miércoles, 18 de febrero de 2015

Sorprendidos por su presencia

Sorprendidos por su presencia 
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero116
Lo que nos sorprende es aquello que nos coge de golpe, aquello que no teníamos presupuestado, aquello que sobrepasa nuestras expectativas y cálculos. Nos sorprende aquello que no se nos anuncia, que no se nos advierte. El Dios de la Biblia es un Dios que sorprende; sorprende a los desprevenidos, a los tercos, a los angustiados y a los cómodos. Quisiera esta vez abordar una serie de textos Bíblicos en los que aparecen personas sorprendidas por la visitación de Dios y mirar la forma en la que “la teología de la sorpresa” reorienta la vida. El primer ejemplo es el de Jacob. El usurpador, que es el significado de su nombre, ha adquirido la primogenitura de su hermano Esaú por un plato de lentejas, su última conquista, la adquisición de la bendición “patriarcal”, bendición que le correspondía a Esaú, ha hecho que este último se enfurezca y quiera asesinarlo. Jacob huye y durmiendo en Haran, Dios se le aparece en sueño y lo hace depositario de la promesa de Abraham (Gen 12:1-3). Jacob reacciona a la experiencia con sorpresa y declara: “¡ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía!”(Gn 28:16). La sorpresa es tanto moral como espacial. Moral pues Dios reafirma el pacto de Abraham no con Esaú sino con Jacob el tramposo, espacial porque Jacob debe corregir su teología del Dios tribal que se manifestaba en la tienda y en su territorio, ahora, Dios lo sorprende fuera de los escenarios ya mencionados. Ante la sorpresa y la declaración de la presencia de Dios, renombra el lugar en donde está, lo llama “Betel”, que significa “casa de Dios”. Esta es una historia de gracia. El relato de Jacob, no es la historia de un tramposo que se sale con la suya, es la historia de cómo Dios puede usar a un tramposo para salirse con la suya. ¡Que sorpresa!
            El segundo ejemplo tiene rostro colectivo. En el salmo 126 se nos poetiza la experiencia vivida por aquellos expatriados que han vuelto a la tierrita. La posesión de la tierra, elemento fundamental de estabilidad y de posibilidad de supervivencia, era signo de bendición, porque implicaba la posibilidad de construir una casa, criar a los hijos, cultivar los campos y vivir del fruto de la tierra. El poeta expresa su sorpresa diciendo: Cuando el SEÑOR hizo volver a Sión a los cautivos, nos parecía estar soñando.  2 Nuestra boca se llenó de risas; nuestra lengua, de canciones jubilosas. Hasta los otros pueblos decían: “El SEÑOR ha hecho grandes cosas por ellos” (Salm 126:1-2). El poeta, desde su presente, mira al pasado recordando un acto concreto de la historia de su pueblo: la repatriación efectuada por Dios (Esd 1-6). Los soñadores, Moisés y Jeremías, tenían razón (Dt 30:2, Jer 29:14). La acción de Dios, aunque increíble, generó alabanza en el pueblo y testimonio a las naciones. De esta manera, el Dios de Israel había cumplido su Misión: que las naciones conocieran de él, a través de los actos salvíficos en Israel (Is. 12:4-5; 43:8-13; Salmo 96:1-3). Así, el carácter sorpresivo del actuar de Dios tiene también un fin misiológico: otros conocen a Dios a través de la sorpresa.  
            Nuestro tercer ejemplo lo encontramos en la experiencia de Zacarías, quien llegara a ser el papá de Juan el Bautista (Lc 1:8-20). Zacarías como sacerdote estaba acostumbrado a su tarea y resignado a la infertilidad, Elizabeth su esposa era estéril. En lo cotidiano de su ministerio recibe la visita de un ángel, Zacarías sorprendido es visitado por la turbación y el miedo. Tras haberle tranquilizado (“No temas...”), el ángel le dirige un mensaje de consuelo: “sus oraciones han sido escuchadas”. ¿De qué modo? Elizabeth concebirá y dará a luz un hijo. Se trata de una alegría inesperada por los ancianos esposos. Ante tal sorpresa Zacarías muestras vestigios de incredulidad y el ángel anuncia que Dios hará lo que ha decidido pero, el anciano sacerdote quedará mudo. Algunos afirman que la mudez aquí es un acto de juicio por la incredulidad, quisiera sugerir que es un acto de gracia. Es gracia porque algunas veces Dios tiene que cerrarnos la boca para que lo dejemos trabajar bien y no nos tiremos el proyecto. El texto evangélico habla de la irrupción del don de Dios en la vida de Zacarías: lo extraordinario acontece en lo ordinario de sus tareas sacerdotales. El Señor toca su deseo más profundo: el de tener descendencia. El don de Dios se nos ofrece allí donde nos encontramos y nos impulsa a ir más allá.
            El último ejemplo nos viene por mediación del evangelio de Lucas también. Nos narra la historia de dos discípulos desesperanzados, frustrados y desorientados (Lc 22:13-33). Ese estado emocional fue causado por una interpretación teológica parcializada. Ellos creían en la “teología oficial” respecto al Mesías; un líder en términos meramente políticos que derrocaría a Roma y traería consigo la reivindicación política de Israel en su tierra, Palestina. Así, tierra, templo, ley, pueblo y Mesías serían el cumplimiento de largos años de espera. Por eso ellos exclamaban con desencanto “¡nosotros esperábamos…!”, demostrando con esto que ya todo estaba perdido. El giro sorpresivo acontece cuando un forastero se les acerca y cuestiona sus estados emocionales, el forastero resulta ser el mismo resucitado. Allí les interpreta las Escrituras. El forastero les dice a sus acompañantes que la Escritura debe ser leída en clave cristológica. Así, en la profundidad de nuestra noche, la noticia de la resurrección nos ha sorprendido; él está vivo y toda vida encuentra en él su fuente y su realización, su sentido y su fecundidad. La “TEOLOGÍA DE LA SORPRESA” nos invita al recogimiento y al asombro. Nos hace pensar que toda construcción teológica es provisional, que Dios va muchos más allá de los estándares y cánones que de Él hemos establecido. Nos invita a renunciar al falso dilema de lugares sacros y lugares seculares, todo lugar es “potencialmente” un escenario teológico, un espacio para experimentar al “totalmente otro” entre nosotros. Todos los que fueron sorprendidos fueron reorientados. ¡Sorpresa, Dios está aquí! 

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