Dios enamorado (1)
Apuntes para una lectura de Juan 3:16
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Caballero 147
El versículo objeto de esta reflexión es tal
vez el verso más popular y conocido de toda la Biblia. Ha sido llamado “la Biblia en miniatura” o el
“corazón del evangelio” porque resume el mensaje de Dios para su creación. Pero
no solo es Dios comunicando desde las nubes, desde la lejanía, desde la
distancia. No. El texto nos dice cómo es Dios en esencia, cómo se revela o
manifiesta y hasta donde es capaz de llegar por sus creaturas. Ahora, nuestra
familiaridad con el texto hace a veces que este vaya perdiendo su fuerza, su
significado, hasta el punto de que ya el texto no nos diga nada, el texto se
nos vuelve paisaje; tan familiar que ya no nos interroga y pierde su capacidad
de asombrarnos. Quisiera esta vez
proponer algunas pautas que nos ayuden a entender mejor el texto en mención y a
la vez genere agendas de reflexión, experiencia y predicación. Empecemos.
En primer lugar “porque”. Empezamos con
esta conjunción causal o de causa (esto por esto o aquello) que nos recuerda la
vieja máxima hermenéutica que reza así: “un texto fuera de contexto es un
pretexto”. Nos advierte así que para entender el versículo es necesario leerlo
dentro de un marco narrativo que le sobrepasa, dentro de un cuadro más amplio.
El “porque” nos invita a mirar hacia atrás, nos convoca a salir de la miopía
lectora que nos ha dejado la enfermedad de la “versiculitis”. El marco
narrativo amplio es uno de los diálogos más famosos de toda la Biblia, el de Jesús
y Nicodemo. El verso expresa la razón divina respecto al propósito que Dios
mismo tiene en Jesús: la vida eterna para quienes creen en él (v. 15)[1].
El verso nos dice ¿qué es lo que motiva a
Dios?, ¿qué móviles hay detrás de este proyecto? Nicodemo sale de escena y el
lector queda “atrapado” en el diálogo, siendo aludido directamente por el
mensaje del texto. De esta manera, “los porque” nos conectan con el pasado, nos
invitan a la reflexión, a pensar en razones, a ampliar los marcos de acción,
referencia y juicio.
En segundo lugar “de tal manera amó Dios al
mundo”. Esta parte nos presenta tanto el sujeto del amor, “Dios”; y el
objeto del amor “el mundo”. Nos presenta a quien ama y a quien se ama. La idea
de que Dios ama no es nueva, viene del AT. Contrario a lo que algunos piensan el
AT revela a un Dios profundamente enamorado, la palabra hebrea hesed está relacionada con el amor de
Dios demostrado en la elección y liberación del pueblo de Israel; expresado
metafóricamente a través de las figuras del goel, el matrimonio y la paternidad
(Cp. Ex 15; Ez 16; Os 1-2;11). Dios amó a Israel, su hijo, salvándolo,
liberándolo. Las narrativas lo cuentan, los profetas proclaman esta realidad, los
salmos lo celebran y el pueblo lo experimenta (Salm 136). Recordemos que la
elección amorosa de Dios a Israel era instrumental, es decir, no se da
descartando a otros pueblos sino más bien pensando en los demás pueblos (Gen
12:1-3). Dios amó al mundo a través de Israel. Recordemos que la palabra mundo
tiene en la Biblia al menos tres acepciones: social (personas) moral (valores) y espacial (creación). Aquí en Juan, mundo es
esencialmente el escenario para la misión; todo lo humanamente desarrollado
mediante las diferentes culturas y sus respectivos sistemas de dominio. Este
escenario no se presenta siempre gustoso o amistoso con el proyecto de Dios, la
creación mira con sospecha la visita de su creador (1:12). Pero aun así Jesús
responde con amor y presencia a la hostilidad del mundo; ¡esa es su victoria! (Jn
16:33).
El proyecto del padre es universal “al
mundo”, está comprometido de manera amplia con todo el mundo. Que extraño,
esperaríamos a un Dios avivado por la ira, uno que castiga al mundo, que odia
al mundo o que lo abandona, pero… ¿un Dios que ama al mundo?, ¿A este mundo?
¡Sí! El ama a los rompecorazones, a ladrones de esperanzas y extintores de
sueños que transitan por todas partes. A Dictadores que se imponen.
Explotadores que causan dolor. Ministros del evangelio que se creen dignos del
título. A moralistas que dividen el mundo en dos: los buenos y los malos. A prostitutas,
a homosexuales, a lesbianas… incluso a religiosos y políticos. Nos ama a todos.
Este proyecto universal (al mundo) y emocional (amó) desconoce, menos mal, la
discusión legitima y a veces rancia entre calvinistas y arminianos. No sabe de
la expiación limitada (a Dios no le avisaron) y desconoce las actuales
discusiones sobre la predestinación con la caricatura del dios tirano y
arbitrario. Contrario a esto, el proyecto es ilimitado, se sobró, se desbordó. Pero
tenemos que reafirmarlo, si, a este mundo loco Dios lo ama. Este mundo con el
corazón endurecido y cuello erguido. Nos inclinamos ante vacas doradas y dioses
a nuestra “imagen y semejanza” y él nos ama. Votamos por los corruptos de
siempre y él sigue amándonos. No acabamos de sacudirnos de nuestras
corrupciones internas y él sigue allí. Luchamos todos los días con nuestros
profundos quiebres sexuales y él nos ama. Metemos las narices en donde no
debemos y el sigue en pos de nosotros. Huimos del único que puede ayudarnos y él
no se da por vencido. Él ama. Él persigue. Él persiste. Tan importante es este
asunto que el apóstol Pablo ora para que los creyentes puedan entender la
altura, la anchura, la largura y la profundidad del amor de Dios (Efe 3:16-18).
Continuará.
[1] “Muchos eruditos coinciden en
señalar que 3:16-21 constituyen las reflexiones o mediaciones escritas por
Juan… con el versículo 16 leemos el comentario de Juan sobre la
importancia de las palabras de Jesús a
Nicodemo”. BURGE, Gary M. Juan, del texto
Bíblico a una aplicación contemporánea. Vida-Miami, 2011, p 116.
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