Cambiarse las botas
Notas para una fe en tiempos de “posconflicto”
Efe 6:15
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero174
Quisiera empezar esta entrega aclarando tres asuntos: 1). Hago parte de un
grupo de creyentes en el Señor que celebran el acuerdo general de paz entre el
gobierno y la guerrilla de las Farc dando por “terminadas” más de cinco décadas
de conflicto e iniciado un largo y duro proceso de desarme militar y
sicológico, siendo este último tal vez el más complejo[1]. 2).
Creo también que este proceso de paz se llevó a cabo solo con un actor del
conflicto armado en el país (o con dos si consideramos que el estado también ha
puesto sus muertos), en este sentido, se necesita con urgencia que entremos en
diálogo con los otros actores del conflicto, siendo nosotros mimos actores del
mismo drama de la guerra y la violencia (debajo de la lluvia todos nos mojamos).
3). No debemos engañarnos, la PAZ, así con mayúscula sostenida, no tiene que ver
con la ausencia de guerrilla, es necesario buscar, como lo afirma Mosquera, un
elemento que subyace en el fondo de la sociedad: la pérdida del sentido de la
justicia. Siendo más actuales aún… esto tiene que ver con el fenómeno de la
corrupción. Esta es tal vez la forma más sofisticada de violencia y terrorismo.
El juez corrupto es tal vez más peligroso que el guerrillero armado.
El texto Bíblico que he
tomado para ambientar y fundar esta reflexión encierra una paradoja: está
ubicado dentro de un marco más amplio en donde el autor, Pablo, invita a los
creyentes estar preparados para la “guerra” (Efe 6:10). Con el uso de esa
metáfora, la militar, el autor recuerda a los creyentes que la vida de fe está
en constante lucha contra el mal, este, no como un concepto abstracto, sino
como algo que se concretiza, que se individualiza y que también se trepa en las
estructuras sociales, políticas y económicas. La metáfora militar está allí, su
uso es evidente, pero Pablo la vacía de su contenido violento imperial y la usa
para la comunicación del evangelio. Como lo expresó Piero: “…
esta es la guerra y es la de la paz…”.
En el texto en cuestión, Efesios 6:15, el autor le dice a
quienes le escribe que los pies de ellos deben estar calzados con los zapatos
de “la disposición de anunciar el evangelio de la paz”. La metáfora comunica
disposición, entrega, presteza y voluntad: los pasos, el andar, deben estar
orientados por el comunicar las “buenas nuevas de la paz”[2]. Así,
el caminar marcado o calzado por el odio, la venganza, la memoria del rencor y
la injusticia; ahora es calzado por la reconciliación y la deposición de todas
las armas. Cambiarse las botas de la guerra por las botas de la paz. Ahora, a
la luz del acuerdo de paz ya firmado y el impulso evangélico nos preguntamos ¿cuál
es el papel de la iglesia en el posconflicto? Sugiero siete grandes papeles o haceres: 1). Optar
por el perdón: quien perdona no lo hace únicamente para convivir con el otro,
lo hace para convivir con sigo mismo. El perdón nos libera de habitar esos
lugares de dolor que una víctima visita una y otra vez en su mente hasta
quedarse atrapada. Los padres y las madres seguirán muertos, pero el perdón
libera a los hijos de cargar con la herencia de la venganza...". 2). Respectar
la vida: este es el catalogo básico de los derechos humanos, sin el cual no es
posible el ejercicio de los demás derechos. El otro tiene derecho a vivir y
vivir siendo respetado, Savater dijo: se puede vivir de muchos modos, pero hay
modos que no dejan vivir”. La iglesia debe convertirse en un santuario de vida,
en donde la vida se respecta, se celebra y se promociona.
3). Rechazar la violencia: la violencia es la negación del
otro y la imposición del “uno” por la fuerza del ego, es el establecimiento del
espíritu de Caín. Tanto la violencia esporádica como la sostenida (bulling)
deben ser rechazadas y tratadas. La iglesia debe ser una comunidad y espacio en
donde los ciclos de violencia llegan a su fin. Jesús advirtió sobre el efecto bumerang de la violencia: “el
que mata a espada también a espada morirá”. 4). Compartir con los demás para salir
de la indiferencia y matar el individualismo. Compartir significa literalmente “partir
con”; es decir, esto que tengo con quién lo puedo “partir”, a quién puedo
participar de esto. La iglesia debe ser modelo de “compartir” así como aquel
que se “compartió” en la cruz. 5). Luchar por comprenderse: esto implica diálogo,
y este a su vez implica tolerancia y respeto a las diferencias como clave
esencial de la convivencia. 6). Conservar el planeta: a la iglesia le urge una
conciencia ambiental, una “eco teología” que vincule fe y tierra, que se una a los
“gemidos de la creación” esperando activamente la gran transformación. 7). Redescubrir
la solidaridad: es sentirse responsable por el otro, es saber que “al caído no
hay que caerle sino levantarle”. La iglesia debe recordar que no puede llegar a
Dios saltándose al prójimo. “Firmar la paz es más fácil que hacerla”, afirma Marcela
Prieto, una frase que cobra vigencia hoy que el posconflicto demanda
repensarnos como sociedad, con la idea de aprender a convivir asumiendo que los
demás no representan una amenaza. Así que… mírese los pies, revise su calzado, ¿tiene
puestas las botas de la guerra o las botas de la paz?
[1] No soy ingenuo, sé que el
acuerdo no es “perfecto” pero que en términos generales refleja la voluntad de
paz y reconciliación.
[2] Para Pablo, la cruz de Jesús
significa la “terminación del conflicto” no solo en términos verticales: el
conflicto con Dios, sino también en el sentido horizontal: el conflicto entre
los humanos (Efe 2:16-18).
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