martes, 18 de abril de 2017

Jesús es VERBO no SUSTANTIVO

Jesús es VERBO no SUSTANTIVO
Apuntes para la praxis de la fe
1Jn 3:16
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero175
 “Jesús hermanos míos es verbo no sustantivo”, así reza el estribillo de la canción  “Jesús verbo no sustantivo” del guatemalteco Ricardo Arjona. Es fácil de determinar su significado: la fe en Jesús, como el verbo en la oración, es acción, se expresa en actos concretos de vida. Santiago va a decir que la fe que se expresa correctamente “creer y temblar” pero no se práctica concretamente… es demoniaca (Sant 2:19). Me temo que hay muchos “poseídos” entre nosotros, hay muchos con una fe demoniaca. Especialmente en nuestros días, esa fe que se indigna desde la virtualidad por el hambre de los niños de áfrica pero que no se mueve desde su realidad por el hambre del vecino. El texto que nos ocupa hoy para nuestra reflexión se encuentra ubicado en una sección más amplia desde y en donde el autor quiere dejar en claro lo que significa el amor mutual en la comunidad (3:11). Esta realidad es un asunto que se ubica en el plano de lo recibido “lo que hemos oído” y lo aleja del escenario y la tiranía de la novedad “desde el principio”. Desde aquí el autor presenta dos modelos: el modelo de Caín como la antítesis del amor y la concretización de la violencia (vv. 12-15)[1] y el modelo de Jesús como la muestra concreta del amor y la recuperación de la solidaridad (vv. 16-18).
            Juan afirma, pasando al modelo de Jesús, que el amor se conoce no por las elaboraciones teóricas y suspiros emotivos, sino porque se hace concreto en la donación de la vida. La vida de Jesús entregada en acciones de liberación, de sanación y salvación fue la muestra concreta del amor de Dios puesto al servicio de su creaturas. La fuerza de la prueba del amor de Dios, según Juan,  no es etimológica, sino cristológica. No está en la elaboración de un concepto a partir de una palabra,  del término griego para amor por ejemplo usado aquí (ágape), sino en la toma de una decisión concreta, en un momento histórico puntual y con escenarios religiosos y políticos específicos. Dios expresó su amor en un acto concreto de su voluntad; envío a su hijo para la liberación de nuestra condición pecaminosa; de esta manera, LA FUERZA NO ESTÁ EN EL SUSTANTIVO (AMOR) SINO EN EL VERBO (DAR). Pero este “auto sacrificio”, este darse de Jesús, no es simplemente una revelación del amor que debe ser admirada y contemplada; es un ejemplo que debe ser imitado. Por la influencia de la teología anselmiana los cristianos no logran conectar la pasión con la misión. Debemos recordar que Jesús no murió para evitarnos la cruz sino para enseñarnos como tomarla y morir también. Lo anterior conecta con el prólogo (1Jn 1:1-4), este no es solo arreglo literario, estilístico y pauta hermenéutica, sino también criterio relacional y fraternal: sí Juan renuncia a la “cristología aséptica” de los gnósticos, como ya lo afirmamos, como resultado de esto, renuncia también a la “eclesiología aséptica”. La iglesia es, o debe ser, la comunidad de los “tocables, los audibles y los visibles”. Si Cristo fue una experiencia concreta y relacional, también debe serlo mi hermano y la comunidad cristiana. Para la comunidad Juanina el peligro era “la eclesiología aséptica”, peligro latente hoy y representado en la cultura de la “cibercultura”, a través de las redes sociales. 
            Juan, para no dejar el asunto en el terreno de lo ambiguo, afirma que los “bienes de este mundo” son fuente de servicio y de expresión de la forma en la que se asume en el día a día la pasión de Cristo (v. 17). El amor de Dios y a Dios nos compromete porque finalmente es la solidaridad la que nos hace creíbles. Ahora, si conectamos a los “bienes de este mundo” con lo que ya expresó: “no améis a este mundo” (2:15), tendremos la siguiente apreciación: Tal vez el “amor al mundo” tiene que ver con la no capacidad de discernir el carácter temporal del mundo y sus bienes y el carácter servicial de estos. No quiere decir esto que el creyente no puede poseer cosas, lo importante es que las cosas no lo posean. “Amar al mundo” tiene que ver con cerrarse al prójimo en servicio obstruyendo la solidaridad, abriéndose a la violencia poniendo así en riesgo la permanencia. Es violento y participa del espíritu de Caín no solo aquel que atenta físicamente contra el prójimo sino que también es violento aquel que, ante la necesidad percibida y teniendo con que, se cierra al prójimo matándolo y negando el amor de Dios en él. De esta manera, el amor de Dios que se mostró concreta e históricamente en Cristo se convierte en modelo para la misión de la iglesia, modelo de entrega y servicio. La iglesia también vive su pasión. El odio caracteriza al mundo, cuyo prototipo es Caín. Tiene su origen en el diablo, termina en homicidio y es evidencia de “muerte espiritual”. El amor caracteriza a la iglesia, cuyo prototipo es Cristo. Tiene su origen en Dios, termina en sacrificio propio, y es evidencia de vida eterna. La vida cristiana según la conclusión del verso 18 debe dejar de ser simplemente retorica religiosa y dogmática (palabra y lengua), para pasar a la praxis (práctica) cotidiana a través de actos concretos de servicio y de solidaridad (hechos y verdad). Así nos hacemos creíbles: Jesús dijo “en esto conocerán” (Jn 13:35). Por esto recordemos que “Jesús hermanos míos es VERBO no SUSTANTIVO”. Fin.

[1] “El violento trata de imponerse sobre lo otro y el otro, y al hacerlo, afirma su ego… detrás de todo acto violento se esconde un marcado egocentrismo. La violencia… es la negación del otro. El violento es un ser cerrado, sin alteridad, sin prójimo,  sin misericordia, sin interlocutor… Convierte al otro en cosa, en instrumento, en objeto útil a sus fines”. MOSQUERA BRAND, Fernando A. Cristianismo, justicia y paz: un diálogo sobre su relación y aplicación en la sociedad actual. Clie-Barcelona, 2004, p. 164. 

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