martes, 10 de marzo de 2015

¿Cómo nos habla Dios?

¿Cómo nos habla Dios?
Salmo 19
convozalta.blogspot.com/ Jovanni Caballero 117
El genetista Francis S. Collins, director del proyecto Genoma Humano por más de una década, público en el 2006 su libro ¿Cómo nos habla Dios? (The language of God) en donde narra su tránsito del ateísmo a la fe. Para Collins el Genoma Humano es como una carta de Dios para los hombres, es una de las formas con la cual Dios se comunica. De la misma manera, el autor del salmo 19 cree que Dios existe y que no se ha quedado en silencio, es un Dios que se comunica y se relaciona. Así, el poeta cree que Dios nos habla de dos maneras: a través de la creación (vv.1-6) y a través de la ley o la torá (vv. 7-11). La creación y la ley son puertas que se abren al conocimiento y la experiencia de Dios. Frente a la ley el poeta es desafiado e invitado a integridad, la confianza y a la liberación (vv.12-14).
            En la primera parte del poema la creación es como una valla publicitaria que habla por sí misma de su creador (vv. 1-6). El texto es un eco del acto creativo en Génesis (1:1). Los elementos de cielo, día, noche, sol, dan testimonio de ello. Sin embargo hay un detalle llamativo: se le dedica casi la mitad de esta primera parte al sol (vv. 4b-6). Esto deja notar que el interés del texto es hacer polémica y desmitificar: hacer polémica contra la astrología babilónica y desmitificar los poderes, incluso divinos, atribuidos al sol[1]. Este, por más poderoso que sea, es simplemente creatura, que obedece a las normas de un ser superior comunicando por todos los rincones la gloria de Dios. No rige destinos, Génesis diría que sirve para marcar las jornadas, con un claro sabor litúrgico, aquello que se adoraba sirve ahora para invitar a la adoración.
            El autor deja la creación y empieza hablar ahora de la ley (vv. 7-11). Cuando se refirió a la creación como testigo de la gloria de Dios, usó el nombre genérico para Dios, el cual es sencillamente Dios o el en hebreo. Pero ahora deja el genérico y usa el nombre personal para Dios, el Señor o Yahvé en hebreo; nombre que está vinculado a la historia del éxodo y a los eventos que lo acompañan, es en dicho evento donde Dios revela el nombre a Moisés (Ex 3:14,15). La sugerencia es que el poeta está diciendo que a través de la ley se puede conocer a Dios de una manera más íntima, la creación habla de Dios pero la ley revela su nombre, su intimidad. La ley enseña, restaura, es terapéutica, tiene carácter exhortativo y retributivo para quien la guarda.
            En la última sección del poema el poeta expresa el efecto que ha tenido en él reconocer la obra divina en la creación y en la torá (vv. 12-14). Hace una reflexión donde revela su sentido de humildad e impotencia, “contemplar la gloria divina, según se revela en la naturaleza y en la ley, hace que el salmista desee vivir en integridad, y le desafíe a vivir de acuerdo con los preceptos divinos. Descubrir la grandeza de Dios le hace reconocer sus imperfecciones, que es el primer paso hacia el disfrute pleno de la vida[2]. El salmista termina expresando el deseo de no ofender a Dios, en últimas, toda esta reflexión lo ha llevado a tener un sentido de confianza y liberación: “roca mía y redentor mío” (Cp. Dt 32:4; Ex 15:13).
            Este texto nos ha puesto frente a la cuestión fundamental de la teología del AT. Creación y Palabra. La teología sistemática le ha llamado es este binomio revelación general (creación) y revelación especial (palabra); y, Francis Bacon, el padre del método científico, planteo que Dios se había revelado al ser humano de dos formas, por “las escrituras” y por “el libro de la naturaleza”. Sin embargo lo realmente importante es lo que el texto quiere decirnos aquí y ahora. El texto rechaza el viejo problema de creer que los astros influyen nuestros destinos, es decir, la costumbre de consultar el horóscopo. Pero también objeta al panteísmo (todo es dios), ya que hace una clara diferencia entre la creación y su creador. La creación debe llevarnos a la contemplación y a la admiración del creador. Como reza el viejo himno “Señor mi Dios, al contemplar los cielos…”. Esta creación se convierte en predicadora al hombre y es suficiente para que este reconozca en ella, la impronta divina (Rom 1:20-24).
            Sin embargo aunque la creación nos lleva a la contemplación, es la Palabra-Ley la que finalmente nos confronta con nuestra finitud y la capacidad para errar, es la Palabra la que nos expone (Sant 1:23,24; 2 Tim 3:16,17) y nos entrega en las manos de aquel que puede ayudarnos y guardarnos de nosotros mismos, es la Palabra la que marca el derrotero de nuestras palabras y nos conduce a la confianza y liberación en Dios. Juan el evangelista diría en el prólogo de su evangelio que la Palabra por excelencia es Jesús que tiene la capacidad para dar vida y luz a los hombres (Jn 1:1-5). De manera que Dios nos ha hablado y haríamos bien en configurar nuestras vidas a la luz de su revelación dejando a un lado toda superchería y búsqueda de revelaciones extrañas. La palabra final, revelación final de Dios fue Jesucristo (Heb 1:1,2), pongamos nuestra mirada en él. La creación invita a la contemplación, la Palabra desafía a la conversión. Fin.

[1]“Aunque los vv. 1-6 contienen paralelos a himnos al sol en Egipto y en Mesopotamia hay una gran diferencia: allí el sol es adorado y deificado, pero en este salmo la naturaleza y el sol están personificados para alabar a Dios” BRENEMAN, Mervin, Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 8: Salmos. Mundo Hispano-El Paso (Texas), 2009, p 111.
[2]PAGÁN, Samuel, De lo profundo, Señor, ati clamo: introducción y comentario al libro de los Salmos, Patmos- Miami, 2007, p 193.

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