martes, 3 de febrero de 2015

¡Sirvan con alegría! (2)

¡Sirvan con alegría! (2)
Mini teología del culto a partir del salmo 100
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero115
La segunda estrofa, vv. 4-5, se centra en la cuestión de la actitud del creyente ante la entrada al templo y la gran razón para la liturgia alegre y festiva. El texto va de lo general a lo particular, el culto es incluyente: involucra a los “habitantes de toda la tierra” y a quienes van a Jerusalén al templo para adorar. La primera parte de la estrofa con tres imperativos, entrad, alabadle y bendecid, invita al creyente a entrar al culto en el templo con la actitud correcta: se entra para agradecer, no para negociar. Israel, rodeado por culturas paganas que veían el culto como un asunto contractual, debe entender que Dios no es manipulable, que no puede relacionarse con Dios según el principio del do ut des (te doy para que tú me des). Y es que “Dios sólo puede ser el objeto de nuestro culto si primero es el sujeto que nos da el culto… los paganos se imaginaban un culto esperando ganarse el favor de los dioses por medio de él. El culto de los hebreos era un respuesta a lo que Dios ya había hecho por ellos”[1]. Pero además, esta estrofa también toca otro tema fundamental en el orden del culto hebreo: la cuestión del lugar único de culto según Deuteronomio (Dt12). Esto era un asunto de unidad nacional e identidad religiosa. La actitud agradecida evita tres tentaciones: 1). La de pensar que se puede negociar con Dios, pensar que Dios es manipulable, 2). La tentación de mirar el templo como fetiche y como símbolo de seguridad nacional, como en efecto pasó (Cp. Jer 7:4). 3). La tentación de creer que la vida es una conquista personal y no un don; se evita la tentación del orgullo e invita a la humildad. Curiosamente en el NT Pablo le dice a Timoteo que la ingratitud será el sello característico de las gentes de su tiempo (2 Tim 3:1-9). Esto no significa que la gente había dejado de ir a culto necesariamente, significa que la gente iba al culto y lo habían pervertido para sus fines personales y mezquinos.
            La segunda parte de esta estrofa, v. 5, recoge magistralmente la razón de la alabanza, de la liturgia alegre. La razón es la bondad de Dios evidenciada en misericordia y verdad que no se agota. El culto es respuesta comunitaria e individual a la misericordia y la verdad divinas. La misericordia y la verdad son palabras con mucho contenido en la teología del AT, son distinciones del carácter de Dios (hesed y emeth). No son ideas abstractas, son términos altamente personales y relacionales. Teológicamente, caracterizan a Dios en acción, en una relación con los hombres, con todos en general y con su propio pueblo en particular. Socialmente, se exigen de las personas en su relación unas con otras[2]. Al reconocer a Dios como misericordioso y verdadero, el adorador es desafiado a ser como el Dios que adora. El creyente es desafiado a vivir de acuerdo con la confesión que hace respecto a Dios. Porque finalmente, el ser humano termina pareciéndose a aquello que adora (Cp. Salm 115). De esta manera se evita la tentación de vivir dualmente la fe: se confiesa a Dios como misericordioso y verdadero en el culto y vivir, sin embargo, el resto de la semana como mentiroso e insensible. Ese culto no agrada a Dios y los profetas lo denuncian constantemente (Miq 6:6-8). Sicre afirma: “las mismas personas que oprimen a los pobres o contemplan indiferentes los sufrimientos del pueblo tienen la desfachatez de ser las primeras en acudir a los templos y santuarios pensando que el Señor se complace más de los actos de culto que en la práctica de la justicia y la misericordia”[3]. Jesús mismo critica la falta de misericordia de sus coterráneos que le reprochan porque se juntaba con pecadores y publicanos, esa falta imposibilitaba la salvación de los perdidos (Mt 9:13). Por ultimo: los siete imperativos del salmo nos recuerdan el carácter englobante y total del culto.
            Recapitulemos: 1). El culto tiene carácter mnemotécnico, le recuerda al pueblo la vocación de servicio. En el NT la iglesia ha sido liberada para servir al Señor.  El culto general y la eucaristía sirven para tener viva la memoria (1 Cor 11:24-25). 2). La liturgia de entrada le recuerda al creyente que Dios le recibe tal como es pero se resiste a dejarlo tal como es. El culto tiene la intención de transformarlo, cambiarlo. El culto debe trasformar la vida de la comunidad y del individuo o si no se pervierte. Jesús habla de la necesidad de un autoexamen cuando se va al templo a adorar (Mt 5:23-24). El autoexamen aquí es necesario para no quedarse solo en la dimensión vertical del culto, esa que solo ora a Dios pero ignora al hermano. 3). El culto es un escenario para la afirmación de la identidad como pueblo de Dios porque el culto es reflejo de lo adorado. La idea que la gente tenga de Dios dependerá en gran parte de la imagen reflejada en el culto. En la conquista por ejemplo, el cristo despojado de la Escritura se cambió por el Cristo despojador del catolicismo español. Esa percepción aún persiste hoy. ¡Qué gran responsabilidad la que tenemos! El culto convocará a la adoración o invitará a la perversión. Edesio Sánchez lo expresó así: “Dime qué clase de culto celebras y te diré que clase de iglesia eres”[4]. 4). La misericordia (o el amor) de Dios imitada en el culto nos lleva a cambiar situaciones de odios y rencores. Su verdad imitada desenmascara las falsedades propias y ajenas, las apariencias y las mentiras. Nos revela la realidad detrás de la realidad. Dios es fiel y verdadero, no es faltón, el culto nos llena de confianza. ¡Sirve con alegría! Fin.


[1] Citado por KUEN, Alfred. Renovar el culto. Clie-Barcelona, p.14.
[2] WRIGHT, Christopher. Viviendo como pueblo de Dios: la relevancia de la ética del Antiguo Testamento. Andamio-Barcelona, 1996, p. 156.
[3] SICRE, José Luis. Profetismo en Israel. Verbo Divino-Estella (Navarra), 1992, p. 413.
[4] SANCHEZ CETINA, Edesio. ¿El  poder del amor o el amor al poder? Luces y sombras del ejercicio del poder en las iglesias evangélicas. Kairos-Argentina, 2011, p. 207. 

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