“¡Otro muerto en la iglesia!”
Una reflexión sobre la fe, la vida y la muerte en la
Iglesia “Luz y Salvación”
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero183
“¡Otro muerto en la iglesia!”, esta es la frase que se escucha
legítimamente en las casas, pasillos y calles de San Marcos cuando alguien
fallece, y más específicamente cuando ese alguien era un cristiano de la
“Iglesia Luz y Salvación”. No es para menos, en los últimos años han muerto en
esta comunidad varios hermanos, no por vejez, sino por enfermedades “penosas” y
accidentes trágicos. Ahora, hay varias razones que me motivan a escribir sobre
el tema: una es la razón pastoral, es decir, la necesidad de traer consuelo y
animo a familiares y a la iglesia en medio de sus duelos y penas; otra razón es
la teológica, es decir, la necesidad de “construir” una respuesta desde la
Escritura al fenómeno en mención. Pero más específicamente responder a varios
“atrevidos”, los he escuchado, que frente a este fenómeno juzgan diciendo:
“¡Otro muerto en esa iglesia, qué será lo que está pasando ahí!”, vinculando el
fenómeno ligeramente, como casi siempre pasa con los evangélicos y los latinoamericanos
con mentalidad mágica y agorera, con juicio de Dios o ataques del diablo. Quisiera
proponer un camino distinto, no respuestas fáciles, al del fatalismo y
diferente de aquellos que creen que la vida y la historia están en manos de satanás
y no de Dios quien dijo, en la persona de Jesús resucitado, “todo poder me ha
sido dado en el cielo y en la tierra”. Daré entonces tres propuestas para
“entender” y “entendernos” en medio de la crisis, el dolor y los juzgamientos.
Primero. Es muy frecuente entre evangélicos que cuando pasa una
tragedia, una crisis o un evento trágico, vincular esto rápida y acríticamente
con juicio de Dios a causa del pecado de quienes reciben y viven lo trágico. Debemos
tener mucho cuidado con eso, primero porque creo que el tema del “juicio de
Dios” ha sido mal entendido y merece mucha más comprensión, segundo porque la
silla del juez ya está ocupada, y tercero, y aquí quiero poner mi acento, por
una declaración que encontramos en el evangelio de Lucas (13:1-5). Parece ser que las personas a las que Jesús
interroga pensaban teológicamente bajo el criterio de la “teología de la
retribución”: “si estás viviendo esto o sufriendo aquello es porque has actuado
mal”. Jesús critica esta forma de ver o pensar la realidad, el duelo y el sufrimiento.
A lo que se les invita es a considerar el sufrimiento de los otros con mucho
respecto y a confrontarse con sus propias vulnerabilidades tomándolo como
oportunidad para revisar la vida y arrepentirse.
Segundo. En la Biblia el dolor tiene una dimensión redentora, es decir,
Dios actúa de manera misteriosa y contraviniendo nuestras formas de ver y entender
la salvación, a través y en el dolor para salvar al mundo. Veamos algunos ejemplos. El salmo 23:4 el
salmista declara que su “valle de sombra de muerte” no niega la presencia de
Dios sino que la afirma, él dice “tu estarás conmigo”. A nosotros nos han
enseñado a disociar a Dios del dolor. La idea es como sigue: si estas sufriendo
entonces Dios no puede estar y si Dios está, entonces no debes sufrir o
experimentar tragedias y crisis. El salmo citado nos recuerda que el sufrimiento
es también escenario para experimentar a Dios, su presencia, consuelo y
dirección. Describiendo a los Gálatas su experiencia ministerial el apóstol
Pablo les recuerda que el anuncio del evangelio se llevó por medio, o a causa,
de una “debilidad física” (Gal 4:13). ¡Qué curioso esto! Nosotros pensamos que
es desde el poder, ya sea político, económico o religioso, desde donde la tarea
evangelistica es efectiva. No nos imaginamos la evangelización desde la
debilidad, el sufrimiento, o la cruz. Muchos son los creyentes que piensan
tener un alcalde o presidente cristiano para que las cosas cambien y el país se
vuelva a Dios. Finalmente, la experiencia más significativa es la de Jesús, el
siervo sufriente: El plan de Dios para salvar al mundo (Is
53): a través de un siervo (contraviniendo la política del poder y la
imposición), un herido (contraviniendo la pretensión de “buena salud física”) y
un feo sin hermosura (contraviniendo la estética y los criterios de belleza
generalmente aceptados). Dios quiera que como iglesia no nos equivoquemos
mientras pensamos y esperamos la salvación en clave de poder, fortaleza física
y belleza deslumbrante, Él pasa por nuestra historia humilde, herido y bellamente
distinto. La iglesia “Luz y Salvación”
ha sido herida. “Es la sierva sufriente”… ¿cómo es que vemos a Dios allí? ¿Qué nos
enseña sobre la misión de la iglesia?
Tercero. La
Biblia nos invita, aunque suene curioso, a celebrar la fe de nuestros muertos y
a pensar en el desafío que sus vidas y la forma en la que asumieron la fe nos hacen,
a los vivos, hoy. El autor de Hebreos expone su “galería” de hombres y mujeres
que vivieron y murieron en el Señor asumiendo la fe (Heb 11). A partir de esta exposición
anima a los creyentes a caminar como ellos caminaron. Así, no solo estoy invitando a deponer el espíritu
de juez, a mirar a Dios en el dolor sino también a pensar en la forma en que la
fe de nuestros muertos sigue viva hoy. Me preocupa el hecho, por ejemplo, de
que la reflexión sobre la vida del Pastor Alfonso Hoyos solo se resuma a un “chiste” y nada más. ¿Dónde
está su legado?, ¿Qué deben saber las nuevas generaciones respecto a él? Siguiendo la propuesta del autor de Hebreos término
así: por la fe, mi buen y gran amigo, Ismael Pérez Ealo, después de haber sido
declarado paciente terminal, siguió proclamando a Jesús y nos desafió a
servirlo. Y, aunque perdió la visión y murió a los 35 años, su entrega al Señor
sigue hablándome hoy. Murió cantando “digno es el cordero de Dios”. Y qué decir de los hermanos Gil (Edith, José y
Aurora), de Don Isma, de Camila Barreto y otros tantos. Cristianos de los
cuales “San Marcos no fue digno”. Fin.
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