Jesús es VERBO no SUSTANTIVO
Apuntes para la praxis de la fe
1Jn 3:16
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero175
“Jesús hermanos míos es verbo no
sustantivo”, así reza el estribillo de la canción “Jesús verbo no sustantivo” del guatemalteco
Ricardo Arjona. Es fácil de determinar su significado: la fe en Jesús, como el
verbo en la oración, es acción, se expresa en actos concretos de vida. Santiago
va a decir que la fe que se expresa correctamente “creer y temblar” pero no se
práctica concretamente… es demoniaca (Sant 2:19). Me temo que hay muchos
“poseídos” entre nosotros, hay muchos con una fe demoniaca. Especialmente en
nuestros días, esa fe que se indigna desde
la virtualidad por el hambre de los niños de áfrica pero que no se mueve desde su realidad por el hambre del
vecino. El texto que nos ocupa hoy para nuestra reflexión se encuentra ubicado
en una sección más amplia desde y en donde el autor quiere dejar en claro lo que significa el amor mutual en la
comunidad (3:11). Esta realidad es un asunto que se ubica en el plano de lo
recibido “lo que hemos oído” y lo aleja del escenario y la tiranía de la
novedad “desde el principio”. Desde aquí el autor presenta dos modelos: el
modelo de Caín como la antítesis del amor y la concretización de la violencia (vv.
12-15)[1] y
el modelo de Jesús como la muestra concreta del amor y la recuperación de la
solidaridad (vv. 16-18).
Juan afirma, pasando al
modelo de Jesús, que el amor se conoce no por las elaboraciones teóricas y
suspiros emotivos, sino porque se hace concreto en la donación de la vida. La
vida de Jesús entregada en acciones de liberación, de sanación y salvación fue
la muestra concreta del amor de Dios puesto al servicio de su creaturas. La
fuerza de la prueba del amor de Dios, según Juan, no es etimológica, sino
cristológica. No está en la elaboración de un concepto a partir de una
palabra, del término griego para amor por ejemplo usado aquí (ágape),
sino en la toma de una decisión concreta, en un momento histórico puntual y con
escenarios religiosos y políticos específicos. Dios expresó su amor en un acto
concreto de su voluntad; envío a su hijo para la liberación de nuestra
condición pecaminosa; de esta manera, LA FUERZA NO ESTÁ EN EL SUSTANTIVO (AMOR)
SINO EN EL VERBO (DAR). Pero este “auto sacrificio”, este darse de Jesús, no
es simplemente una revelación del amor que debe ser admirada y contemplada; es
un ejemplo que debe ser imitado. Por la influencia de la teología anselmiana los cristianos no logran conectar la pasión con
la misión. Debemos recordar que Jesús no murió para evitarnos la cruz sino para
enseñarnos como tomarla y morir también. Lo anterior conecta con el prólogo
(1Jn 1:1-4), este no es solo arreglo literario, estilístico y pauta
hermenéutica, sino también criterio relacional y fraternal: sí Juan renuncia a
la “cristología aséptica” de los gnósticos, como ya lo afirmamos, como
resultado de esto, renuncia también a la “eclesiología aséptica”. La iglesia es,
o debe ser, la comunidad de los “tocables, los audibles y los visibles”. Si
Cristo fue una experiencia concreta y relacional, también debe serlo mi hermano
y la comunidad cristiana. Para la comunidad Juanina el peligro era “la
eclesiología aséptica”, peligro latente hoy y representado en la cultura de la
“cibercultura”, a través de las redes sociales.
Juan, para no dejar el asunto en el terreno de lo ambiguo,
afirma que los “bienes de este mundo” son fuente de servicio y de expresión de
la forma en la que se asume en el día a día la pasión de Cristo (v. 17). El
amor de Dios y a Dios nos compromete porque finalmente es la solidaridad la que
nos hace creíbles. Ahora, si conectamos a los “bienes de este mundo” con lo que
ya expresó: “no améis a este mundo” (2:15), tendremos la siguiente apreciación:
Tal vez el “amor al mundo” tiene que ver con la no capacidad de discernir el
carácter temporal del mundo y sus bienes y el carácter servicial de estos. No
quiere decir esto que el creyente no puede poseer cosas, lo importante es que
las cosas no lo posean. “Amar al mundo” tiene que ver con cerrarse al prójimo
en servicio obstruyendo la solidaridad, abriéndose a la violencia poniendo así en
riesgo la permanencia. Es violento y participa del espíritu de Caín no solo
aquel que atenta físicamente contra el prójimo sino que también es violento
aquel que, ante la necesidad percibida y teniendo con que, se cierra al prójimo
matándolo y negando el amor de Dios en él. De esta manera, el amor de Dios que
se mostró concreta e históricamente en Cristo se convierte en modelo para la
misión de la iglesia, modelo de entrega y servicio. La iglesia también vive su
pasión. El odio caracteriza al mundo, cuyo prototipo es Caín. Tiene su origen
en el diablo, termina en homicidio y es evidencia de “muerte espiritual”. El
amor caracteriza a la iglesia, cuyo prototipo es Cristo. Tiene su origen en Dios,
termina en sacrificio propio, y es evidencia de vida eterna. La vida cristiana
según la conclusión del verso 18 debe dejar de ser simplemente retorica
religiosa y dogmática (palabra y lengua), para pasar a la praxis (práctica)
cotidiana a través de actos concretos de servicio y de solidaridad (hechos y
verdad). Así nos hacemos creíbles: Jesús dijo “en esto conocerán” (Jn 13:35). Por
esto recordemos que “Jesús hermanos míos es VERBO no SUSTANTIVO”. Fin.
[1] “El violento trata de imponerse
sobre lo otro y el otro, y al hacerlo, afirma su ego… detrás de todo acto
violento se esconde un marcado egocentrismo. La violencia… es la negación del
otro. El violento es un ser cerrado, sin alteridad, sin prójimo, sin misericordia, sin interlocutor… Convierte
al otro en cosa, en instrumento, en objeto útil a sus fines”. MOSQUERA BRAND,
Fernando A. Cristianismo, justicia y paz:
un diálogo sobre su relación y aplicación en la sociedad actual.
Clie-Barcelona, 2004, p. 164.
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