lunes, 20 de junio de 2016

Un vacío llamado hijo (2)

Un vacío llamado hijo (2)
Monólogo sobre el amor y el rechazo
Os 11:1-11
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 152
El texto en esta parte termina afirmando que Dios-padre no solo llamó y enseño a caminar, también creo vínculos: “con cuerdas humanas…”, v. 4. Completan la escena los gestos de ternura  de quien alza hacia las mejillas al niño y se agacha para darle de comer. Es la imagen del padre (madre) que mantienen controlado al hijo en su camino, lo tiene aferrado para que no se caiga ni se pierda… el texto alude a la entrega de la ley en el Sinaí y la conclusión de la alianza (Ex 19-20). La ley era como las cuerdas que mantienen aferrado al pueblo a la alianza pactada con su Dios. La ley es, además, el alimento del pueblo, en cuanto expresión de la voluntad de Dios[1]. Así, la ley crea un marco referencial de relación en donde el don de la libertad y de la filialidad se celebra y no se pervierte. La tarea de la paternidad requiere marcos referenciales y estos marcos denotan límites para la formación del carácter y el crecimiento sano de los hijos. Dice Marulanda:
somos la primera generación de padres decididos a no repetir con los hijos los errores de nuestros progenitores. Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, somos los más dedicados y comprensivos pero a la vez los más débiles e inseguros que ha dado la historia… Se ha dicho que los extremos se tocan. Y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos. Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van. Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga. Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos, rendidos a su voluntad. Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo una sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros ni destino”[2]. 
            2. El desamor de Israel hacia Dios-Padre, v. 2, 3b. Con dolor Dios cuenta que su hijo Israel no le ha correspondido. El hijo responde con rebeldía. Quien ama espera ser correspondido, es normal. Israel se dio a la idolatría buscando el amor de otros dioses, los baales, ofreciéndole sus dones. Baal era el dios cananeo de la fecundidad, a quien el pueblo de Israel rindió culto (Os 2:10-15; 4:3)[3]. Dios se esfuerza por llamar a su pueblo, su hijo, por seducirlo, pero el rechazo es contundente. Ante cada acto de amor divino, el rechazo humano del hijo sorprende, v. 3b. Este no comprendía que era Dios quien lo cuidaba (Is 1:2-3). El pueblo no sabe reconocer la presencia de Dios en medio de él, no es capaz de comprender los cuidados que le hace. La idolatría seduce. Sicre dice: “Idolatría es la absolutización de cualquier realidad creada o cualquier producto de nuestra imaginación, cuando adoptamos ante ellos una actitud de temor, afecto o confianza absolutas”[4]. A.W. Tozer da una brillante definición de idolatría implícita en la siguiente exhortación: “Mantengámonos alerta, no vaya a ser que en nuestro orgullo aceptemos la noción errónea de que la idolatría sólo consiste en doblar la rodilla ante objetos visibles de adoración y que por tanto, los pueblos civilizados se hallan libres de ella. La esencia de la idolatría consiste en abrigar sobre Dios pensamientos que son indignos de Él… El corazón idólatra da por sentado que Dios es otro distinto a quien es y sustituye al Dios verdadero por otro hecho a su propia semejanza”[5].
            El problema de la idolatría no era la simple veneración a las estatuas, sino lo que estas representaban. Los dioses de las demás naciones representaban una cosmovisión en la cual se justificaba la opresión y la injusticia y la acumulación de riqueza y poder sin importar pisotear o denigrar al prójimo. Así, el tema de la idolatría para que no parezca una pieza del museo debe actualizarse y superar el énfasis iconográfico y pasar a la dimensión ideológica. En la Biblia el poder (militar y político) y las riquezas son fuente de idolatría[6].  Continuará.


[1] Somos familia de Dios: encuentros Bíblicos desde la lectio divina para una pastoral familiar. Equipo Bíblico Verbo Divino. Verbo Divino-Estella (Navarra), 2014, p. 109.
[2] http://angelamarulanda.com/?p=103 Julio 2014.
[3] “El ataque contra la idolatría no se reduce  a la crítica contra las formas cultuales. Bajo el manto de la idolatría, la Escritura denuncia el pálpito de la injusticia y la perdida de la identidad nacional. Como sabemos, los antiguos santuarios eran le ámbito en donde tenía lugar el intercambio de mercancías, realizado bajo el auspicio de un dios., que bendecía la redistribución de los bienes; la corrupción del santuario implicaba la alteración fraudulenta  en el reparto de los bienes, eso es una forma de injusticia. Como también sabemos, la religión antigua caracterizaba la identidad de cada pueblo por su talante religioso, por eso el cambio de religión alteraba la idiosincrasia nacional”. RAMIS, Francesc. Qué se sabe de los profetas. Estella (Navarra)-Verbo Divino, 2010, p. 53-54.
[4] SICRE, José Luis. Los dioses olvidados. Poder y riqueza en los profetas preexílicos, Ediciones Cristiandad,
Madrid 1979, p. 16 
[5] A.W.Tozer. El Conocimiento del Dios Santo. Editorial Vida, Deerfield Florida, 1996, p.9
[6] La historia de la idolatría en el testimonio bíblico no termina con los dioses y sus ídolos. Israel no sólo se sintió tentado a abandonar a Yahvé para seguir a otros dioses y adorar a sus ídolos, también pecó de idolatría al depender del poderío militar y político, propio y ajeno (Os.10:13; 8:9; cp. 5:13; 7:8-12; 12:2; Is. 30:1-5; Jer. 2:18, 36-37; Ez. 16:23; Am 3:9-8; Mt 6:39; Lc 16:12). 

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