lunes, 1 de diciembre de 2014

La “Cocalización” del Espíritu (1)

La “Cocalización” del Espíritu (1)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 110
En 1996 George Ritzer publicó un trabajo de corte sociológico y económico llamado “La McDonalización de la sociedad”, el neologismo “McDonalización” es para Ritzer  una forma de representar la globalización. Ritzer, profesor de sociología en la Universidad de Meryland, se dio cuenta de que la estandarización (homogenización), propuesta por el modelo global, era equivalente al del popular consorcio de comida rápida[1]. Siguiendo la representación del autor mencionado, usaré aquí el término “Cocalización”, que viene de Coca-Cola, para hablar de la tendencia a estandarizar, homogenizar o, en el peor de los casos, domesticar al Espíritu Santo y su obra. Así como la Coca-Cola es una en sabor, presentación y distribución en más de 200 países del mundo, a menudo solemos hacer lo  mismo con Dios, su actuar y su Espíritu; homogenizamos su proceder de tal manera que, cuando vemos algo que no cabe en los marcos teológicos preestablecidos de como debiera ser y actuar Dios, optamos por el rechazo o la crítica descarnada. En la Biblia hay sendos ejemplos de “Cocalización” del Espíritu. Veamos.
            El primer ejemplo lo encontramos en Números 11. Aquí hallamos una de las tantas quejas del pueblo de Israel en medio de su travesía por el desierto. El pueblo quería comer carne y evoca tontamente a Egipto. Eran esclavos, dicen, pero tenían comida. La esclavitud suele evocarse como estado idílico cuando la libertad está costando. En medio de este escenario Dios ministra a Moisés, para que no se reviente física y emocionalmente, le dice que escoja a 70 ancianos para que lleven junto a él la carga del pueblo; para esto, Dios visitaría a los ancianos con el Espíritu que estaba en Moisés, esto acontecerá en el marco litúrgico del tabernáculo. La cuestión es que cuando el Espíritu viene sobre los ancianos, este se “desborda” y alcanza a Eldad y Medad, que no estaban dentro de los 70 y tampoco en el tabernáculo. Frente a esto el joven líder Josué va a Moisés y le dice que el Espíritu ha sobrepasado los límites, ha salido del marco, esto no puede estar pasando. Moisés le responde diciendo que no tenga celos, que su deseo es que todo el pueblo guste de la presencia del Espíritu y hable la Palabra de Dios.  Así, el pastor Moisés no se hipoteca el Espíritu, su liderazgo no está en el hecho de “manipular el don de Dios” sino en crear los escenarios para que todos tengan una experiencia genuina de él.
            Nuestro segundo ejemplo lo encontramos en Joel 2.  El profeta recoge el sueño de Moisés y frente a un liderazgo corrupto, impío y la realidad trágica del exilio; Dios promete su Espíritu, será dado a todos sin distinción de edad (“ancianos y jóvenes”), de clase social (“siervos y siervas”), de género (“hijos e hijas”), o de nacionalidad (“toda carne”). El Espíritu deja de ser privilegio de pocos para convertirse en bendición de muchos.  La visitación de Dios aquí tiene un carácter incluyente. Es curioso que el texto no mencione a la clase religiosa, parece haber aquí una crítica interna contra todo intento de monopolizar el don de Dios, todo intento de domesticar a Dios con fines personales y elitistas. La “cocalización” del Espíritu es criticada. Este es el mismo fondo Escritural, que frente a la experiencia en el aposento alto, Pedro cita: se remite el mismo y a su auditorio que le critica y pide razones. Fuera del templo, una comunidad como de 120 personas recibe la promesa, el nuevo Israel es empoderado y enviado a las naciones. Desde la periferia social (galileos) y religiosa (fuera del templo), son enviados hasta lo último de la tierra. ¡Quién iba a pensarlo!
            Un tercer ejemplo de “cocalización del Espíritu” se da en el NT con la experiencia de Jesús. Con la llegada del reino en la persona y obra del Nazareno, las fuerzas del mal son trastocadas, los poderes del infierno con obras muy terrenales son perturbados. En una serie de controversias que Marcos describe (2-3), se presenta una con los escribas: ellos acusan a Jesús de expulsar a los demonios por el poder de Belcebú (3:22-30). Jesús les responde mostrándoles la incoherencia lógica y “espiritual” del argumento. Pero va más allá, al argumentar así, al atribuir la obra de Dios al demonio, los escribas pecan contra el Espíritu, este pecado es imperdonable. Es imperdonable porque se cierran al actuar del Espíritu que les lleva a Dios para el perdón de pecados, es imperdonable  porque se oponen a la liberación de Dios en Cristo. Lo que Jesús hace no cabe en la religión institucionalizada, en el estándar que “los de Jerusalén” tienen del mover de Dios. Y es que no hay nada que le haga más daño a la misión y al evangelio que la que “fe institucionalizada”. La historia nos dice que la iglesia perdió fuerza misionera y ética, cuando llegó a ser la religión oficial del imperio.
            Un cuarto ejemplo sucede en el mismo texto de Marcos. Los discípulos que han fracasado frente a la expulsión del demonio mudo, ven a alguien que si expulsa demonios por el “nombre de Jesús” e intentan impedírselo (Mrc 9:38-41). Ellos tal vez pensaron que Jesús les aplaudiría esta moción. La “cocalización” aquí tiene tinte sectario y elitista. Diríamos en términos contemporáneos: “vimos a alguien haciendo la obra de Dios pero como no es de nuestra denominación… entonces lo desaprobamos”. Los discípulos intentan domesticar la obra de Dios. Jesús les reprende y les revela más bien en donde estuvo la falla de ellos, la razón del fracaso; olvidaron hacer la obra de Dios en “el nombre de Jesús”, se fundamentaron en la veteranía y olvidaron la dependencia que produce la oración (“y el ayuno”). El exorcista anónimo sale bien librado, mientras que los discípulos “aventajados” salen regañados. La desaprobación del otro, solo porque no es parte de los nuestros, aunque con teología sana, es “cocalización del Espíritu”. Continuará.


[1] Ritzer, George. La McDonalización de la sociedad. Un análisis de la racionalización en la vida cotidiana, 3ª ed. Ariel, Barcelona, 1996.

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