de Vida”, en Medellín, le llamaban “Rolo”, yo le decía “Padre” por su formación sacerdotal durante un año. Sus preguntas acerca de la fe siempre me descuadraban; en algunas le pedía prórroga, en otras, las respondíamos juntos. Pero hoy ya no está. Se nos fue sin avisar, dejando un vacío profundo en amigos y familiares. El año pasado estuvimos hablando un poco sobre El ser y El tiempo de Heidegger, sin saber que hoy estaría sin ser y sin tiempo.
Todo esto nos ha puesto a reflexionar sobre la vida y el valor de la misma, pero también sobre la muerte, que para el creyente no es un estado de clausura sino un ‘mientras tanto’; por esto, la reflexión sobre la muerte debe tener como fundamento, además de la realidad antropológica, la esperanza que ha traído la irrupción del reino de Dios en Cristo. Los cristianos tesalonicenses le hicieron al apóstol Pablo dos preguntas, cuyas respuestas son de gran ayuda para la presente reflexión. La primera, tomando en cuenta la venida del Señor Jesús, era ¿Qué pasará con los que han muerto para cuando Cristo venga?, ¿Les volveremos a ver? (1 Tes 4:13-18); La segunda, ¿Cómo sabremos el momento de la llegada del Señor? (1 Tes 5:1-11). La primera pregunta, la que nos interesa aquí, trata del consuelo (v13), el fundamento (v14), el evento (vv15-17), y la exhortación (v18).
El consuelo empieza con el despeje de dudas sobre los que han muerto en la fe. La tristeza no los debe dominar pues la esperanza es que la muerte no es un estado de clausura, pues el fundamento para el consuelo es la creencia de la acción de Dios en la muerte y resurrección de Jesús. El estar tristes como los demás es incompatible con la esperanza cristiana que comunica la victoria de Cristo sobre el poder de la muerte. Morris[1] dice que la frase: los otros que no tienen esperanza es una alusión general a todo el mundo no cristiano, dado que la literatura pagana revela una actitud de desesperanza frente a la muerte, lo cual es confirmado en los hallazgos de las tumbas. Entonces, la confesión de fe de los Tesalonicenses: Jesús murió y resucitó, es el fundamento para la esperanza consoladora: de la misma manera Dios lo hará con los nuestros.
Pero ¿cómo será esto? Aquí Pablo expone el evento (vv15-17 Cp.Mt 24:31) usando, al parecer, dos metáforas[2]: una del Antiguo Testamento: el Sinaí (Ex 19:17:18), y otra de su mundo contemporáneo: la bienvenida al emperador. Ya sea que estén vivos o muertos, los creyentes se reunirán para dar la bienvenida al Señor, que viene a tomar su lugar legítimo aquí en la tierra (Cp. Dn 7:13); se encontrarán con él para recibirlo, no para ir a otro lugar. “El regreso del Señor será algo público (no secreto) e inevitable, como cuando Dios tronó y sonó la trompeta en el Sinaí o cuando el emperador romano llegaba de visita a sus dominios”[3]. La exhortación (v18) tiene que ver con la repetición de las palabras de Pablo para traer ánimo a la congregación, como si dijera, usando el lenguaje futbolístico: “¡pásenla!”
A todos los que impactó la vida de David Parra, que nos impacte también ahora su muerte. Que el hecho histórico de la muerte y resurrección de Jesús pueda alentarnos a esperar así también la resurrección de nuestro amigo. Que la esperanza que es ancla y a la vez motor nos mantenga expectantes por aquel día. Así que… ¡pásenla! Y pasen también su mayor legado: su compromiso con la fe desde su saber.
David, si en algún lugar del universo puedes leer esto, te recuerdo que quedaron pendientes las tertulias sobre Santo Tomás de Aquino y Kant. Además, el viaje al mar, estoy seguro que lo haremos en la resurrección, pues la tierra nueva y el nuevo cielo no son tan aburridos como los pintan; tanto así que los filósofos y teólogos seguirán hablando de cosas que a nadie más le interesa. ¡Cómo te hubiese gustado escuchar esa afirmación!

                                                                  Fin… In Memorian de David Parra.




[1] MORRIS, León, Las cartas a los Tesalonicenses. Certeza- Buenos Aires, 1976, p 97.
[2] WRIGHT, Christopher J.H, El Dios que no entiendo: reflexiones y preguntas difíciles a cerca de la fe. Vida- Miami Florida, 2010, p 184, 185.
[3] Ibíd., p. 185


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