martes, 9 de diciembre de 2014

La “Cocalización” del Espíritu (2)

La “Cocalización” del Espíritu (2)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 111
Nuestro quinto ejemplo es paradigmático, lo encontramos en la narrativa de Hechos 10 y 11. En el capítulo 10 se nos narra la “conversión” de Cornelio y en el capítulo 11 Pedro cuenta su experiencia sobre su propia “conversión”. A Pedro le toca entender que la  misión entendida desde el pentecostés tiene implicaciones étnicas profundas. Por ello en estos textos acontecen dos conversiones: la de Cornelio y la de Pedro. Aunque Cornelio era temeroso de Dios, no se le quitaba el hecho de ser gentil y para colmo jefe militar de la potencia que ocupaba, por la fuerza, a Palestina donde se hallaba el pueblo de Dios. Se decía que aun el polvo de Cesarea era impuro ya que hacía parte de la región Samaritana. Pedro es asaltado por una visión en donde ve toda clase de animales impuros y una voz que le decía “mata y come”. Para algunos este texto es un permiso culinario, pero en contexto, la visión es un impulso misionero; es desmonte teológico, es sorpresa étnica. Pedro es llevado por Dios a comprender lo que significa haber aplicado el texto de Joel a la experiencia pentecostal. Es llamado a vivir el desbordamiento del Espíritu fuera de las fronteras geográficas, étnicas y cultuales. Pedro tiene que “convertirse” de su miopía pentecostal. Y, ante la efusión del Espíritu para Cornelio y los suyos, confiesa que Dios es un Dios incluyente, que al mover de Dios no se le puede estandarizar en virtud de privilegios religiosos o culturales; que al Espíritu no se le puede “cocalizar” (Hech 10:34-48). La lucha de Pedro aquí es similar a la de Jonás allá: no pueden comprender el hecho de que el Dios a quien sirven tenga tanta misericordia para los enemigos de Israel.  
            El sexto y último ejemplo se da en el terreno de la exegesis. En el mundo, la reflexión teológica  y la experiencia del Espíritu durante el siglo XX y lo corrido del XXI se puede resumir en dos tendencias: la cesacionista y la continuista. Básicamente la primera tendencia dice, a la luz de la Biblia y la historia, que algunos dones carismáticos que experimentó la iglesia primitiva con sus distintos rostros ya no son para hoy. La segunda tendencia, afirma lo contrario: hay una continuidad entre el ayer y la experiencia actual de la iglesia en relación con los dones carismáticos. Estos últimos también apelan a la Biblia y a la historia. Uno de los argumentos que los “cesacionistas” esgrimen está fundamentado en la frase de Pablo “porque conocemos solo en parte…pero cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será abolido” (1 Cor 13:9-10). El cesacionista afirma que lo referido en el texto como “lo perfecto” es el canon del NT[1]. La dificultad con este argumento es su carácter anacrónico. Es anacrónico porque pone en la “mente” de Pablo algo que para él era totalmente desconocido; primero porque la idea del canon del NT empieza a surgir a finales del siglo II; segundo porque ninguno de los autores del NT imaginó nunca que sus textos o cartas serían normativas para la iglesia de todos los tiempos. Pablo o Juan quedarían sorprendidos al enterarse de que hoy, veinte siglos después, sus cartas se siguen leyendo y tienen carácter normativo aún para la Iglesia. Ahora, dado el argumento Paulino en 1 Corintios 13-15, es mejor y más sano pensar que “lo perfecto” hace referencia a la segunda venida del Señor con todas sus implicaciones corporales, naturales y cósmicas. Como lo dijo Karl Bart, “cuando el sol sale, todas las luces se apagan”. La cocalización del Espíritu aquí es mediada por la exegesis y el anacronismo a ultranza.
            Quisiera terminar esta reflexión con dos consejos a dos voces. Indistintamente de qué lado estamos, si somos cesacionistas o continuistas, el llamado es a que nuestras reflexiones teológicas dejen lugar para el misterio, el recogimiento y el asombro frente al hecho del Espíritu.  Nuestra fe debe ser cerebral pero siempre invitándonos a celebrar. La primera voz, para este consejo, es de Juan Stam, él dijo: “El relato de la venida del Espíritu, en Hechos 2, incluye otros elementos distintos al hablar en lenguas, por ejemplo: comienza con la experiencia de fenómenos extraordinarios (2:1-13; bien pentecostal, digamos), sigue con un sermón expositivo cuyo tema central es el señorío de Cristo (2:14-41, al estilo  de Spurgeon o de los mejores predicadores presbiterianos) y termina con una nueva comunidad de fe y praxis (2:42-47) ¡con sabor menonita!”[2]. La experiencia del Espíritu va mucho más allá de nuestra tradición evangélica, ya sea continuista o cesacionista. La segunda voz es de quien fuera llamado, coloquialmente, el papa evangélico, el gran John Stott. El hace tres aseveraciones para tener en cuenta frente a la temática aquí abordada: 1). La objetividad de la verdad: todas nuestras opiniones, todas nuestras tradiciones, y todas nuestras experiencias han de someterse al examen independiente y objetivo de la verdad bíblica. 2). La centralidad de Cristo: Nuestros ojos han sido abiertos a la verdad "que está en Jesús" y nuestros labios confiesan que él es Señor Soberano y a la vez dar lugar al crecimiento hacia la madurez y a experiencias más plenas y profundas de Cristo. 3). Debiéramos poder concordar en cuanto a la diversidad de vida. Dicho de otra manera, el Dios vivo de la naturaleza y de las Escrituras es un Dios de rica y colorida variedad[3]. El Espíritu es variado en sus manifestaciones, siempre se manifiesta, pero no siempre de la misma manera. Por ello es imposible la estandarización, no se le puede “cocalizar”. Pero recordemos finalmente que el Espíritu sin la Palabra carece de dirección y la Palabra sin el Espíritu adolece de vida, resulta impotente. Fin.   


[1] CARSON, Donald. Las manifestaciones del Espíritu. Andamio-Barcelona,
[2] STAM, Juan, Evangelio, cultura y pluralismo religioso; en Boletín Teológico, año 29, No 67 (Julio- Septiembre 1997) p 7-27.
[3] STOTT, John. Sed llenos del Espíritu. Caribe- Miami. 1984, p 7.

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