lunes, 6 de marzo de 2017

Nota pastoral (1)

Nota pastoral (1)
Reflexión sobre la Vida en el Espíritu en la ICFCI
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero172
La vida Cristiana es a todas luces vida en el Espíritu (Rm 8:1-4). El Espíritu viene como don de Dios, viene a empoderar a la Iglesia para que esta lleve a cabo la misión (Hech1:8): ser testigos de él ante las naciones. En este sentido, la misión, es decir, todo lo que la iglesia hace es imposible hacerlo sin el poder y la experiencia del Espíritu. Jesús resucitado le dice a sus discípulos: “no se muevan de Jerusalén hasta que hayan recibido la promesa” (Hech 1:5 Cp. Jl 2:18; Ez 36:25-27), se refería a aquí al Espíritu. Así, cualquier movimiento sin el Espíritu resulta infructífero, tedioso y rutinario. El llamado es a moverse por la fuerza del Espíritu y no por otras fuerzas. Por ejemplo, en nuestros tiempos nos vemos tentados a movernos por la fuerza del mercadeo, la fuerza del éxito, la fuerza del profesionalismo, la fuerza de la personalidad, la fuerza de las finanzas, entre otras.  La Iglesia ha entendido, en la historia, el mover y la experiencia del Espíritu de distintas formas y maneras. Así por ejemplo, escuchamos nominaciones tales como: cesacionistas, pentecostales, carismáticos. Cada una de estas tiene que ver con la apreciación y la experiencia del Espíritu en la  vida de la Iglesia. Obviamente con la mediación de la reflexión teológica. Nuestra comunidad, la Iglesia Centro Familiar Cristiano Internacional (ICFCI-AIEC), se ubica en la categoría de “pentecostal moderado”, creemos en la acción del Espíritu así como lo experimentó la iglesia del primer siglo. La AIEC, denominación a la que pertenecemos, ha sido enriquecida con un fuerte mover del Espíritu en su historia y en sus comunidades; nosotros no somos ajenos a esa realidad y experiencia. Obviamente, la experiencia del Espíritu siempre ha estado sujeta a la perversión y a la corrupción. Es ampliamente sabida la lucha del apóstol Pablo en la Iglesia de Corinto por corregir errores y excesos tocantes a la experiencia del Espíritu (1 Cor12-14). Una gran lección de la experiencia paulina es que la solución para lo que se está haciendo mal no es dejar de hacerlo, sino elaborar propuesta para hacerlo bien.
            Frente a lo anterior, los excesos y desmanes,  algunos sectores de la iglesia en América Latina han sucumbido frente a un falso dilema: por un lado están las iglesias que se precian de ser “Iglesias de la Palabra”, en el otro extremo están las iglesias que se valoran a sí mismas como “Iglesias del Espíritu”. Creemos que estos dilemas no hacen juicio al sentir Bíblico, la Biblia siempre presenta al Espíritu unido a la Palabra y viceversa. El apóstol Pablo mismo declara que “la Palabra es la Espada del Espíritu” (Ef 6:18). La ICFCI ha decidido renunciar al falso dilema y acoger la declaración que la Biblia hace y que reafirmó CLADE IV: “una espiritualidad más teológica y una teología más espiritual”. La Palabra sin el Espíritu resulta impotente y el Espíritu sin la Palabra carece de dirección. En estos años Dios nos ha enseñado que su Palabra es el horizonte mayor de significado, ahora, sin descuidar lo ya enseñado, Dios nos está invitando a vivir una espiritualidad más ferviente, a experimentar su presencia a través de un fuerte mover de su Espíritu en medio de nosotros. La realidades sociales que vive Cartagena, la desintegración de la familia y la sustitución de los valores tradicionales por una ética emergente y liquida, requieren de una iglesia que viva en el Espíritu, una Iglesia que experimente el poder del Espíritu y que sea agente de trasformación en el día a día. La misión (AIEC) viene trabajando este concepto bajo la categoría de “avivamiento integral”[1]: un mover del Espíritu que involucra todas las dimensiones de la vida.
            Frente a todo lo anterior, el ministerio de la Palabra se ha propuesto como agenda de reflexión, predicación y experiencia este año, el lema “viviendo en el Espíritu” (Gal 5:16). El propósito es que la Iglesia asuma la vida en el Espíritu como contrapropuesta a la vida en la  carne, que la Iglesia asuma la vida en el Espíritu como aplicación del evangelio de Cristo en el día a día. Que en nuestros cultos y celebraciones podamos dejar que el “Espíritu de libertad” nos haga libres: sanando, rescatando, exhortando y trasformando vidas. Para esto, hemos dicho, será necesaria la antesala del quebrantamiento porque, no habrá avivamiento sin quebrantamiento. El texto base a trabajar será la carta a Los Gálatas y textos relativos a la experiencia del Espíritu. Hemos decidido evitar la categoría “doctrina del Espíritu”, esto suena esquemático y frío (según las categorías de la teología sistemática de los siglos XIX y XX), hablaremos de la experiencia y narrativas del Espíritu. La vida en el Espíritu entonces es el gran imperativo cristiano para una iglesia que quiere testificar de Cristo, que quiere vivir en santidad y que quiere vivir el evangelio con todas sus implicaciones. Por ello para este año el Señor ha dicho: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gal 5:16). La vida en el Espíritu no es una invitación a huir de la realidad o a negarla, es más bien el desafío de Dios para que como hijos suyos asumamos la realidad con su poder y llegar a transformarla, sembrando esperanza y aliento. El Espíritu jamás vendrá para patrocinar el divorcio entre vida espiritual y vida secular, viene para que integremos nuestras experiencias de vida y vivamos la vida de Dios con todas sus implicaciones. ¡Que Dios nos ayude y nos visite con su poder!


[1] Estatuto y reglamento de la Denominación Eclesiástica Iglesias Evangélicas del Caribe (AIEC), p. 15.  

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